«Discúlpame con tu madre, no tengo estómago para quedarme y ver cómo finges inocencia»
«Si tienes un poco de dignidad, espero que no te presentes al Ayuntamiento y solo entonces creeré en ti»
«Espero que no te presentes al Ayuntamiento»
Las palabras de Hasan se repitieron como un mantra en la cabeza de Sienna, la joven no tenía ningún interés en casarse con él y si esta era su oportunidad para escapar, ella no iba a dudarlo. No le importaba el concepto que el árabe podía tener de ella, eso era irrelevante para Sienna, pero si podía limpiar su imagen, aunque fuera un poco, tampoco iba a desaprovecharlo, ¿A quién le daban pan que llore?
—¿Dónde está Hasan?
La voz de Fiona sacó a Sienna de sus pensamientos.
—Se ha marchado —dijo casi sin interés.
—¿Se ha marchado? —preguntó como si Sienna no hubiese sido clara.
—Sí.
—¿Cómo pudo marcharse? ¿Qué fue lo que le hiciste o dijiste para que se fuera de esa manera? —preguntó acusándola en el proceso.
—¿Por qué piensas que tuve que decirle o hacerle algo? —rebatió Sienna.
—Porque te conozco, hija, y sé que este matrimonio no es algo que deseas…
—Me alegro de que lo sepas, pero me entristece que no te importe lo que yo desee, mamá —pronunció la joven con enojo.
—No volveremos a discutir por lo mismo, Sienna, tu boda con Hasan Rafiq se llevará a cabo en dos días. ¡No quiero volver a escuchar ni una sola palabra más de negación de tu parte! —exclamó Fiona cogiendo su bolso sobre la silla y emprendiendo el camino a la salida de aquel lujoso restaurante, donde ni siquiera había podido probar un solo bocado por culpa de su rebelde hija.
Entre tanto, Sienna se quedó sentada dentro del restaurante.
—¿Algo de beber? —preguntó la mesera acercándose a ella.
—Un whisky doble —pidió.
La joven la miró detenidamente, como si quisiera decirle algo, pero decidió cumplir con la orden.
Sienna cerró los ojos y dejó que las lágrimas corrieran libres por sus mejillas, estaba perdida y condenada a vivir una vida sin amor, lo peor fue ver en los ojos de Hasan el rencor y no la pasión que la había seducido la noche anterior.
—Aquí tiene, señorita —dijo la mesera.
Sienna asintió y agradeció, se limpió las mejillas y miró el líquido ámbar en su vaso. El alcohol no iba a solucionarle la vida.
«Las penas no van a marcharse, así te bebas todo el licor del mundo, Sienna»
Las palabras de su padre sonaron en su conciencia, sin embargo, Sienna estaba muy molesta por la situación en la que Steven la había dejado sumergida, que hizo caso omiso y bebió el contenido de un solo golpe y a esa copa le vinieron unas cuantas más.
—Ya ha bebido demasiado, señorita —dijo la misma mesera.
—¿Cuánto es demasiado para olvidar? —preguntó Sienna con la lengua medio enredada.
—Llamaré un taxi —avisó ella.
Sienna no refutó.
—La cuenta por favor —pidió.
—El señor Hasan…
—Voy a pagar por lo que he bebido, ¡el señor Hasan puede meterse su dinero por donde no le dé la luz del sol! —gritó elevando la voz, sin saber que uno de los hombres de Hasan la cuidaba desde lejos.
El Emir no iba a arriesgarse a perderla de vista, después de todo, Sienna no era más que una mujer de cascos ligeros…
—La señorita Mackenzie ha sido escoltada hasta la puerta de su casa, señor —informó Assim con cierto recelo.
—Guárdate lo que tengas para decir —expresó Hasan adivinando que su consejero estaba ansioso y deseoso por meter la lengua donde no le correspondía.
—Sé muy bien el lugar que ocupo, señor —expresó el hombre.
Hasan no le dedicó ni una sola mirada, pero asintió, caminó hasta el bar y se sirvió un brandy.
—Arregla todo lo necesario para la boda en el Ayuntamiento de Manhattan.
—¿Espera que no asista? —se atrevió a preguntar Assim.
—Espero por su bien que no lo haga —aseguró.
Assim asintió y no se atrevió a preguntar nada más, con una ligera reverencia, abandonó la habitación para ocuparse del encargo del Emir.
Entre tanto, Hasan se dejó caer sin ceremonia sobre el lujoso sillón de piel, cerró los ojos y sus pensamientos fueron como un rayo, recordando la noche apasionada que había pasado con Sienna. Hasan suprimió sus pensamientos con la misma rapidez con la que llegaron, no necesitaba pensar en Sienna de ninguna manera, si quería salir victorioso de aquel encuentro, debía olvidarse de sus ardientes besos y de su cuerpo junto al suyo.
Mientras tanto, Sienna hizo caso omiso a los gritos de su madre, caminó como pudo hasta su habitación y le cerró la puerta en las narices a Fiona.
—¡No puedes ser tan irresponsable, Sienna! ¡Eres cruel y egoísta! —gritó Fiona golpeando la puerta con enojo.
—No quiero hablar contigo, madre, ¡vete! —gritó Sienna desde el interior de la habitación.
—¡Estás siendo irresponsable!
—¡Déjame ser lo que yo quiera! —refutó ella, encogiéndose sobre el piso, haciéndose una pequeña y desastrosa pelota humana.
Golpes y más gritos llegaron por parte de Fiona.
—Déjame —susurró mientras gruesas lágrimas corrieron por sus mejillas y bañaron su bello rostro—, déjame…
Sienna no supo cuánto tiempo pasó hecha una bolita de carne sobre el piso, ni en qué momento sus lágrimas se detuvieron y el frío se adueñó de su cuerpo.
—¿Por qué papá? ¿Por qué me has condenado a vivir sin amor? ¿Por qué tú? —sollozó de manera lastimera.
Nuevos golpes a la puerta captaron su atención al mismo tiempo que el dolor de cabeza la incordiaba.
—Quiero estar sola —susurró en tono tan bajo, que dudaba que alguien fuera capaz de escucharla y lo confirmó cuando tres nuevos golpes taladraron su cabeza.
—¡Abre la puerta, Sienna! —la voz de Scarlett le provocó escalofríos a la joven, al mismo tiempo que se ponía de pie con cierta dificultad mientras se preguntaba: ¿A qué venía Scarlett? ¿La ayudaría o también le pediría que cumpliera con el contrato y se casara con el árabe?
—¡Date prisa, Sienna! Llegó algo para ti —dijo Scarlett quedando con la mano al aire cuando Sienna abrió la puerta.
—¿Qué llegó? —preguntó mirando el rostro joven de su hermana.
Scarlett se encogió de hombros.
—No tengo la menor idea, es una caja cuadrada, como esas que envían de las casas de novias —dijo la chica.
Sienna tragó saliva al escucharla y salió con prisa de su habitación para bajar a la sala donde su madre aguardaba y custodiaba la caja con rostro pétreo.
—Te lo envió Hasan —dijo.
Sienna miró a Scarlett.
—Ella lo sabe, Sienna, sabe que su futuro depende únicamente de ti. Eres la mujer que puede hacer su vida feliz o miserable —soltó Fiona sin compasión.
—Sienna…
—Se te hace tarde para ir al colegio —le interrumpió Fiona antes de que pudiera decir una sola palabra más.
Scarlett asintió, cogió su mochila y salió de casa.
—Hasan espera que no me presente al Ayuntamiento, quizá sea una buena cosa, mamá. Puedo…
—¿No has comprendido nada, Sienna? ¡Se supone que eres la más inteligente de las tres! —rugió Fiona.
—Comprender, ¿qué? —cuestionó la joven ante la necedad de su madre para casarla.
—Si no llegas al Ayuntamiento, mañana antes de las diez de la mañana, será mejor que te despidas de la empresa y de esta casa.
Sienna miró a su madre como si le hubiesen salido dos cabezas.
—¿Qué?
—Tu padre fue claro en el testamento y con el contrato de matrimonio que firmó con Hasan Rafiq, si uno de los dos incumple el acuerdo, deberá renunciar a todo, ¡y no puedes darte ese jodido privilegio, Sienna! Si no te casas, no solo estaremos arruinados, ¡estaremos en la m*****a calle y sin un centavo en los bolsillos!
Sienna sintió como si su madre le hubiese dado un puñetazo en la boca del estómago, pues todo el aire salió expulsado de sus pulmones ante tal revelación.
¿En qué estaba pensando su padre para hacer tal locura?
¿Su enfermedad habría tenido que ver con su decisión?
Sienna tenía muchas preguntas, un sinfín de cuestionamientos que nadie podía responder ahora, pues su padre ya no estaba y su madre no podía darle ninguna buena explicación ni, aunque pudiera hacerlo.
—Rafiq se quedará con todo lo que nos pertenece si no te presentas a la boda —dijo—, piénsalo y decide lo que harás. Lo que tú crees que es mejor para ti —añadió.
Sienna se sentó junto a la bonita caja, la miró como si se tratara de un alacrán que en cualquier momento iba a saltarle y darle un aguijonazo, envenenándola y matándola al instante. Sin embargo, eso era demasiado bueno para ser cierto, ella no iba a morir y tampoco podría eludir el destino que le había tocado.
Al día siguiente, Sienna se paró frente al espejo.
—¿Un vestido rojo? —preguntó Scarlett entrando a la habitación.
Sienna se giró para ver a su hermana.
—Supongo que es la tradición de su país —susurró en respuesta.
—¿Y todo esto es oro? —cuestionó Scarlett entre asombrada y confundida.
Siena no tenía idea, pero el vestido sobre la cama no le llamaba la atención en lo más mínimo. Además, ella no iba a casarse bajo la voluntad de Hasan, ella no sería una esposa dócil, le haría la vida imposible para que fuera el mismísimo Emir quien le solicitara el divorcio y de esa manera romper el trato y recuperar su empresa.
La joven había estado pensando en eso toda la noche y esa había sido su brillante idea.
—Saca el vestido dorado de mi closet —le ordenó a la joven.
—Pero, Sienna…
—Voy a casarme, pero lo haré con el vestido que yo quiera y no como él lo ordena —aseguró.
Scarlett se apresuró a obedecer al tiempo que Fiona hacía acto de presencia.
Mientras tanto, en el Ayuntamiento de Manhattan, Hasan esperaba que Sienna fuera una mujer digna y le demostrara que no tenía ninguna artimaña oculta bajo la manga; sin embargo, sus deseos se fueron al diablo, cuando Sienna entró y se presentó en el Ayuntamiento, acompañada de su madre y hermana ¡Y con un vestido distinto al que él le había enviado!
¡Sienna lo estaba desafiando abiertamente! ¡Era una declaración abierta de guerra!
Hasan se sintió insultado por el vestido que Sienna portaba como si fuera una reina, apretó sus manos en dos puños y caminó en su dirección.—¿Qué se supone que haces? —preguntó con los dientes apretados.—¿Casarme contigo? —respondió Sienna con una sonrisa retadora en el rostro.La joven había discutido con su madre por no aceptar venir con el vestido que Hasan le había enviado, pero Sienna había sido firme en su decisión y allí estaba ella, portando un vestido color dorado que para los árabes significaba no solo majestuosidad, sino también divinidad y honor. Porque Sienna estaba allí, parada frente a aquel oriental con dignidad. Con el honor de toda mujer que no le debía nada a nadie y menos a él.Hasan achicó los ojos al escuchar su pregunta como respuesta, ¿Qué es lo que esa mujer se creía para desobedecerle?—¿Por qué traes ese vestido? —preguntó con los dientes apretados, luchando para no perder la compostura y ceder al deseo de apretar el cuello de Sienna con sus propias manos.
Sienna se movió inquieta entre los brazos de Hasan, deseaba alejarse de él, no necesitaba recordar lo mucho que él podía hacer con “eso” duro allí abajo. ¡No lo necesitaba!—Deja de moverte o no responderé por mis acciones —murmuró en tono ronco.Sienna no pudo evitar recordar esa noche y los excitantes gemidos que salieron de la boca de Hasan, por lo que se quedó tan quieta como una estatua, igual de dura que una.—Muévete —dijo él, haciendo que Sienna frunciera el ceño.—¿Quieres que me quede quieta o que me mueva? —cuestionó confundida.Hasan apretó los dientes con fuerza antes que un rictus apareciera en sus labios.—Debemos abordar el avión —dijo en tono bajo.Sienna se había olvidado momentáneamente de la situación que la había traído hasta ese punto, ¡el avión! Hasan pretendía sacarla del país y alejarla de todo lo que ella conocía y quería.—¡No iré contigo! —repitió, moviéndose con ímpetu para liberarse de las manos del hombre.—¡Joder, Sienna! ¡Deja de restregar tus bonitas
«¡No es mujer para ti!»«¡No es mujer para ti!»Las palabras de la madre de Hasan penetraron en la cabeza de Sienna, ella sonrió, porque no podía estar más de acuerdo con la extraña y dura mujer.—Es exactamente lo que yo pensé, señora, pero su hijo es más terco que una mula y aquí estamos, casados por su plena voluntad y en contra de la mía —respondió Sienna, dejando perplejos momentáneamente a sus suegros.Entre tanto, Hasan sintió de nuevo esa corriente eléctrica atravesarle el cuerpo, ¡su esposa era rebelde como solo ella podía serlo! ¿Así sería su relación? ¿Una constante guerra?—Sienna…La mano del hombre mayor se elevó y Hasan guardó silencio en señal de respeto, lo que sorprendió a Sienna.—Permítame presentarme, soy Abdel Rafiq, mi hijo menor, Farid y mi esposa, Zaida —dijo con voz cordial, pero formal y distante.Sienna asintió.—Sienna Mackenzie —dijo, no se atrevió a extender la mano, recordaba haber buscado información sobre la cultura árabe, pero ahora mismo era incapaz
Hasan echó la cabeza atrás, se había olvidado de solicitar a Adila una habitación para Sienna, aunque tampoco es que estarían mucho tiempo en Dubái, él tenía reuniones y negocios que hacer en el golfo pérsico, por lo que su estadía en la ciudad era breve, pero ¿Qué tan breve sería? Esperaba que no tanto, de lo contrario, tendría que soportar a su madre despotricar en contra de Sienna.«Esa mujer es de un mundo distinto al nuestro, debe tener sus mañas, seguramente te ha engañado»Hasan trató de no pensar en las palabras de Zaida que habían sido dichas con enojo, además, no había manera de que Sienna lo engañara, ¿verdad? Entonces recordó que había sido ella quién se había despertado primero y huyó de su lado, dejando únicamente las sábanas manchadas con la evidencia de su inocencia.¿Sería posible que…?Hasan apartó los pensamientos de su cabeza, no quería pensar de más. No sería capaz de soportar no haber sido el primero en la vida de Sienna, no ser quién tuviera su cuerpo por primer
—¿Sentenciada? —preguntó Sienna, pese al apretón de Hasan sobre su brazo.—¿No has escuchado? ¿O aparte de sinvergüenza estás sorda? —cuestionó Zaida con rapidez.—Escuché perfectamente, señora —gruñó Sienna con rabia.—¡Basta, Sienna! —gritó Hasan elevando la voz, ganándose una mirada furiosa por su parte.—¿Basta? —refutó ella con un brillo peligroso en la mirada—. ¡Ningún basta, Hasan!, te dije claramente que no quería casarme contigo, que si tu madre quería que me marchara lo haría sin dudarlo. Has sido tú quien se ha empeñado en traerme a este país y a esta cultura que no conozco. ¿Por qué tengo que ser yo quién pague por tu necedad? —preguntó airada, sabiendo que bien podía complicarse más la vida, pero ella no iba a quedarse callada, ni mucho menos cargar con toda la culpa.Había sido Hasan el necio.—¡Silencio! —ordenó Abdel haciendo que todos se callaran, incluso Sienna.—He dicho que serán cinco latigazos y en adelante, por tu propio bien, espero que te comportes y aprendas
Sienna abrió los ojos cuando unos golpes a la puerta se escucharon, pareció aturdida por unos pocos segundos, intentó levantarse de la cama, pero la mano de Hasan se lo impidió.—No te muevas, Sienna, y por lo que más quieras hazme caso —pidió con voz neutra.Sienna asintió, fue en ese momento que se dio cuenta de que estaba acostada de medio lado sobre la cama, de tal manera que su espalda quedara libre de miradas curiosas.Hasan se puso de pie, se cuadró los hombros pese al dolor y concedió el permiso para que quien fuera el visitante no tuviera ninguna mirada de Sienna.—Hijo —dijo Zaida entrando a la habitación con un séquito de mujeres, quienes traían ropa, comida y medicinas.—Madre —respondió él, mirando a las mujeres en su habitación—. ¿Qué haces aquí? —preguntó ante el silencio que le concedió Zaida.—Mi personal se hará cargo de curar las heridas de Sienna, la alimentarán y vestirán —dijo mientras hacía una señal para que las mujeres pasaran de Hasan.—¡Alto ahí! —pronunció
«¿Por qué hay sangre manchando tus ropas?» Hasan se tensó como la cuerda de un violín ante la pregunta de Zaida, su madre no podía descubrir la verdad, por el bien de Sienna, de Assim y de sí mismo, pues su reputación no podía ser puesto entredicho.—¿Sangre? —preguntó dejando ver la sorpresa en su rostro.Zaida asintió.—No tengo idea, madre, he estado todo el día en reuniones y apenas he tenido tiempo de nada, ahora mismo me haré cargo —dijo dando un paso al frente.Zaida frunció el ceño, estiró la mano y golpeó la espalda de Hasan.Hasan se detuvo, se giró y miró a su madre con el ceño fruncido y unos ojos penetrantes.—¿Qué es lo que estás haciendo? —preguntó con seriedad.Zaida dio dos pasos atrás, ella esperó que su hijo dejara escapar algún tipo de lamentación, gemido o queja. Lo que fuera para demostrar sus sospechas, sin embargo, ni la túnica se manchó más de sangre, ni Hasan demostró sentir ningún dolor. Más bien, parecía furioso.—Hijo…—Hay límites para todo, madre, entie
A la mañana siguiente, Assim llamó a la puerta de Hasan con más ímpetu que de costumbre, los golpes fueron tan ruidosos que despertaron al Emir antes de su hora acostumbrada. Hasan frunció el ceño, se giró ligeramente y chocó contra el cuerpo de Sienna.La visión de la hermosa rubia en su cama habría sido la cosa más bella de ver si su espalda no hubiese golpeado en el proceso. Hasan apretó los dientes y se apartó con lentitud de ella y se levantó con cuidado para no despertarla, se colocó una doble bata en caso de que se tratara de su amadísima madre, ya no sabía qué esperar de ella.Hasan caminó a la puerta, se cuadró los hombros y colocó un semblante frío y distante antes de abrir la preciosa y lujosa madera para encontrarse con el rostro preocupado de Assim.—¿Por qué no entraste? —preguntó al verlo, el hombre negó.—No quiero ser inoportuno —dijo.Hasan bufó algo impropio de él.—¿Qué sucede? —cuestionó, echando un ojo al interior de la habitación.—La señorita Jenna se quedó esp