A la mañana siguiente después del almuerzo Joseph estaba en su oficina organizando su trabajo como gerente del restaurante y tocaron a la puerta. — ¡Adelante! La puerta fue abierta por Paola. —Chef Joseph, vine por mi paga. Joseph observó a Paola, por supuesto no tenía el uniforme del restaurante y ahora podía notar que la miseria no solo estaba en su casa, también en la ropa que usa, barata y ancha, para colmo acorde a una mujer mayor y de color mostaza, la hacía ver más gorda que con el entallado delantal negro. Sin embargo ella tiene la cara en alto, mostrando orgullo y soberbia. Joseph hizo un gesto de desagrado y asintió con la cabeza para que entrara. Paola se sentó frente al escritorio y esperó en silencio. Joseph buscó la chequera del restaurante y llenó el pago de una semana y lo puso frente a ella sin decir una palabra. Paola vio el monto. —Chef, yo tenía que estar aquí por un mes más. Joseph la miró y cruzó los brazos. —Pero no trabajará
Joseph jamás se sintió tan humillado en la vida, ni siquiera cuando lo abandonó Chloe a quién amaba con locura, al menos ella lo rechazó en privado, pero Paola había literalmente corrido a vomitar. Para Joseph era claro que ella le tenía asco. —Felicitaciones Joe —dijo Diego dándole la mano mostrándose más tranquilo—, de seguro es un error. Joseph no sabía qué decir, pero aceptar una felicitación le parecía mal, aunque Diego sabía que era por conveniencia el matrimonio. Rebeka que es una joven vivaracha y amable le dio un beso en la mejilla. —Se lo traían escondidito, pero ni tanto, porque Johana siempre le dijo a Paola que entre ustedes había mucha tensión sexual y Paola lo negaba —bromeó Rebeka. Joseph no entendía a qué se refería Rebeka, pero los Larsson y los Mendoza eran familia, Rebeka conocía muy bien a las amigas de Paola porque ella era cercana a las labores de colaboración al orfanato donde creció Paola. — ¿Te refieres a Johana, la esposa de Robert
Para Joseph, Pierre era más su hermano que el mismo Alfredo, Pierre había estado con él en su peor momento, lo cubrió en el restaurante cuando tuvo el accidente, notó el cambio en su personalidad y lo comprendió, aunque Joseph le había prometido trabajo dirigiendo una posada en París y no cumplió, fue leal y se había quedado ayudándolo sin pedir nada a cambio. Ahora él como un desgraciado le bajaba a la mujer que le gustaba. — ¡Pierre!, espera… Pierre no paró hasta llegar al estacionamiento trasero en la zona de descarga. Paró y volteó con las manos en las caderas y sin ver a Joseph a los ojos. —Yo como un imbécil te digo que me gusta la chica y tú te burlas de mí diciéndome que la invite a salir cuando ya estaba contigo. —Pierre, las cosas no son como piensas, en realidad ella no está enamorada de mí o yo de ella. — ¿Qué? Ella es madre soltera y tú te aprovechas de su vulnerabilidad ¿De cuando acá quieres casarte? —Ella acepta casarse conmigo por convenien
Paola negó con la cabeza pensando que realmente Joseph tiene el corazón de piedra. —Él es su compañero su sub chef, debería darle la oportunidad de alejarse, pues en donde están él siempre será un simple subordinado y eso no es justo. Joseph no entendió porque nombraba a Pierre y pensó de la peor manera. —Por eso no aceptó salir con Pierre, ¿cree que es un simple subordinado? — ¿Qué? ¿Por eso me invitaba a salir Pierre? Usted le pidió que lo hiciera. —No tengo idea de que habla. —Creo que sabe exactamente de qué hablo, sabía que el chef Pierre no podría enamorarse de mí, que estaba seguro conmigo. Joseph se echó a reír. — ¿Por qué diablos le pediría a Pierre que la invitara a salir? Usted es un condenado desastre y se lo hice saber cuándo me lo dijo. —Porque no soy Miss Venezuela no quiere decir que no pueda lograr que Pierre se enamore de mí, así que tenga cuidado. Joseph se carcajeó de risa. —Cuando hablo con usted siempre quedo confundido, quiz
Joseph detalló los ojos de Paola, eran marrones y sus pestañas eran gruesas, parecía que usaba delineador de ojos y no tenía ni una gota de maquillaje. Las mujeres de Joseph siempre fueron elegantes y sofisticadas que amaban el maquillaje, que se sabían vestir y que jamás habían exhibido un cabello fuera de lugar. Chloe su exnovia se quitaba el maquillaje justo antes de dormir y parecía que maquillarse era lo primero que hacía al levantarse, él no recuerda haber visto jamás a una mujer a esta distancia tan limpia. Eso hizo a Joseph mirar sus labios. Paola lo ve y es un momento tan íntimo en el paisaje más romántico que puede existir que se siente en una historia idílica, pero entonces recuerda que él es un hombre prohibido, ajeno y que acaba de decirle que no le puede ofrecer amor. Paola bajó el rostro desviando la mirada y él dio un paso atrás sintiéndose rechazado. — ¿Igual quiere seguir adelante? —Preguntó ella con voz estrangulada, está nerviosa y Joseph quier
Paola estaba muerta de miedo, Joseph apretó su mano y ella lo miró, sintiéndose apoyada, puso la otra mano de ella encima de la mano de él, suplicándole en silencio . — ¿Paola? El agente te habla, te pregunta si tienes idea de quién te señaló en Venezuela. Claro que Paola había escuchado y entendido, pero sabía que no podía delatar a Wilmer, al menos no aún. — ¡No! —Paola negó enérgicamente con la cabeza y miró al agente de Interpol—. Perdón, estoy nerviosa… —Cómo comprenderá mi cliente es una extranjera con lazos afectivos en Italia, es una mujer honrada y no está acostumbrada a estos menesteres. —Puedo verlo —el agente cerró la carpeta del caso. —Por mi parte esto es caso concluido, la señorita Paola Salazar despertó las alarmas en la policía de su país, pero aquí hemos visto que ella no presenta inconvenientes para permanecer en Italia con visa de trabajo, tampoco es acusada de ningún delito en Venezuela; pueden irse tranquilos. Fuera de la jefatura sonó el
Joseph jamás se sintió más humillado en la vida y por una chica vestida como misionera, con problemas y con un carácter nada dulce. «Quién se cree que es» —Aceptar lo que soy —Murmuró Joseph de forma letal. El abogado carraspeó, ambos pensando que Paola se refiere a su condición física, pasando por su mal carácter, es obvio para ellos que Paola ve a Joseph como un monstruo. El abogado se aclaró la garganta, y comenzó: —Señorita Paola, el testamento solo contempla… —Cristian, te avisaré para que hagas luego un contrato —decretó Joseph interrumpiéndolo. Cristian calló y con diplomacia sonrió y los dejó solos. Paola abochornada observó el rictus severo en los labios de Joseph que una vez más se siente en desventaja con Paola. Detesta sentirse vulnerable y saber que ella odiará cada minuto que pasará a su lado despierta lo peor que hay en él. Paola que se da cuenta que el ambiente está tan tenso que puede cortarse con un cuchillo cree que ha metido la pata
—Paola, por favor. Al menos espera a hablar con Joseph. —Lo siento por usted, doña Aurora, usted me cae muy bien y le estoy agradecida por abrirme las puertas de su casa, pero no voy a esperar que ese hombre le haga un desprecio a mi hija, yo me voy. Paola fue a la habitación y se metió al baño para que Emily no la viera llorar de frustración, se miró al espejo y como cuando era una niña se dijo a sí misma. —No te importa lo que digan los demás, importa lo que somos en nuestros corazones. Pero entonces más lloró, porque tiene en el alma penas y remordimientos por actos que la hacen sentir una mala persona. Finalmente dejó de verse al espejo, pues no le gustaba lo que veía y tampoco lo que era y fue a llenar de nuevo sus maletas de la ropa que tanto avergonzaba al chef Joseph. Apenas unos quince minutos después, Paola escuchó la puerta de la habitación, fue a abrir y era Joseph, se veía molesto y tenía puesta su filipina, obviamente Aurora le avisó y vino corriendo d