—No te permito que le hables así a mi esposa.—¿Acaso aún es tu esposa? ¿Se fue con su amante dos semanas y aun la consideras tu esposa? —No te consta que se haya ido con una amante. —¿De verdad necesitas pruebas? Todo es evidente, tu mujer es una desvergonzada. —Cállate. —Grito Ignacio—. Si no te agrada puedes largarte de esta casa. —No me iré, esta también es mi casa. —Y la mía, así que no te metas en lo que ni te importa. La tía Lucrecia intervino. —Basta de discutir, Diego por favor deja de provocar a tu hermano y respeta a Silvia, les guste o no ella es la señora de esta casa, y si han tenido problemas en su matrimonio, ellos son los que deben resolverlo, tú no te metas. —Pero tía… —Te dije que no te metas. Silvia disculpe que mi sobrino te haya recibido de tan mala manera, aunque sé que eso no te afecta, eres una mujer fuerte. Mejor ven y dame un abrazo hijita, y no te preocupes —La abrazó—. Tú siempre serás bienvenida a esta casa. —Gracias Lucrecia. En el sofá estab
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