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—¿Que hiciste qué? –gritó Edna Elliot abriendo grandes los ojos— ¡Cuando dijiste que ibas a casa de ese hombre, estaba segurísima de que lo hacías con Boinet! ¿Dónde estaba él de todos modos? ¿Cómo es que permitió que fueras sola a un sitio así?

—No fui sola, fui con Duncan –contestó Allegra con tranquilidad, recostándose en el diván que estaba a los pies de su enorme cama en su enorme habitación. –Además, todo el mundo exagera, el cine y la televisión exageran. La casa de Duncan es muy decente, muy normal.

—Me imagino.

—Son muy agradables. Tiene hermanos gemelos, ¿sabes? Son morenitos, así como él, encantadores.

—Allegra, ten cuidado.

—¿Cuidado con qué?

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