Pensé que, cuando el amor había tocado mi puerta, era para siempre. Es una cuestión muy ingenua, pero lo era así cuando conocí a Jasón.Tenía diecisiete años y acababa de graduarme del internado para señoritas de Santa Catalina en Provenza, Francia. Después de eso, mis padres decidieron que debía mudarme con ellos en Montreal, Canadá. Fue cuando conocí a Jasón, el dueño de mi joven corazón. Atractivo, un rebelde sin causa, cantante y con una Davison donde me llevaba a recorrer las calles portuarias de Montreal y todos sus bares.Estaba completamente enamorada del chico malo, ese que me prestaba atención, se saltaba las clases para verme, me llevaba a sus conciertos y que fue mi primera vez. Sinceramente, una no se da cuenta de las cosas “malas” de una relación, simplemente sucede, y las situaciones se escapan de las manos. Creí que el amor era lindo, que todo era hermoso, diferente, que siempre tendría ese cosquilleo en el estómago cada vez que lo veía llegar en su motocicleta por mí
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