Los labios de Margaret temblaban, su voz no deseaba salir y sus oídos no querían escuchar la realidad de quien estuviese al otro lado de la línea. Pero respiró profundo para tomar valor y hablar de una vez.—¿Quién habla? —respondió tajante. —A que no adivinas… —dijo aún con esa voz tenebrosa que le ponía los pelos de punta. —No estoy bromeando, ya dígame quien habla —exigió Margaret. Margaret dejó escapar un suspiro de alivio y se apoyó contra la pared, con el teléfono todavía pegado a la oreja. —Señor Richard —dijo ella, su voz temblando ligeramente— Pero, ¿qué hace llamando tan tarde? ¿Y cómo obtuvo mi número? —Digamos que, lo averigüé —rió suavemente—. Lo siento, Margaret respondió con voz gentil—. Solo quería asegurarme de que estabas bien. Después de lo que sucedió hoy, no podía dejar de pensar en ti. Necesitaba escuchar tu voz. El corazón de Margaret dio un vuelco al escuchar las palabras de Richard. No podía negar el hecho de que ella también había estado pensando en él,
Cuando se acercó a una señal de alto, Margaret vio una cara familiar en la acera. Era el Sr. Richard. Sintió que la invadía una ola de alivio y se detuvo a un lado de la carretera. El Sr. Richard caminó hacia su auto y se asomó por la ventana. —¡Oye, Margaret! ¿Está todo bien? —preguntó, la preocupación estaba grabada en su rostro.—No lo sé —dijo Margaret, con voz temblorosa—. Me están siguiendo y no sé qué hacer.El Sr. Richard la miró por un momento antes de enderezarse.—Sígueme —dijo, y caminó de regreso a su auto.Margaret hizo lo que le dijo y siguió el auto del Sr. Richard. Condujeron a través de un laberinto de calles y callejones, y Margaret no tenía idea de hacia dónde se dirigían. Finalmente, se detuvieron frente a un gran almacén. El Sr. Richard salió de su auto y le indicó a Margaret que hiciera lo mismo.—Espera aquí —dijo, y desapareció en el almacén.Margaret se sentó en su auto, preguntándose qué estaba pasando. Observó cómo el Sr. Richard salía del almacén con un
Margaret no podía quitarse de encima la sensación de inquietud mientras sostenía la tarjeta de visita en la mano. Siguió mirándola, preguntándose qué tipo de reunión sería y por qué parecía tan importante. Trató de alejar la idea de peligro de su mente, pero no podía ignorar la persistente sensación de que algo no estaba bien.Mientras estaba allí sentada, perdida en sus pensamientos, sonó su teléfono, interrumpiendo su línea de pensamiento. Ella respondió y, para su sorpresa, era Richard al otro lado de la línea.—Hola, Margaret. ¿Cómo estás? ¿Todo bien de camino a tu casa? —preguntó, su voz suave y amistosa.—Estamos bien, muchas gracias, aunque no debe preocuparse de más —respondió Margaret, con el corazón acelerado por el sonido de su voz.—Es de corazón, es porque me nace. Margaret se detuvo a analizar la situación. Richard había acudido a su rescate cuando más lo necesitaba, y no podía negar la admiración que sentía por él, aunque deseara alejarse y poner una rotunda distanci
A la mañana siguiente, Margaret se levantó con una mezcla de entusiasmo y nerviosismo. Nunca había tenido en mente cambiar su look, pero sabía que era algo necesario y que la compañía de Tatiana alivianaría un poco la tensión de aquel cambio importante.Margaret estaba nerviosa cuando entró al salón de belleza con Tatiana y su bebé Ben. Siempre había dudado en cambiar su peinado, pero Tatiana la convenció de que, si deseaba un buen cambio, ese era el momento indicado, además ella misma sugirió el salón.Mientras caminaban hacia el mostrador de recepción, Tatiana susurró:—Confía en mí, esto te va a encantar. Va a cambiarlo todo.Margaret sonrió débilmente, sin saber si estaba lista para un cambio tan drástico. Pero Tatiana era su única amiga en Beaufort y desde que se mudó allí, siempre había estado ahí para ella, así que decidió confiar en lo que dijera.La recepcionista los saludó calurosamente y los acompañó a la silla del estilista, Tatiana se quedó sosteniendo al inquieto Ben qu
Margaret sintió que la invadía una sensación de impotencia mientras trataba de procesar todo lo que estaba sucediendo. Sabía que necesitaba mantenerse fuerte y defenderse, pero no sabía cómo. La nota de advertencia la hizo sentir más sola y vulnerable que nunca.Cuando se sentó en su sofá, Margaret se dio cuenta de que tenía que tomar algunas decisiones difíciles. Tenía que ser inteligente y estratégica en la forma en que manejaba a Alexander y sus hombres. Margaret no podía dejar que ganaran y haría lo que fuera necesario para protegerse a sí misma y a sus seres queridos.La nota era una llamada de atención, un recordatorio de que no podía bajar la guardia ni un segundo. Margaret sabía que tenía que mantenerse concentrada y alerta frente al peligro.Con tanta revolución, Margaret cayó en la cuenta de que había quedado de hablar con James. Se levantó como un resorte y se cambió para dicha cita. Alistó a Ben y salió en el auto, por suerte el lugar no era lejos.Margaret llegó al café
El corazón de Margaret se aceleró cuando escuchó la voz de Alexander al otro lado de la línea. —¿Quién demonios te dio mi número? —cuestionó ella, con su voz temblorosa. —¿Acaso no te da gusto escucharme? —dijo Alexander, con un tono socarrón. —Jamás en la vida me daría gusto escucharte —espetó Margaret. Ben escuchó la voz tensa de su madre y se inquietó. —Escúchame, Margaret, te di la oportunidad de volver a mí y elegiste mantenerte alejada y encima llevarte a Ben. Eso fue un grave error —dijo Alexander, con la voz llena de ira. —¿Qué es lo que deseas? ¿Acaso no te ha bastado el daño que ya has ocasionado? —preguntó Margaret, tratando de sonar confiada, pero su voz temblaba. —Quiero que vuelvas a mí, Margaret. Quiero que vuelvas a ser mía. Deja ese lugar y vuelve a mí. Puedo ofrecerte todo lo que quieras, lo sabes —dijo Alexander entre dientes. —Primero que nada ¡No soy tuya ni de nadie! Y no voy a dejar mi trabajo o mi vida, Alexander. Tienes que detener esto —dijo Marg
Margaret intentó mantener la distancia, pero Richard se acercaba demasiado e hizo que ella retrocediera. La joven madre pudo sentir que su corazón se aceleraba cada vez más cuando lo veía, observando sus hermosos rasgos, esa elegancia al caminar y sus anchos hombros.—Buenos días, Margaret —dijo Richard, su voz era profunda y seductora.—Buenos días, Sr. Richard —respondió Margaret, tratando de mantener la voz firme.Richard se inclinó aún más cerca, con su cálido aliento en su mejilla. —Te ves… diferente —dice, sus ojos recorrieron su cuerpo con detenimiento.Margaret sintió que sus mejillas se sonrojaban mientras daba un paso atrás, tratando de poner algo de distancia entre ellos. —Decidí cambiar un poco las cosas —dijo, tratando de sonar casual.Richard asintió, con una pequeña sonrisa jugando en sus labios. —Bueno, te ves hermosa —dice, con sus ojos fijos en los de ella. Sus pupilas se habían agrandado, haciendo que sus ojos se oscurecieran aún más.Margaret sintió que su coraz
Allí estaban las dos amigas y vecinas. Una con las manos temblorosas y la otra sintiendo el corazón en la garganta.Margaret se sorprendió al no más escuchar las palabras de Tatiana. —¿Qué tipo de cosas espeluznantes? —preguntó ella por segunda vez, con insistencia, tratando de mantener su voz tranquila.Tatiana suspiró y miró a Margaret con una mezcla de preocupación y miedo en los ojos. —Descubrí que Richard, nuestro director y jefe, el que todos creímos impecable, tiene antecedentes penales —dijo Tatiana, con su voz apenas por encima de un susurro.El corazón de Margaret se hundió. No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Richard, el hombre por el que había empezado a sentir algo, tenía antecedentes penales? —¿Qué hizo él? —preguntó ella, con su voz temblando de manera inevitable.Tatiana negó con la cabeza. —No estoy segura —dijo mientras se quitaba el sudor de la frente—. Traté de averiguar más, pero la información está sellada. Todo lo que sé es que pasó un tiempo en prisió