Cuando el señor Bastidas llegó a la mansión, ya que ese día salió a cumplir con algunas obligaciones laborales, según lo que él le comentó, Gladis, la ama de llaves, le informó justo al entrar que la señorita Davis ya se encontraba en la casa arreglándose para la boda, la cual se celebraría en pocas horas.Max caminó hacia el extremo del patio —dirección este, saliendo desde la casa— donde, encima de un piso de cerámica color ladrillo, la organización contratada instaló, junto a los trabajadores de la mansión, un pequeño toldo, espacio cómodo decorado con telas blancas, algunas sillas las cuales prácticamente rodeaban la mesa donde se sentaría el ministro y los novios.Asintió, satisfecho con el resultado. Caminó hasta allí, no solo para asegurarse que todo estuviese bien, sino también para añadir hermosura y confort, lujo, si fuese necesario, pensando darle a Carla una buena ceremonia.—¿Y los fotógrafos?—Fui informada de que están por llegar, señor. Aún espero información sobre los
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