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Cuando llegaron al video que ambos habían visto cuatro años atrás, ella se puso en pie dirigiéndose al televisor. Al ver sus intenciones, él la detuvo.

—¡Ese maldito! –Exclamó Allegra en un grito de aflicción—. ¡En cuanto lo vea lo mataré! ¡Esta vez te juro que no fallaré y lo mataré!

—Ya, ya. Lo encontraremos y le haremos pagar.

—¡Pero mira lo que me hizo! ¡Por su culpa! ¡Por su egoísmo!

Duncan la abrazó fuertemente.

Ella empezó a llorar de nuevo y él no dejó de abrazarla, masajearle la espalda y consolarla. Él también sintió

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