Durante la clase de Emprendimiento e Innovación, Sergio pensaba, sin apenas poner atención a lo que decía la profesora, en lo que le había sugerido Marcela. No se le ocurría a qué podía invitar a Estefanía y le angustiaba la idea de que, ahora que por fin empezaba a prestarle atención, fuera a arruinar su oportunidad con la que, por mucho, era la estudiante más bella de la facultad de Administración de Empresas, bueno, solo un escaño por debajo de la de joven de segundo semestre que aplazó la carrera por irse a concursar al certamen nacional de belleza y de la que ahora todos hablaban. —Usted, joven —dijo la profesora señalando a Sergio—. ¿Cómo es su apellido? Distraído, como estaba, Sergio demoró la respuesta, hasta que pudo aterrizar de nuevo en el salón de clases. —Molina. —Señor Molina, ¿qué puede decirnos sobre la formalización legal de un nuevo emprendimiento? ¿La recomendaría?Sergio notó que le empezaban a sudar las manos, se reacomodó en la silla e intentó leer lo que est
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