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Capítulo 02. Todo tiene un precio

Cuando el abuelo de Joseph enfermó de gravedad, Joseph había hablado con los dueños de los hoteles Larsson y renunció al restaurante, pero como él era el chef insignia de todos los restaurantes Välsmakande se comprometió a quedarse hasta encontrar su sucesor, y ya había rechazado a muchos.

   Ahora es necesaria su salida inmediata, su abuelo había muerto, nadie en el trabajo lo sabía, pero eso lo tenía muy mal.

   Buenos días, sean bienvenidos a la lectura del testamento de Lorenzo Rinaldi, por favor tomen asiento —exclamó el abogado en voz alta.

   Joseph se sentía indigno de su destino, pero sabe que es su responsabilidad.

   Alfredo su hermano menor se acercó a él y le ofreció ayuda para buscar una silla.

   —Estoy bien, yo puedo solo —inquirió molesto, Alfredo mostró sus palmas en rendición y se alejó.

    Finalmente arrimando las sillas de adelante Joseph pudo sentarse y sin darse cuenta frota su muslo izquierdo tratando de mitigar el dolor.

   Su abuela pone su mano en la de él, sus ojos son tristes, acaban de enterrar a su esposo, solo dos años después de la muerte de su hijo y nuera.

   El día que cambió la vida de Joseph.

  Joseph dejó de escuchar al abogado dictando la lista de propiedades y disposición de las mismas recordando aquel trágico día, él iba en camino a su fiesta de compromiso conduciendo, sus padres iban con él y un ebrio los chocó.

    El abogado se aclaró la garganta pidiendo atención.

   —Con permiso de doña Aurora y los dos únicos nietos del occiso Lorenzo Rinaldi, leeré lo concerniente a la presidencia del grupo empresarial Rinaldi, estipulado por él mismo:

   —La presidencia es una carga pesada y yo necesité a mi esposa, sin ella simplemente no hubiera podido encargarme del grupo empresarial Rinaldi.

   Desde hace muchas generaciones el primogénito tiene esta responsabilidad, pero a partir de mí le anexo una condición.

   Mi nieto Joseph Andrea Rinaldi, deberá estar casado y tener al menos un hijo para poder ser presidente, para ello pongo un máximo de seis meses desde mi salida del cargo para cumplir con el requisito.

   Si Joseph se niega a cumplir con esta condición, entonces la presidencia irá a su hermano Alfredo Francesco Rinaldi.

   — ¡¿Qué significa esto?! —Preguntó Aurora indignada al abogado— ¿Cuándo mi marido hizo este cambio?

   —Abuela, yo puedo tomar la presidencia —objetó Alfredo que no podía disimular su emoción—, igual siempre he trabajado en el grupo empresarial, no como Joseph que se mantuvo en su cocina y nada le importa el grupo empresarial…

   Joseph estaba sorprendido, desde que tiene uso de razón sabía que como primogénito le llegaría el momento de ser CEO de las empresas de la familia, pero ahora su abuelo se lo prohíbe por ser soltero.

   Se mantiene en silencio y hubiera podido aceptarlo, pero la disposición de su hermano de hacerlo quedar como un irresponsable con su familia lo hicieron analizar la situación desde otra perspectiva.

   — ¿Tienes muchas deudas Alfredo? —preguntó Joseph mirando fijamente a su hermano menor.

   — ¡Qué! ¿De-de… qué hablas? —objetó Alfredo tartamudeando.

   —Conozco a los dueños del casino Fortuna. Sé que te endeudaste, ¿quién crees que pagó tu deuda? Eres un imbécil…

   Alfredo dio un paso atrás, no se esperaba que Joseph estuviera enterado de sus problemas de juego, mucho menos que hubiera pagado una deuda.

   —No sé de qué hablas…

   —Alfredo, ¿es eso cierto? —Preguntó Aurora espantada—. Cómo es posible, Joseph, debiste decirme.

   —Abuela, es un malentendido obviamente, lo que pasa es que Joseph se cree mejor que yo y solo quiere ridiculizarme.

   —Tú no necesitas ayuda para eso… —espetó Joseph con sorna.

   —Al menos yo estoy casado y no tengo años languideciendo por una mujer y con la culpa de matar a nuestros padres —exclamó Alfredo de forma violenta.

   — ¡Cállate Alfredo! —gritó Aurora espantada por la crueldad de Alfredo, pero este no está dispuesto a callar.

   —Si Joseph no se hubiera descuidado en la carretera, si no hubiera dado la vuelta en la intersección, mi papá y mi mamá no hubieran muerto y ahora sería mi padre quién recibiría la presidencia del grupo empresarial.

    Joseph estaba furioso, o más de lo normal, es su estado permanente.

   —Y entonces tú seguirías siendo un bueno para nada en casa de nuestros padres, de casino en casino botando el dinero que nunca has sabido ganarte.

    —Ya basta Joseph —le reprendió Aurora.

   —Mi abuelo confiaba en mí y por eso me dejó la presidencia —espetó Alfredo subiendo la cabeza orgulloso.

   —Mi abuelo jamás te dejaría a ti al frente del grupo empresarial, él sabía que eres un pelele inútil, estoy seguro que alguna artimaña hiciste para poner esa absurda condición en el testamento.

   Alfredo encaró a Joseph, ambos eran de la misma estatura, pero a Alfredo se le notaba como la bebida y la abundante comida le empezaba a deformar su aspecto.

   — ¡Demuéstralo! —espetó furioso.

   — ¡Santa Madre de Dios!, ustedes son hermanos, no enemigos —Aurora mortificada se metió en medio de sus nietos.

   —No te quedarás con la presidencia —sentenció Joseph.

   Alfredo se echó a reír.

   —No puedes hacer nada. No estás casado, mucho menos tienes un hijo, eres un amargado despreciable que ninguna mujer tolera, por eso Chloe te abandonó.

   Joseph levantó el bastón con intención de golpear a su hermano, que restriega el dedo en la llaga, al recordar el abandono de su prometida cuando más la necesitaba.

   — ¡Es suficiente!… —exclamó Aurora con autoridad, acabo de enterrar a mi esposo, ustedes son lo único que me queda.

   Joseph necesitaba alejarse de allí, sin despedirse de los abogados salió de la oficina.

   Aurora mira a su nieto menor que ahora sonríe muy satisfecho.

   —Alfredo, no quiero pensar que hiciste trampa para pasar por encima de tu hermano —expresó Aurora cuando Joseph salió.

   —Yo no hice nada abuela, estoy tan sorprendido como ustedes, pero podrías disimular que Joseph es tu favorito.

   —Él no es mi favorito, si estoy más pendiente de él es porque está solo y me necesita, tú tienes a tu mujer y los niños.

   —Y en ellos debo pensar, venderé el grupo empresarial.

   Aurora abrió mucho los ojos muy mortificada.

   —No puedes hacer eso ¡Alfredo, te has vuelto loco!

   —Ya caducamos, abuela, el mundo cambió pospandemia, lo artesanal es aburrido.

   —No permitiré que destruyas el grupo empresarial —dictaminó Aurora muy molesta— Es el legado de muchas generaciones.

   —No pienso quedarme en la bancarrota por conservar un legado, así que acostúmbrate a la idea, porque ahora será mi potestad.

   Aurora suspiró y se fue a paso rápido detrás de Joseph.

   En cuanto se montaron en el auto con el chofer de Aurora pudieron conversar.

    —Joseph, debes conseguir una esposa y un hijo…

  Por su parte Paola estaba concentrada en la elaboración de sus tres platos para la cena que se anexarían al menú del servicio a la par que llevaba su obligación del día.

   Los dos chef que competían con ella por el puesto le advirtieron que no podía dejar de hacer su trabajo acostumbrado, que sería hacer trampa.

   —Yo me lo busco por tonta —rezongaba Paola, como siempre hablando sola mientras trabajaba—. ¿Cómo saldré de esta? “Yo no doy segundas oportunidades” dijo en mofa engrosando la voz refiriéndose a Joseph—. Pues el langostino gruñón no puede echarme por tener una hija, quizás lo haga por no tener niñera, ¡Se positiva! él entenderá.

   Con uno por ciento de probabilidad y noventa y nueve por ciento fe continuó trabajando dispuesta a desafiar la orden del chef, pero su teléfono se iba a reventar de tanto vibrar en silencio con llamadas y mensajes, escapó de la cocina para atender.

   Paola al ver quien era bufó con rabia, era el padre de su hija.

    — ¿Qué quieres Wilmer? —Contestó Paola de mala gana.

   ***Qué arisca, antes era tu bombón —Expresó burlesco Wilmer con voz seductora.

   — ¡No tengo nada que hablar contigo!...

   ***Qué hay de mi hija, me hace mucha falta.

   Eso a Paola le dio más rabia.

   —Eres un canalla, a ti jamás te ha interesado mi hija.

   Wilmer chasqueó la lengua.

   ***Pues ahora me importa ¿cómo la ves? Y tú la sacaste del país sin mi permiso.

   —Ante la ley mi hija no es nada tuyo.

   *** ¿La ley? ¿Olvidas quién es la ley? —Se burló Wilmer con una risotada—. Si no quieres que te busque Interpol me conseguirás quinientos mil dólares.

   — ¿Interpol? No puedes denunciarme por llevarme a mi propia hija.

   ***Sabes muy bien porque puedo denunciarte, y claro que será la Interpol quien te arrastre de regreso, perderás a tus amigas y a las monjitas de tu querido orfanato cuando sepan lo que hiciste.

   Paola siente su corazón desbocado, está llena de culpa, Wilmer la tiene en sus manos desde hace tiempo, pero ahora sencillamente está exigiendo un imposible.

   — Yo no tengo esa cantidad y ni en sueños puedo conseguirla.

   ***Vamos Paola, te codeas de millonarios, pide un préstamo…

   —Ya te doy todo lo que puedo, a duras penas me alcanza para vivir.

   ***Tú estás conmigo en esto Paola, eres mi cómplice no lo olvides, te permito vivir en Europa, pero todo tiene un precio cariño.

   Paola sentía que su corazón se saldría de su pecho.

   —Tú me engañaste, tú eres el delincuente y no yo…

   ***Paola, necesito dinero o iremos a prisión mi padre y yo, un primo cayó y amenaza con delatarnos.

   — ¡Pues a ver qué haces, porque yo no puedo ayudarte!

   *** ¡Si no me ayudas me encargaré que caigas conmigo y que mueras en prisión; y la niña no irá a tu adorado orfanato, se quedará con mi familia!

   Paola tuvo que despegar su celular de la oreja, Wilmer gritaba desesperado.

   —Por favor Wilmer…

   El pitido en la línea le indicó a Paola que Wilmer había finalizado la llamada.

   Sintió un horrible vacío en el estómago.

   « ¿Cómo se supone que conseguiré ese dinero?» Pensó Paola desesperada.

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