Para todos aquellos que están rotos ...
y dejaron de creer en el amor.
La fobia por ser feliz es real. Existen personas tan rotas que se les es imposible pensar en amor, aún más cuando tienen pasados tormentosos donde la infelicidad e incomprensión son protagonistas fuertes en sus vidas.
Sin embargo, hay momentos en los que solamente necesitan un buen tema de conversación, una taza de café y galletas. Las mejores relaciones nacen desde el compartir de una bebida u otra comida, porque aunque digan que el amor entra por la boca, no es más que cierto que en las grandes historias siempre hay buen café... en este caso uno con limón.
Nunca es tarde para encontrar el amor, menos para encontrarse a sí mismo.
La nube de las tinieblas cubría el caserío aquella mañana de abril en el que la desesperanza, la desilusión y la tristeza abundaba. El frío empezaba a envolver el cuerpo esquelético desnudo que estaba parado al frente de la ducha. Esa mañana, como casi todas las demás, el agua que recorría las tuberías estaba tan helada que podía sentirse hielo transitar por la piel pálida del participante insípido, el cual ahora se veía medio húmedo en el espejo empañado. Después de esos treinta segundos de baño contempló su piel blanca, misma que tenía tonalidades amarillas. Examinando su retrato se lava los dientes mientras piensa si es necesaria su presencia en los cimientos laborales. Al pasar el hilo dental por sus perlas blancas se cuestiona la necesidad de ir a trabajar. Enjuaga su boca para luego acomodar su despeinada cabellera con las ñemas de sus dedos. Aquel cabello castaño, medio rojizo, brillaba con la luz del bombillo fluorescente que bailaba en el ca
Theo llegó a su trabajo. Saludó con un beso a la recepcionista. Mientras paseaba por los cubículos saludó a sus no tan concentrados compañeros de labores en el mundo del marketing. La empresa era un local amplío, divido por unos sectores encerrados con imitación de madera blanca, que quedaban al nivel de la cintura estando parados.—Sabía que te iba a encontrar aquí —exclamó Theo al ver a Anastasia en el comedor de la empresa.El recinto era un cuarto pintado de azul cielo, con una mesa de doce puestos en el medio. Un microondas en la esquina, y al lado la respectiva cafetera acompañada de tazas, vasos e insumos culinarios.—Cualquiera que te oye piensa que lo que hago es comer —respondió Anastasia.—En parte es verdad, porque como tienes asistentes para que hagan tu trabajo —chilló Theo, mientras le entregaba en la mano el sobre
La mañana siguiente Theo se apresuró por ser el primero en llegar al sitio donde tenía una cita con este chico que nunca había visto. Caminó rápidamente hasta llegar al local donde estaba Tequiloco y se sentó en las sillas de aluminio acompañadas de mesas altas. —Genial. ¡Llegué primero! —se dice a sí mismo Theo. El negocio donde vendían café, snacks u otras delicateces estaba poco concurrido aunque la parte de adentro tenía una fila de personas que esperaban hacer su orden. La mayoría de estos eran hombres de trajes con periódicos bajo el brazo. Al costado de Theo estaba una pareja de sexagenarios hablando de los viajes de sus nietos y una futura reunión de los mismos. Aquel agitado joven escucha la conversación de los abuelos mientras saca un pañuelo de su bolsa para limpiarse el sudor de la frente. Su situación convulsiva se debía a que prácticamente corrió desde la parada de autobuses para llegar antes al café, aunque no había ho
Los tortolos ya tenían bastantes días hablando por mensajes tanto por llamadas. Además, que compartían unos que otros desayunos cuando Theo no tenía que entregar trabajos y cuando Adén tenía turno desde temprano en el restaurant. Una mañana que daba paso al mes de mayo Theo se apresuró con sus manos a hacer una caja de agradecimiento “por llenarlo de vitalidad” a su gran admirador. Desde tempranas horas se dio a la tarea de forrar una caja con distintos stickers que compartían a través del chat. Llenó la caja con jugo de naranja casero, además de sándwiches, fruta picada y galletas rellenas de mermeladas que el mismo untó. La emoción de Theo era tan latente en sus ojos brillosos y en el sudor de sus manos, que a cada momento las secaba con la parte superior de su pantalón de mezclilla negro. La ansiedad de días anteriores por ir a ver a su, tal vez, enamorado se había disipado luego de tantos desayunos compartidos. A pesar de llevar bastante tiempo int
Pasaron dos días desde que Theo volvió a hablar con Adén. Un par de días en el que Theo dejó de ir a trabajar para no ver a Adén y se hundió literalmente entre sus almohadas. Ni Anastasia sabía qué pasaba con él, pues solo había dado una notificación de que faltaría porque estaba enfermo. No obstante, ambos días, Adén se paseó por la oficina del joven pálido y atractivo sin conseguir si quiera verle de reojo. Tampoco se encontró ni de casualidad a Anastasia porque ella estaba concentrada en su trabajo y llegaba tarde a la oficina, tanto así que era la última en irse. Desde que se enteró que su esposa estaba encinta se distrajo con la llegada del nuevo miembro a su familia, aunque se entregaba de más en su labor por el futuro permiso largo para cuidar a su bebé. Theo pasó dos días pensando en sí mismo, a veces caía por un abismo y otras veces se hallaba corriendo situaciones peligrosas en sus sueños que pudieran convertirse en pesadillas. Pasó dos días la mayor parte
La felicidad que inundaba cada hueso de Theo se notaba con solo verlo andar, como si estuviera en la nebulosa. Todos en la oficina lo miraban estupefactos porque pocas veces podían ver a aquel joven tan sonriente.Sin embargo, las obligaciones llamaban y tenía que descubrir lo que estaba pasando con sus proyectos que constaban como rechazados. Hasta el presente, como era costumbre se sentó una vez más en la silla de su cubículo para hacer sus labores. Entre correos y comunicaciones con fuentes cercanas de los altos mandos, a los que le trabajaba, descubrió que Cipriano estaba siendo acusado por malversaciones de fondos.Theo no entendía nada, seguía leyendo portales de noticias donde expresaban detalladamente los desfalcos que supuestamente estaba haciendo su jefe a otras empresas a través de la publicidad que ofrecía.La felicidad que pudiese tener aquel joven en ese momento se vio opacada le
Adén llegó hasta la mesa donde lo estaba esperando Theo, pues tenía que ir a buscar sus objetos personales dentro del restaurante de comida china rápida. Como era costumbre él estaba entretenido con su libro cuando el chico con la mochila a cuesta suelta:—Así te ves tan atractivo—espeta Adén—. Con razón el muchacho de la otra vez se enamoró… ¿Cómo es que se llamaba? ¿Dalmi?—Dani—dice Theo quitándole la vista al libro y guardándolo en su bolso—. Se llama porque aún no se ha muerto.—¡Ah! Es que tienen contacto.—No—ríe Theo—. Pero supongo que no ha fallecido.—¿Para dónde vamos, señor? —cambia drásticamente la conversación Adén.—A mí casa ¿No? —dice Theo mirándolo a los oj
Theo se despojó de toda su ropa, a pesar de que tenía los ojos de Adén clavados en su cuerpo esquelético. Se quedó solo con el bóxer blanco puesto y cuando fue a agarrar un short que estaba sobre un banco cerca de la cama, su compañero se le abalanzó para besarlo como un animal devora a su presa. No obstante, el muchacho pausó aquella escena fogosa y se puso rápidamente el short. Al mismo tiempo que empezó a buscar un suéter holgado entre sus prendas usadas para encimárselo. Por su parte, Adén se hizo a un lado pensando en lo que acababa de pasar. Donde los labios pasearon entre melodías inexistentes, pero que hacían juego con una tonada armoniosa y fructífera para aquel momento en que ambos cuerpos se apretujaron rozando sus lenguas. Uniéndose pecho a pecho en medio de agarradas de brazos y espalda. Momento mágico frenado por el miedo de Theo. Al ver la reacción de su compañero Adén decide salir de la habitación y se sienta sobre el sofá. —Disculpa—d