La consulta del doctor Barra era pequeña: un escritorio, la camilla del costado, un estante con insumos, una puerta en el fondo. Max dejó al perro sobre la camilla mientras estrechaba la mano del profesional.—¿Nos hemos visto antes? —le preguntó el doctor.—Puede ser, ¿lo han arrestado alguna vez?—¡Claro, ya recuerdo! Fue en el funeral de Trinidad, usted estaba con la detective Sara.—¿Eras conocido de Trinidad?—Sí, del refugio. ¿Sara no se lo dijo?—Leí sus informes, pero mantengo en mi memoria a la gente que es relevante para el caso.—Suerte para mí entonces. ¿Es su perro?—No, de mi novia. Se fue de viaje y me lo encargó, pero no me gusta nada la cara que tiene.—A ver, vamos a examinar a este pequeñín —dijo Marcos, poniéndose el estetoscopio.Borlito, alias "Chorlito", le dedicó una mirada de completo pesar y hastío por la vida. Era un actor excepcional.Luego de auscultarlo, Marcos procedió a palparlo: la garganta, el vientre, las articulaciones. Tenía dedos firmes, largos.
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