Las dos mujeres al ver la pareja se levantaron para saludarlos. La madre de Adén se acerca para besar a su hijo, aunque Theo se mantuvo parado sin tener contacto visual con nadie.
Tras los apapuches de madre e hijo, el pálido saludó a Marianna con una seña. Por su parte la mamá del joven moreno se abalanzó sobre Theo para decirle que estaba muy contenta de que por fin haya ido a compartir con ella, lo que ayudó a que su nivel de ansiedad se disminuyera tanto como la tensión que causaba su postura en el ambiente.
Adén se va hasta su cuarto para cambiarse, pero en el camino decide que es mejor bañarse, ya que llevaba varios días usando el mismo pantalón. Por lo tanto, se estuvo un buen rato entre el baño y su cuarto arreglándose para la cena, mientras que Theo estaba en una esquina de la sala incomodo tranqueándose los dedos. Esto porque al momento de entablar una con
El nerviosismo de Adén duró varias semanas, pues de algún modo desapareció ante los ojos de su pareja durante muchos días. Tal cual como lo hiciese Theo en un pasado. El chico de los labios prominentes no respondía llamadas o mensajes, pero Theo sabía que estaba bien porque se comunicaba esporádicamente con la señora Dilcia.La desidia del pálido esas semanas fue eterna. Anastasia buscaba entretener a su amigo de todo aquello, a pesar de que el embarazo de su pareja se volvió turbulento.Al mismo tiempo, las pocas veces que iba Theo a trabajar, su compañero Braulio intentaba animarle y reconfortarle un poco el alma desdichada.La última vez que el especialista en redacción vio a su novio fue cuando él lo dejó en la fachada del trabajo, sin decir una sola palabra de lo sucedido Adén llevó en el carro de su madre a su adjunto, lo dejó
La noche del enfrentamiento había llegado, estaba oscura y tenue, pues el ambiente de celebración había desaparecido. Todos los presentes se incomodaron, pero muchos hicieron caso omiso.Adén invitó al balcón a Theo, se apartaron de la muchedumbre para conversar. El pálido seguía cabizbajo, mientras el moreno nervioso se traqueaba los dedos sin saber qué decir.—Perdón por desaparecer —dijo por fin—. Mi mamá me contó que ya sabías que se van a divorciar. Necesité tiempo. Además que todo lo de la última vez me trajo pensamientos nocivos sin saber cómo actuar—indica Adén con la voz temblorosa.—Nunca sabes cómo actuar.—Es verdad, pero aquí estoy para pedirte perdón por estar perdido. Pensé que lo entenderías porque así lo has hecho varias veces—carra
Pasaron semanas desde el nacimiento de Ryun, la hija de Verónica y Anastasia. La llamaron así por un personaje de anime, sin tener claro lo complicado que iba a ser para ella explicar o deletrear su nombre en la escuela.Las aguas con Adén estaban mansas, sobre todo porque la atención de Theo estaba fijada en la empresa así como el consentimiento compulsivo y prematuro de su ahijada.A pesar de que los novios se escribían o llamaban de vez en cuando no tenían un contacto más allá como el de antes, como verse o compartir los almuerzos. Porque el nuevo enfoque para Theo era la bebé de su amiga y se suponía que el rumbo de Adén seguía inclinado a sus nuevas propuestas laborales.La distancia ayudó un poco a tranquilizar las situaciones, así como los pensares de cada uno, pero la preocupación seguía ahí. Era un silencio con un final só
La noticia del viaje de Adén fue como si una catarata se desbordara para caer sobre su cabeza, moviendo pensamientos, sentimientos, recuerdos y un sinfín de situaciones se fueron dibujando en su pensar; además de sentir impotencia, así como dolor porque no sabía nada de esto. Por lo que, que fuese un extraño a su relación el que le dijera los planes de su novio le caía tan mal como la noticia.Theo se inmutó por uno segundos, su piel pálida se volvió verdosa en un instante. Así que la preocupación en la cara de las jóvenes fue saliendo como caballo despotricado. Rossy caminó hasta donde estaba él para abanicarle la cara con un cuaderno que estaba sobre la mesa.—¿Estás bien, amor? —pregunta Anastasia.Sin embargo, la sordera que invadió a Theo fue tan atroz que se perdió a sí mismo por unos minutos, tiempo
Para todos aquellos que están rotos ... y dejaron de creer en el amor. La fobia por ser feliz es real. Existen personas tan rotas que se les es imposible pensar en amor, aún más cuando tienen pasados tormentosos donde la infelicidad e incomprensión son protagonistas fuertes en sus vidas. Sin embargo, hay momentos en los que solamente necesitan un buen tema de conversación, una taza de café y galletas. Las mejores relaciones nacen desde el compartir de una bebida u otra comida, porque aunque digan que el amor entra por la boca, no es más que cierto que en las grandes historias siempre hay buen café... en este caso uno con limón. Nunca es tarde para encontrar el amor, menos para encontrarse a sí mismo.
La nube de las tinieblas cubría el caserío aquella mañana de abril en el que la desesperanza, la desilusión y la tristeza abundaba. El frío empezaba a envolver el cuerpo esquelético desnudo que estaba parado al frente de la ducha. Esa mañana, como casi todas las demás, el agua que recorría las tuberías estaba tan helada que podía sentirse hielo transitar por la piel pálida del participante insípido, el cual ahora se veía medio húmedo en el espejo empañado. Después de esos treinta segundos de baño contempló su piel blanca, misma que tenía tonalidades amarillas. Examinando su retrato se lava los dientes mientras piensa si es necesaria su presencia en los cimientos laborales. Al pasar el hilo dental por sus perlas blancas se cuestiona la necesidad de ir a trabajar. Enjuaga su boca para luego acomodar su despeinada cabellera con las ñemas de sus dedos. Aquel cabello castaño, medio rojizo, brillaba con la luz del bombillo fluorescente que bailaba en el ca
Theo llegó a su trabajo. Saludó con un beso a la recepcionista. Mientras paseaba por los cubículos saludó a sus no tan concentrados compañeros de labores en el mundo del marketing. La empresa era un local amplío, divido por unos sectores encerrados con imitación de madera blanca, que quedaban al nivel de la cintura estando parados.—Sabía que te iba a encontrar aquí —exclamó Theo al ver a Anastasia en el comedor de la empresa.El recinto era un cuarto pintado de azul cielo, con una mesa de doce puestos en el medio. Un microondas en la esquina, y al lado la respectiva cafetera acompañada de tazas, vasos e insumos culinarios.—Cualquiera que te oye piensa que lo que hago es comer —respondió Anastasia.—En parte es verdad, porque como tienes asistentes para que hagan tu trabajo —chilló Theo, mientras le entregaba en la mano el sobre
La mañana siguiente Theo se apresuró por ser el primero en llegar al sitio donde tenía una cita con este chico que nunca había visto. Caminó rápidamente hasta llegar al local donde estaba Tequiloco y se sentó en las sillas de aluminio acompañadas de mesas altas. —Genial. ¡Llegué primero! —se dice a sí mismo Theo. El negocio donde vendían café, snacks u otras delicateces estaba poco concurrido aunque la parte de adentro tenía una fila de personas que esperaban hacer su orden. La mayoría de estos eran hombres de trajes con periódicos bajo el brazo. Al costado de Theo estaba una pareja de sexagenarios hablando de los viajes de sus nietos y una futura reunión de los mismos. Aquel agitado joven escucha la conversación de los abuelos mientras saca un pañuelo de su bolsa para limpiarse el sudor de la frente. Su situación convulsiva se debía a que prácticamente corrió desde la parada de autobuses para llegar antes al café, aunque no había ho