Nuevo empleo

«¿La policía? — pensó —. Yo acabo de mudarme literalmente ¿Cómo voy a tener problemas con eso? No… Imposible. Pero por si acaso ocultaré a Ben».

Rápidamente colocó a Ben en una frazada y lo ocultó detrás de la maleta que era lo suficientemente alta.

Luego de acomodarse el cabello, abrió la puerta, revelando a dos policías parados en su puerta. Ambos vestían uniforme, sus insignias brillaban en la penumbra.

El nerviosismo se hacía presente en cuanto los oficiales le pidieron revisar el lugar. No se tardaron demasiado y ni siquiera notaron la presencia de Ben.

Al no haber nada sospechoso e incriminatorio para ellos, los oficiales se fueron no sin antes pedirle sus datos y Margaret se los dio con gusto. Cerró la puerta y la echó llave, sus manos temblaban mientras lo hacía.

Sacó al bebé de su escondite y agradeció que no hubiese hecho ruido. Regresó a su cama con Ben y tras haber pasado los minutos no pudo volver a dormirse, pero nuevamente tocaron a la puerta. La idea de que alguien, o algo, estuviera fuera de su puerta era demasiado para ella.

—Buenas noches — dijo una joven con una sonrisa amistosa —. Espero no molestarte. Solo quería presentarme y ver si todo está bien.

Margaret sintió una mezcla de emociones. Por un lado, agradeció la preocupación de su vecina. Por otro lado, sintió una punzada de sospecha.

— Todo está bien, gracias — aseguró Margaret, tratando de ocultar su sueño y de sonreír lo más relajada posible.

— Soy Tatiana — se atrevió la vecina a decir, extendiendo su mano —. Noté que te acabas de mudar al edificio el día de hoy y quería presentarme.

Margaret sintió que la invadía una ola de alivio. Tatiana parecía genuinamente amistosa y nada sospechosa.

— Es un placer conocerte, Tatiana Soy Margaret.

A partir de ese momento, Margaret y Tiana se hicieron amigas rápidamente. Pasaron el resto de la noche charlando y conociéndose, uniéndose por su mutuo amor por los libros y el café.

Incluso a Ben le había agradado el tono de voz de la joven maestra de párvulos.

En cuanto la chica le habló de una oportunidad de empleo en el colegio donde ella trabajaba, a Margaret se le iluminaron los ojos y no pudo evitar abrazar a Tiana porque coincidentemente, era el tipo de trabajo que ella estaba buscando.

Se despidió de manera rápida y Margaret la acompañó hasta la puerta.

Pronto el Beeper sonó desde alguna parte del equipaje. En cuanto lo vió, se alivió al descubrir que era un mensaje de James:

“Margaret, te espero mañana en el parque de Beaufort a las 9:30 AM. No tardes y dulces sueños”.

Ella no pudo evitar esbozar una sonrisa y el sueño la venció junto a su bebé.

A la mañana siguiente Margaret se despertó con el sonido de los gritos de Ben. Se frotó los ojos y se sentó en la cama, mirando el reloj de la mesita de noche.

Rápidamente se levantó de la cama y fue a la cuna para ver cómo estaba Ben y preparó su biberón. Luego terminó de arreglarse y se apresuró a sacar a bebé de su lugar de dormir. Ella le habló mientras lo cambiaba:

— Está bien, es hora de limpiarse y salir a caminar.

En cuanto llegó al parque central, James entregó el currículum. Ella miró el documento y sonrió.

— Esto es perfecto, James. No puedo agradecerte lo suficiente — Margaret lo vio con indicios de lágrimas.

— No hay de que — dijo James con esa amplia sonrisa que siempre lo caracterizaba.

James asintió mientras sus ojos escrutaban todo el parque, no podía bajar la guardia.

— Muchas gracias — dijo Margaret agradecida mientras arrullaba a Ben para que no se desesperara—. Realmente apreciamos toda tu ayuda.

— No hay problema, Margaret. Tú y Ben son importantes para mí, lo sabes — Margaret no pudo evitar sentir una sensación cálida en el pecho.

Luego de que James le contara a Margaret brevemente el día de perros que le había tocado vivir, ambos se despidieron con un corto abrazo para prometerse que estarían en contacto.

Margaret prácticamente corrió hacia su departamento y comenzó a prepararse para la entrevista. Se vistió lo mejor que pudo, se arregló el cabello y se aplicó un poco de maquillaje.

Con el currículum en su bolso y Ben en brazos, Margaret caminó hacia el jardín de infantes donde encontró a Tatiana, su vecina que ya se encontraba en horas laborales.

—Hola, Margaret, ¡qué sorpresa!

—¿Cómo estás? — preguntó Margaret, tratando de sonar alegre a pesar de sus nervios.

— Estoy bien, Margaret. Es bueno ver que sí te animaras a intentarlo — respondió Tatiana, sonriendo al bebé en los brazos de Margaret.

— Bueno… estoy buscando donde es la entrevista con el director, por favor — dijo Margaret, mirando alrededor con nerviosismo.

— La oficina de la directora está por allá — Tatiana le señaló el camino —. Déjame llevar a Ben a la habitación de los bebés. Lo cuidaremos muy bien —dijo, tomando a Ben de los brazos de Margaret.

— Gracias, Tatiana, en serio te lo agradezco — Margaret estaba aliviada de no tener que preocuparse por el bebé durante la entrevista.

Pronto Margaret caminó hacia la oficina de la directora. Llamó a la puerta y la recibió una mujer de mediana edad con una expresión severa.

La directora le estrechó la mano y le hizo un gesto a Margaret para que tomara asiento.

Margaret agradeció a la directora y salió de la oficina, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad. No estaba segura de, si lo había hecho lo suficientemente bien como para conseguir el trabajo, pero esperaba lo mejor.

No pasó mucho tiempo para que la directora la llamara a la oficina y la invitara a tomar asiento.

El corazón de Margaret dio un vuelco cuando escuchó la noticia de que ¡obtuvo el trabajo!

Cuando salió de la oficina, le contó todo a Tatiana y ambas se abrazaron de felicidad. No podía esperar para comenzar su nuevo trabajo y ver qué le deparaba el futuro a ella y a su hijo.

Mientras salía del Jardín de niños y paraba un taxi, no pudo evitar sentirse observada una vez más, pero no quiso prestarle atención, debía dejar esos sentimientos paranoicos, no podía vivir con miedo todo el tiempo.

Sin embargo, no pudo dejar pasar por algo que un vehículo venía a una distancia considerable pero demasiado cerca.

«¿Acaso viene… siguiéndonos?», pensó y se abrazó a Ben con un miedo irremediable.

A medida que el taxi aceleraba, el corazón de Margaret se aceleró más. Miró por encima del hombro y vio que el mismo coche seguía siguiéndolos.

Se inclinó hacia delante y le dijo al conductor que girara hacia una calle lateral para ver si el auto la seguía. Efectivamente, el auto también giró.

Margaret comenzó a entrar en pánico. ¿Quién podría estar siguiéndola y por qué? Había dejado todo atrás para comenzar una nueva vida con Ben, pero parecía que su pasado la estaba alcanzando.

Rebuscó en su bolso, pero efectivamente había olvidado el Beeper para pedir ayuda a James; se maldijo por aquel descuido. Trató de pensar en quién podría estar detrás de esto, pero su mente se quedó en blanco para dejar de pensar en el hombre de sus pesadillas.

El taxista notó su angustia y preguntó:

— ¿Está todo bien, señorita?

— Sí, estoy bien. Gracias por preguntar — Margaret trató de ocultar su miedo.

El conductor sabía que estaba mintiendo, pero no quería insistir en el tema. Mientras continuaban conduciendo, el automóvil detrás de ellos persistió en seguirlos. Margaret comenzó a sentirse atrapada e indefensa.

De repente, el auto detrás de ellos se desvió en la esquina anterior, pero luego una moto se descontroló chocó contra un auto estacionado.

Margaret saltó, sorprendida por el fuerte ruido. El taxista se detuvo y salió corriendo para ver si alguien estaba herido. Margaret se quedó en el taxi, sujetando a Ben con fuerza.

El conductor regresó a su vehículo.

— Parece que perdieron el control. Golpearon ese auto muy fuerte, pero no parece que nadie haya resultado herido.

Margaret respiró aliviada, contenta de que estuvieran a salvo. Se dio cuenta de que el automóvil que los seguía probablemente no la perseguía específicamente a ella y que los accidentes ocurren en el momento menos esperado y más cuando comenzaba a lloviznar, pero aún se sentía inquieta.

El conductor se ofreció a llevarla el resto del camino a su destino, pero Margaret se negó y le pagó por el trayecto que ya habían recorrido. Quería caminar el resto del camino y aclarar su mente.

«En serio, estoy comenzando a dudar si realmente estamos a salvo aquí en Beaufort. Creo que debí haberle hecho caso a James e irnos mucho más lejos», pensó mientras caminaba en la acera, lejos de la llovizna.

Margaret se dirigió hacia su edificio de apartamentos, sosteniendo a Ben cerca de su pecho, notó que el mismo auto de antes estaba estacionado en la calle. Su corazón comenzó a acelerarse y aceleró el paso, tratando de llegar a casa lo más rápido posible.

Cuando se acercaba a su edificio de apartamentos, el automóvil se detuvo repentinamente y bloqueó su camino.

El corazón de Margaret latía con fuerza mientras trataba de mirar a través de la lluvia y ver quién estaba dentro. Se congeló cuando vio a aquel hombre bajar del auto.

¡Richard él era el hombre que la había estado siguiendo todo ese tiempo!

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