CAPÍTULO 11

CAPÍTULO 11.

Carla sintió algo en su pecho, una gran presión que parecía cubrir su estómago y explotar allí mismo, desconcertándola.

—¡Carla! —Él corrió hacia ella y la cubrió con el paraguas—. ¿Qué estás haciendo?

—¡¿Qué está haciendo usted aquí?! —Lanzada la pregunta, se adelantó a él rumbo a su casa.

Él apretó los dientes, pero no podía quedarse a discutir bajo la lluvia, que a pesar del paraguas, parcialmente lo mojaba.

Corrió tras ella y se encontraron en el porche techado mientras ella sacudía el exceso de agua para ubicar las llaves de la puerta principal dentro de su bolso de mano.

—Dame, te ayudo…

—No hace falta —cortó, enfatizando el movimiento se sus manos sobre el bolso que él pretendió agarrar—. Ya está —anunció cuando la puerta le hizo caso después de utilizar la llave.

Pasaron a la vivienda.

Ella encendió la luz y frente a los ojos de Max, se desplegó una casa de madera toda. Olía a flores, harina y dulces, como el azúcar de las galletas, trayéndole de súbito recuerdos
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