La nube de las tinieblas cubría el caserío aquella mañana de abril en el que la desesperanza, la desilusión y la tristeza abundaba. El frío empezaba a envolver el cuerpo esquelético desnudo que estaba parado al frente de la ducha. Esa mañana, como casi todas las demás, el agua que recorría las tuberías estaba tan helada que podía sentirse hielo transitar por la piel pálida del participante insípido, el cual ahora se veía medio húmedo en el espejo empañado. Después de esos treinta segundos de baño contempló su piel blanca, misma que tenía tonalidades amarillas. Examinando su retrato se lava los dientes mientras piensa si es necesaria su presencia en los cimientos laborales. Al pasar el hilo dental por sus perlas blancas se cuestiona la necesidad de ir a trabajar. Enjuaga su boca para luego acomodar su despeinada cabellera con las ñemas de sus dedos. Aquel cabello castaño, medio rojizo, brillaba con la luz del bombillo fluorescente que bailaba en el ca
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