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Capítulo 03. Sin excusas

Joseph no podía creer lo que le pedía su abuela.

   — ¿Abuela, te has vuelto loca?

   Aurora viuda de Rinaldi era una mujer dura, altiva y con una arrogancia innata que Joseph había heredado de ella.

   —Igual necesitas una esposa.

   —Ni siquiera quiero casarme y tener un hijo además, eso es demasiado…

   —No sé qué pasaba por la mente de Lorenzo cuando puso esa condición, ¡Alfredo quiere vender todo! —Exclamó Aurora aún conmocionada.

   —Te duele que se pierdan las empresas —Inquirió Joseph con ironía.

   — ¡Claro que me duele que se pierdan las empresas! Mucho luché con tu abuelo por ellas.

   — ¿Y si es cierto y el abuelo no quiso que yo heredara porque piensa que soy el culpable de la muerte de mis padres?

   —Eso es ridículo, fue un accidente, Alfredo no debió decir lo que dijo, pero tú fuiste muy hiriente con él también. 

   —Mi abuelo no estaba contento conmigo —le indicó Joseph muy seguro.

   —Tu abuelo quería que olvidaras a Chloe y rehicieras tu vida. Él te amaba —pronunció Aurora y su voz se quebró—, Lorenzo no pudo haber cambiado el testamento sin decirme.

   —Es una trampa de Alfredo entonces...

   — ¡Santo Cristo! Joseph ¿por qué no me dijiste nada respecto a las deudas de casino de tu hermano?

   —Alfredo siempre fue un niño malcriado, pagué su deuda y lo dejé pasar, pero pues mira como ahora consigue el dominio de una fortuna, hará que lo maten y dejará a su mujer e hijos sin nada.

   Aurora dio una palmada resuelta a solucionar las cosas.

   —Entonces no solo por las empresas que necesitan de mucho, por el bien de Alfredo; debes enamorarte, casarte y dejar embarazada a una mujer, el tiempo corre, son solo seis meses.

   —Ah pues que fácil decirlo —expresó Joseph con ironía.

   — ¿Por qué no sería fácil? Eres un hombre guapo, millonario y de éxito…

   —Con horribles cicatrices que dan asco, además, juré no casarme, se te olvidó esa parte.

   Joseph regresó al restaurante, por supuesto su cabeza era un caos.

   Paola quería hablar con él, pero Joseph no le permitió hacerlo, después del servicio de almuerzo tenía apuro por regresar a su oficina.

   —Chef ¿me permite hablar con usted? Dijo Paola atravesándose en su camino para que no la ignorara.

   —Prepare su comida de entrada, plato fuerte y postre, le quedan pocas horas para prepararse.

   —Chef, quería decirle que tengo un inconveniente…

   Paola lo siguió para explicarle y Joseph paró en la puerta de su oficina y obstaculiza la puerta demostrando que no era bienvenida.

   — ¡Sin excusas!, me pidió demostrarme que podía quedarse con mi puesto, pues bien, no podrá decir que no le di la oportunidad —Joseph cerró la puerta de la oficina en su cara.

   Paola suspiró derrotada, pero pensó que no todo estaba perdido, su hija era muy inteligente y una rebanada de pastel más una tablet con juegos tendrían que servir como niñera.

   « ¿Qué madre no ha permitido que su hijo se entretenga con videos mientras está ocupada?».

   Joseph en su oficina pasó seguro y cerró las persianas, no soportaba el dolor en la pierna.

   Cuando tenía días estresantes el dolor aumentaba, se quitó la filipina y quedó en franelilla para estar más cómodo y se acostó en el sofá

   Joseph nunca salía sin mangas largas para no mostrar las cicatrices de las quemaduras de sus brazos, pensaba que su piel era repulsiva y agradece que su cara no hubiera sufrido daño.

   Al final de la tarde muy digno y ya sintiéndose mejor salió de la oficina y recibió a su abuela acompañada de Cristian, un buen amigo de infancia y abogado.

   —Mira a quién traje —expresó Aurora sonriente.

   —Cristian que bueno verte ¿Qué es de tu vida? —preguntó Joseph dándose cuenta del tiempo que no ha socializado con amigos.

   —Estoy bien, mi esposa está embarazada.

   —Te felicito, perdón por haberme perdido —musitó Joseph.

   —No te preocupes, te entiendo, pero ahora no tienes excusa para…, bueno tomar algo conmigo y los amigos.

   Joseph notó que Cristian miraba su bastón.

   —Puedo jugar billar —contestó Joseph, sabía qué era lo que iba a sugerir Cristian y se detuvo—. Incluso puedo ganarte aún con una pierna mala.

   Cristian sonrió y le dio una palmada en la espalda a Joseph, aliviado de no haberlo molestado.

   —Creí que había metido la pata —arguyó incómodo.

   —No te preocupes… —contestó Joseph zanjando el tema. 

     Joseph les señaló el comedor en invitación a su amigo y abuela.

   — ¿Podrás sentarte con nosotros? —preguntó Aurora sorprendida.

   —Hoy el servicio será dirigido por una chica que planeé dejar aquí cuando tuviera que irme, pero ahora no sé qué rayos haré si Alfredo se queda con la presidencia.

   Joseph eligió una mesa donde sabía que Paola podría verlo, esperaba mantenerla lo suficientemente presionada.

   —Cariño no me dijiste que ya habías encontrado quién pudiera quedarse con la dirección del restaurante —inquirió Aurora.

   —Una chica joven y trabaja mejor bajo presión...

   — ¿Y es bonita? —preguntó Cristian interrumpiéndolo moviendo sus cejas.

   Joseph apenas sonrió.

   —Estás casado Cristian.

   —Lo digo por ti.

   —Por favor amigo, no hables de esas cosas delante de mi abuela senil.

   —Senil tu trasero… —le reclamó Aurora y Joseph se carcajeó de risa.

   Paola estaba concentrada enviando a las mesas las órdenes y vio carcajearse de risa a Joseph, por un momento la distrajo, jamás lo había visto reír.

   —Se ve hermoso cuando se ríe el muy desgraciado —murmuró y le llegó otra orden.

    «Concéntrate Paola» Se reprendió a sí misma.

   

   En la mesa de Joseph entraron en tema, Aurora le explicó a Cristian lo concerniente al testamento y le entregó una copia para que el abogado revisara después de comer.

   —Pienso que un matrimonio arreglado podría ser una solución —contempló Aurora.

   Joseph la miró alzando las cejas y negando con la cabeza.

   Ordenó lo que hizo Paola al mesero, así la evaluaría.

   El abogado después de leer les dijo:

   —Demostrar que Lorenzo Rinaldi fue influenciado por un tercero o que no estaba en pleno uso de sus facultades mentales es difícil.

   —Creo que Joseph debería ir buscando novia, apenas tiene seis meses para ello —inquirió Aurora.

   Cristian levantó los ojos del documento y preguntó con urgencia.

   —Don Lorenzo estuvo muy enfermo por meses, ¿cuándo dejó el cargo por enfermedad?

   —En Agosto —respondió Aurora de inmediato.

   —Está por terminar Enero, según la condición del testamento es a partir de que el señor Lorenzo dejara la presidencia, los seis meses están por ocurrir, ya Joseph debería estar casado y con un hijo, solo le quedan días.

   — ¿Entonces se acabó? ¿No puedo hacer nada?—preguntó Joseph.

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