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Todos los capítulos de Sangre gris: Capítulo 11 - Capítulo 20
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Capítulo X
PARTE IISangre en la puerta  Ella se posa sobre mis muslos. Pasa sus falanges y rasca con las uñas en mi cuero cabelludo.Sus ojos, de nuevo, se funden con los míos. Sus pequeñas manos parecen dudar mientras se enredan en las hebras de mi cabello.—Ya estamos cerca.—¿Cerca de qué? —musito, curiosa.Deja de darme mimos para reposar su frente con la mía.Iris del mismo color se fusionan.—De la cruel verdad que por fin nos unirá.Despego los párpados. Mi garganta está seca, tanto que ni siquiera puedo carraspear. Intento separar mi cuerpo del colchón, más no puedo. Con los ojos como rendijas, contemplo la habitación amarillenta. Y mientras lo hago, siento un agudo dolor en mi costado.
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Capítulo XI
Ellos ya se han ido, pero yo no he podido hacerlo. Me hallo sentada al lado de la cruz, acariciándola como si en ella hubiese una parte de Ivonne. Dirijo la atención al cielo. El día no está nublado, pero sí un poco suave, no sabría explicarlo bien.Aspiro. No sé cuántas horas llevo aquí. Solo sé que ya no es de mañana. La pesadumbre de saber que su cuerpo está bajo dos metros —o más— me hace sentir peor. En el momento que vi ese hombre, sentí que lo había visto en otra parte. Quizá una coincidencia…Esos iris de una gama azul extraordinaria, como cuando llueve, me hicieron volver a mi pasado, a mi niñez… No tengo entendido por qué. La incipiente barba, el cabello negro, su piel que, aunque pálida, estaba medio bronceada. Todo en él grita lo espléndido para otros, pero para mí, ya no
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Capítulo XII
Ojeo la herida mediante el reflejo que me otorga el espejo. Es increíble. Ya está por cerrarse y es grande, diagonal; inicia en mi cadera y finaliza rozando un pecho. Eso tuvo que necesitar puntadas, analgésicos fuertes e incluso operación. Pero no, tan rápido cesó gracias a las brujas. Hago mis ojos rendijas, tendré que buscarlas y pedirles explicaciones.En tan solo una semana sufrí un gran desmadre: disparo en la pantorrilla, rotación agresiva de mi muñeca, corte procedente de algún cuchillo en mi costado y varios hematomas en el rostro. La rareza del asunto es que en plena inconsciencia no se me cayó la máscara. Y no es rareza del todo, eso sí. La capucha tiene alambre metálico cocido en las esquinas, dándole peso para que no se eche para atrás en movimiento. Incluso puedes enredar tu cabello en la tela, así, de dicho modo, se adherir&aacu
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Capítulo XIII
El agua cristalina acaricia mis pies como si me trasmitiera tranquilidad. La corriente del río es suave, con un vaivén hipnótico.Me he sentado a orillas del caudal, sobre una roca mohosa, alta, que me deja ver el sendero que me lleva a casa, pero no tengo ganas ni fuerzas de levantarme de aquí. Mamá siempre fue dulce, le encantaba salir con nosotros para mostrarnos su jardín con centenares de flores; las dalias azules eran mis favoritas, siempre, con esmero, agarraba las tijeras de podar y cortaba el talo de una con mimo. Y esa flor adornaba mi habitación durante meses. En cambio, mi mellizo, siempre solía acariciar los tulipanes y siempre le oía comparar la belleza de estos con nuestra progenitora. Mientras tanto, papá mantenía con una sonrisa en la cocina, pensativo, pues el extenso menú en su cabeza lo ponía dudar sobre qué preparar. Y siempre, a lo último, se decantab
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Capítulo XIV
—No dejes que ningún vampiro hinque los dientes en ti —murmura la niña. Sigue embelesada con su labor en hacerme una trenza—. Si sucede eso, yo desapareceré y no podremos unirnos como se debe. Ruedo en el suelo, agitada y dolorida.Las ramas se incrustan en la carne de mis brazos, no tengo oportunidad de exclamar de dolor, pues ese monstruo vuelve a intentar conectar su pie con mi costado herido. He hecho lo posible para que no agrave la herida que está en proceso de cerrarse.Es muy rápido y ágil. Con suerte puedo ver sus movimientos.—Venga, no te resistas más —masculla irritado—. No quiero llevarte peor de lo que estás.Me levanto con dificultad. Las rodillas me escuecen al igual que las palmas de las manos. Con ese mismo ardor, alcanzo la espada. No quiero perderla y atacar con ella es una estupidez; sabe cómo esquivarl
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Capítulo XV
Su estado es deplorable. Está contra la pared; cadenas lo mantienen preso con el muro y su piel antes impoluta ahora se halla lacerada, con heridas largas y profundas.Gimotea, intenta llevar todo el aire posible a sus pulmones.Creo que nos pasamos con la tortura.Los vampiros no son seres con poderes, sea leer la mente, controlar, manejar el ambiente, no. Son como superhumanos, más atléticos, fuertes, ágiles… son como un depredador en la noche. La única diferencia es que se alimentan de sangre, puesto que su organismo no produce la suficiente, así que la única forma de sustento, para mantenerse en pie, es ese líquido rojizo. También la regeneración en los tejidos es rápida, demasiado eficaz. Aquello aún no lo entendemos desde el ámbito científico.Pero viéndolo, ya podemos saber que híbridos convertidos son más humanos, má
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Capítulo XVI
Examino las flores, una por una. Han tomado fuerzas, pues se ven espléndidas, llenas de vida. No dudo en sonreír. Su nombre, en la madera que ya parece vieja, reluce más por los colores enigmáticos de cada pétalo que la rodea.Ya se me ha hecho costumbre visitar su tumba cada vez que puedo.Han pasado dos semanas, días largos y cansinos. No he tenido respuestas sobre Zelig, papá lo único que hace es bajar la mirada y evadir el tema. Tal vez se deshicieron de él o aún está preso, pero en otra parte. Porque fui capaz de acercarme a ese lugar para echar un vistazo y ni su sombra estaba allí.Volví a la guardia luego de tres días encerrada. Cambié de máscara y, al mismo tiempo, de actitud. Solía ser reservada, ahora apática, sin ganas de compartir una palabra con alguien más. Y la nueva careta es roja, como la sangre. Identifi
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Capítulo XVII
Acaricio el rústico muro al mismo tiempo que cierro los ojos. Aquí la brisa es más densa, he de suponer porque al otro lado debe haber una industria o dónde quemen cosas. Le hago una seña a los míos para que salgan de sus escondites.Me arrodillo en el centro del círculo. Mis dedos trazan la arena con rítmicos círculos, entonces, luego de ordenar los mandatos, empiezo:—En la puerta sur los guardas hacen rondas cada veinte minutos, podemos tomar esa oportunidad para allanar el lugar. —Hago un cuadro en la tierra, y en la parte inferior de este, una equis—. En la parte oeste hay otro portón, también vigilado por las torres. —Señalo con el mentón las susodichas—. Es poco probable que allí hagan rondas y seria arriesgado asomarte porque tienen torretas militares.—Es preferible que ingresemos por la puerta sur —concuerda Bear,
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Capítulo XVIII
Ahínco el pie en la tierra ya húmeda. Las gotas grandes de agua impactan contra nosotros en una leve caricia fuerte y acogedora. Golpeo con el codo el primer guardia que extiende sus dedos huesudos a mi cara. Por el rabillo del ojo capto cómo Tiger también acaba de apartar a uno con su brazo.Sin embargo, esa pequeña distracción me hace comer tierra, en el sentido figurado. Jadeo. Estamos a tan solo dos metros del portón, el cual está siendo cuidado por dos intentos de gorilas.A través de la lluvia alcanzo a oírlo.—Bien hecho, atrapaste al indicado. —Arrugo el entrecejo. ¿Sabían que era yo?Pero alto ahí, amigo. Me deshago del agarre y corro a nuestra salida. Extraigo la hoja, el chasquido alarma a uno de los gorilas que en paso firme se acerca en mi dirección. El rocío ha empañado mi máscara lo suficiente como para
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Capítulo XIX
Me siento como si estuviese siendo extirpada por varios científicos por un gran descubrimiento. El comandante me examina mientras —como siempre— se acaricia la barba. No le importó citarme toda mojada, recién llegada de la expedición y tampoco le interesó mi mal humor al entrar en su espacio de mandato.—Nos dejó ir porque se sentía humilde —empiezo a decir como si fuese una máquina—. Aunque presiento que ante esa acción había algo más oculto. No sé. Entregué mi gabardina a los de informática, afortunados por tener, aunque sea, un computador. Pensé que pudo haber puesto algo mientras me tenía enjaulada, pero nada.—¿Cómo reaccionaste cuando te “abrazó”?—No pude reaccionar. Era como si hubiese entrado en un estado de rigidez impuesta. —Mis cejas vuelven a fruncirse, en tot
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