Joseph salió corriendo del restaurante, no le dio explicaciones a Pierre.
Llegó al hospital, ubicó a su abuela y a Silvia la esposa de su hermano que desesperada lo había llamado.
— ¿Qué ocurrió? —Preguntó al ver a su cuñada con la cara hinchada de tanto llorar.
—Lo consiguieron en la calle en la madrugada golpeado —explicó Aurora.
—Lo golpearon brutalmente cerca de un casino, ya no sé qué hacer con Alfredo —se lamentó Silvia.
Joseph suspiró sintiéndose culpable, cuando pagó la deuda de Alfredo, el dueño del casino Fortuna le advirtió que al ser expulsado del Fortuna buscaría otros casinos y habían lugares donde podrían matarlo.
Y si Diego Coppola lo decía debía ser cierto, aunque los Coppola eran ilustres hombres de negocios sin deudas con la ley, se rumoraba que eran poderosos mafiosos.
La pobre Silvia estaba muy mortificada, aunque Alfredo fuera un sinvergüenza era su esposo y ella lo amaba.
—Ha ido acabando con todas las joyas, incluso las cadenas de bautizo de los niños.
—Debiste decirnos algo Silvia, este problema de Alfredo se hace cada vez peor —exclamó Aurora preocupada.
—Lo último que hablé con Alfredo fue para decirme que él tomaría la presidencia del grupo empresarial —Silvia miró a Joseph con mirada interrogante.
—Así es Silvia —confirmó Joseph—, una nueva cláusula dispuesta por el abuelo me imposibilita tomar la presidencia y por eso pasa a Alfredo.
Silvia desesperada se acercó a Joseph y lo agarró de las solapas de su saco.
—Joseph no lo aceptes; sé que siempre has estado más cómodo con tus propios negocios, pero Alfredo está enfermo, necesita terapia para su adicción, ayuda a tu hermano, por favor Joseph.
Joseph conocía a Silvia desde que era una niña, le tenía aprecio y ella a él, el dolor que expresa lo quebró.
«Que no hubiera dado porque Chloe me amara así»
—Yo tomaré el grupo empresarial y ayudaré a Alfredo, ya no te preocupes Silvia.
Silvia le dio un abrazo sintiéndose aliviada, un hombre de administración vino a buscarla para llenar unos datos del seguro dejando solos a Joseph y su abuela.
— ¿Qué harás para obtener la presidencia? —Preguntó Aurora.
—Ya despedí a tu primera opción para ser mi esposa, busca una mujer adecuada y veamos si se deja comprar…
Paola ingresó a la emergencia del hospital llevada por una ambulancia, Emily había recuperado el conocimiento, pero igual la llevaban con collarín.
A Emily la ingresaron y Paola no sabía qué hacer, esto le demoraba su partida de Milán, muerta de miedo llamó a Wilmer a rogar por clemencia.
*** ¿Me conseguiste el dinero?, te indicaré a donde enviarlo —fue lo primero que dijo Wilmer antes de saludar.
—Me despidieron del trabajo y Emily sufrió una caída, estoy en el hospital con ella.
***Entonces es más fácil conseguir dinero ahora.
— ¡Eres una piltrafa de ser humano!, ¿no te conmueve al menos un poco?
***Los niños se caen Paola y a ti no te despedirán de tu trabajo porque tu jefa es tu amiga.
—Mi amiga es socia en Margarita, no en Milán, no puedo pedir prestado esa cantidad de dinero sin explicar para que la quiero.
***El tiempo corre Paola.
—Wilmer…
De nuevo Wilmer colgó.
Paola se dejó caer en una silla de espera y lloró desesperada con las manos en sus ojos, ya no podía más, simplemente estaba agotada de vivir escondiéndose.
—Llegó el momento, debo confesar y pedir ayuda para Emily.
— ¿Muchacha estás bien?
Paola levantó la cabeza y vio a una doña elegante que al verla se sentó a su lado y le ofreció un pañuelo.
—Gracias señora.
—Pero qué casualidad. Seguro no me recuerdas, vi cuando pasaron a tu pequeña en la camilla, la reconocí y vine a buscarte.
—Yo no la conozco señora ¿Quién es usted?
—Mi nombre es Aurora de Rinaldi, soy abuela de Joseph Rinaldi, vi anoche lo que ocurrió en el restaurante —Aurora le tendió la mano.
—Paola Salazar —le respondió Paola sin prestarle mucha atención.
— ¿Qué le pasó a tu hija?
—Emily se cayó de un armario —le explicó Paola en voz baja sintiéndose la peor madre del mundo.
—Espero que no sea grave, yo estoy aquí porque mi nieto sufrió un accidente.
Paola se sorprendió.
— ¿Está bien el chef Joseph?
Aurora sonrió.
—No él, mi otro nieto, el hermano menor de Joseph.
Paola afirmó con la cabeza y miró hacia dentro esperando ver a alguien que le de noticias de su hija.
— ¿Qué edad tiene tu hija? —Preguntó Aurora.
—Tiene cuatro años.
—A esa edad son imparables y traviesos; bueno mi nieto hospitalizado aún lo es, a veces creo que no creció por cómo se comporta.
—Ojalá se mejore su nieto.
Aurora sonrió ante la bondad de Paola.
Un representante de administración se acercó a Paola.
—Señorita, tenemos un problema con su seguro...
— ¿Perdón?
Paola no entendía el italiano del joven porque hablaba muy rápido tratando de explicarle los procedimientos que debían hacer a la niña y que necesitaban que les diera una póliza válida.
Quien contestó fue Aurora y su pronunciación pausada Paola la entendió por completo.
—No se preocupe por los costos, serán cubiertos.
Paola miró a la altiva señora.
—Señora estoy muy agradecida, no tengo idea de qué ocurrió con el seguro.
—Dicen que hay un error y la niña no está registrada por falta de datos.
—Pero no entiendo…
—No te preocupes ya por eso, llamaré a un doctor amigo que es un excelente traumatólogo, le pediré que se encargue de tu hija.
Paola agradecida le dio un abrazo a Aurora que sorprendida le correspondió.
—Dios le pague señora.
Aurora sonrió y una enfermera buscó a Paola para que estuviera con su hija.
En ese momento Silvia vino por Aurora.
—Ya a Alfredo lo pasaron a una habitación —le informó Silvia sonriendo entre lágrimas.
—Pero ya cálmate Silvia, él estará mejor.
—Está muy golpeado, no pude pasar con él. Debo tranquilizarme antes.
Joseph entró a la habitación de su hermano Alfredo.
—Debes estar desilusionado porque no morí —espetó Alfredo.
—A este paso no te queda mucho —murmuró Joseph y se acercó.
Alfredo tenía tantos hematomas en el rostro que apenas podía abrir los ojos.
—Fue un milagro que sobrevivieras ¿Qué diablos pasa por tu cabeza?
—Querían Asaltarme…
— ¡Cállate! No más, te golpearon porque tienes un enorme problema de apuestas, debes buscar ayuda…
—Tú con qué moral me dices que tengo un problema.
—Yo enderezaré mi vida, Alfredo, me casaré…
—Solo lo harás para no dejarme ser presidente, eres increíble —pronunció con ira—. Tú siempre hiciste lo que te dio la gana, yo me quedé en las empresas y todos me vieron siempre como el segundo.
—Tú eres el primero para la mujer que está allá afuera destrozada porque te ama y te necesita para criar a sus hijos.
—No te atrevas a hablar de mi familia con tu tono condescendiente, tú solo sabes criticarme, ten tu propia mujer e hijos y entonces podrás venir con consejos.
—Lo haré…
Joseph salió de la habitación de su hermano muy furioso, el dolor en su pierna es lacerante y empieza a dificultarle el caminar, sabe que si se sienta no podrá levantarse.
Joseph ha pasado algunas veces por estos episodios que un médico psiquiatra atribuyó a su mente, Joseph no le creía lo que a él le dolía era la pierna.
Está cerca del consultorio de su médico y camina hacia allá.
En la recepción del consultorio está la misma asistente de su doctor, experta en masticar chicle y limar sus uñas.
—Señorita necesito ver al doctor Reynolds ¿tiene pacientes?—espetó Joseph con su usual poca amabilidad.
La chica lo ve de mala gana.
—El doctor está haciendo una evaluación en emergencia, debo anunciarlo.
—Ni se moleste, siga usted con su manicura —indicó sarcástico.
Joseph entró al consultorio y no tuvo que esperar mucho por el doctor.
Harold Reynolds lo había atendido desde que tuvo el accidente.
—Joseph, conseguí a tu abuela en la emergencia y me encomendó…
Joseph lo interrumpió levantando la mano.
—No tolero la pierna —masculló con dientes apretados.
—Ve a la sala de consulta, espera en la camilla, avisaré en fisioterapia.
Joseph entró y se quitó la ropa como de costumbre quedando solo en boxer y esperó.
Paola llegó al consultorio que le indicaron, en la recepción no había nadie y la puerta del consultorio estaba abierta.
—Buenos días… —saludó Paola sin entrar al consultorio.
— ¡Adelante!... —escuchó a través de la puerta secundaria en el consultorio.
Paola rodó la puerta corrediza y ve al enorme hombre extendido en la camilla, se quedó congelada.
— ¿Chef Joseph?
Joseph abrió los ojos.
— ¡Pero qué demonios!
Hola queridos lectores, agradecida con ustedes por la oportunidad, espero les guste y continuen conmigo hasta el final
— ¡Pero qué demonios! —Exclamó Joseph avergonzado y quiso bajar de la camilla, pero cuando intentó afincar la pierna izquierda se fue al suelo. Paola de inmediato lo ayudó a levantarse. — ¿Dígame qué hace aquí? ¿Me está acosando? —Inquirió Joseph altanero. — ¡No!, busco al doctor Harold Reynolds, él es el doctor de mi hija. Joseph se apoyó en el hombro de Paola más de lo que quería, su pierna dolía horrores. Paola era fuerte y lo toleró con entereza, ayudándolo a subir a la camilla. — ¡Y simplemente pasa adelante! —vociferó Joseph iracundo sin creerle nada—, ¡acaso afuera no está la inútil que según organiza a los pacientes!, ¿qué quiere usted de mí que me persiguió hasta aquí? — ¡Afuera no había nadie! —Respondió Paola igualando su tono de voz—, ¡llamé y usted dijo adelante, creí que era el doctor! Yo no quiero nada de usted, ¡no me hacen falta sus gritos! — ¡Pásame los pantalones! —ordenó Joseph. Fue entonces cuando Paola vio la deformidad en la pierna de J
— ¿Qué? —Paola se echó a reír —. ¿Me está pidiendo matrimonio? —preguntó Paola convencida de que está dormida y tiene un extraño sueño de esos que no tienen el más mínimo sentido. Joseph rascó su nuca y se ve rojo como un camarón. —Permítame explicarle, lo que le propongo es un matrimonio por conveniencia, será beneficioso para ambos. Paola cada vez entiende menos lo que le dice Joseph y para ella la única conclusión lógica es que se está burlando de ella. — ¿Eso no es lo que hacen los reyes para juntar sus fortunas?, porque se equivocó de chica. —Obviamente no quiero casarme con usted por sus riquezas —mira a su alrededor con su acostumbrado desdén—. Debería estar agradecida con mi propuesta —completó con altanería. Paola abrió la boca y alzó las cejas y rio irónica. — ¿Más o menos por qué debería estar agradecida? Aguantarlo no es nada fácil como jefe no digamos como marido —Paola entrecerró los ojos—. Chef Joseph ¿Es acaso esa su manera de enamorar a una c
A la mañana siguiente después del almuerzo Joseph estaba en su oficina organizando su trabajo como gerente del restaurante y tocaron a la puerta. — ¡Adelante! La puerta fue abierta por Paola. —Chef Joseph, vine por mi paga. Joseph observó a Paola, por supuesto no tenía el uniforme del restaurante y ahora podía notar que la miseria no solo estaba en su casa, también en la ropa que usa, barata y ancha, para colmo acorde a una mujer mayor y de color mostaza, la hacía ver más gorda que con el entallado delantal negro. Sin embargo ella tiene la cara en alto, mostrando orgullo y soberbia. Joseph hizo un gesto de desagrado y asintió con la cabeza para que entrara. Paola se sentó frente al escritorio y esperó en silencio. Joseph buscó la chequera del restaurante y llenó el pago de una semana y lo puso frente a ella sin decir una palabra. Paola vio el monto. —Chef, yo tenía que estar aquí por un mes más. Joseph la miró y cruzó los brazos. —Pero no trabajará
Joseph jamás se sintió tan humillado en la vida, ni siquiera cuando lo abandonó Chloe a quién amaba con locura, al menos ella lo rechazó en privado, pero Paola había literalmente corrido a vomitar. Para Joseph era claro que ella le tenía asco. —Felicitaciones Joe —dijo Diego dándole la mano mostrándose más tranquilo—, de seguro es un error. Joseph no sabía qué decir, pero aceptar una felicitación le parecía mal, aunque Diego sabía que era por conveniencia el matrimonio. Rebeka que es una joven vivaracha y amable le dio un beso en la mejilla. —Se lo traían escondidito, pero ni tanto, porque Johana siempre le dijo a Paola que entre ustedes había mucha tensión sexual y Paola lo negaba —bromeó Rebeka. Joseph no entendía a qué se refería Rebeka, pero los Larsson y los Mendoza eran familia, Rebeka conocía muy bien a las amigas de Paola porque ella era cercana a las labores de colaboración al orfanato donde creció Paola. — ¿Te refieres a Johana, la esposa de Robert
Para Joseph, Pierre era más su hermano que el mismo Alfredo, Pierre había estado con él en su peor momento, lo cubrió en el restaurante cuando tuvo el accidente, notó el cambio en su personalidad y lo comprendió, aunque Joseph le había prometido trabajo dirigiendo una posada en París y no cumplió, fue leal y se había quedado ayudándolo sin pedir nada a cambio. Ahora él como un desgraciado le bajaba a la mujer que le gustaba. — ¡Pierre!, espera… Pierre no paró hasta llegar al estacionamiento trasero en la zona de descarga. Paró y volteó con las manos en las caderas y sin ver a Joseph a los ojos. —Yo como un imbécil te digo que me gusta la chica y tú te burlas de mí diciéndome que la invite a salir cuando ya estaba contigo. —Pierre, las cosas no son como piensas, en realidad ella no está enamorada de mí o yo de ella. — ¿Qué? Ella es madre soltera y tú te aprovechas de su vulnerabilidad ¿De cuando acá quieres casarte? —Ella acepta casarse conmigo por convenien
Paola negó con la cabeza pensando que realmente Joseph tiene el corazón de piedra. —Él es su compañero su sub chef, debería darle la oportunidad de alejarse, pues en donde están él siempre será un simple subordinado y eso no es justo. Joseph no entendió porque nombraba a Pierre y pensó de la peor manera. —Por eso no aceptó salir con Pierre, ¿cree que es un simple subordinado? — ¿Qué? ¿Por eso me invitaba a salir Pierre? Usted le pidió que lo hiciera. —No tengo idea de que habla. —Creo que sabe exactamente de qué hablo, sabía que el chef Pierre no podría enamorarse de mí, que estaba seguro conmigo. Joseph se echó a reír. — ¿Por qué diablos le pediría a Pierre que la invitara a salir? Usted es un condenado desastre y se lo hice saber cuándo me lo dijo. —Porque no soy Miss Venezuela no quiere decir que no pueda lograr que Pierre se enamore de mí, así que tenga cuidado. Joseph se carcajeó de risa. —Cuando hablo con usted siempre quedo confundido, quiz
Joseph detalló los ojos de Paola, eran marrones y sus pestañas eran gruesas, parecía que usaba delineador de ojos y no tenía ni una gota de maquillaje. Las mujeres de Joseph siempre fueron elegantes y sofisticadas que amaban el maquillaje, que se sabían vestir y que jamás habían exhibido un cabello fuera de lugar. Chloe su exnovia se quitaba el maquillaje justo antes de dormir y parecía que maquillarse era lo primero que hacía al levantarse, él no recuerda haber visto jamás a una mujer a esta distancia tan limpia. Eso hizo a Joseph mirar sus labios. Paola lo ve y es un momento tan íntimo en el paisaje más romántico que puede existir que se siente en una historia idílica, pero entonces recuerda que él es un hombre prohibido, ajeno y que acaba de decirle que no le puede ofrecer amor. Paola bajó el rostro desviando la mirada y él dio un paso atrás sintiéndose rechazado. — ¿Igual quiere seguir adelante? —Preguntó ella con voz estrangulada, está nerviosa y Joseph quier
Paola estaba muerta de miedo, Joseph apretó su mano y ella lo miró, sintiéndose apoyada, puso la otra mano de ella encima de la mano de él, suplicándole en silencio . — ¿Paola? El agente te habla, te pregunta si tienes idea de quién te señaló en Venezuela. Claro que Paola había escuchado y entendido, pero sabía que no podía delatar a Wilmer, al menos no aún. — ¡No! —Paola negó enérgicamente con la cabeza y miró al agente de Interpol—. Perdón, estoy nerviosa… —Cómo comprenderá mi cliente es una extranjera con lazos afectivos en Italia, es una mujer honrada y no está acostumbrada a estos menesteres. —Puedo verlo —el agente cerró la carpeta del caso. —Por mi parte esto es caso concluido, la señorita Paola Salazar despertó las alarmas en la policía de su país, pero aquí hemos visto que ella no presenta inconvenientes para permanecer en Italia con visa de trabajo, tampoco es acusada de ningún delito en Venezuela; pueden irse tranquilos. Fuera de la jefatura sonó el