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Capítulo 05. La mujer perfecta

 —Recojan todo, cerraremos temprano —ordenó Joseph al resto que lo miraban muy serios, todos le tenían aprecio a Paola, pero nada podían objetar, Joseph era el amo y señor de la cocina.

   El chef competencia de Paola se mantuvo alejado de Joseph por supuesto.

   Joseph caminó hacía su abuela y ambos fueron de vuelta con Cristian.

   —Joseph, esa muchacha estaba muy mal —expresó Aurora conmovida, Joseph hace un gesto restando importancia.

   —Es muy problemática, no es el fin de su carrera, ella regresará al restaurante que dirigía en Venezuela, no veo por qué tanto drama.

   —Pero se le ve desesperada, quizás tiene deudas…

    —Ella no es una criatura desvalida, abuela, es cercana a los dueños y toda la familia Larsson, por ellos consiguió el empleo, porque obviamente es una irresponsable.

   —Pero si la despiden también del restaurante de su país…

   —Aunque le dieran la espalda que no creo que lo hagan, ella es incluso amiga de la esposa de Robert Mendoza, el dueño de Ranch Cold.

   Robert Mendoza era un joven empresario de renombre mundial dueño de Ranch Cold comercializaba alimentos congelados y el grupo empresarial Rinaldi también se dedicaba al rubro de alimentos.

   Aurora dejó de caminar y abrió mucho los ojos.

   — ¿Estás jugando? —Inquirió.

   —Claro que no, ¿por qué lo haría? Son como hermanas, crecieron juntas en el orfanato de Venezuela por el que cada año voy a preparar el banquete para la gala de beneficencia.

   —Joseph espera un momento ¿Acaso entiendes que nuestro grupo empresarial se levantaría con una sociedad con Ranch Cold?

   —Sí, puede ser, aunque es bien sabido que Robert Mendoza es renuente a tener socios. 

   Joseph continuó caminando, pero Aurora tomó su brazo impaciente.

   —Joseph, con Robert Mendoza necesitamos una entrada, él es un empresario que no se sienta a conversar con cualquiera y solo podría asociarse con familiares.

   —Después del escándalo de lo que ocurrió con su último socio, no lo culpo, tengo entendido que quiso matarlo y está en una prisión de España.

   —Joseph no debiste despedir a la chica que podría acercarte a Robert Mendoza —espetó Aurora muy obvia.

   Joseph no lo veía así.

   —Si debo conversar con Robert Mendoza lo lograré, no te preocupes —trató Joseph de calmar a su abuela sin éxito.

   — ¡Acabas de despedir a la cuñada de Robert Mendoza! No te acepatará jamás como socio ahora.

   Llegaron de nuevo a la mesa con Cristian.

   — ¿Todo bien? —preguntó el abogado.

   —Nada de qué preocuparse afortunadamente, pero pudo ser mucho peor —le informó Joseph.

   Joseph tomó el vaso con agua que había quedado en la mesa y temblaba ligeramente.

   —Te veo exaltado —le dijo Cristian en voz baja.

   — ¡Maldición Cristian!, no necesito camisa de fuerza, deja de insinuar que estoy loco.

   — ¡Claro que estás loco! —Enfatizó Aurora—, ¡Tenías a la mujer perfecta para que fuera tu esposa y la despediste! 

   Joseph la miró como si le hubiera salido una tercera cabeza.

   —Cuando dije que estabas senil lo dije bromeando, ahora veo que es cierto, no piensas con claridad, abuela.

   —Nunca estuve más clara en mi vida —espetó Aurora y mirando a Cristian enumeró con sus dedos—. La chica trabaja con él, tiene una hija, obviamente es madre soltera, se ve desesperada, es amiga, no… Amiga no, como hermana de la esposa del empresario que necesitamos para superar la crisis en las empresas…

   — ¿Se refiere a la chef bonita? —Preguntó Cristian admirado y feliz de conceder razón a Aurora.

   Joseph rodó los ojos.

   —Ni siquiera la viste y ya das por sentado que es bonita —espetó Joseph mirando a Cristian, ni quería hablar con su abuela.

   —Sí, es muy bonita —salió Aurora en defensa de Paola—, una mujer joven, alta, fuerte y con autoridad, un poco desaliñada, pero bueno… —Joseph veía hacia arriba implorando por intervención divina—. Qué lástima que Joseph no la dejó que le diera una bofetada a ese hombre que asustó a su pequeña.

   —Solo imaginar que a esa niña pudo haberle caído la loza encima o algo caliente —comentó Joseph y negó con la cabeza—, ni porque a veces parece que trabajo con niños estoy preparado para ser padre.

   Aurora estaba muy molesta.

   —No puedo creer que no estuvieras consciente de ella Joseph.

   —Cómo no iba a estar consciente de ella si es un grano en el culo —acotó Joseph y se dirigió a Cristian—. Entonces Cristian ¿Crees que puedas conseguir alguna forma de evadir la cláusula del matrimonio y el hijo?

   Cristian negó con la cabeza.

   —No hay posibilidad Joseph, tu hermano tiene hijos, tiene esposa, él cumple con la cláusula y tú no, es todo.   

   —Entonces no hay nada que hacer.

   —Pero Joseph, no estás pensando correctamente —insistió Aurora.

   —Abuela no quiero una esposa y menos un hijo.

   Al otro día Joseph entró a la cocina sin su acostumbrada filipina, eso indicaba que no se quedaría, la fila de chefs delante del equipo de ayudantes y detrás del equipo de confianza de Joseph lucía vacío sin Paola.

   —Ustedes dos pueden recoger sus cuchillos y largarse de mi cocina —exigió Joseph antes de dar los buenos días a los chefs que quedaban en competencia.

   El chef malintencionado que perjudicó a Paola dio un paso al frente, Joseph notó que tenía un ojo morado.

   —Pero ¿por qué nos despide chef? No nos da la oportunidad de dirigir el servicio a nosotros.

   Joseph caminó hacia él y lo miró cara a cara.

   —Eres tan patético que no entendiste que ayer estaban despedidos, que gracias a la chica que perjudicaste tuvieron una oportunidad y entonces aquel se fue a su hora acostumbrada y tú te dedicaste a sabotearla, el reto no fue alcanzado, están fuera.

   El otro chef indignado también tenía que expresar su incomodidad.

   —Nadie me dijo que tenía que quedarme, era su reto, no el mío.

   Joseph negó con la cabeza.

   — ¡Imbéciles! Ella les dio la oportunidad de continuar, debieron ayudarla por el bien de ustedes mismos, este es un trabajo de equipo, pero muy felices consideraron que era una tonta. ¡Lárguense de mi cocina, he dicho! 

   Los chefs se fueron rezongando tirando los delatares negros al suelo, a Joseph no podía importarle menos, se dirigió al resto.

   —Me ausentaré un par de días, Pierre queda a cargo.

   Joseph caminó fuera de la cocina y su sub chef lo siguió.

   —Puedo hablar contigo antes de que te vayas.

   —Claro que sí, Pierre.

   Joseph tenía varias posadas en Italia, todos eran negocios de pueblo, a menos y que los turistas amaban, mostraban lo mejor de Italia, iba a extenderse a París cuando ocurrió el accidente, ya tenía todo listo, incluyendo un excelente chef francés.

   Pierre Bonnet, le demostró su lealtad quedándose con Joseph en Milán como su sub chef, fue él quien se encargó del restaurante mientras Joseph se recuperaba de su accidente y no podía quedarse como el chef principal porque ya había comprado el que sería su primer restaurante. 

   Joseph abrió la puerta de su oficina y Pierre entró detrás de él.

   —Me pediste ayuda para encontrar tu reemplazo, acepté porque te debo mucho. Debes elegir a Paola —acotó Pierre sin lugar a dudas.

   — ¿A quién te refieres? —Preguntó Joseph perplejo.

   Joseph no le prestaba atención a los nombres de ninguno, solo sabía los de su equipo más cercano.

   —A Paola Salazar, no te hagas el tonto, la talentosa chef que botaste ayer.

   — ¿Te refieres a la irresponsable que puso en riesgo al restaurante con una enorme demanda anoche? —Inquirió Joseph sin dar crédito.

   —Paola lo hacía estupendamente bien ayer, está preparada, es inteligente, se crece bajo presión, no encontrarás un chef más brillante y perfecta para este restaurante.

   Joseph se recostó en su escritorio, soltando el bastón para cruzar los brazos, observó a Pierre con las cejas alzadas.

   — ¡Mamma mia!, te conquistó la gordita buscapleitos.

   Pierre se rascó la nuca e hizo un gesto de contrariedad.

   —No seas tan patán Joseph, no le digas así.

   Joseph se echó a reír.

   —Pierre, ella es un condenado desastre, aunque reconozco que tiene talento...

   —Entonces tráela de vuelta, hiciste bien en despedir a esos dos imbéciles.  

   — ¿Fuiste tú quien le puso el ojo morado al idiota que la saboteó?

   Pierre sonrió de lado.

   —Claro que fui yo, por su culpa no veré más a Paola.

   —Deberías buscarla, invítala a salir antes de que regrese a Venezuela.

   —La invité a salir varias veces, siempre me rechazó…

   Joseph dejó de prestarle atención cuando vio que la esposa de Alfredo lo llamaba a su celular.

   Paola estaba recogiendo todas sus cosas en maletas, no era mucho, pero ya no podía seguir viviendo en Milán, le había llegado el momento de perderse en el sistema y vivir ilegal, no tenía manera de corresponder al chantaje de Wilmer, mucho menos a la cifra absurda que pretendía que Paola le consiguiera.

   A Emily no la envió al colegio, tenía intención de partir de inmediato.

   «Cómo fue que llegué a esto»

   Paola creció en el orfanato Sagrada Familia en Valencia, Venezuela. Este era dirigido por monjas.

   Siempre fue una chica tímida acomplejada por ser grande, prefería quedarse en la cocina que compartiendo con sus compañeras.

   Cuando conoció a Wilmer y este mostró interés en ella, Paola se creyó ser la chica más afortunada del mundo, ya que Wilmer podía conseguir a mujeres más bellas y con clase y la había elegido a ella.

   Wilmer era policía y su padre jefe de la policía, tenían dinero e influencias.

   Pero la verdadera razón por la que Wilmer se acercó a ella era en realidad siniestra.

   Tanto Wilmer como su padre eran corruptos, parte de sus negocios ilícitos era el tráfico de personas, Paola se convirtió en su enlace para acceder a chicas ingenuas del orfanato.

   Paola sumida en sus pensamientos descuidó a Emily un instante.

   Emily quería tomar un juguete que quedó en lo alto de un armario y sin decirle nada a Paola lo escaló.

   El mueble vacío se le vino encima.

   — ¡Emily! —Gritó Paola al escuchar el golpe y levantó el mueble llena de miedo.

   La niña no se movía y de su cabeza salía sangre, Paola desesperada llamó a emergencias.

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