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Enemigos a muerte.

Mientras este hombre se revolcaba con su amante, Melany decidió salir y dar un paseo a la orilla del mar. 

La joven parecía caminar sobre las nubes, ella ama a Fabricio y por ese amor, soportaba humillación y maltrato. Su esposo solamente la ha tocado dos veces. La primera vez fue en su noche de bodas y fue porque estaba ebrio, y la segunda fue hace dos meses, y resulta que se encontraba en la misma condición, y fue porque la mujer se lo suplicó y lo chantajeó con alejarse de para siempre. Por esa razón, Fabricio la citó en un hotel, pues él se retrasaba de un viaje de negocios y lo que menos quería era ver a su familia. 

Lo cierto es que Melany siente que ahora todo será diferente, está esperando un hijo de Fabricio, eso era lo que él tanto anhelaba. 

Esa tarde la brisa fresca le daba en el rostro, el viento parecía jugar con su larga y negra cabellera.

Su vestido blanco, se movía como las olas del mar. Caminaba descalza y cargaba las zapatillas en su mano. 

Al recordar que esa noche vería a Fabricio, extendió los brazos y gritó a todo pulmón.

—¡Fabricio Miller, te amo! Sus venas se resaltan debido al grito, estaba extasiada de felicidad, sus ojos brillaban como luceros del amanecer, pero pronto un ruido la hizo voltear a su derecha.

¡Muuu! Su felicidad se vio interrumpida por el bufido de un toro, parecía que el propósito del animal, era embestirla. 

—¡Ah…! Gritó llena de miedo. —¡Señorita, apártese! La advertencia vino cerca de ella. 

En el momento menos esperado, apareció un joven, montado en un hermoso caballo blanco. La camisa del joven no tenía mangas, lo que dejaba a la vista aquellos brazos musculosos. En una ligera maniobra, el joven la subió al lomo del semental. —¡Esta propiedad es privada, ¿acaso no sabes que pertenece a los Roquefeller? Hay letreros por todo lado. 

El joven le habló en un tono grotesco, y al detener el caballo la lanzó a un charco de lodo, luego se bajó despacio. Mientras que la chica cayó sobre sus rodillas y su suave y tersa piel quedó completamente cubierta por el lodo. Al ponerse de pie, Melany intentó limpiarse, pero se ensuciaba aún más, y al levantar la mirada, observó al chico mofarse de ella.

—¡Ja, ja, ja! Eso te pasa por meterte en una propiedad privada. Mi toro Tristán, es como un perro guardián, ataca a los forasteros. El joven era de piel trigueña, con los ojos celeste y cabello castaño.

—¡Animal, imbécil, idiota! Melany arremetió con el joven e intentó golpearlo, pero el chico no se lo permitió. Él le sujetó ambas manos y le impidió moverse. 

—«¡Oye, pareces una yegua chúcara!» Ya cálmate, te salvé de Tristán. Ángel es el nombre de este chico, que parece no tener ni una pizca de hostilidad.

—¡Yegua chúcara! Al escuchar cómo la había llamado, la chica, entrecerró los ojos y pataleó de coraje; sin embargo, se recompuso de su rabieta y preguntó. —¿Sabes quién es mi esposo? «Es Fabricio Miller», uno de los dueños de la quinta Miller. —Le diré que hable con tu patrón y que te corra. Además, mírate, ¡qué asco! “Huelo a chivo, a establo, apopo de todos esos animales con los que te revuelvas”. La joven se soltó del agarre de Ángel y se cubrió la nariz con los dedos, luego hizo un gesto de asco y repulsión. 

En ese instante, los ojos del joven se oscurecieron, y dejó salir su malestar. Ese olor proviene de usted, la verdad, no soy yo quien está cubierto de lodo, y si huele mal, es porque allí es donde se revuelcan los cerdos. El joven rechino los dientes y apretó los puños, no está acostumbrado a recibir insultos, menos de una mujer, por lo general, siempre caen rendidas a sus pies. 

—¡Hubiera dejado que te embistiera Tristán! Dijo en un tono agudo, pues los Miller son los enemigos de los Roquefeller. “Son enemigos a muerte” y a Ángel le molestó escuchar el apellido de sus rivales. 

A decir verdad, Ángel vive en la ciudad y es un hombre de negocios. Sobre sus hombros carga con una gran responsabilidad. No es sencillo mantener a flote la dinastía de los rockefeller, por ahora solamente está de paso por la hacienda, pues Suly, su madre, envió por él, esto porque los Miller les han estado robando. Lo cierto es que el joven no quiso dar su nombre, por ende, añadió. 

—¡Vete de aquí, antes de que venga Ángel Roquefeller y te dispare en las piernas! Tras la advertencia, el hombre volvió a montar su caballo, y mientras se marchaba, sacó una soga y se preparó para llevar a Tristán de vuelta al corral. 

Parecía que sabía lo que hacía, pues al elevar su mano, ondeó la cuerda sobre su cabeza, luego lanzó el lazo y capturó al toro por los cuernos. Esos movimientos hacían que el salvaje hombre se viera tan sensual, que la joven se quedó inmóvil y con la boca abierta. «No lo voy a negar, es realmente hermoso». 

—¡Melany, ¿Qué haces? Se preguntó al darse leves cachetadas, luego se fue a toda prisa. Al llegar a la casa, Micaela dejó caer una bandeja. Le sorprendió verla en ese estado. ¿Qué te sucedió? —¡Nada suegra, simplemente resbalé en un charco! La joven no le dijo la verdad y subió a darse un baño.

Al meterse en la tina, intentaba quitarse todo el lodo de encima, y a la vez comenzó a maldecir. 

—¡Maldito granjero, ojalá se caiga del caballo y se desfigure el rostro! Al parecer, Ángel se ha echado una enemiga más. Esa noche, Fabricio llegó en una limusina, y al bajarse fue recibido por su esposa. 

—¡Ya estás aquí! Te extrañé mucho. El hombre ignoró las palabras de su fiel y amorosa esposa, y ni siquiera se atrevió a besarla. 

—¿No sé por qué te empeñaste en celebrar el aniversario? Y justo aquí, sabes que no me gusta que vengas a la quinta. Era evidente que Fabricio se molestó con ella. 

Al ver que lo había irritado, Melany inclinó la cabeza y sumisa se disculpó. 

—¡Lo siento mucho, pero ya estamos aquí, disfrutemos de esto, sí! Sin más que agregar, ella entrelazó su brazo al de Fabricio y le indicó el camino. 

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