25/08/2023 ¡Hola! Oficialmente he dado un cierre a esta historia que amé escribir. Espero que quien haya llegado hasta aquí haya disfrutado leerla, déjame una reseña con tu opinión, realmente lo agradeceré mucho. Mi siguiente proyecto de novela se llama "Amor en números rojos", te invito a leerla en esta app y a seguirme para que veas las demás que vendrán, te espero por allá ¡Hasta pronto!
El trayecto había sido largo, al igual que la desesperación y aquel sentimiento de terror que parecía perforar su pecho hasta el límite, pero al fin aquello había cesado y la calma se sentía como beber de un oasis en el desierto, tan valiosa como el oro que un suspiro de alivio se escapó de su garganta. Al fin Margaret Hall podía respirar y mientras sostenía a su pequeño Ben en brazos, quien yacía dormido, tan ajeno a todo lo que había acontecido en las últimas cuarenta y ocho horas.Volteó a ver al hombre que permanecía a su lado y que empezaba a cabecear mientras se trataba de hacer el intelectual, pero ella sabía que le aburría leer. James tenía ese efecto de hacerla reír siempre, aunque ni se lo propusiera. Los ojos azules de Margaret expandieron sus pupilas con un asombro inusual y sus comisuras se arquearon hacia arriba por inercia al contemplar lo esponjoso de las nubes, casi tangibles y que hacían un contraste perfecto con los rayos del sol que traviesos se colaban entre ell
Margaret se despertó en una habitación de hospital, desorientada y confundida. Trató de sentarse, pero su cabeza daba vueltas y gimió, recostándose en la cama. Miró alrededor de la habitación, tratando de recordar lo que había sucedido, pero sus recuerdos eran borrosos e indescifrables. Lo último que recordaba era estar en brazos de Alexander y con Ben en brazos... ¡¿Dónde estaba su bebé?!—¿Disculpe? —Margaret llamó a la enfermera que pasaba por su habitación— ¿Dónde está mi bebé? ¿Puedo verlo?La enfermera no respondió, en cambio, sonrió y salió de la habitación. Margaret frunció el ceño y volvió a intentarlo con otra enfermera que entró para comprobar sus signos vitales.—Por favor… ¿puede decirme dónde está mi bebé? —Margaret preguntó, la desesperación arrastrándose en su voz.—Lo siento, no tengo permitido hablar de eso contigo —dijo antes de salir de la habitación.Margaret estaba empezando a sentir pánico. ¿Por qué no le dijeron dónde estaba su bebé? ¿Estaba bien? Trató de l
«¿La policía? — pensó —. Yo acabo de mudarme literalmente ¿Cómo voy a tener problemas con eso? No… Imposible. Pero por si acaso ocultaré a Ben».Rápidamente colocó a Ben en una frazada y lo ocultó detrás de la maleta que era lo suficientemente alta. Luego de acomodarse el cabello, abrió la puerta, revelando a dos policías parados en su puerta. Ambos vestían uniforme, sus insignias brillaban en la penumbra.El nerviosismo se hacía presente en cuanto los oficiales le pidieron revisar el lugar. No se tardaron demasiado y ni siquiera notaron la presencia de Ben.Al no haber nada sospechoso e incriminatorio para ellos, los oficiales se fueron no sin antes pedirle sus datos y Margaret se los dio con gusto. Cerró la puerta y la echó llave, sus manos temblaban mientras lo hacía. Sacó al bebé de su escondite y agradeció que no hubiese hecho ruido. Regresó a su cama con Ben y tras haber pasado los minutos no pudo volver a dormirse, pero nuevamente tocaron a la puerta. La idea de que alguien,
¿Cómo se iba a imaginar que era él? Si era evidente que iba en otro auto diferente al que usaba hace un par de días, con el que se había accidentado y casi los aplastaba.— Margaret, lamento haberte asustado — dijo Richard mientras salía del auto y se acercaba a ella —. Solo quería asegurarme de que tú y Ben estuvieran bien.— ¿Qué quieres decir con que quieres asegurarte de que estamos bien? Parece que, nos estás acosando — inquirió ella con su voz temblando.Richard la miró con preocupación, cosa que enrareció más a Margaret. Era evidente que desconfiaba, pero podía ver un dejo de sinceridad en los ojos de Richard. — Aprecio tu preocupación, pero no necesito tu ayuda — dijo con firmeza.— Margaret, déjame ayudarte solo por esta vez — suplicó Richard —. Es solo que… aún me siento culpable por lo de la otra noche.Margaret vaciló. Siempre había sido independiente, pero no podía negar que se estaba preparando para esforzarse para llegar a fin de mes y criar a Ben sola. — No lo sé — d
Margaret se despertó al día siguiente con el corazón apesadumbrado. Tenía emociones encontradas después de los eventos del día anterior. Estaba feliz de tener un nuevo trabajo y un lugar al que llamar hogar, pero también estaba asustada por lo que había sucedido con… Ella despabiló, ya debía dejar de pensar tanto en su nuevo jefe, tenía que centrarse en lo que realmente importaba: mantener un perfil muy bajo para ocultarse de Alexander. Mientras se preparaba para el trabajo, trató de alejar pensamientos caóticos de su mente y concentrarse en el día que tenía por delante. Necesitaba ser fuerte por Ben y por ella misma. Cuando llegó al jardín de infantes, la recibió su nueva compañera de trabajo y vecina, Tatiana. Margaret sonrió y trató de actuar como si todo estuviera bien, pero Tatiana podía ver a través de ella. —Hola Margaret, ¿está todo bien? Pareces un poco apagada —preguntó Tatiana con una expresión de preocupación en su rostro. Margaret vaciló por un momento antes de re
El corazón de Margaret estaba acelerado mientras se adentraban más en aquel callejón que cruzaba de una avenida a otra. Ella observó que al otro lado había otra persona también vestida de negro, pero una máscara cubría su rostro. Ben no dejaba de llorar y eso incrementaba los insultos del hombre alto, de quien no pudo ver su rostro. Pronto los llantos del bebé acrecentaron y en cuanto el hombre quiso arrebatárselo de los brazos, una ira inmensa emergió de todo el cuerpo de Margaret y comenzó a forcejear con todas sus fuerzas. Agarró la tapa de un bote de basura cercano y lo usó para desviar sus golpes mientras se abalanzaban sobre ella. Sabía que tenía que seguir moviéndose, seguir luchando, o la atraparían y se la llevarían a Alexander. —¡Aléjese de mí! —ella gritó mientras giraba la tapa hacia uno de los secuaces, conectándose con su cabeza y enviándolo tambaleándose hacia atrás. Margaret dejó a su pequeño detrás del bote de basura y logró que la atención del maleante siguiera
Ahí se encontraban aquellos dos hombres, viéndose de una manera retadora. Margaret se colocó en medio con discreción, miró a James con súplica para que no lo enfrentara, ya que ella le aclararía las cosas en el trayecto a casa.Margaret observó mientras Richard se alejaba, sintiendo una mezcla de alivio y decepción Su corazón todavía estaba acelerado por el casi beso que habían compartido, y no podía quitarse la sensación de que algo andaba mal entre Richard y James. James se acercó a ella con preocupación en sus ojos. —Margaret, ¿estás bien? ¿Qué fue lo que pasó? ¿Ya me puedes explicar quién rayos es ese hombre? Margaret respiró hondo y trató de calmarse: —Estoy bien, James. Su nombre es Richard y es mi jefe. Acaba de encontrarme y quiso encaminarme. Me asusté un poco antes, pero todo está bien ahora. —¿Qué clase de susto? —los ojos de James se entrecerraron. Margaret vaciló por un momento antes de decidir decirle la verdad. —Casi me secuestran unos hombres. Trabajaban para
Los labios de Margaret temblaban, su voz no deseaba salir y sus oídos no querían escuchar la realidad de quien estuviese al otro lado de la línea. Pero respiró profundo para tomar valor y hablar de una vez.—¿Quién habla? —respondió tajante. —A que no adivinas… —dijo aún con esa voz tenebrosa que le ponía los pelos de punta. —No estoy bromeando, ya dígame quien habla —exigió Margaret. Margaret dejó escapar un suspiro de alivio y se apoyó contra la pared, con el teléfono todavía pegado a la oreja. —Señor Richard —dijo ella, su voz temblando ligeramente— Pero, ¿qué hace llamando tan tarde? ¿Y cómo obtuvo mi número? —Digamos que, lo averigüé —rió suavemente—. Lo siento, Margaret respondió con voz gentil—. Solo quería asegurarme de que estabas bien. Después de lo que sucedió hoy, no podía dejar de pensar en ti. Necesitaba escuchar tu voz. El corazón de Margaret dio un vuelco al escuchar las palabras de Richard. No podía negar el hecho de que ella también había estado pensando en él,