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Por mi culpa resbalaste.

—¡Melany, háblame, por favor! El hombre entró en pánico cuando vio llegar a sus padres. 

Presa del miedo, la señora Micaela, corrió al lado de la joven y una vez que estuvo de cuclillas, elevó la mirada y arremetió en contra de su hijo. 

—Fabricio, ¿Qué sucedió? ¿Dime qué no fuiste tú? —¡Dime qué fue un accidente! Para ellos no era un secreto que su hijo golpeaba a la joven, que su único la agredía cada vez que tenía la oportunidad. 

—¡Madre, fue un accidente! Discutimos y ella resbaló y rodó por las escaleras. ¡Juro que fue así! Por lo visto, este hombre es todo un experto en mentiras y manipula las cosas a su antojo. 

¿Qué pasa con la ambulancia? Will no había dicho una palabra, pero le preocupaba ver que la joven se desangra en el suelo. Fabricio no iba a permitir que sus padres lo vieran como un tirano y menos por Melany, así que se metió en medio de su madre y Melany, y dijo. 

—¡Yo la llevaré! ¡Ella lleva a mi bebé en su vientre! Fabricio no negó el bebé frente a ellos, no quería romperles el corazón, al menos no hasta que se haga la prueba de ADN. 

Esa noche, Susi no se había marchado, ella fue testigo de todo lo que sucedió entre la pareja, los había estado observando desde una esquina. En cuanto la vio caer, sonrió con perversidad. Hace un rato, se había molestado por el embarazo de su amiga, ahora se siente más tranquila, no cree que Melany continúe con el embarazo. 

—¡Te mereces eso y más, por mosquita muerta! Ella caminó detrás de los padres de Fabricio y lo vio alejarse del lugar. 

*** Al día siguiente, cuando Melany abrió los ojos, se vio en un cuarto de hospital. 

—«No puede ser, mi bebé». Melany se tocó el vientre y fue cuando vio a su esposo frente a ella. 

—¡Melany, lo siento mucho, fue mi culpa, no debí presionarte, por mi culpa resbalaste, no quería que esto sucediera! 

El hombre se veía arrepentido y se inclinó y la besó en la frente antes de decir. 

—¡Sufriste un aborto! Esas frías y crueles palabras resonaron un millón de veces en la cabeza de la joven. 

—¿Qué? Eso no es verdad, dime qué no es verdad. Ella sacudió a su esposo de la camisa y lloró al saber que su bebé ya no estaba en su vientre. 

—¡No, no, no! Mi hijo, no… devuélveme a mi hijo, Fabricio, quiero a mi hijo.

Su llanto era desgarrador.

—¡Melany, lo siento mucho, qué más quisiera yo que esto fuese mentira! Fabricio continúa fingiendo. A decir verdad le importa un comino lo que suceda con ella. Para hacer más real su farsa, la abrazo y la atrajo hacia su pecho; sin embargo, la joven parece estar fuera de sí. 

Ante el actuar de la chica, los doctores tuvieron que intervenir y sedarla para que no se lastimara. 

En los siguientes días, Fabricio se quedó junto a su esposa, quizás se sentía culpable. El hombre carga en su conciencia la muerte de un ser inocente. Y más porque al final piensa que ese bebé sí era suyo. Esa noche, se había emborrachado para poder estar con ella, y la citó en un hotel. Fabricio recuerda haber pasado la noche con alguien, pero no está seguro de si era su esposa. Pues al despertar, ella ya no se encontraba cerca. 

—«Melany te traje el desayuno, no has comido nada». Hasta eso fue capaz de hacer Fabricio, con tal de redimir su conciencia, o de aparentar ser un hombre dócil. 

—¡No quiero! Déjame morir, de todos modos, no me quieres. Melany había perdido la fe en la vida. En realidad, ella no es tonta, sabe que Fabricio no la ama, por eso se propuso conquistarlo, por ese amor ha soportado toda clase de humillación. Ella creyó que ese bebé los podría unir, pero si no fuese así, pensó en llevárselo y cuidarlo sola. Ahora ya no tiene a nadie y el bebé en su vientre se ha esfumado. 

—¡No lo haré, Melany no te dejaré morir! ¿Lo entiendes? El hombre se frustró y metió a la fuerza un trozo de pan en la boca de Melany. Le obstina tener que rogarle. 

—¡Debes comer algo! Ordenó cuando la chica, apretó los labios. 

—Melany, no me hagas enojar, te obligaré a comer. 

Tras la negativa de la chica, el hombre tiró la bandeja y dijo con disgusto.

—Todo esto es culpa de Ángel, ese maldito desgraciado pagará caro el haberme hecho enojar ese día. Juro que lo mataré. 

El hombre agarró el revólver y cuando estaba por salir, la chica lo detuvo, al decir.

—¡Fabricio, tú ganas, comeré lo que me traigan, pero no le hagas daño, no me cae bien ese rancherito, pero él me salvó, además, no me gusta lo que haces, no quiero que acabes a nadie por mi culpa! 

Ese hombre me desconcierta, pero merece vivir, así sea para fastidiarle la vida a todos, por favor, no lo lastimes. Melany respiró hondo y en su mente apareció el recuerdo de cuando Ángel la salvó de Toro. 

Resulta que ese día ella estaba tan asustada, y al sentir que alguien la había salvado, levantó la vista y vio a su salvador. 

Al principio lo vio como todo un caballero vestido de blanco, su rostro era tan perfecto que por un momento creyó estar soñando, ¿Es real…? Pensó embobada. Sin embargo, al siguiente segundo, se vio en el suelo, en un charco de lodo. Y el hermoso caballero perdió su encanto. 

—Melany, ¿qué te traes? Pregunta Fabricio al chasquear sus dedos frente a la nariz de la joven. Su esposa se había quedado pensativa, parecía estar en las nubes. 

—¿Qué me decías? Preguntó la joven con confusión.

—¡Nada, Olvídalo, iré a hacer unos negocios, mi madre te cuidará, trata de no salir de la cama!

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