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Capítulo 04. Situación desesperada

  —No puede ser debe existir la manera, Alfredo habló tan seguro que quizás ya tenga un comprador —exclamó Aurora preocupada.

   —No lo dudes —contestó Joseph—, estoy seguro que esto él lo planeó, manipuló a mi abuelo o falsificó de alguna manera el testamento.

   — Si se puede probar hay impugnaciones que han sido aprobadas cuando se demuestra mala fe con el occiso —aclaró el abogado esperanzado.

   —Mi abuelo estuvo muy enfermo, quizás se puede alegar vulnerabilidad por su condición —aventuró Joseph.

   Cristian hizo una mueca, no estaba convencido. 

   —Sí podría hacerlo, pero abriría la puerta al abogado de tu hermano para que alegue que tampoco puedes tomar la presidencia por tu vulnerabilidad…

   — ¿Perdón? ¿Qué tiene que ver mi condición física? —Inquirió Joseph molesto.

   —No me refiero a eso, me refiero a tu vulnerabilidad mental —masculló Cristian.

   Joseph quería estrellar el bastón en la cabeza de Cristian.

   — ¡Yo no soy un demente! —Increpó Joseph furioso.

   —Pero estás deprimido y no es un secreto que te volviste un ermitaño amargado, Joseph, he visto como pasa, la depresión, el estrés mal del nuevo milenio; es algo muy serio y a los jueces no les gusta dejarlo pasar.

   —Pero tú como abogado debería demostrar que estoy preparado y no tengo problemas para hacerme cargo, contrario a mi hermano que es un idiota inservible, mi abuela está de mi lado.

   —No solo tienes depresión, tienes problemas de ira, el abogado que presente tu hermano te haría papilla. Joseph, acéptalo amigo —alegó en voz baja el abogado.

   Joseph dejó salir el aliento y frotó su pierna adolorida.

   —Por eso nadie quiere a los abogados, si fuera el demente que pintas ya te hubiera partido la cara ¿Qué me sugieres hacer entonces? —Inquirió Joseph muy molesto.

   El abogado hizo una pausa antes de decir.

   —Casarte, la idea de tu abuela es buena…

   —Es una locura, ¿cómo hago con el hijo que exige el testamento?

   —Según lo que veo podrías adoptar un niño.

   —Pero no sería mi hijo…

   —Sí lo sería legalmente, no hay ninguna limitante para ello en el testamento, puedes aprovechar eso.

   Un estruendo de cristales rotos y trastes hizo a todo el mundo voltear a la cocina.

   — ¡Pero qué demonios pasa en mi cocina! —Espetó Joseph dando un fuerte golpe con el puño a la mesa.

   — ¡Joseph, espera hijo! —Le pidió Aurora preocupada.

   Joseph no le hizo caso a su abuela y se alejó todo lo rápido que le permite mover su bastón hacia la cocina, ya estaba molesto con Cristian, era el peor momento para enfrentar un problema laboral.

   Aurora preocupada fue tras Joseph.

   Paola había creído que lo lograría, pero al escuchar a su espalda el estruendo volteó y vio pasar a Emily entre los afamados cocineros, llorando y abrazó sus piernas.

   — ¡Mami, mami!, donde me dejaste allá atrás hay serpientes, un señor me lo dijo.

   Paola se arrodilló frente a su hija que tiembla de miedo. La había dejado en la sala de decoración de pasteles frente a la cocina, Paola podía verla desde allí, no estorbaba a nadie.

   —Mi amor, aquí no hay serpientes, ¿quién te dijo eso?

   — ¡Se puede saber qué demonios es esto! —Gritó Joseph llegando a la cocina— Son un montón de incompetentes que acabarán con la cristalería ¿Son ciegos o solo idiotas?

   El joven que llevaba el carrito de platos y copas para lavar estaba pálido.

   —Chef, yo paré para no atropellar a la pequeña y alguien tropezó conmigo y todo se fue al piso.

   — ¿Pero de qué pequeña hablan?

   Todos abrieron paso como el mar a Moisés y dejaron ver a Paola cargando a su hija.

   —Por todos los cielos —murmuró Joseph—. ¡¿Cómo se le ocurre traer una niña a la cocina?!

   La niña volteó en los brazos de Paola y señaló hacia donde estaba Joseph.

   —Mami, él me lo dijo.

   Paola se puso roja de ira.

   — ¡¿Usted le dijo a mi hija que habían serpientes?! —Espetó Paola como una fiera en contra de su jefe.

   — ¡Qué! —Objetó Joseph—, es la primera vez que la veo.

   —No mami, él…

   Detrás de Joseph estaba llegando desde la sala de decoración de pasteles uno de los chef competencia de Paola.

   Paola llorando de frustración y rabia caminó hacia el hombre quedando junto a Joseph.

   —Eres un desgraciado, ¿cómo puedes asustar a una pequeña de cuatro años? No tienes vergüenza.

   —No sé de qué hablas… —espetó el hombre fingiendo inocencia.

   —Yo estaba con mi tablet tranquilita como me dijiste mami y él me dijo que detrás de las neveras habían serpientes y que cuando sonaba eran ellas queriendo salir.

   —El fabricador de hielo —murmuró Paola entendiendo el sonido que asustó a Emily.

   —La niña me malinterpretó, yo hablaba de un juego en su tablet, solo quise ser amable —espetó el sinvergüenza.

   —No querías ser amable, estás furioso porque todo me salía bien, entonces envidioso asustaste a mi hija para arruinarme la noche —reclamó Paola llena de rabia a su competidor.

   — ¡Ya basta! —Exigió Joseph y miró a Paola— ¿Por qué trajo a su hija?

   Paola limpió una lágrima de impotencia que se deslizó por su mejilla.

   —No tenía a nadie para que la cuidara.

   —Mami no llores —murmuró la pequeña con los ojos aguaditos.

   Joseph estaba cada vez más furioso.

   — ¿Por qué demonios no me dijo que debía conseguir niñera?

   —Traté, pero usted no quiso escucharme.

   —Si lo difícil es hacer que usted se calle y cuando debe hablar no lo hace.

   Paola no podía parar sus lágrimas.

   —Es que ahora estaba en juego mi estadía en la competencia.

   —Es lo único que le importa, la condenada competencia, pero no se da cuenta que en realidad no está preparada para esto.

   —Chef Joseph, estoy preparada —insistió Paola.

   —No me deja opción —exclamó Joseph negando con la cabeza—. Está despedida —bramó molesto.

  —Por favor chef Joseph, por lo que más quiera, no me haga esto —suplicó Paola vuelta un mar de lágrimas.

   Joseph detestaba el drama y ve la desesperación de Paola innecesaria, aferra a su hija como si no tuviera más opciones y él entiende que no es así.

   —Regrese Venezuela, no está preparada para Milán, es todo, no es como si quedara en la calle y sin opciones de empleo.

   — ¡Yo no puedo regresar a Venezuela! Mi situación es desesperada; si no ¿por qué cree que tolero su carácter? —Expresó Paola que ya no puede detener la desesperación que siente—. Chef Joseph, deme otra oportunidad, se lo ruego.

   Joseph pasó las manos por su rostro.

   —Su hija corrió un enorme peligro, este lugar no es para niños y usted lo ignoró.

   — ¡Pero él fue el culpable! —Exclamó Paola señalando a su competencia…

   — ¡Él es un maldito envidioso! —Espetó Joseph señalando al chef con desdén— ¿Sabe cuántos malnacidos como él he conseguido en mi carrera? Sabe que no doy segundas oportunidades, créame que le hago un favor.

   Paola se hubiera arrodillado de no ser porque su hija está temblando asustada y llora llena de pena; Paola la apretó en sus brazos para calmarla, estaba arrepentida de demostrar su desesperación delante de ella, tomó aire y miró a Joseph.

   —Usted no sabe lo que es ser padre y ojalá jamás experimente desesperación por un hijo —Paola miró al competidor que la saboteó y le espetó—. Te crees muy hombre asustando a una niña, agradece que no le pasara nada a mi hija o no sé qué te habría hecho.

   Paola caminó fuera de la cocina y le pasó por un lado a Aurora quien tenía la boca ligeramente abierta, había visto todo lo que ocurrió.

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