CAPÍTULO 84

Carla no dejó que nadie le abriera la puerta y cuando el gardaespaldas más joven quiso ayudar, Maximiliano le hizo una seña de que no intervinera, que la dejara tranquila.

Ella subió el ascensor sola, Max tuvo que recurrir a otro para llegar al piso. Ella entró sola al apartamento y azotó la puerta uno segundos antes de que él llegara, sin perderse de nada, ni de ruidos ni zapateos, mucho menos del enorme cabreo femenino.

Max entró y cerró la puerta, con muchas ganas de azotarla también, pero se contuvo. Su teléfono sonaba, pero no prestó atención, ni tan siquiera lo sacó del bolsillo de su pantalón. Apenas se quitó el saco, lanzó las llaves del apartamento dentro del bowl de cristal y siguió caminando con enérgicos pasos en búsqueda de su esposa, en donde estuviese ella metida.

Encontró la puerta de la habitación de Carla abierta, el bolso de mano sobre la cama, las sandalias doradas en el suelo, desparramadas como si nada, desordenadas. Escuchó agua pero no era mucha. Tocó la puerta
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