Paseo por la casa, desesperación.Llamadas a todo riesgo, llamadas sin contestación.Carla escribió un email a su tía Lin, la hermana de su madre, para que le ayudase a ubicar un abogado que le asesorara y sirviera de compañía en medio de toda la locura.Su angustia la motivó a acomodarse con urgencia frente a su computadora. Necesitaba comunicarse con su tía lo más pronto posible.Estaba metida en un gran aprieto. Para Carla, el ahogo dentro de sí confirmaba su teoría: las cosas irían a peor si no hacía algo al respecto.Con su ropa de casa, su cabello lacio, negro, largo, recogido en un moño alto, siendo esa una noche de diciembre, iluminada apenas por la tenue luz de la cocina, encendió su laptop, abrió la aplicación de correo electrónico y comenzó a teclear, intentando aplacar el fuerte sentimiento de injusticia que le arropaba esa hora.Para: lingreat100@email.cityDe: carladavis1986@email.cityTía, Lin. ¡Necesito ayuda urgente! Y espero leas este email a tiempo. Necesito un abo
—¿Me puedes explicar eso de que te casas? ¡¿Te volviste loco?! —Seda Bastidas llegó a casa de Maximiliano como alma que lleva el diablo con ganas de discutir esa mañana.—Buenos días, madre —saludó el hijo, sin dejar de comerse el desayuno en la mesa principal, mientras le daba un vistazo al periódico, usando un mono azul de pijama y una franela de algodón color blanco.Llevaba el cabello mojado, ya que se había dado una ducha luego de hacer ejercicio bien temprano.—Por favor, acompáñame. —Señaló una de las sillas que generalmente siempre se encontraban vacías.—¡Respóndeme, Maximiliano!El mencionado alzó las cejas y se dedicó a mirarla.—¿Quién te contó?—Lenis Evans.Maximiliano suspiró.—Olvidé por completo que ustedes son amigas.—Claro que somos amigas, somos muy amigas y como buena amiga mía, me ha preguntado si ya compré el vestido para tu boda.Sin remedio, Seda, una mujer de tercera edad, muy bien conservada, de cabellos rojos, largos y abundantes, usando una braga de panta
Las tareas estaban hechas para Maximiliano. El contrato prenupcial se encontraba frente a él en el despacho de su casa, George se lo había hecho llegar. Los planos de la propiedad inglesa se encontraban a un lado y los estuvo mirando desde la mañana, luego de la discusión con Carla en la sala de su casa, para nunca olvidar el motivo de aquella estrategia de negocios y que todo valdría la pena.Recostó su cuerpo en el espaldar de su silla y suspiró, se sentía cabreado consigo mismo. En ningún momento de su vida trató a una mujer como lo hizo con Carla esa mañana. Su rostro embravecido, desesperada por hacinar trincheras donde protegerse a sí misma, donde sentarse y comprender que podía exigir sus derechos, demostrando, con su molestia, que no estaba y no estaría de acuerdo con ninguna de las decisiones que él tomó y tomaría de ahora en adelante. La situación, la sutil desconfianza, la futura boda, tenerla a ella en casa, la presión decembrina, casarse y hasta la misma existencia de Car
Maximiliano detuvo el Mercedes en la entrada de un edificio repleto de periodistas y curiosos, pisando la antesala a una alfombra roja que al propio CEO le parecía innecesaria. Celebraban las navidades, no un aniversario ni la inversión más apoteósica, aun así, le alegraba sobremanera que su equipo de prensa y la organización del departamento de Protocolo hiciera bien su trabajo. —¡Maximiliano! —gritaban los camarógrafos—. ¡Aquí, Max! ¡Aquí! Con una sonrisa prepotente, miró a una cámara y a otra, saludó a algunas personas que también iban llegando, trabajadores del consorcio, empresarios, sumándose todos a la algarabía decembrina. Lenis sonreía, de pie al otro lado de las puertas dobles. —Vaya… —dijo él nada más acercarse a ella—. George, el hombre más afortunado. Estás preciosa, como siempre, pero hoy más —elogió a la mujer, quien vestía de dorado de la cabeza a los pies. —Toma. —Ella le entregó un gorro navideño. —Estás de coña. Ella sonrió más abiertamente y negó. —Para nad
Al cabo de una hora, el CEO estacionaba frente a la vivienda de Carla Davis. Ya eran casi las 00:00 horas, por lo que, si su plan funcionaba, debía apurarse un poco.—B.J, estoy detrás de ti.El guardaespaldas, con el altavoz activado, corroboró la información que su jefe le dio.—¿Señor?—Puedes irte. ¿La calle tiene cámaras?—Correcto. Fueron instaladas hace poco, pero no las habíamos puesto a funcionar hasta no recibir la orden.—Yo la doy. Conéctense con ellas, no es necesario que estés acá. Descansa y Feliz Navidad.—¿Está seguro, señor?—Feliz Navidad, B.J —Max reiteró y colgó la llamada.Descendió del vehículo, aun usando el esmoquin.Sacó un paquete que tomó del asiento de copiloto y caminó hasta la puerta principal de la casa de Carla.Suspiró profundo, evadiendo ese sentimiento extraño instalado en la boca de su estómago desde que estacionó frente a la vivienda.Vio cómo B.J se alejaba, dejándolo solo.Tocó el timbre un par de veces, escuchó ruido al cabo de unos minutos, ta
Max dejó su pequeño plato con la cucharilla sobre la mesa y se giró mejor para decirle las cosas con mayor claridad. —Carla, luego de la firma, de hacer realidad nuestro acuerdo, el mundo se va enterar, es así. Tarde o temprano la prensa hablará. Por supuesto, podemos conversar al respecto todo lo que tú quieras, no hay ningún problema. Podemos definir qué nos gustaría que se sepa y qué no. Podemos armar una historia, si tú quieres, para que la gente no especule nada malo sobre esta situación, pero tienes que entender que es algo que va a ocurrir. Lamentablemente soy una figura pública y me codeo con la prensa desde hace tiempo. Sabrán de nuestro casamiento, sé cómo actúan, lo sabrán. —Hizo una pausa—. Así como también sabrán sobre nuestro divorcio. Ella le miró. Quiso decir algo. Sus labios se separaron, pero nada salió. Él ladeo la cabeza. —¿Por qué me miras así? ¿No es lo que ocurrirá al pasar el año? Obviamente sí, ella lo sabía, ella lo quería, al menos fue así antes de escuc
Los rayos de luz del medio día atravesaban los paneles de vidrio de las amplias ventanas de aquella lujosa habitación.Daniel Glint, con sus ojos cerrados, arrugó la cara por la molestia y el calorcillo que regaló la claridad.Encima del gran colchón de su cama, empezó a despertarse. Removió su desnudo cuerpo entre las sábanas, logrando desperezarse poco a poco, restregándose los párpados y masajeando un poco sus sienes. Cargaba un ligero dolor de cabeza.Era veintiséis de diciembre. Apenas el día anterior pudo celebrar las fechas, ya que el veinticuatro decidió abrir el bar GLINT, la sede más grande y original de sus patrimonios más preciados.Miró a su derecha, no se encontraba solo.Suspiró, sintiendo fastidio consigo mismo por ser tan despistado.Se irguió hasta sentarse, apoyando sus pies sobre el suelo de su recámara. Miró la hora en su celular, eran las 12:30 de la tarde. Giró su cara hacia la rubia que aún yacía sobre la cama, al parecer, también desnuda.La tocó un par de vec
Carla se mantuvo en silencio durante todo el trayecto. Respiró profundo cuando la camioneta atravesó las puertas de hierro pintadas de negro del gran garaje a cielo abierto de su nueva casa.Cuando B.J aparcó el vehículo y lo apagó, la miró por el retrovisor. Ella cerró sus ojos y se mantuvo así durante varios segundos. Él le daría todo el tiempo que ella necesitase.En el momento en el que él intentó descender del vehículo, ella habló:—No te vayas todavía. —Su voz suave atravesó la camioneta.Él obedeció. Carla suspiró.—¿Qué tanto sabes?—¿Disculpe?—Qué tanto sabes de lo que ocurrirá hoy —lanzó ella sin tono de pregunta.—Lo necesario, señorita…—Davis —atajó ella—. Ibas a llamarme Bastidas, ¿no es así? Aún no estoy casada con él.Él carraspeó con su garganta, pero no dijo nada al respecto.Ella miró a Gladis a través del vidrio, quien salió para recibirla. La señora ya fruncía el ceño porque nadie descendía del vehículo.—B.J, no tengo a nadie en esta ciudad, ni siquiera tengo mi