Joseph no podía creer lo que le pedía su abuela.
— ¿Abuela, te has vuelto loca?
Aurora viuda de Rinaldi era una mujer dura, altiva y con una arrogancia innata que Joseph había heredado de ella.
—Igual necesitas una esposa.
—Ni siquiera quiero casarme y tener un hijo además, eso es demasiado…
—No sé qué pasaba por la mente de Lorenzo cuando puso esa condición, ¡Alfredo quiere vender todo! —Exclamó Aurora aún conmocionada.
—Te duele que se pierdan las empresas —Inquirió Joseph con ironía.
— ¡Claro que me duele que se pierdan las empresas! Mucho luché con tu abuelo por ellas.
— ¿Y si es cierto y el abuelo no quiso que yo heredara porque piensa que soy el culpable de la muerte de mis padres?
—Eso es ridículo, fue un accidente, Alfredo no debió decir lo que dijo, pero tú fuiste muy hiriente con él también.
—Mi abuelo no estaba contento conmigo —le indicó Joseph muy seguro.
—Tu abuelo quería que olvidaras a Chloe y rehicieras tu vida. Él te amaba —pronunció Aurora y su voz se quebró—, Lorenzo no pudo haber cambiado el testamento sin decirme.
—Es una trampa de Alfredo entonces...
— ¡Santo Cristo! Joseph ¿por qué no me dijiste nada respecto a las deudas de casino de tu hermano?
—Alfredo siempre fue un niño malcriado, pagué su deuda y lo dejé pasar, pero pues mira como ahora consigue el dominio de una fortuna, hará que lo maten y dejará a su mujer e hijos sin nada.
Aurora dio una palmada resuelta a solucionar las cosas.
—Entonces no solo por las empresas que necesitan de mucho, por el bien de Alfredo; debes enamorarte, casarte y dejar embarazada a una mujer, el tiempo corre, son solo seis meses.
—Ah pues que fácil decirlo —expresó Joseph con ironía.
— ¿Por qué no sería fácil? Eres un hombre guapo, millonario y de éxito…
—Con horribles cicatrices que dan asco, además, juré no casarme, se te olvidó esa parte.
Joseph regresó al restaurante, por supuesto su cabeza era un caos.
Paola quería hablar con él, pero Joseph no le permitió hacerlo, después del servicio de almuerzo tenía apuro por regresar a su oficina.
—Chef ¿me permite hablar con usted? Dijo Paola atravesándose en su camino para que no la ignorara.
—Prepare su comida de entrada, plato fuerte y postre, le quedan pocas horas para prepararse.
—Chef, quería decirle que tengo un inconveniente…
Paola lo siguió para explicarle y Joseph paró en la puerta de su oficina y obstaculiza la puerta demostrando que no era bienvenida.
— ¡Sin excusas!, me pidió demostrarme que podía quedarse con mi puesto, pues bien, no podrá decir que no le di la oportunidad —Joseph cerró la puerta de la oficina en su cara.
Paola suspiró derrotada, pero pensó que no todo estaba perdido, su hija era muy inteligente y una rebanada de pastel más una tablet con juegos tendrían que servir como niñera.
« ¿Qué madre no ha permitido que su hijo se entretenga con videos mientras está ocupada?».
Joseph en su oficina pasó seguro y cerró las persianas, no soportaba el dolor en la pierna.
Cuando tenía días estresantes el dolor aumentaba, se quitó la filipina y quedó en franelilla para estar más cómodo y se acostó en el sofá
Joseph nunca salía sin mangas largas para no mostrar las cicatrices de las quemaduras de sus brazos, pensaba que su piel era repulsiva y agradece que su cara no hubiera sufrido daño.
Al final de la tarde muy digno y ya sintiéndose mejor salió de la oficina y recibió a su abuela acompañada de Cristian, un buen amigo de infancia y abogado.
—Mira a quién traje —expresó Aurora sonriente.
—Cristian que bueno verte ¿Qué es de tu vida? —preguntó Joseph dándose cuenta del tiempo que no ha socializado con amigos.
—Estoy bien, mi esposa está embarazada.
—Te felicito, perdón por haberme perdido —musitó Joseph.
—No te preocupes, te entiendo, pero ahora no tienes excusa para…, bueno tomar algo conmigo y los amigos.
Joseph notó que Cristian miraba su bastón.
—Puedo jugar billar —contestó Joseph, sabía qué era lo que iba a sugerir Cristian y se detuvo—. Incluso puedo ganarte aún con una pierna mala.
Cristian sonrió y le dio una palmada en la espalda a Joseph, aliviado de no haberlo molestado.
—Creí que había metido la pata —arguyó incómodo.
—No te preocupes… —contestó Joseph zanjando el tema.
Joseph les señaló el comedor en invitación a su amigo y abuela.
— ¿Podrás sentarte con nosotros? —preguntó Aurora sorprendida.
—Hoy el servicio será dirigido por una chica que planeé dejar aquí cuando tuviera que irme, pero ahora no sé qué rayos haré si Alfredo se queda con la presidencia.
Joseph eligió una mesa donde sabía que Paola podría verlo, esperaba mantenerla lo suficientemente presionada.
—Cariño no me dijiste que ya habías encontrado quién pudiera quedarse con la dirección del restaurante —inquirió Aurora.
—Una chica joven y trabaja mejor bajo presión...
— ¿Y es bonita? —preguntó Cristian interrumpiéndolo moviendo sus cejas.
Joseph apenas sonrió.
—Estás casado Cristian.
—Lo digo por ti.
—Por favor amigo, no hables de esas cosas delante de mi abuela senil.
—Senil tu trasero… —le reclamó Aurora y Joseph se carcajeó de risa.
Paola estaba concentrada enviando a las mesas las órdenes y vio carcajearse de risa a Joseph, por un momento la distrajo, jamás lo había visto reír.
—Se ve hermoso cuando se ríe el muy desgraciado —murmuró y le llegó otra orden.
«Concéntrate Paola» Se reprendió a sí misma.
En la mesa de Joseph entraron en tema, Aurora le explicó a Cristian lo concerniente al testamento y le entregó una copia para que el abogado revisara después de comer.
—Pienso que un matrimonio arreglado podría ser una solución —contempló Aurora.
Joseph la miró alzando las cejas y negando con la cabeza.
Ordenó lo que hizo Paola al mesero, así la evaluaría.
El abogado después de leer les dijo:
—Demostrar que Lorenzo Rinaldi fue influenciado por un tercero o que no estaba en pleno uso de sus facultades mentales es difícil.
—Creo que Joseph debería ir buscando novia, apenas tiene seis meses para ello —inquirió Aurora.
Cristian levantó los ojos del documento y preguntó con urgencia.
—Don Lorenzo estuvo muy enfermo por meses, ¿cuándo dejó el cargo por enfermedad?
—En Agosto —respondió Aurora de inmediato.
—Está por terminar Enero, según la condición del testamento es a partir de que el señor Lorenzo dejara la presidencia, los seis meses están por ocurrir, ya Joseph debería estar casado y con un hijo, solo le quedan días.
— ¿Entonces se acabó? ¿No puedo hacer nada?—preguntó Joseph.
—No puede ser debe existir la manera, Alfredo habló tan seguro que quizás ya tenga un comprador —exclamó Aurora preocupada. —No lo dudes —contestó Joseph—, estoy seguro que esto él lo planeó, manipuló a mi abuelo o falsificó de alguna manera el testamento. — Si se puede probar hay impugnaciones que han sido aprobadas cuando se demuestra mala fe con el occiso —aclaró el abogado esperanzado. —Mi abuelo estuvo muy enfermo, quizás se puede alegar vulnerabilidad por su condición —aventuró Joseph. Cristian hizo una mueca, no estaba convencido. —Sí podría hacerlo, pero abriría la puerta al abogado de tu hermano para que alegue que tampoco puedes tomar la presidencia por tu vulnerabilidad… — ¿Perdón? ¿Qué tiene que ver mi condición física? —Inquirió Joseph molesto. —No me refiero a eso, me refiero a tu vulnerabilidad mental —masculló Cristian. Joseph quería estrellar el bastón en la cabeza de Cristian. — ¡Yo no soy un demente! —Increpó Joseph furioso. —Pero es
—Recojan todo, cerraremos temprano —ordenó Joseph al resto que lo miraban muy serios, todos le tenían aprecio a Paola, pero nada podían objetar, Joseph era el amo y señor de la cocina. El chef competencia de Paola se mantuvo alejado de Joseph por supuesto. Joseph caminó hacía su abuela y ambos fueron de vuelta con Cristian. —Joseph, esa muchacha estaba muy mal —expresó Aurora conmovida, Joseph hace un gesto restando importancia. —Es muy problemática, no es el fin de su carrera, ella regresará al restaurante que dirigía en Venezuela, no veo por qué tanto drama. —Pero se le ve desesperada, quizás tiene deudas… —Ella no es una criatura desvalida, abuela, es cercana a los dueños y toda la familia Larsson, por ellos consiguió el empleo, porque obviamente es una irresponsable. —Pero si la despiden también del restaurante de su país… —Aunque le dieran la espalda que no creo que lo hagan, ella es incluso amiga de la esposa de Robert Mendoza, el dueño de Ranch Cold.
Joseph salió corriendo del restaurante, no le dio explicaciones a Pierre. Llegó al hospital, ubicó a su abuela y a Silvia la esposa de su hermano que desesperada lo había llamado. — ¿Qué ocurrió? —Preguntó al ver a su cuñada con la cara hinchada de tanto llorar. —Lo consiguieron en la calle en la madrugada golpeado —explicó Aurora. —Lo golpearon brutalmente cerca de un casino, ya no sé qué hacer con Alfredo —se lamentó Silvia. Joseph suspiró sintiéndose culpable, cuando pagó la deuda de Alfredo, el dueño del casino Fortuna le advirtió que al ser expulsado del Fortuna buscaría otros casinos y habían lugares donde podrían matarlo. Y si Diego Coppola lo decía debía ser cierto, aunque los Coppola eran ilustres hombres de negocios sin deudas con la ley, se rumoraba que eran poderosos mafiosos. La pobre Silvia estaba muy mortificada, aunque Alfredo fuera un sinvergüenza era su esposo y ella lo amaba. —Ha ido acabando con todas las joyas, incluso las cadenas d
— ¡Pero qué demonios! —Exclamó Joseph avergonzado y quiso bajar de la camilla, pero cuando intentó afincar la pierna izquierda se fue al suelo. Paola de inmediato lo ayudó a levantarse. — ¿Dígame qué hace aquí? ¿Me está acosando? —Inquirió Joseph altanero. — ¡No!, busco al doctor Harold Reynolds, él es el doctor de mi hija. Joseph se apoyó en el hombro de Paola más de lo que quería, su pierna dolía horrores. Paola era fuerte y lo toleró con entereza, ayudándolo a subir a la camilla. — ¡Y simplemente pasa adelante! —vociferó Joseph iracundo sin creerle nada—, ¡acaso afuera no está la inútil que según organiza a los pacientes!, ¿qué quiere usted de mí que me persiguió hasta aquí? — ¡Afuera no había nadie! —Respondió Paola igualando su tono de voz—, ¡llamé y usted dijo adelante, creí que era el doctor! Yo no quiero nada de usted, ¡no me hacen falta sus gritos! — ¡Pásame los pantalones! —ordenó Joseph. Fue entonces cuando Paola vio la deformidad en la pierna de J
— ¿Qué? —Paola se echó a reír —. ¿Me está pidiendo matrimonio? —preguntó Paola convencida de que está dormida y tiene un extraño sueño de esos que no tienen el más mínimo sentido. Joseph rascó su nuca y se ve rojo como un camarón. —Permítame explicarle, lo que le propongo es un matrimonio por conveniencia, será beneficioso para ambos. Paola cada vez entiende menos lo que le dice Joseph y para ella la única conclusión lógica es que se está burlando de ella. — ¿Eso no es lo que hacen los reyes para juntar sus fortunas?, porque se equivocó de chica. —Obviamente no quiero casarme con usted por sus riquezas —mira a su alrededor con su acostumbrado desdén—. Debería estar agradecida con mi propuesta —completó con altanería. Paola abrió la boca y alzó las cejas y rio irónica. — ¿Más o menos por qué debería estar agradecida? Aguantarlo no es nada fácil como jefe no digamos como marido —Paola entrecerró los ojos—. Chef Joseph ¿Es acaso esa su manera de enamorar a una c
A la mañana siguiente después del almuerzo Joseph estaba en su oficina organizando su trabajo como gerente del restaurante y tocaron a la puerta. — ¡Adelante! La puerta fue abierta por Paola. —Chef Joseph, vine por mi paga. Joseph observó a Paola, por supuesto no tenía el uniforme del restaurante y ahora podía notar que la miseria no solo estaba en su casa, también en la ropa que usa, barata y ancha, para colmo acorde a una mujer mayor y de color mostaza, la hacía ver más gorda que con el entallado delantal negro. Sin embargo ella tiene la cara en alto, mostrando orgullo y soberbia. Joseph hizo un gesto de desagrado y asintió con la cabeza para que entrara. Paola se sentó frente al escritorio y esperó en silencio. Joseph buscó la chequera del restaurante y llenó el pago de una semana y lo puso frente a ella sin decir una palabra. Paola vio el monto. —Chef, yo tenía que estar aquí por un mes más. Joseph la miró y cruzó los brazos. —Pero no trabajará
Joseph jamás se sintió tan humillado en la vida, ni siquiera cuando lo abandonó Chloe a quién amaba con locura, al menos ella lo rechazó en privado, pero Paola había literalmente corrido a vomitar. Para Joseph era claro que ella le tenía asco. —Felicitaciones Joe —dijo Diego dándole la mano mostrándose más tranquilo—, de seguro es un error. Joseph no sabía qué decir, pero aceptar una felicitación le parecía mal, aunque Diego sabía que era por conveniencia el matrimonio. Rebeka que es una joven vivaracha y amable le dio un beso en la mejilla. —Se lo traían escondidito, pero ni tanto, porque Johana siempre le dijo a Paola que entre ustedes había mucha tensión sexual y Paola lo negaba —bromeó Rebeka. Joseph no entendía a qué se refería Rebeka, pero los Larsson y los Mendoza eran familia, Rebeka conocía muy bien a las amigas de Paola porque ella era cercana a las labores de colaboración al orfanato donde creció Paola. — ¿Te refieres a Johana, la esposa de Robert
Para Joseph, Pierre era más su hermano que el mismo Alfredo, Pierre había estado con él en su peor momento, lo cubrió en el restaurante cuando tuvo el accidente, notó el cambio en su personalidad y lo comprendió, aunque Joseph le había prometido trabajo dirigiendo una posada en París y no cumplió, fue leal y se había quedado ayudándolo sin pedir nada a cambio. Ahora él como un desgraciado le bajaba a la mujer que le gustaba. — ¡Pierre!, espera… Pierre no paró hasta llegar al estacionamiento trasero en la zona de descarga. Paró y volteó con las manos en las caderas y sin ver a Joseph a los ojos. —Yo como un imbécil te digo que me gusta la chica y tú te burlas de mí diciéndome que la invite a salir cuando ya estaba contigo. —Pierre, las cosas no son como piensas, en realidad ella no está enamorada de mí o yo de ella. — ¿Qué? Ella es madre soltera y tú te aprovechas de su vulnerabilidad ¿De cuando acá quieres casarte? —Ella acepta casarse conmigo por convenien