—No puede ser debe existir la manera, Alfredo habló tan seguro que quizás ya tenga un comprador —exclamó Aurora preocupada.
—No lo dudes —contestó Joseph—, estoy seguro que esto él lo planeó, manipuló a mi abuelo o falsificó de alguna manera el testamento.
— Si se puede probar hay impugnaciones que han sido aprobadas cuando se demuestra mala fe con el occiso —aclaró el abogado esperanzado.
—Mi abuelo estuvo muy enfermo, quizás se puede alegar vulnerabilidad por su condición —aventuró Joseph.
Cristian hizo una mueca, no estaba convencido.
—Sí podría hacerlo, pero abriría la puerta al abogado de tu hermano para que alegue que tampoco puedes tomar la presidencia por tu vulnerabilidad…
— ¿Perdón? ¿Qué tiene que ver mi condición física? —Inquirió Joseph molesto.
—No me refiero a eso, me refiero a tu vulnerabilidad mental —masculló Cristian.
Joseph quería estrellar el bastón en la cabeza de Cristian.
— ¡Yo no soy un demente! —Increpó Joseph furioso.
—Pero estás deprimido y no es un secreto que te volviste un ermitaño amargado, Joseph, he visto como pasa, la depresión, el estrés mal del nuevo milenio; es algo muy serio y a los jueces no les gusta dejarlo pasar.
—Pero tú como abogado debería demostrar que estoy preparado y no tengo problemas para hacerme cargo, contrario a mi hermano que es un idiota inservible, mi abuela está de mi lado.
—No solo tienes depresión, tienes problemas de ira, el abogado que presente tu hermano te haría papilla. Joseph, acéptalo amigo —alegó en voz baja el abogado.
Joseph dejó salir el aliento y frotó su pierna adolorida.
—Por eso nadie quiere a los abogados, si fuera el demente que pintas ya te hubiera partido la cara ¿Qué me sugieres hacer entonces? —Inquirió Joseph muy molesto.
El abogado hizo una pausa antes de decir.
—Casarte, la idea de tu abuela es buena…
—Es una locura, ¿cómo hago con el hijo que exige el testamento?
—Según lo que veo podrías adoptar un niño.
—Pero no sería mi hijo…
—Sí lo sería legalmente, no hay ninguna limitante para ello en el testamento, puedes aprovechar eso.
Un estruendo de cristales rotos y trastes hizo a todo el mundo voltear a la cocina.
— ¡Pero qué demonios pasa en mi cocina! —Espetó Joseph dando un fuerte golpe con el puño a la mesa.
— ¡Joseph, espera hijo! —Le pidió Aurora preocupada.
Joseph no le hizo caso a su abuela y se alejó todo lo rápido que le permite mover su bastón hacia la cocina, ya estaba molesto con Cristian, era el peor momento para enfrentar un problema laboral.
Aurora preocupada fue tras Joseph.
Paola había creído que lo lograría, pero al escuchar a su espalda el estruendo volteó y vio pasar a Emily entre los afamados cocineros, llorando y abrazó sus piernas.
— ¡Mami, mami!, donde me dejaste allá atrás hay serpientes, un señor me lo dijo.
Paola se arrodilló frente a su hija que tiembla de miedo. La había dejado en la sala de decoración de pasteles frente a la cocina, Paola podía verla desde allí, no estorbaba a nadie.
—Mi amor, aquí no hay serpientes, ¿quién te dijo eso?
— ¡Se puede saber qué demonios es esto! —Gritó Joseph llegando a la cocina— Son un montón de incompetentes que acabarán con la cristalería ¿Son ciegos o solo idiotas?
El joven que llevaba el carrito de platos y copas para lavar estaba pálido.
—Chef, yo paré para no atropellar a la pequeña y alguien tropezó conmigo y todo se fue al piso.
— ¿Pero de qué pequeña hablan?
Todos abrieron paso como el mar a Moisés y dejaron ver a Paola cargando a su hija.
—Por todos los cielos —murmuró Joseph—. ¡¿Cómo se le ocurre traer una niña a la cocina?!
La niña volteó en los brazos de Paola y señaló hacia donde estaba Joseph.
—Mami, él me lo dijo.
Paola se puso roja de ira.
— ¡¿Usted le dijo a mi hija que habían serpientes?! —Espetó Paola como una fiera en contra de su jefe.
— ¡Qué! —Objetó Joseph—, es la primera vez que la veo.
—No mami, él…
Detrás de Joseph estaba llegando desde la sala de decoración de pasteles uno de los chef competencia de Paola.
Paola llorando de frustración y rabia caminó hacia el hombre quedando junto a Joseph.
—Eres un desgraciado, ¿cómo puedes asustar a una pequeña de cuatro años? No tienes vergüenza.
—No sé de qué hablas… —espetó el hombre fingiendo inocencia.
—Yo estaba con mi tablet tranquilita como me dijiste mami y él me dijo que detrás de las neveras habían serpientes y que cuando sonaba eran ellas queriendo salir.
—El fabricador de hielo —murmuró Paola entendiendo el sonido que asustó a Emily.
—La niña me malinterpretó, yo hablaba de un juego en su tablet, solo quise ser amable —espetó el sinvergüenza.
—No querías ser amable, estás furioso porque todo me salía bien, entonces envidioso asustaste a mi hija para arruinarme la noche —reclamó Paola llena de rabia a su competidor.
— ¡Ya basta! —Exigió Joseph y miró a Paola— ¿Por qué trajo a su hija?
Paola limpió una lágrima de impotencia que se deslizó por su mejilla.
—No tenía a nadie para que la cuidara.
—Mami no llores —murmuró la pequeña con los ojos aguaditos.
Joseph estaba cada vez más furioso.
— ¿Por qué demonios no me dijo que debía conseguir niñera?
—Traté, pero usted no quiso escucharme.
—Si lo difícil es hacer que usted se calle y cuando debe hablar no lo hace.
Paola no podía parar sus lágrimas.
—Es que ahora estaba en juego mi estadía en la competencia.
—Es lo único que le importa, la condenada competencia, pero no se da cuenta que en realidad no está preparada para esto.
—Chef Joseph, estoy preparada —insistió Paola.
—No me deja opción —exclamó Joseph negando con la cabeza—. Está despedida —bramó molesto.
—Por favor chef Joseph, por lo que más quiera, no me haga esto —suplicó Paola vuelta un mar de lágrimas.
Joseph detestaba el drama y ve la desesperación de Paola innecesaria, aferra a su hija como si no tuviera más opciones y él entiende que no es así.
—Regrese Venezuela, no está preparada para Milán, es todo, no es como si quedara en la calle y sin opciones de empleo.
— ¡Yo no puedo regresar a Venezuela! Mi situación es desesperada; si no ¿por qué cree que tolero su carácter? —Expresó Paola que ya no puede detener la desesperación que siente—. Chef Joseph, deme otra oportunidad, se lo ruego.
Joseph pasó las manos por su rostro.
—Su hija corrió un enorme peligro, este lugar no es para niños y usted lo ignoró.
— ¡Pero él fue el culpable! —Exclamó Paola señalando a su competencia…
— ¡Él es un maldito envidioso! —Espetó Joseph señalando al chef con desdén— ¿Sabe cuántos malnacidos como él he conseguido en mi carrera? Sabe que no doy segundas oportunidades, créame que le hago un favor.
Paola se hubiera arrodillado de no ser porque su hija está temblando asustada y llora llena de pena; Paola la apretó en sus brazos para calmarla, estaba arrepentida de demostrar su desesperación delante de ella, tomó aire y miró a Joseph.
—Usted no sabe lo que es ser padre y ojalá jamás experimente desesperación por un hijo —Paola miró al competidor que la saboteó y le espetó—. Te crees muy hombre asustando a una niña, agradece que no le pasara nada a mi hija o no sé qué te habría hecho.
Paola caminó fuera de la cocina y le pasó por un lado a Aurora quien tenía la boca ligeramente abierta, había visto todo lo que ocurrió.
—Recojan todo, cerraremos temprano —ordenó Joseph al resto que lo miraban muy serios, todos le tenían aprecio a Paola, pero nada podían objetar, Joseph era el amo y señor de la cocina. El chef competencia de Paola se mantuvo alejado de Joseph por supuesto. Joseph caminó hacía su abuela y ambos fueron de vuelta con Cristian. —Joseph, esa muchacha estaba muy mal —expresó Aurora conmovida, Joseph hace un gesto restando importancia. —Es muy problemática, no es el fin de su carrera, ella regresará al restaurante que dirigía en Venezuela, no veo por qué tanto drama. —Pero se le ve desesperada, quizás tiene deudas… —Ella no es una criatura desvalida, abuela, es cercana a los dueños y toda la familia Larsson, por ellos consiguió el empleo, porque obviamente es una irresponsable. —Pero si la despiden también del restaurante de su país… —Aunque le dieran la espalda que no creo que lo hagan, ella es incluso amiga de la esposa de Robert Mendoza, el dueño de Ranch Cold.
Joseph salió corriendo del restaurante, no le dio explicaciones a Pierre. Llegó al hospital, ubicó a su abuela y a Silvia la esposa de su hermano que desesperada lo había llamado. — ¿Qué ocurrió? —Preguntó al ver a su cuñada con la cara hinchada de tanto llorar. —Lo consiguieron en la calle en la madrugada golpeado —explicó Aurora. —Lo golpearon brutalmente cerca de un casino, ya no sé qué hacer con Alfredo —se lamentó Silvia. Joseph suspiró sintiéndose culpable, cuando pagó la deuda de Alfredo, el dueño del casino Fortuna le advirtió que al ser expulsado del Fortuna buscaría otros casinos y habían lugares donde podrían matarlo. Y si Diego Coppola lo decía debía ser cierto, aunque los Coppola eran ilustres hombres de negocios sin deudas con la ley, se rumoraba que eran poderosos mafiosos. La pobre Silvia estaba muy mortificada, aunque Alfredo fuera un sinvergüenza era su esposo y ella lo amaba. —Ha ido acabando con todas las joyas, incluso las cadenas d
— ¡Pero qué demonios! —Exclamó Joseph avergonzado y quiso bajar de la camilla, pero cuando intentó afincar la pierna izquierda se fue al suelo. Paola de inmediato lo ayudó a levantarse. — ¿Dígame qué hace aquí? ¿Me está acosando? —Inquirió Joseph altanero. — ¡No!, busco al doctor Harold Reynolds, él es el doctor de mi hija. Joseph se apoyó en el hombro de Paola más de lo que quería, su pierna dolía horrores. Paola era fuerte y lo toleró con entereza, ayudándolo a subir a la camilla. — ¡Y simplemente pasa adelante! —vociferó Joseph iracundo sin creerle nada—, ¡acaso afuera no está la inútil que según organiza a los pacientes!, ¿qué quiere usted de mí que me persiguió hasta aquí? — ¡Afuera no había nadie! —Respondió Paola igualando su tono de voz—, ¡llamé y usted dijo adelante, creí que era el doctor! Yo no quiero nada de usted, ¡no me hacen falta sus gritos! — ¡Pásame los pantalones! —ordenó Joseph. Fue entonces cuando Paola vio la deformidad en la pierna de J
— ¿Qué? —Paola se echó a reír —. ¿Me está pidiendo matrimonio? —preguntó Paola convencida de que está dormida y tiene un extraño sueño de esos que no tienen el más mínimo sentido. Joseph rascó su nuca y se ve rojo como un camarón. —Permítame explicarle, lo que le propongo es un matrimonio por conveniencia, será beneficioso para ambos. Paola cada vez entiende menos lo que le dice Joseph y para ella la única conclusión lógica es que se está burlando de ella. — ¿Eso no es lo que hacen los reyes para juntar sus fortunas?, porque se equivocó de chica. —Obviamente no quiero casarme con usted por sus riquezas —mira a su alrededor con su acostumbrado desdén—. Debería estar agradecida con mi propuesta —completó con altanería. Paola abrió la boca y alzó las cejas y rio irónica. — ¿Más o menos por qué debería estar agradecida? Aguantarlo no es nada fácil como jefe no digamos como marido —Paola entrecerró los ojos—. Chef Joseph ¿Es acaso esa su manera de enamorar a una c
A la mañana siguiente después del almuerzo Joseph estaba en su oficina organizando su trabajo como gerente del restaurante y tocaron a la puerta. — ¡Adelante! La puerta fue abierta por Paola. —Chef Joseph, vine por mi paga. Joseph observó a Paola, por supuesto no tenía el uniforme del restaurante y ahora podía notar que la miseria no solo estaba en su casa, también en la ropa que usa, barata y ancha, para colmo acorde a una mujer mayor y de color mostaza, la hacía ver más gorda que con el entallado delantal negro. Sin embargo ella tiene la cara en alto, mostrando orgullo y soberbia. Joseph hizo un gesto de desagrado y asintió con la cabeza para que entrara. Paola se sentó frente al escritorio y esperó en silencio. Joseph buscó la chequera del restaurante y llenó el pago de una semana y lo puso frente a ella sin decir una palabra. Paola vio el monto. —Chef, yo tenía que estar aquí por un mes más. Joseph la miró y cruzó los brazos. —Pero no trabajará
Joseph jamás se sintió tan humillado en la vida, ni siquiera cuando lo abandonó Chloe a quién amaba con locura, al menos ella lo rechazó en privado, pero Paola había literalmente corrido a vomitar. Para Joseph era claro que ella le tenía asco. —Felicitaciones Joe —dijo Diego dándole la mano mostrándose más tranquilo—, de seguro es un error. Joseph no sabía qué decir, pero aceptar una felicitación le parecía mal, aunque Diego sabía que era por conveniencia el matrimonio. Rebeka que es una joven vivaracha y amable le dio un beso en la mejilla. —Se lo traían escondidito, pero ni tanto, porque Johana siempre le dijo a Paola que entre ustedes había mucha tensión sexual y Paola lo negaba —bromeó Rebeka. Joseph no entendía a qué se refería Rebeka, pero los Larsson y los Mendoza eran familia, Rebeka conocía muy bien a las amigas de Paola porque ella era cercana a las labores de colaboración al orfanato donde creció Paola. — ¿Te refieres a Johana, la esposa de Robert
Para Joseph, Pierre era más su hermano que el mismo Alfredo, Pierre había estado con él en su peor momento, lo cubrió en el restaurante cuando tuvo el accidente, notó el cambio en su personalidad y lo comprendió, aunque Joseph le había prometido trabajo dirigiendo una posada en París y no cumplió, fue leal y se había quedado ayudándolo sin pedir nada a cambio. Ahora él como un desgraciado le bajaba a la mujer que le gustaba. — ¡Pierre!, espera… Pierre no paró hasta llegar al estacionamiento trasero en la zona de descarga. Paró y volteó con las manos en las caderas y sin ver a Joseph a los ojos. —Yo como un imbécil te digo que me gusta la chica y tú te burlas de mí diciéndome que la invite a salir cuando ya estaba contigo. —Pierre, las cosas no son como piensas, en realidad ella no está enamorada de mí o yo de ella. — ¿Qué? Ella es madre soltera y tú te aprovechas de su vulnerabilidad ¿De cuando acá quieres casarte? —Ella acepta casarse conmigo por convenien
Paola negó con la cabeza pensando que realmente Joseph tiene el corazón de piedra. —Él es su compañero su sub chef, debería darle la oportunidad de alejarse, pues en donde están él siempre será un simple subordinado y eso no es justo. Joseph no entendió porque nombraba a Pierre y pensó de la peor manera. —Por eso no aceptó salir con Pierre, ¿cree que es un simple subordinado? — ¿Qué? ¿Por eso me invitaba a salir Pierre? Usted le pidió que lo hiciera. —No tengo idea de que habla. —Creo que sabe exactamente de qué hablo, sabía que el chef Pierre no podría enamorarse de mí, que estaba seguro conmigo. Joseph se echó a reír. — ¿Por qué diablos le pediría a Pierre que la invitara a salir? Usted es un condenado desastre y se lo hice saber cuándo me lo dijo. —Porque no soy Miss Venezuela no quiere decir que no pueda lograr que Pierre se enamore de mí, así que tenga cuidado. Joseph se carcajeó de risa. —Cuando hablo con usted siempre quedo confundido, quiz