Hasan se sintió insultado por el vestido que Sienna portaba como si fuera una reina, apretó sus manos en dos puños y caminó en su dirección.
—¿Qué se supone que haces? —preguntó con los dientes apretados.
—¿Casarme contigo? —respondió Sienna con una sonrisa retadora en el rostro.
La joven había discutido con su madre por no aceptar venir con el vestido que Hasan le había enviado, pero Sienna había sido firme en su decisión y allí estaba ella, portando un vestido color dorado que para los árabes significaba no solo majestuosidad, sino también divinidad y honor. Porque Sienna estaba allí, parada frente a aquel oriental con dignidad. Con el honor de toda mujer que no le debía nada a nadie y menos a él.
Hasan achicó los ojos al escuchar su pregunta como respuesta, ¿Qué es lo que esa mujer se creía para desobedecerle?
—¿Por qué traes ese vestido? —preguntó con los dientes apretados, luchando para no perder la compostura y ceder al deseo de apretar el cuello de Sienna con sus propias manos.
—¿Esperabas que viniera sin ropa? —cuestionó, parpadeando casi con inocencia.
El rostro de Hasan se tornó rojo por la rabia y también porque su cerebro traidor, recreó la imagen de Sienna desnuda y tendida sobre su cama.
—No tientes a tu suerte, Sienna —le advirtió con frialdad.
—De hecho, considero una mala, muy mala suerte tener que casarme contigo, pero ya que estamos aquí y muy dispuestos a unir nuestras vidas, ¿Por qué no nos damos prisa? —preguntó con una sonrisa desafiante.
Entre tanto, Fiona y Scarlett miraban en la distancia la interacción de los novios, mientras Scarlett admiraba la belleza y actitud de su hermana, Fiona estaba al borde del colapso, tenía tanto miedo de que Sienna escapara del Ayuntamiento y con ello arrastrarlas a la miseria.
—¿Qué es lo que está pasando? ¿Hay algún problema con los novios? —preguntó el alcalde de la ciudad.
—Por supuesto que no, no demoran —dijo Fiona mirando al hombre con un semblante apenado.
El alcalde asintió.
—Voy a darles unos minutos más, pero deben recordar que no son los únicos que desean casarse —habló el hombre con seriedad, ganándose una mirada severa por parte de Assim.
El consejero caminó con pasos discretos hacia el Emir, el hombre irradiaba enojo, podía sentirlo y notarlo en la postura de su cuerpo, algo que no sucedía muy a menudo y menos si la razón era una mujer.
—Señor —llamó en tono bajo.
Hasan fulminó con la mirada a Sienna antes de girarse y mirar a Assim.
—Dile que enseguida mi novia y yo estaremos frente a él —murmuró.
Assim asintió y volvió sobre sus pasos.
—Al mal paso hay que darle prisa, ¿no? —dijo Hasan con frialdad.
—Por primera y seguramente única vez, estoy de acuerdo contigo —respondió Sienna, pasando por su lado y parándose frente al escritorio del alcalde.
Hasan se resistió a maldecir y se giró para seguir los pasos de su futura y rebelde esposa.
—Puede iniciar —se aventuró a pedir Sienna, pese al miedo que corría por cada rincón de su cuerpo y del hormigueo que le recorría la piel, se mantuvo serena. Más bien se obligó a permanecer serena.
—Por favor —indicó Hasan al ver la duda en los ojos del alcalde.
El hombre asintió y ofició la ceremonia civil, mientras Sienna fingía prestar atención y Hasan luchaba para no tocar la mano de la mujer.
—¿Pueden decir sus votos? —preguntó el hombre no muy seguro de que estuviera casando a una pareja normal y por amor.
—No.
—Sí.
El alcalde lució mucho más confundido que antes.
—¿Sí o no? —preguntó.
Hasan miró a Sienna, era una mirada de advertencia sobre cualquier locura que ella pensara hacer o decir, pero ella hizo caso omiso a la advertencia y procedió a hablar:
—Yo, Sienna Mackenzie, te prometo fidelidad, únicamente si me eres fiel, te respetaré en la medida en que me respetes de lo contrario, te prometo desobediencia todos los días de mi vida, hasta que me pidas el divorcio por voluntad propia.
El alcalde parpadeó varias veces para entender aquellos votos matrimoniales que eran sin duda los más extraños que había escuchado en toda su vida, mientras Fiona sentía que iba a desmayarse allí mismo, Assim temía que Hasan explotara en furia y Sienna.
Sienna solo esperaba que todo aquello terminara pronto y volver a su vida, creyendo que Hasan se marcharía a su tierra sin ella.
Sin embargo, luego de que el alcalde los declarara marido y mujer, Hasan la tomó del brazo y la llevó con él hasta la puerta de su auto.
—Suéltame —gruñó Sienna con los dientes apretados.
—Eso no es lo que dijiste la noche que estuvimos juntos —le recriminó Hasan muy cerca del oído, provocando que la piel del cuello de Sienna se erizara.
—Tampoco te escuché quejarte y menos comportarte como un troglodita —se defendió Sienna.
—Entra al auto —le ordenó.
—No iré contigo, he cumplido con el acuerdo que firmaste con mi padre, sin tener en cuenta mis deseos, no pienso hacer nada más por ti ni por él.
Hasan cerró los ojos y pidió a Allah le diera paciencia para no asesinarla en ese momento y quedar preso en ese país por culpa de Sienna.
—Eres mi esposa.
—Tú lo has dicho, soy tu esposa, no tu esclava…
—Estás presionando los botones equivocados, Sienna.
—Di la palabra correcta y entonces pensaré en complacerte —refutó ella.
—¿Palabra correcta?
—Sí, ¿nadie te enseñó a decir o pedir por favor? —le cuestionó.
Los ojos de Hasan brillaron como dos luces a punto de estrellarse, ¡Él era el Emir, no iba a pedir por favor y menos a decírselo a Sienna!
—Entra al auto —gruñó con los dientes apretados.
Sienna se cruzó de brazos.
—Oblígame —lo retó.
—Señor, los medios de comunicación están dirigiéndose hacia este lugar, tenemos que marcharnos —dijo Assim, interrumpiendo el duelo de miradas entre la pareja.
—Entra al jodido auto —dijo con voz tensa—, por favor.
Sienna sonrió y entró al lujoso auto, no porque quería, sino porque no quería que su rostro fuera la portada en los diarios al día siguiente. Ya era bastante malo ese matrimonio absurdo al que se había visto obligada, como para convertirse en el tema de conversación de la gente.
—También deberían irse —recomendó Assim a Fiona, mirando a Scarlett, la joven lucía preocupada.
—Dígale al señor Hasan que lo esperó en mi casa, he preparado un pequeño banquete para celebrar la boda de mi hija —pidió.
Assim asintió.
—No le prometo que vayamos a asistir —dijo antes de abrir la puerta del copiloto y darle la orden al chofer de dirigirse al ático.
Entre tanto, en la parte trasera del auto, Sienna y Hasan se sintieron en una pequeña jaula, un espacio muy reducido para contener a dos fieras que se fulminaban con la mirada.
—¿Se puede saber qué fue lo que hiciste? —preguntó Hasan incapaz de quedarse callado.
—¿Casarme con un hombre arrogante que se cree el ombligo del mundo?
—¡Sienna!
Ella sonrió.
—Siempre podemos divorciarnos, Hasan, no estás obligado a estar conmigo para toda la vida —dijo tratando de convencer al hombre de sus palabras—. Puedes volver a tu país, mientras yo me haré cargo de la empresa como hasta ahora, te enviaré los informes trimestrales y la seguridad de que tu capital será multiplicado o triplicado al final del año.
Hasan hizo de cuenta que no escuchó nada, pronunció un par de palabras en árabe al chofer, ella quería saber lo que le había dicho, pero antes de preguntar. El auto se desvió y se dirigió al Aeropuerto Internacional de La Guardia.
—¿A dónde vamos? —preguntó temerosa.
Hasan sonrió.
—No puedo confiar en una mujer como tú, Sienna, tampoco me arriesgaré a que arrastres mi apellido por el lodo.
—Hasan…
—Volaremos directamente a Los Emiratos Árabes.
Sienna cambió de color al escucharlo, tragó el nudo formado en su garganta y trató de pensar con rapidez, tenía que impedir que Hasan la sacara del país o estaría realmente perdida.
—No tengo pasaporte ni visa vigente, no puedo salir del país —se aventuró a decir.
—Tus documentos están en regla, mi gente se aseguró de eso antes de que te presentaras al Ayuntamiento, como era evidente que lo harías —sonrió.
Sienna tembló como si sintiera frío.
—No puedes llevarme en contra de mi voluntad, Hasan.
—No estoy llevándote a la fuerza, eres mi esposa y nuestra luna de miel no puede esperar —aseguró.
Sienna sintió terror cuando el auto entró a la autopista del aeropuerto, era un hangar privado, dónde no había ningún testigo, excepto la tripulación, que jamás movería un dedo por ayudarla.
—¡No iré contigo! —gritó cuando la puerta se abrió.
—¿Necesita ayuda, señor? —preguntó el chofer, mientras Assim bajaba del auto y se ocupaba de hablar con el capitán.
—Me haré cargo personalmente de ella —respondió mirando a Sienna como si fuera un predador en plena cacería.
—¡Estás loco, no iré contigo! —gritó Sienna, consciente de que si subía al avión estaría perdida.
Hasan sonrió, bajó del auto y lo rodeó para abrir la puerta del lado de Sienna, ella fue más rápida, abrió la puerta y salió corriendo como si el mismísimo diablo le pisara los talones y corrió tan rápido como pudo.
Hasan gruñó ante aquel atrevimiento, se abrió los botones del saco y corrió detrás de su fugitiva esposa.
Sienna podía sentir los pasos de Hasan detrás de ella y acercarse más y más. Ella no se atrevió a voltear para ver cuánta distancia le sacaba por temor a caerse, sin embargo, pronto se dio cuenta de que no era mucha, cuando los brazos de Hasan se cerraron sobre su cintura y la obligaron a detenerse en seco, pegándola contra su cuerpo.
—¿A dónde crees que vas? —le preguntó cerca del oído, pero no fue eso lo que impactó a Sienna, sino la dureza que se le pegó a sus redondas nalgas. ¡Hasan estaba duro como una roca!
Sienna se movió inquieta entre los brazos de Hasan, deseaba alejarse de él, no necesitaba recordar lo mucho que él podía hacer con “eso” duro allí abajo. ¡No lo necesitaba!—Deja de moverte o no responderé por mis acciones —murmuró en tono ronco.Sienna no pudo evitar recordar esa noche y los excitantes gemidos que salieron de la boca de Hasan, por lo que se quedó tan quieta como una estatua, igual de dura que una.—Muévete —dijo él, haciendo que Sienna frunciera el ceño.—¿Quieres que me quede quieta o que me mueva? —cuestionó confundida.Hasan apretó los dientes con fuerza antes que un rictus apareciera en sus labios.—Debemos abordar el avión —dijo en tono bajo.Sienna se había olvidado momentáneamente de la situación que la había traído hasta ese punto, ¡el avión! Hasan pretendía sacarla del país y alejarla de todo lo que ella conocía y quería.—¡No iré contigo! —repitió, moviéndose con ímpetu para liberarse de las manos del hombre.—¡Joder, Sienna! ¡Deja de restregar tus bonitas
«¡No es mujer para ti!»«¡No es mujer para ti!»Las palabras de la madre de Hasan penetraron en la cabeza de Sienna, ella sonrió, porque no podía estar más de acuerdo con la extraña y dura mujer.—Es exactamente lo que yo pensé, señora, pero su hijo es más terco que una mula y aquí estamos, casados por su plena voluntad y en contra de la mía —respondió Sienna, dejando perplejos momentáneamente a sus suegros.Entre tanto, Hasan sintió de nuevo esa corriente eléctrica atravesarle el cuerpo, ¡su esposa era rebelde como solo ella podía serlo! ¿Así sería su relación? ¿Una constante guerra?—Sienna…La mano del hombre mayor se elevó y Hasan guardó silencio en señal de respeto, lo que sorprendió a Sienna.—Permítame presentarme, soy Abdel Rafiq, mi hijo menor, Farid y mi esposa, Zaida —dijo con voz cordial, pero formal y distante.Sienna asintió.—Sienna Mackenzie —dijo, no se atrevió a extender la mano, recordaba haber buscado información sobre la cultura árabe, pero ahora mismo era incapaz
Hasan echó la cabeza atrás, se había olvidado de solicitar a Adila una habitación para Sienna, aunque tampoco es que estarían mucho tiempo en Dubái, él tenía reuniones y negocios que hacer en el golfo pérsico, por lo que su estadía en la ciudad era breve, pero ¿Qué tan breve sería? Esperaba que no tanto, de lo contrario, tendría que soportar a su madre despotricar en contra de Sienna.«Esa mujer es de un mundo distinto al nuestro, debe tener sus mañas, seguramente te ha engañado»Hasan trató de no pensar en las palabras de Zaida que habían sido dichas con enojo, además, no había manera de que Sienna lo engañara, ¿verdad? Entonces recordó que había sido ella quién se había despertado primero y huyó de su lado, dejando únicamente las sábanas manchadas con la evidencia de su inocencia.¿Sería posible que…?Hasan apartó los pensamientos de su cabeza, no quería pensar de más. No sería capaz de soportar no haber sido el primero en la vida de Sienna, no ser quién tuviera su cuerpo por primer
—¿Sentenciada? —preguntó Sienna, pese al apretón de Hasan sobre su brazo.—¿No has escuchado? ¿O aparte de sinvergüenza estás sorda? —cuestionó Zaida con rapidez.—Escuché perfectamente, señora —gruñó Sienna con rabia.—¡Basta, Sienna! —gritó Hasan elevando la voz, ganándose una mirada furiosa por su parte.—¿Basta? —refutó ella con un brillo peligroso en la mirada—. ¡Ningún basta, Hasan!, te dije claramente que no quería casarme contigo, que si tu madre quería que me marchara lo haría sin dudarlo. Has sido tú quien se ha empeñado en traerme a este país y a esta cultura que no conozco. ¿Por qué tengo que ser yo quién pague por tu necedad? —preguntó airada, sabiendo que bien podía complicarse más la vida, pero ella no iba a quedarse callada, ni mucho menos cargar con toda la culpa.Había sido Hasan el necio.—¡Silencio! —ordenó Abdel haciendo que todos se callaran, incluso Sienna.—He dicho que serán cinco latigazos y en adelante, por tu propio bien, espero que te comportes y aprendas
Sienna abrió los ojos cuando unos golpes a la puerta se escucharon, pareció aturdida por unos pocos segundos, intentó levantarse de la cama, pero la mano de Hasan se lo impidió.—No te muevas, Sienna, y por lo que más quieras hazme caso —pidió con voz neutra.Sienna asintió, fue en ese momento que se dio cuenta de que estaba acostada de medio lado sobre la cama, de tal manera que su espalda quedara libre de miradas curiosas.Hasan se puso de pie, se cuadró los hombros pese al dolor y concedió el permiso para que quien fuera el visitante no tuviera ninguna mirada de Sienna.—Hijo —dijo Zaida entrando a la habitación con un séquito de mujeres, quienes traían ropa, comida y medicinas.—Madre —respondió él, mirando a las mujeres en su habitación—. ¿Qué haces aquí? —preguntó ante el silencio que le concedió Zaida.—Mi personal se hará cargo de curar las heridas de Sienna, la alimentarán y vestirán —dijo mientras hacía una señal para que las mujeres pasaran de Hasan.—¡Alto ahí! —pronunció
«¿Por qué hay sangre manchando tus ropas?» Hasan se tensó como la cuerda de un violín ante la pregunta de Zaida, su madre no podía descubrir la verdad, por el bien de Sienna, de Assim y de sí mismo, pues su reputación no podía ser puesto entredicho.—¿Sangre? —preguntó dejando ver la sorpresa en su rostro.Zaida asintió.—No tengo idea, madre, he estado todo el día en reuniones y apenas he tenido tiempo de nada, ahora mismo me haré cargo —dijo dando un paso al frente.Zaida frunció el ceño, estiró la mano y golpeó la espalda de Hasan.Hasan se detuvo, se giró y miró a su madre con el ceño fruncido y unos ojos penetrantes.—¿Qué es lo que estás haciendo? —preguntó con seriedad.Zaida dio dos pasos atrás, ella esperó que su hijo dejara escapar algún tipo de lamentación, gemido o queja. Lo que fuera para demostrar sus sospechas, sin embargo, ni la túnica se manchó más de sangre, ni Hasan demostró sentir ningún dolor. Más bien, parecía furioso.—Hijo…—Hay límites para todo, madre, entie
A la mañana siguiente, Assim llamó a la puerta de Hasan con más ímpetu que de costumbre, los golpes fueron tan ruidosos que despertaron al Emir antes de su hora acostumbrada. Hasan frunció el ceño, se giró ligeramente y chocó contra el cuerpo de Sienna.La visión de la hermosa rubia en su cama habría sido la cosa más bella de ver si su espalda no hubiese golpeado en el proceso. Hasan apretó los dientes y se apartó con lentitud de ella y se levantó con cuidado para no despertarla, se colocó una doble bata en caso de que se tratara de su amadísima madre, ya no sabía qué esperar de ella.Hasan caminó a la puerta, se cuadró los hombros y colocó un semblante frío y distante antes de abrir la preciosa y lujosa madera para encontrarse con el rostro preocupado de Assim.—¿Por qué no entraste? —preguntó al verlo, el hombre negó.—No quiero ser inoportuno —dijo.Hasan bufó algo impropio de él.—¿Qué sucede? —cuestionó, echando un ojo al interior de la habitación.—La señorita Jenna se quedó esp
El gemido que abandonó los labios de Sienna fue casi desgarrador, al tiempo que la mano de Zaida se apartaba y se manchaba de sangre.—¡Zaida! —gritó Abdel por primera vez mostrando su enojo.Zaida abrió los ojos al ver la humedad en la espalda de Sienna, miró su mano y luego a su marido, mientras Sienna caía en los brazos de Hasan.—-Yo… —Zaida trató de justificarse tan pronto como se dio cuenta de que había cometido un error garrafal.—¡Silencio! —ordenó Abdel caminando hasta Hasan y Sienna.—Abdel…—He dicho que guardes silencio, Zaida, esto que has hecho es una crueldad, solicitaste el castigo para Sienna, la sabías herida, aun así, lo has hecho con intención de causarle más daño —dijo Abdel.—No fue mi intención, Abdel…—Llévate a Sienna —ordenó Abdel al ver las lágrimas en los ojos de la joven y el rostro furioso de Hasan.—Me la llevaré, por supuesto que me la llevaré, pero no será a mi habitación. Nos marchamos del palacio, esperaba hacerlo en un tiempo prudente, pero dadas la