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Todos los capítulos de La esposa rebelde del Árabe: Capítulo 1 - Capítulo 10
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Capítulo uno. Un contrato matrimonial
Un contrato matrimonialSienna miró fijamente el rostro de su madre, ella no podía dar crédito a lo que estaba escuchando.—¿Qué estás diciendo? —preguntó.Sienna pensaba que la pérdida de su padre era la peor de las tragedias que podía haberle sucedido, verlo sufrir a causa de su enfermedad había sido duro, saber que ahora descansaba en paz y sin sufrimiento había sido un pequeño consuelo para ella, que ahora se veía alterado por las palabras de su madre.—Escucha Sienna, no tenemos más opciones, tu padre dejó todo dispuesto en caso de que esto llegara a suceder —dijo Fiona como si estuviera hablando del clima.—Dudo mucho que mi padre haya dispuesto mi matrimonio sin tomar en cuenta mi opinión, ¡papá no era ese tipo de hombre! —refutó con vehemencia y poniéndose de pie.—Tu padre solo quería lo mejor para sus hijas, Scarlett y tú son lo que Steven más amaba en la vida, no puedes culparlo por tratar de protegerlas desde la tumba —refutó Fiona caminando para tomar el brazo de Sienna.
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Capítulo dos. Regla de oro
Regla de oroHasan Rafiq sedujo a Sienna con una simple y sexi sonrisa o quizá era la necesidad de la muchacha por experimentar la pasión que le prometían aquellos ojos verdes. Ella no tenía ninguna posibilidad, había caído hechizada bajo el encanto del desconocido.—Esta noche te haré mía —le susurró al oído, provocando que el cuerpo de Sienna temblara como si fuera una hoja mecida por un bravo viento, pero no sentía frío. El fuego que recorrió cada centímetro de su piel fue como lava, derritiéndola y dejándola a merced del extraño.Sienna no fue consciente del momento que el hombre guapo la sacó del antro, ni supo exactamente el lugar al que la llevó. No se preocupó por ver el lujoso ático, sus ojos cielo estaban clavados en el rostro perfecto del hombre, Sienna llegó a pensar que todo se trataba de un sueño. ¡Eso era! Ese hombre no podía ser real, era demasiado guapo y perfecto.Un momento de lucidez se coló por los pensamientos de la muchacha, pero pronto fue borrado como si solam
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Capítulo tres. ¡Descarada!
¡Descarada! Hasan miró a Sienna con ojos que advertían peligro, el Emir jamás se había sentido engañado cómo en ese momento. Sus pensamientos fueron rápidos y recordó exactamente las palabras que su consejero había dicho mientras se preparaba para venir a este encuentro y cancelar el trato. «Quién se rehúse a contraer matrimonio, lo perderá todo». —Me gustaría decirle que es un placer conocerla, pero el placer ya lo hemos tenido —dijo de manera mordaz. Sienna tragó el nudo que se había formado en su garganta, sus manos se apretaron bajo la mesa mientras rogaba porque el hombre delante de ella no dijera nada sobre la noche que habían pasado juntos. —¿Qué quiere decir con eso? —preguntó Fiona mirando a Sienna y luego a Hasan. —Su hija sabe muy bien de lo que hablo, señora Mackenzie —dijo, tirando la piedra sobre el tejado de Sienna. —¿Cariño? —llamó Fiona. —Mamá, no tengo idea de lo que habla el señor Rafiq —mintió con voz temblorosa. ¡Descarada! ¡Eso era lo que Sienna era, ¿cómo
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Capítulo cuatro. ¡Eres cruel y egoísta!
«Discúlpame con tu madre, no tengo estómago para quedarme y ver cómo finges inocencia»«Si tienes un poco de dignidad, espero que no te presentes al Ayuntamiento y solo entonces creeré en ti»«Espero que no te presentes al Ayuntamiento»Las palabras de Hasan se repitieron como un mantra en la cabeza de Sienna, la joven no tenía ningún interés en casarse con él y si esta era su oportunidad para escapar, ella no iba a dudarlo. No le importaba el concepto que el árabe podía tener de ella, eso era irrelevante para Sienna, pero si podía limpiar su imagen, aunque fuera un poco, tampoco iba a desaprovecharlo, ¿A quién le daban pan que llore?—¿Dónde está Hasan?La voz de Fiona sacó a Sienna de sus pensamientos.—Se ha marchado ­—dijo casi sin interés.—¿Se ha marchado? —preguntó como si Sienna no hubiese sido clara.—Sí.—¿Cómo pudo marcharse? ¿Qué fue lo que le hiciste o dijiste para que se fuera de esa manera? —preguntó acusándola en el proceso.—¿Por qué piensas que tuve que decirle o hac
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Capítulo cinco. Promesa matrimonial
Hasan se sintió insultado por el vestido que Sienna portaba como si fuera una reina, apretó sus manos en dos puños y caminó en su dirección.—¿Qué se supone que haces? —preguntó con los dientes apretados.—¿Casarme contigo? —respondió Sienna con una sonrisa retadora en el rostro.La joven había discutido con su madre por no aceptar venir con el vestido que Hasan le había enviado, pero Sienna había sido firme en su decisión y allí estaba ella, portando un vestido color dorado que para los árabes significaba no solo majestuosidad, sino también divinidad y honor. Porque Sienna estaba allí, parada frente a aquel oriental con dignidad. Con el honor de toda mujer que no le debía nada a nadie y menos a él.Hasan achicó los ojos al escuchar su pregunta como respuesta, ¿Qué es lo que esa mujer se creía para desobedecerle?—¿Por qué traes ese vestido? —preguntó con los dientes apretados, luchando para no perder la compostura y ceder al deseo de apretar el cuello de Sienna con sus propias manos.
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Capítulo seis. ¡No es mujer para ti!
Sienna se movió inquieta entre los brazos de Hasan, deseaba alejarse de él, no necesitaba recordar lo mucho que él podía hacer con “eso” duro allí abajo. ¡No lo necesitaba!—Deja de moverte o no responderé por mis acciones —murmuró en tono ronco.Sienna no pudo evitar recordar esa noche y los excitantes gemidos que salieron de la boca de Hasan, por lo que se quedó tan quieta como una estatua, igual de dura que una.—Muévete —dijo él, haciendo que Sienna frunciera el ceño.—¿Quieres que me quede quieta o que me mueva? —cuestionó confundida.Hasan apretó los dientes con fuerza antes que un rictus apareciera en sus labios.—Debemos abordar el avión —dijo en tono bajo.Sienna se había olvidado momentáneamente de la situación que la había traído hasta ese punto, ¡el avión! Hasan pretendía sacarla del país y alejarla de todo lo que ella conocía y quería.—¡No iré contigo! —repitió, moviéndose con ímpetu para liberarse de las manos del hombre.—¡Joder, Sienna! ¡Deja de restregar tus bonitas
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Capítulo siete. Son negocios
«¡No es mujer para ti!»«¡No es mujer para ti!»Las palabras de la madre de Hasan penetraron en la cabeza de Sienna, ella sonrió, porque no podía estar más de acuerdo con la extraña y dura mujer.—Es exactamente lo que yo pensé, señora, pero su hijo es más terco que una mula y aquí estamos, casados por su plena voluntad y en contra de la mía —respondió Sienna, dejando perplejos momentáneamente a sus suegros.Entre tanto, Hasan sintió de nuevo esa corriente eléctrica atravesarle el cuerpo, ¡su esposa era rebelde como solo ella podía serlo! ¿Así sería su relación? ¿Una constante guerra?—Sienna…La mano del hombre mayor se elevó y Hasan guardó silencio en señal de respeto, lo que sorprendió a Sienna.—Permítame presentarme, soy Abdel Rafiq, mi hijo menor, Farid y mi esposa, Zaida —dijo con voz cordial, pero formal y distante.Sienna asintió.—Sienna Mackenzie —dijo, no se atrevió a extender la mano, recordaba haber buscado información sobre la cultura árabe, pero ahora mismo era incapaz
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Capítulo ocho. Sentencia
Hasan echó la cabeza atrás, se había olvidado de solicitar a Adila una habitación para Sienna, aunque tampoco es que estarían mucho tiempo en Dubái, él tenía reuniones y negocios que hacer en el golfo pérsico, por lo que su estadía en la ciudad era breve, pero ¿Qué tan breve sería? Esperaba que no tanto, de lo contrario, tendría que soportar a su madre despotricar en contra de Sienna.«Esa mujer es de un mundo distinto al nuestro, debe tener sus mañas, seguramente te ha engañado»Hasan trató de no pensar en las palabras de Zaida que habían sido dichas con enojo, además, no había manera de que Sienna lo engañara, ¿verdad? Entonces recordó que había sido ella quién se había despertado primero y huyó de su lado, dejando únicamente las sábanas manchadas con la evidencia de su inocencia.¿Sería posible que…?Hasan apartó los pensamientos de su cabeza, no quería pensar de más. No sería capaz de soportar no haber sido el primero en la vida de Sienna, no ser quién tuviera su cuerpo por primer
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Capítulo nueve. Castigo
—¿Sentenciada? —preguntó Sienna, pese al apretón de Hasan sobre su brazo.—¿No has escuchado? ¿O aparte de sinvergüenza estás sorda? —cuestionó Zaida con rapidez.—Escuché perfectamente, señora —gruñó Sienna con rabia.—¡Basta, Sienna! —gritó Hasan elevando la voz, ganándose una mirada furiosa por su parte.—¿Basta? —refutó ella con un brillo peligroso en la mirada—. ¡Ningún basta, Hasan!, te dije claramente que no quería casarme contigo, que si tu madre quería que me marchara lo haría sin dudarlo. Has sido tú quien se ha empeñado en traerme a este país y a esta cultura que no conozco. ¿Por qué tengo que ser yo quién pague por tu necedad? —preguntó airada, sabiendo que bien podía complicarse más la vida, pero ella no iba a quedarse callada, ni mucho menos cargar con toda la culpa.Había sido Hasan el necio.—¡Silencio! —ordenó Abdel haciendo que todos se callaran, incluso Sienna.—He dicho que serán cinco latigazos y en adelante, por tu propio bien, espero que te comportes y aprendas
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Capítulo diez. ¿Descubiertos?
Sienna abrió los ojos cuando unos golpes a la puerta se escucharon, pareció aturdida por unos pocos segundos, intentó levantarse de la cama, pero la mano de Hasan se lo impidió.—No te muevas, Sienna, y por lo que más quieras hazme caso —pidió con voz neutra.Sienna asintió, fue en ese momento que se dio cuenta de que estaba acostada de medio lado sobre la cama, de tal manera que su espalda quedara libre de miradas curiosas.Hasan se puso de pie, se cuadró los hombros pese al dolor y concedió el permiso para que quien fuera el visitante no tuviera ninguna mirada de Sienna.—Hijo —dijo Zaida entrando a la habitación con un séquito de mujeres, quienes traían ropa, comida y medicinas.—Madre —respondió él, mirando a las mujeres en su habitación—. ¿Qué haces aquí? —preguntó ante el silencio que le concedió Zaida.—Mi personal se hará cargo de curar las heridas de Sienna, la alimentarán y vestirán —dijo mientras hacía una señal para que las mujeres pasaran de Hasan.—¡Alto ahí! —pronunció
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