El agua cristalina acaricia mis pies como si me trasmitiera tranquilidad. La corriente del río es suave, con un vaivén hipnótico.
Me he sentado a orillas del caudal, sobre una roca mohosa, alta, que me deja ver el sendero que me lleva a casa, pero no tengo ganas ni fuerzas de levantarme de aquí. Mamá siempre fue dulce, le encantaba salir con nosotros para mostrarnos su jardín con centenares de flores; las dalias azules eran mis favoritas, siempre, con esmero, agarraba las tijeras de podar y cortaba el talo de una con mimo. Y esa flor adornaba mi habitación durante meses. En cambio, mi mellizo, siempre solía acariciar los tulipanes y siempre le oía comparar la belleza de estos con nuestra progenitora. Mientras tanto, papá mantenía con una sonrisa en la cocina, pensativo, pues el extenso menú en su cabeza lo ponía dudar sobre qué preparar. Y siempre, a lo último, se decantab
—No dejes que ningún vampiro hinque los dientes en ti —murmura la niña. Sigue embelesada con su labor en hacerme una trenza—. Si sucede eso, yo desapareceré y no podremos unirnos como se debe. Ruedo en el suelo, agitada y dolorida.Las ramas se incrustan en la carne de mis brazos, no tengo oportunidad de exclamar de dolor, pues ese monstruo vuelve a intentar conectar su pie con mi costado herido. He hecho lo posible para que no agrave la herida que está en proceso de cerrarse.Es muy rápido y ágil. Con suerte puedo ver sus movimientos.—Venga, no te resistas más —masculla irritado—. No quiero llevarte peor de lo que estás.Me levanto con dificultad. Las rodillas me escuecen al igual que las palmas de las manos. Con ese mismo ardor, alcanzo la espada. No quiero perderla y atacar con ella es una estupidez; sabe cómo esquivarl
Su estado es deplorable. Está contra la pared; cadenas lo mantienen preso con el muro y su piel antes impoluta ahora se halla lacerada, con heridas largas y profundas.Gimotea, intenta llevar todo el aire posible a sus pulmones.Creo que nos pasamos con la tortura.Los vampiros no son seres con poderes, sea leer la mente, controlar, manejar el ambiente, no. Son como superhumanos, más atléticos, fuertes, ágiles… son como un depredador en la noche. La única diferencia es que se alimentan de sangre, puesto que su organismo no produce la suficiente, así que la única forma de sustento, para mantenerse en pie, es ese líquido rojizo. También la regeneración en los tejidos es rápida, demasiado eficaz. Aquello aún no lo entendemos desde el ámbito científico.Pero viéndolo, ya podemos saber que híbridos convertidos son más humanos, má
Examino las flores, una por una. Han tomado fuerzas, pues se ven espléndidas, llenas de vida. No dudo en sonreír. Su nombre, en la madera que ya parece vieja, reluce más por los colores enigmáticos de cada pétalo que la rodea.Ya se me ha hecho costumbre visitar su tumba cada vez que puedo.Han pasado dos semanas, días largos y cansinos. No he tenido respuestas sobre Zelig, papá lo único que hace es bajar la mirada y evadir el tema. Tal vez se deshicieron de él o aún está preso, pero en otra parte. Porque fui capaz de acercarme a ese lugar para echar un vistazo y ni su sombra estaba allí.Volví a la guardia luego de tres días encerrada. Cambié de máscara y, al mismo tiempo, de actitud. Solía ser reservada, ahora apática, sin ganas de compartir una palabra con alguien más. Y la nueva careta es roja, como la sangre. Identifi
Acaricio el rústico muro al mismo tiempo que cierro los ojos. Aquí la brisa es más densa, he de suponer porque al otro lado debe haber una industria o dónde quemen cosas. Le hago una seña a los míos para que salgan de sus escondites.Me arrodillo en el centro del círculo. Mis dedos trazan la arena con rítmicos círculos, entonces, luego de ordenar los mandatos, empiezo:—En la puerta sur los guardas hacen rondas cada veinte minutos, podemos tomar esa oportunidad para allanar el lugar. —Hago un cuadro en la tierra, y en la parte inferior de este, una equis—. En la parte oeste hay otro portón, también vigilado por las torres. —Señalo con el mentón las susodichas—. Es poco probable que allí hagan rondas y seria arriesgado asomarte porque tienen torretas militares.—Es preferible que ingresemos por la puerta sur —concuerda Bear,
Ahínco el pie en la tierra ya húmeda. Las gotas grandes de agua impactan contra nosotros en una leve caricia fuerte y acogedora. Golpeo con el codo el primer guardia que extiende sus dedos huesudos a mi cara. Por el rabillo del ojo capto cómo Tiger también acaba de apartar a uno con su brazo.Sin embargo, esa pequeña distracción me hace comer tierra, en el sentido figurado. Jadeo. Estamos a tan solo dos metros del portón, el cual está siendo cuidado por dos intentos de gorilas.A través de la lluvia alcanzo a oírlo.—Bien hecho, atrapaste al indicado. —Arrugo el entrecejo. ¿Sabían que era yo?Pero alto ahí, amigo. Me deshago del agarre y corro a nuestra salida. Extraigo la hoja, el chasquido alarma a uno de los gorilas que en paso firme se acerca en mi dirección. El rocío ha empañado mi máscara lo suficiente como para
Me siento como si estuviese siendo extirpada por varios científicos por un gran descubrimiento. El comandante me examina mientras —como siempre— se acaricia la barba. No le importó citarme toda mojada, recién llegada de la expedición y tampoco le interesó mi mal humor al entrar en su espacio de mandato.—Nos dejó ir porque se sentía humilde —empiezo a decir como si fuese una máquina—. Aunque presiento que ante esa acción había algo más oculto. No sé. Entregué mi gabardina a los de informática, afortunados por tener, aunque sea, un computador. Pensé que pudo haber puesto algo mientras me tenía enjaulada, pero nada.—¿Cómo reaccionaste cuando te “abrazó”?—No pude reaccionar. Era como si hubiese entrado en un estado de rigidez impuesta. —Mis cejas vuelven a fruncirse, en tot
PARTE IIIHuellas en el pasilloLa distancia entre Weimar y Berlín es de 286 km exactos, según el mapa que saqué de la biblioteca improvisada del cuartel. Entonces, según mis cálculos, si tuviésemos un transporte, sea en carro o en moto, se tardaría dos horas con cuarenta y ocho minutos para tocar Berlín. No obstante, no tenemos ningún tipo de vehículo.Si tardamos dos semanas en cruzar el bosque, entonces tardaríamos el triple para arribar al Palacio Real. Y no tengo la maldita resistencia para una caminata tan larga.Frunzo los labios. Sería peligroso el ir hasta allá, pues sus centinelas tienen puestos de vigía a lo largo y ancho del país, más para llegar al punto de destino.Me recuesto más en el sillón acolchado, al mismo tiempo que echo la cabeza para atrás,
Briz se me acerca con gesto nervioso. La analizo algo preocupada.—¿Qué pasa?Nivela sus pasos con los míos. Parece estar en el mundo fantástico de una preocupación gigante.—Hoy me tocó hacer ronda —resuella.—¿Y qué con eso?Me agarra del antebrazo para detenerme. Frunzo las cejas a punto de alejarme de un tirón.—Vi chupasangres rodeando la protección. Parecían buscar fallos en ella. Fue como si la pudieran ver. Creo que desean entrar con más fiereza que antes, pues en el pasado no le ponían casi empeño.Al oír lo último me azota un pensamiento cruel. ¿Será que son enviados por “mi destinado”? Puede ser posible.Entrecierro los ojos.Sus dedos aflojan un poco mi carne. Mantiene cabizbaja, asustada.—Tranquila. —Aparento consolarla, pu