—¡Así que el buen hermano decide hacer acto de presencia! ¡No escaparás de las consecuencias de tus acciones! —dijo con un tono despectivo.Richard volteó para encarar a Alexander. A los ojos de Margaret ambos se veían tan similares, pero sus esencias eran totalmente diferentes.—Ya fue suficiente de esto, Alexander. No permitiré que sigas haciendo daño a Margaret. Las acusaciones en su contra son falsas, y lo demostraré a como dé lugar.Alexander hizo una mueca de burla y comenzó a reír siniestramente.—Tus palabras no tienen peso aquí. Te aseguro que pagarás por lo que has hecho. Y Margaret, no importa cuánto intentes aferrarte a él, no te salvará de tu destino. Ambos morirán, este es el final para las escorias de mi vida.Mientras Alexander insultaba a Richard, los guardias lo esposaron y lo sacaron de la celda. Margaret observaba con angustia, deseando poder abrazar a Richard y protegerlo de todo eso.—Richard, mejor huye —dijo Margaret entre sollozos—. No sé qué puede hacer Alexa
Con el corazón latiendo rápidamente, Margaret se adentró en los pasillos oscuros de la cárcel, con la esperanza de encontrar a Richard y escapar juntos. De alguna manera la vida le había dado una segunda oportunidad y no pensaba perderla. Sin embargo, para su infortunio, su camino se cruzó con el de Alexander, quien la encontró antes de que pudiera encontrar a su amado.—¡Así que intentaste escapar, Margaret! —decía entre dientes, mientras la tomaba del cabello—. Pero no irás muy lejos.—¡Suéltame, monstruo! —gritó Margaret, forcejeando mientras que con una mano libre le rasguñó el rostro.—¡Maldita perra, ahora verás! —exclamó Alexander para tomarla por las muñecas mientras buscaba una cuerda.Margaret, después de unos minutos y amordazada por Alexander, se resistió con todas sus fuerzas, pero no pudo evitar ser llevada de vuelta a su celda.Ella, frustrada, pero con una pequeña esperanza, se deshizo de la mordaza y comenzó a planear su próxima oportunidad de escapar.Lo que no había
Margaret, James y Tom se dirigieron al apartamento de Richard, por boca de James, ella sabía que allí se encontraban los pequeños.Ella se sentía destrozada por la pérdida de Tatiana y todas las penalidades que hizo pasar a tanta gente, en especial a la familia Clark.Dentro del apartamento, se encontraron con Alice y John, quienes cuidaban amorosamente de Ben y Jack.—¿Ha venido Richard? —inquirió Alice, esperanzada de que pudiera estar allí, pero con el presentimiento de que Alexander le hubiera hecho daño—. Estoy tan preocupada.—Él está bien, Alice, quien no lo está es Alexander, no sé los detalles, espero que Richard te lo cuente en cuanto venga aquí.—Margaret… —musitó Alice—. Hablas como si ya nunca más fuéramos a vernos ¿Qué ocurre?—No me digas que terminaste con Richard después de todo lo que él luchó para rescatarte —John sonaba abatido, pero eso no fue suficiente para hacer recapacitar a Margaret.—Margaret —intervino James—, necesitamos irnos ahora mismo. Alexander podría
Aquella casa, vaya que era un remanso de paz en medio de la naturaleza, rodeada por una exuberante vegetación. Dicha construcción se alzaba como un refugio acogedor en medio del bosque. Los árboles se erguían altos y majestuosos, sus hojas se balanceaban suavemente con la brisa, creando una melodía susurrante que llenaba el aire. El aire estaba impregnado de los ricos olores de la naturaleza. El aroma a tierra húmeda, a musgo y a hojas frescas llenaba los sentidos. El arroyo cercano añadía un toque de humedad al ambiente, creando una atmósfera fresca y rejuvenecedora. El clima en la casa en las montañas de Richard era fresco y templado, incluso en pleno verano. La neblina a menudo se arrastraba entre los árboles por las mañanas, creando una sensación mágica y misteriosa. La casa en sí se mezclaba con el entorno, construida con madera rústica y piedra local. Grandes ventanales permitían que la belleza de la naturaleza entrara en cada rincón. Una chimenea en el centro de la sala princ
El trayecto había sido largo, al igual que la desesperación y aquel sentimiento de terror que parecía perforar su pecho hasta el límite, pero al fin aquello había cesado y la calma se sentía como beber de un oasis en el desierto, tan valiosa como el oro que un suspiro de alivio se escapó de su garganta. Al fin Margaret Hall podía respirar y mientras sostenía a su pequeño Ben en brazos, quien yacía dormido, tan ajeno a todo lo que había acontecido en las últimas cuarenta y ocho horas.Volteó a ver al hombre que permanecía a su lado y que empezaba a cabecear mientras se trataba de hacer el intelectual, pero ella sabía que le aburría leer. James tenía ese efecto de hacerla reír siempre, aunque ni se lo propusiera. Los ojos azules de Margaret expandieron sus pupilas con un asombro inusual y sus comisuras se arquearon hacia arriba por inercia al contemplar lo esponjoso de las nubes, casi tangibles y que hacían un contraste perfecto con los rayos del sol que traviesos se colaban entre ell
Margaret se despertó en una habitación de hospital, desorientada y confundida. Trató de sentarse, pero su cabeza daba vueltas y gimió, recostándose en la cama. Miró alrededor de la habitación, tratando de recordar lo que había sucedido, pero sus recuerdos eran borrosos e indescifrables. Lo último que recordaba era estar en brazos de Alexander y con Ben en brazos... ¡¿Dónde estaba su bebé?!—¿Disculpe? —Margaret llamó a la enfermera que pasaba por su habitación— ¿Dónde está mi bebé? ¿Puedo verlo?La enfermera no respondió, en cambio, sonrió y salió de la habitación. Margaret frunció el ceño y volvió a intentarlo con otra enfermera que entró para comprobar sus signos vitales.—Por favor… ¿puede decirme dónde está mi bebé? —Margaret preguntó, la desesperación arrastrándose en su voz.—Lo siento, no tengo permitido hablar de eso contigo —dijo antes de salir de la habitación.Margaret estaba empezando a sentir pánico. ¿Por qué no le dijeron dónde estaba su bebé? ¿Estaba bien? Trató de l
«¿La policía? — pensó —. Yo acabo de mudarme literalmente ¿Cómo voy a tener problemas con eso? No… Imposible. Pero por si acaso ocultaré a Ben».Rápidamente colocó a Ben en una frazada y lo ocultó detrás de la maleta que era lo suficientemente alta. Luego de acomodarse el cabello, abrió la puerta, revelando a dos policías parados en su puerta. Ambos vestían uniforme, sus insignias brillaban en la penumbra.El nerviosismo se hacía presente en cuanto los oficiales le pidieron revisar el lugar. No se tardaron demasiado y ni siquiera notaron la presencia de Ben.Al no haber nada sospechoso e incriminatorio para ellos, los oficiales se fueron no sin antes pedirle sus datos y Margaret se los dio con gusto. Cerró la puerta y la echó llave, sus manos temblaban mientras lo hacía. Sacó al bebé de su escondite y agradeció que no hubiese hecho ruido. Regresó a su cama con Ben y tras haber pasado los minutos no pudo volver a dormirse, pero nuevamente tocaron a la puerta. La idea de que alguien,
¿Cómo se iba a imaginar que era él? Si era evidente que iba en otro auto diferente al que usaba hace un par de días, con el que se había accidentado y casi los aplastaba.— Margaret, lamento haberte asustado — dijo Richard mientras salía del auto y se acercaba a ella —. Solo quería asegurarme de que tú y Ben estuvieran bien.— ¿Qué quieres decir con que quieres asegurarte de que estamos bien? Parece que, nos estás acosando — inquirió ella con su voz temblando.Richard la miró con preocupación, cosa que enrareció más a Margaret. Era evidente que desconfiaba, pero podía ver un dejo de sinceridad en los ojos de Richard. — Aprecio tu preocupación, pero no necesito tu ayuda — dijo con firmeza.— Margaret, déjame ayudarte solo por esta vez — suplicó Richard —. Es solo que… aún me siento culpable por lo de la otra noche.Margaret vaciló. Siempre había sido independiente, pero no podía negar que se estaba preparando para esforzarse para llegar a fin de mes y criar a Ben sola. — No lo sé — d