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Ámame, o déjame ir Chef
Ámame, o déjame ir Chef
Por: Karina Peña De Goncalves
Capítulo 01. Yo y mi bocota

Milán, Italia

   Paola iba tarde a su trabajo, y era la tercera vez este mes.

   —Ahora sí que el atorrante fetuccini no me perdona.

  Al entrar a la cocina del restaurante Välsmakande eran exactamente las siete y tres minutos de la mañana y ya el Chef Joseph tenía a todos en fila.

   «Qué mala suerte, estoy frita», pensó mientras se colocaba al final de la fila, respirando de forma exaltada por la carrera, esperando pasar desapercibida a su jefe.

   No tuvo tanta suerte.

   El chef Joseph Rinaldi caminó hacia ella apoyado en su bastón cojeando de la pierna izquierda, era un hombre apuesto e intimidante y aunque un accidente lo había dejado usando un bastón está lejos de inspirar lástima.

   —Nos hace usted el honor de presentarse a trabajar —le indicó el chef Joseph sarcástico.

   —Ya se le agrió la salsa a este —murmuró Paola sin mirarlo.

   — ¡Perdón ¿Qué dijo?! —Inquirió el chef con su voz de barítono y se puso frente a ella, aunque Paola era alta no lo era más que él.

   —No es tan tarde chef —arguyó, aunque sabía que no tenía caso.

   El chef fijó en ella su intensa mirada azul y parecía traspasarla, su boca era un rictus.

   Joseph Rinaldi nunca sonreía.

   — ¿A qué hora entra usted a trabajar?

   —A las siete chef —musitó ella con el corazón a millón, pero manteniendo contacto visual.

   — ¡Deje de replicarme entonces!  —Gritó Joseph señalando el delator reloj de la pared.

   —Lo siento chef, trataré de que no vuelva a ocurrir —expresó Paola con cara gacha.

  — ¿No me imagino cómo hacía usted para dirigir un Välsmakande en Venezuela? —preguntó de forma retórica el chef refiriéndose al restaurante del hotel Larsson Margarita que dirigía Paola antes de venir.

   —Vivía cerca del hotel…

   — ¡Haga silencio!, para todo tiene una excusa a viva voz o mascullando —Joseph negó con la cabeza despectivo—, jamás podré enseñarle si no cumple con el primer requisito que es estar a tiempo —Joseph desvió la mirada de Paola—, tampoco si queman la comida, o si se dejan ganar por la presión.

   Los últimos comentarios fueron dirigidos a los otros dos chef que ya estaban recibiendo el reclamo antes de que Paola llegara.

   Joseph se apartó de ella.

   Paola manteniendo la cara gacha mordió su lengua, quería decirle muchas cosas a ese hombre que disfrutaba siendo un tirano.

   —Calabacín arrogante… —masculló Paola muy bajo, pero el chef volteó a mirarla de inmediato aunque no le dijo nada.

   «Debo aprender a quedarme callada» Pensó Paola llena de angustia.

   —Se supone que debo elegir al chef que se encargará de este restaurante para cuando me vaya...

  Paola estaba en competencia por la dirección del Välsmakande Milán con los otros dos chefs, no sabía porque el chef Joseph renunciaba a su puesto, pero ella necesitaba desesperadamente ganar para mantenerse lejos de Venezuela.

   El chef paró y puso el bastón en la mesa de trabajo y continuó hablando mirando a los otros dos chefs y a Paola uno por uno.

 —Ninguno está preparado para mantener este lugar como yo —Joseph cruzó los brazos mostrando como se marcan sus desarrollados músculos a través de la gruesa tela de la filipina blanquísima—. Notificaré que no puedo aprobar a ninguno para que envíen otros chefs…

   — ¡No! —Exclamó Paola en voz alta—, no puede hacer eso, hemos luchado por transformar nuestro estilo a sus exigencias, pero no somos usted y si usted se va el restaurante no tiene porqué mantenerse su estilo, si no la del chef que quede.

   — ¿Estilo dice?, no ha empezado a trabajar y ya está despeinada, sudada como langosta en una olla, es impuntual, habla demasiado y obviamente ni su vida o dieta es balanceada.

   Paola apretó los puños.

   —Sabe que no debe hacer comentarios despectivos sobre mi peso, se lo advirtieron de recursos humanos.

   — ¡No me venga con eso!, a usted ya le advirtieron que no debe decirme espárrago amargo, pero ni yo dejaré de pensar que usted es una caricatura de chef y usted no dejará de verme como un tirano.

   Paola hinchó el pecho.

   —Deme la oportunidad de dirigir este restaurante como mío un día y verá mi talento.

   Los chefs competencia de Paola la miraron abriendo los ojos como platos. Paola temblaba de nervios, pero su vida dependía de esto.

   El chef Joseph se acercó a ella sin usar su bastón y la miró de arriba abajo con desdén.

   —Que sea hoy —murmuró mirándola directamente a los ojos.

   Paola sintió que el alma le abandonaba el cuerpo.

   —Chef, pero necesitaría planeación, el día de hoy es imposible…

   —El servicio de cena será dirigido por usted y quiero un especial de su creación para los tres tiempos.

   Paola negó con la cabeza.

   —Chef, pero es que yo…

   —Tómelo o lárguese ya de mi cocina —Paola quedó sin palabras— ¡Ahora todos a trabajar!

Paola suspiró y fue a los casilleros.

   Llamó por teléfono a su amiga y compañera, Tamara, ella trabajaba el turno nocturno como ayudante de cocina en el restaurante.

   Tamara contestó la llamada con voz soñolienta.

   *** ¿Qué pasa Paola? Estaba durmiendo.

   —Perdón Tami, pero es que yo y mi bocota, me metí en un problema.

   — ¿Qué te hizo ahora el chef Joseph?

   — ¿Cómo sabes que fue algo que hizo ese plátano odioso?

   *** ¡Mjuuu! —murmuró Tamara, Paola no sabía hablar de otra cosa que no fuera del chef Joseph—, habla que tengo mucho sueño.

   —Es que debo quedarme para el servicio de la noche, ¿podrías decirle a tu mamá que cuide a Emily?

   Paola era madre soltera, Emily tenía cuatro años y Tamara le hacía el favor de llevarla al colegio y luego a su casa hasta que Paola regresaba por ella.

   ***Mi mamá se llevó a mis hermanos a visitar a mi tía, está enferma.

   Paola se dejó caer en el asiento de los vestidores del personal.

   —El chef quiere sacarme y no tengo quién me cuide a Emily.

   *** Yo debo ir a trabajar, sabes que el chef no da segundas oportunidades y ya falté cuando se enfermaron mis hermanos.

   Y ese era justo el problema, el chef no daba segundas oportunidades.

   —Trae a Emily cuando vengas a trabajar, hablaré con el chef, no puede despedirme por tener una hija, así que le explicaré.

   Paola se puso su delantal negro y fue a la oficina del gerente.

Joseph llevaba un traje negro y se estaba anudando la corbata.

A diferencia de la ropa blanca del chef, ahora parecía más bien un tirano empresario, pero de una forma muy atractiva.

Paola pareció tan absorta por un momento que ni siquiera se dio cuenta de que el tirano ya la estaba mirando.

— ¿Qué haces aquí?

—Ah, perdone, he venido a preguntarte algo importante.

—Espera a que vuelva, tengo un asunto más urgente.

—Pero…

—Haz tu trabajo. Lo comprobaré esta noche.

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