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Todos los capítulos de ATADA AL ENEMIGO: Capítulo 1 - Capítulo 10
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CAPÍTULO 1 (Día de la lectura del testamento)
—No lo haré, ¡esto es absurdo! —interrumpió Carla Davis al hombre que leía el testamento de su padre—. No aceptaré esta farsa, no me casaré con nadie sin mi consentimiento.Con su traje de oficina de falda negra y camisa blanca, cabello suelto lacio y negro, tacones altos que la estilizaban, la hermosa asistente de Protocolo de la corporación en donde se encontraba se levantó de su silla y apretó sus párpados con fuerza.—¡Esta es una completa locura! —declamó ante los presentes. Su respiración se había acelerado, sus ojos estaba llenos de rabia. No podía creer que su padre hubiese hecho aquello, presentía que la verdadera razón era únicamente hacerle daño.—No sé con qué… —Ella suspiró para calmarse—. No sé cuál fue la verdadera intensión de ese señor para hacernos esto, pero es ridículo. —Y comenzó a caminar de un lado al otro como fiera enjaulada porque ciertamente era una empleada y no podía hacer el desaire de escabullirse y dejar a todos con la palabra en sus bocas.Varios minut
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CAPÍTULO 2
Se creó un absoluto silencio en la sala después de eso. —¿Perdón? ¿Qué acabas de decir? ¿Eres la hija de quién? —saltó Maximiliano con cara de pocos amigos y bastante asombrado. Jamás esperó ese parentesco porque, hasta donde él sabía, Fred Davison no tenía hijos.—Caballeros… —intervino Lenis en medio del estupor. Ella sabía que George se encontraba analizando las reacciones y el lenguaje corporal de Davis, mientras seguía conectada visualmente a Max—, ya debo conectar la sala de chat. Si me disculpan…Lenis hizo su trabajo y en tan solo segundos, todos los presentes lograron ver la imagen del abogado Fiztgerald aparecer en la pantalla. —Muy buenas tardes. Espero se me escuche bien. —Fuerte y claro —informó Lenis, sonriendo políticamente—. Con permiso —dijo, para retirarse. Luego de ella salir de la sala de juntas, habló de nuevo el abogado desde Inglaterra.—Muchas gracias por estar todos presentes... —Señor, por favor, si me permite… —interrumpió Carla, evidentemente apenada
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CAPÍTULO 3
—Hablemos en otro lugar —pidió el abogado George J. Miller a su cliente, antes de que éste cometiera una estupidez. George se percató muy bien de las miradas furiosas que Max le profería a la asistente—. Carla, por favor, espéranos acá. Lenis entró en ese momento a la sala de juntas y vio a su marido hacerle señas con su cabeza dirigidas hacia la mujer que dejaban sola. Ella entendió perfecto lo que George pedía: hacerse cargo de ella, que se mantuviese allí y que la ayudase en lo que necesitara. Lenis le asintió a su esposo y se acercó a la dama que aún no regresaba del todo a la realidad. Mientras tanto, los dos hombres pasaron al despacho del CEO a través de una puerta aledaña que conectaba ambos lugares. Max entró y George cerró la madera tras de sí. El dueño de la corporación se volteó hacia George. —¿Qué tan serio es todo esto?—Aún no puedo calcularlo, pero rechazar una herencia no es un juego. Mucho menos si hablamos de una fundación protegida por el estado, así no sea su
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CAPÍTULO 4 (Dos semanas antes de la lectura del testamento).
Los quejidos de una chica se filtraron por los ductos de ventilación del gimnasio. Carla Davis, hermosa mujer de casi cuarenta años, de cabellos negros y lacios, alta, piel clara, con rasgos levemente asiáticos, mezclados con sangre inglesa y descendencia latina, aunque lejana, se apartó del agua de la ducha para escuchar mejor el bullicio. Era de noche, mediados diciembre. Carla ya llevaba tiempo sin poder asistir al spa, a nadar en la pileta o hacer ejercicio, por lo que esa noche prefirió quedarse más tiempo del establecido allí en el gimnasio donde siempre solía entrenar.La ducha estaba deliciosa. Agua tibia y relajante. Pero tuvo que cerrar la llave del grifo para así poder prestar atención, quedándose absolutamente quieta, intentando comprender lo que se escuchaba en el recinto. El eco que regalaba la quietud le permitía auscultar mejor todo. Hasta un alfiler cayendo sobre ese mismo suelo podía ser escuchado por cualquiera que estuviese a esas horas allí. Los quejidos femeni
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CAPÍTULO 5 (Un día antes de la lectura del testamento)
El cuerpo de Maximiliano Bastidas no solo llevaba horas de entrenamiento. El musculoso y atlético cuerpo del CEO de una de las corporaciones más grandes, polémicas e importantes de la ciudad llevaba años ejercitándose.Y vaya que los resultados dieron todos sus frutos.Entrenaba todas las mañanas, siempre y cuando los negocios se lo permitiesen. Siendo ya final de diciembre, faltando una semana para la navidad, era uno de esos días donde su oficina pasaba a segundo plano con la única intensión de poder hacer ejercicio.Lo necesitaba, necesitaba drenar con urgencia, requería del ejercicio como la necesidad del agua o el oxígeno. Maximiliano ansiaba poder liberarse de las fuertes tensiones generadas en un año repleto de retos. Los pasados meses fueron absolutamente complicados, cada uno, sin excepción.El césped de su enorme patio, casi inundado por la lluvia, hacía que sus pasos fuese más difíciles de ejecutar y con los espaciosos pisos de cerámica que se encontraba cada tanto, debía t
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CAPÍTULO 6.
CAPÍTULO 6.Maximiliano se levantó del sillón y salió de su despacho, dirigiéndose escaleras arriba. Al entrar a su recámara, siendo ésta la más grande de la casa, caminó directo hacia su celular.Marcó el número de su abogado, quien le contestó en menos de tres repiques.—Bastidas llamándome temprano, esto es raro —bromeó el abogado—. ¿Qué pasó ahora?—Fred Davison ha muerto —informó Max.Casi pudo oír el engranaje de su defensor legal activarse.—¿Cuándo pasó?—Lenis me acaba de llamar y me lo confirmó.—Mmm… —Se hizo el silencio entre las líneas—. Me pondré al corriente con la situación de su empresa ahora mismo.Max quiso decirle: “Sí, por favor” o “perfecto”, pero prefirió quedarse callado.Quien falleció no era de su agrado, pero se trataba de un ser humano, al fin y al cabo, y le pareció cruel e irrespetuoso confirmarle a su abogado que el interés por llamarle únicamente se trataba de investigar cuál era el estatus de las acciones y bienes del difunto. En otras circunstancias,
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CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 7.—¿Carla? ¿Qué haces aquí? ¿No estabas enferma? —preguntó Bobby Clarence al verla entrar al departamento de Protocolo.El director de aquella área, un hombre delgado y alto, rostro con muchas líneas de expresión y cabello negro peinado con gel hacia atrás, usando un traje de dos piezas color gris plomo que parecía quedarle un poco grande, se levantó de su asiento detrás del escritorio como cortesía, sorprendido por ver a una de sus cuatro asitentes en un día de permiso.—Bobby —saludó ella, permaneciendo de pie muy cerca de la puerta—. ¿Puedes explicarme qué hace una chica de recursos humanos sentada en mi cubículo? Me ha contado que su departamento la ha enviado para… para reemplazarme.—Siéntate, por favor —pidió Clarence, señalándole una de las dos sillas frente a la mesa. Carla accedió, evitando liberar un suspiro—. Reemplazar no es la palabra. Suplir. Y solo mientras estás de permiso… —Interrumpió sus palabras de manera abrupta—. Estabas de permiso, ¿cierto?Carla, en
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CAPÍTULO 8
Cerró la puerta y se dirigió a la sala.Se sentó en el sillón más grande, colocando la caja encima de la mesa baja frente a ella.Inhaló profundo y al exhalar, abrió la caja.Sacó una carpeta gruesa. La misma iba envuelta en un sobre gigante de plástico con el logotipo de una empresa internacional de encomiendas.La carpeta llevaba el logo de Davison & Asociados. Abrió y leyó los titulares de casa documento.—¿Registro contable? —susurró para sí.Las planillas repletas de números, al parecer, mostraban cuentas de los últimos cinco años de la empresa de su progenitor.—¿Asociados? ¿Junta Directiva?Luego del montón de planillas contables, unas hojas con la ficha de cada asociado de la compañía, mostrando la estructura entera de la empresa y su Junta.—¿Por qué estoy leyendo todo esto? —se preguntó.La respuesta llegó al pasar una de las últimas páginas. El titular rezaba: «Asociados Internacionales».El aliento se le fue por completo y la carpeta casi resbala de sus manos.Tuvo que sol
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CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 9.Llegaron al final de la barra, en su lado izquierdo.Max se sentó y pidió un whisky, mientras B.J permaneció de pie muy cerca de él, en total alerta.La chica dio media vuelta para retirarse, echando una furtiva mirada a la mole de guardaespaldas, antes de desaparecer por completo.Max casi se echó a reír por lo bajo. B.J parecía una roca seca y sin emociones, sin embargo, era hombre, y el CEO entendía perfecto que debajo de toda esa ropa y actitud profesional, existían los poderosos pensamientos de un sujeto. Él creía que de esos poderes siempre hay que cuidarse.La música no estaba demasiado alta y Max lo agradeció. Aprovechó aquella salida para no tener que pensar demasiado en la soledad de su casa ni en todo lo ocurrido en su oficina. Buscaba que un par de tragos allí sacudiera un poco sus problemas.Un ligero movimiento a su derecha le hizo girar su cabeza.B.J saludó a un hombre de barba poblada, cabellos esponjosos y castaños, alto, bastante apuesto, usando un jean
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CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 10.Carla enfrentaba ahora una verdad de la que no quería estar atada, pero en su férreo empeño por defenderse y no aceptarla, dudaba de todo De las personas a su alrededor, de sí misma.Nacida en la tierra de su difunto padre y conociendo el poderío que le rodeaba, al menos en parte, presentía que aquellas leyes serían como una manta gruesa y pesada, imposible de remover, tóxica, ahogante, chocante. Su presentimiento tenía una voz susurrante que le decía justo al oído “prepárate, porque no tienes salida”.«Salida», pensó, combatiendo esa voz durante el viaje a casa.Imaginaba lo que haría al llegar, los pasos a dar, las gavetas que abriría y tal vez dejaría a medio cerrar con las prisas que su cabeza elucubraba tener bajo un plan de escape.Descendió del bus en la parada habitual, cerca del mercado popular que solía frecuentar en días de feria especial y fines de semana, el mismo al que fue hace no mucho tiempo, un tiempo cercano, para comprar enseres de cocina, ingredientes
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