La trucha se sirvió con salsa holandesa y limón, ensalada de rábanos con tomate y rúcula y cascos de papas al vapor. Aunque el plato se veía genial, Estefanía sabía que no podría dar un solo bocado al pescado. Le costaba entender la actitud de Sergio, que actuaba como si el hecho de que descubrieran su infidelidad no le molestara en lo más absoluto, es más, Estefanía incluso estaba considerando que Sergio quería ser descubierto.—¿No vas a comer, bebé? —preguntó Antonio a Estefanía— Sé que la trucha es tu favorita, después del salmón. —No sé, de un momento a otro no me siento bien. —¿Qué pasa, Teffa? —dijo Sergio— Hoy, no sé, te noto como distante, ¿o solo soy yo? De haber podido, Estefanía se habría abalanzado sobre la mesa para estrujar el cuello de Sergio hasta verlo morado, con la lengua afuera pidiéndole perdón por todo lo que había dicho y hecho, empezando por colarse a un almuerzo al que no estaba invitado.—Sí, hija, hoy estás extraña —dijo Estela—. Pedí que prepararan truc
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