Permanece callado mientras argumento sobre todo lo que hallo en mi mente y le sea de utilidad. Le advierto casi todo lo que pasé en entrenamientos; los horarios: te despertabas a las tres de la mañana, si no dormías lo suficiente, valías, hasta adaptarte. El entrenamiento: diez horas de él, en donde te ganabas moretones a cada minuto. Ah, y la comida, no tan sabrosa, pues altas cantidades de avena es… aberrante.—¿No se emplean armas de fuego?Sacudo la cabeza.—No, sería mucho ruido. Solemos utilizar silenciosas. Como mi espada, por ejemplo.Sonríe, tímido.—Es una katana —aclara.—Espada es su nombre —mascullo—, en fin, también cuchillas, navajas, arcos, entre otros. Estamos chapados a la antigua.—Ya veo.—Para ser del sureste, estás muy sumido en la ignorancia —añado con burl
Leer más