¿Cómo se iba a imaginar que era él? Si era evidente que iba en otro auto diferente al que usaba hace un par de días, con el que se había accidentado y casi los aplastaba.
— Margaret, lamento haberte asustado — dijo Richard mientras salía del auto y se acercaba a ella —. Solo quería asegurarme de que tú y Ben estuvieran bien.— ¿Qué quieres decir con que quieres asegurarte de que estamos bien? Parece que, nos estás acosando — inquirió ella con su voz temblando.Richard la miró con preocupación, cosa que enrareció más a Margaret. Era evidente que desconfiaba, pero podía ver un dejo de sinceridad en los ojos de Richard. — Aprecio tu preocupación, pero no necesito tu ayuda — dijo con firmeza.— Margaret, déjame ayudarte solo por esta vez — suplicó Richard —. Es solo que… aún me siento culpable por lo de la otra noche.Margaret vaciló. Siempre había sido independiente, pero no podía negar que se estaba preparando para esforzarse para llegar a fin de mes y criar a Ben sola. — No lo sé — dijo ella, su voz se suavizó —. Ya nos ayudaste bastante el otro día y no quiero deberte nada, no me gusta eso. Además, ya nos falta muy poco, no estamos muy lejos.— No me debes nada. Además, solo mira, está comenzando a arreciar la lluvia — dijo Richard con firmeza. Margaret miró a Ben, que estaba acurrucado contra su pecho. No podía negar que le vendría bien la ayuda... una vez más. —Está bien —dijo finalmente con una sonrisa ladeada — Gracias.Richard sonrió y abrió la puerta delantera, evidenciando que iba con otra persona. Un hombre joven e igual de elegante en su atuendo ¿Serían hombres de negocios? Tendría que intentar deducirlo.— Oye, baja y te vas atrás, ahora ¿No ves que llevaré a la hermosa dama y a su hijo? — espetó Richard entre susurros, quien tomó del hombro e intentó jalar al tipo hacia afuera.— Sí, ya oí, ya oí. No es necesaria tanta brusquedad — dijo entre dientes y cuando vio a Margaret esbozó una sonrisa amable entre dientes mientras se trasladaba hacia atrás del vehículo.Margaret lo escrutó. Era delgado, tenía cabello negro y liso, su rostro tenía indicios de haber padecido de acné. Su mirada le irradiaba cierta malicia, pero no deseaba prejuzgar tan pronto, así que se olvidó del tema.Mientras Margaret abrochaba a su hijo en el asiento del automóvil, pudo sentir que su corazón se aceleraba por el miedo y la confusión. Se volvió hacia Richard y exigió una explicación.— Oye, ¿qué es lo que está pasando? ¿Por qué nos seguías en el taxi?Richard encendió su auto y comenzó a acelerar, respiró hondo antes de responder: — Margaret, por favor, solo escúchame. Te vi en el Colegio y me impresionó. Cuando te vi subir al taxi, quería asegurarme de que estuvieras bien. No estoy tratando de asustarte, solo quería ayudarte de lejos, pero… — rió suave —. Al parecer notaste mi presencia.— ¿Y por qué querrías ayudarme tanto y preocuparte hasta ese punto? — Margaret lo miró con escepticismoRichard se tomó un momento para recuperar la compostura antes de responder: — Bueno, es que, en realidad mi familia y yo somos dueños de la escuela donde te entrevistaste — sonrió de manera discreta —. Me sorprendió tanto verte llegar, no lo esperaba para nada. Y en serio me alegro de que hayas obtenido el trabajo. Y antes de lo que me imaginé ya te ibas, así que solo deseaba asegurarme de que estuvieras a salvo tú y tu hijo, eso es todo.Margaret estaba atónita ante las palabras que Richard le dijo aparentemente con mucha convicción.— Aprecio tu preocupación, pero desearía que me hubieras hablado en lugar de seguirme — dijo –. No es un sentimiento muy reconfortante saber que alguien te está mirando sin tu conocimiento.Richard suspiró, parecía arrepentido. — Lo siento, Margaret. No quise hacerte sentir incómoda. Solo quería asegurarme de que estabas bien.— ¿Por qué no me dijiste…? — Margaret despabiló. Se estaba dirigiendo a su jefe actual, necesitaba mostrar distancia y respeto — ¿Dijo, antes que usted es el dueño del jardín de infantes?Richard se rascó la cabeza, analizando cómo le respondería a la joven madre.— No quería que pensaras que te estaba dando el trabajo debido a nuestro accidental encuentro de aquella noche. Quería que obtuvieras el trabajo por tu propio mérito, y estoy orgulloso de decir que lo hiciste. Tienes la experiencia y las calificaciones necesarias para el trabajo, y fuiste la mejor candidata para el puesto.El alago se hizo presente en el pecho de la rubia, tanto así que no pudo evitar que una sonrisa ladina se evidenciara en su rostro. Cuando llegaron al edificio de su apartamento, Richard se volvió hacia ella. — Te veré mañana, Margaret — dijo, sonriéndole —. Qué tengas buenas noches.Margaret asintió y le agradeció antes de salir del auto con su hijo. Mientras observaba a Richard alejarse, no puedo evitar preguntarse cuáles eran sus verdaderas intenciones.Dejó a Ben sobre su alfombra especial junto a algunos juguetes y se derrumbó en el sofá, sintiéndose exhausta y abrumada.Mientras estaba allí sentada, no podía evitar la sensación de que algo no estaba bien y ahora ¡resultaba que era su jefe! No sabía qué era lo que provocaba en ella, pero sabía que tenía que tener cuidado con Richard. Luego de acostar a Ben y ya acurrucada en la comodidad de su cama, Margaret decidió mantener la guardia en torno a él, sin importar lo amable que pareciera.Margaret se despertó al día siguiente con el corazón apesadumbrado. Tenía emociones encontradas después de los eventos del día anterior. Estaba feliz de tener un nuevo trabajo y un lugar al que llamar hogar, pero también estaba asustada por lo que había sucedido con… Ella despabiló, ya debía dejar de pensar tanto en su nuevo jefe, tenía que centrarse en lo que realmente importaba: mantener un perfil muy bajo para ocultarse de Alexander. Mientras se preparaba para el trabajo, trató de alejar pensamientos caóticos de su mente y concentrarse en el día que tenía por delante. Necesitaba ser fuerte por Ben y por ella misma. Cuando llegó al jardín de infantes, la recibió su nueva compañera de trabajo y vecina, Tatiana. Margaret sonrió y trató de actuar como si todo estuviera bien, pero Tatiana podía ver a través de ella. —Hola Margaret, ¿está todo bien? Pareces un poco apagada —preguntó Tatiana con una expresión de preocupación en su rostro. Margaret vaciló por un momento antes de re
El corazón de Margaret estaba acelerado mientras se adentraban más en aquel callejón que cruzaba de una avenida a otra. Ella observó que al otro lado había otra persona también vestida de negro, pero una máscara cubría su rostro. Ben no dejaba de llorar y eso incrementaba los insultos del hombre alto, de quien no pudo ver su rostro. Pronto los llantos del bebé acrecentaron y en cuanto el hombre quiso arrebatárselo de los brazos, una ira inmensa emergió de todo el cuerpo de Margaret y comenzó a forcejear con todas sus fuerzas. Agarró la tapa de un bote de basura cercano y lo usó para desviar sus golpes mientras se abalanzaban sobre ella. Sabía que tenía que seguir moviéndose, seguir luchando, o la atraparían y se la llevarían a Alexander. —¡Aléjese de mí! —ella gritó mientras giraba la tapa hacia uno de los secuaces, conectándose con su cabeza y enviándolo tambaleándose hacia atrás. Margaret dejó a su pequeño detrás del bote de basura y logró que la atención del maleante siguiera
Ahí se encontraban aquellos dos hombres, viéndose de una manera retadora. Margaret se colocó en medio con discreción, miró a James con súplica para que no lo enfrentara, ya que ella le aclararía las cosas en el trayecto a casa.Margaret observó mientras Richard se alejaba, sintiendo una mezcla de alivio y decepción Su corazón todavía estaba acelerado por el casi beso que habían compartido, y no podía quitarse la sensación de que algo andaba mal entre Richard y James. James se acercó a ella con preocupación en sus ojos. —Margaret, ¿estás bien? ¿Qué fue lo que pasó? ¿Ya me puedes explicar quién rayos es ese hombre? Margaret respiró hondo y trató de calmarse: —Estoy bien, James. Su nombre es Richard y es mi jefe. Acaba de encontrarme y quiso encaminarme. Me asusté un poco antes, pero todo está bien ahora. —¿Qué clase de susto? —los ojos de James se entrecerraron. Margaret vaciló por un momento antes de decidir decirle la verdad. —Casi me secuestran unos hombres. Trabajaban para
Los labios de Margaret temblaban, su voz no deseaba salir y sus oídos no querían escuchar la realidad de quien estuviese al otro lado de la línea. Pero respiró profundo para tomar valor y hablar de una vez.—¿Quién habla? —respondió tajante. —A que no adivinas… —dijo aún con esa voz tenebrosa que le ponía los pelos de punta. —No estoy bromeando, ya dígame quien habla —exigió Margaret. Margaret dejó escapar un suspiro de alivio y se apoyó contra la pared, con el teléfono todavía pegado a la oreja. —Señor Richard —dijo ella, su voz temblando ligeramente— Pero, ¿qué hace llamando tan tarde? ¿Y cómo obtuvo mi número? —Digamos que, lo averigüé —rió suavemente—. Lo siento, Margaret respondió con voz gentil—. Solo quería asegurarme de que estabas bien. Después de lo que sucedió hoy, no podía dejar de pensar en ti. Necesitaba escuchar tu voz. El corazón de Margaret dio un vuelco al escuchar las palabras de Richard. No podía negar el hecho de que ella también había estado pensando en él,
Cuando se acercó a una señal de alto, Margaret vio una cara familiar en la acera. Era el Sr. Richard. Sintió que la invadía una ola de alivio y se detuvo a un lado de la carretera. El Sr. Richard caminó hacia su auto y se asomó por la ventana. —¡Oye, Margaret! ¿Está todo bien? —preguntó, la preocupación estaba grabada en su rostro.—No lo sé —dijo Margaret, con voz temblorosa—. Me están siguiendo y no sé qué hacer.El Sr. Richard la miró por un momento antes de enderezarse.—Sígueme —dijo, y caminó de regreso a su auto.Margaret hizo lo que le dijo y siguió el auto del Sr. Richard. Condujeron a través de un laberinto de calles y callejones, y Margaret no tenía idea de hacia dónde se dirigían. Finalmente, se detuvieron frente a un gran almacén. El Sr. Richard salió de su auto y le indicó a Margaret que hiciera lo mismo.—Espera aquí —dijo, y desapareció en el almacén.Margaret se sentó en su auto, preguntándose qué estaba pasando. Observó cómo el Sr. Richard salía del almacén con un
Margaret no podía quitarse de encima la sensación de inquietud mientras sostenía la tarjeta de visita en la mano. Siguió mirándola, preguntándose qué tipo de reunión sería y por qué parecía tan importante. Trató de alejar la idea de peligro de su mente, pero no podía ignorar la persistente sensación de que algo no estaba bien.Mientras estaba allí sentada, perdida en sus pensamientos, sonó su teléfono, interrumpiendo su línea de pensamiento. Ella respondió y, para su sorpresa, era Richard al otro lado de la línea.—Hola, Margaret. ¿Cómo estás? ¿Todo bien de camino a tu casa? —preguntó, su voz suave y amistosa.—Estamos bien, muchas gracias, aunque no debe preocuparse de más —respondió Margaret, con el corazón acelerado por el sonido de su voz.—Es de corazón, es porque me nace. Margaret se detuvo a analizar la situación. Richard había acudido a su rescate cuando más lo necesitaba, y no podía negar la admiración que sentía por él, aunque deseara alejarse y poner una rotunda distanci
A la mañana siguiente, Margaret se levantó con una mezcla de entusiasmo y nerviosismo. Nunca había tenido en mente cambiar su look, pero sabía que era algo necesario y que la compañía de Tatiana alivianaría un poco la tensión de aquel cambio importante.Margaret estaba nerviosa cuando entró al salón de belleza con Tatiana y su bebé Ben. Siempre había dudado en cambiar su peinado, pero Tatiana la convenció de que, si deseaba un buen cambio, ese era el momento indicado, además ella misma sugirió el salón.Mientras caminaban hacia el mostrador de recepción, Tatiana susurró:—Confía en mí, esto te va a encantar. Va a cambiarlo todo.Margaret sonrió débilmente, sin saber si estaba lista para un cambio tan drástico. Pero Tatiana era su única amiga en Beaufort y desde que se mudó allí, siempre había estado ahí para ella, así que decidió confiar en lo que dijera.La recepcionista los saludó calurosamente y los acompañó a la silla del estilista, Tatiana se quedó sosteniendo al inquieto Ben qu
Margaret sintió que la invadía una sensación de impotencia mientras trataba de procesar todo lo que estaba sucediendo. Sabía que necesitaba mantenerse fuerte y defenderse, pero no sabía cómo. La nota de advertencia la hizo sentir más sola y vulnerable que nunca.Cuando se sentó en su sofá, Margaret se dio cuenta de que tenía que tomar algunas decisiones difíciles. Tenía que ser inteligente y estratégica en la forma en que manejaba a Alexander y sus hombres. Margaret no podía dejar que ganaran y haría lo que fuera necesario para protegerse a sí misma y a sus seres queridos.La nota era una llamada de atención, un recordatorio de que no podía bajar la guardia ni un segundo. Margaret sabía que tenía que mantenerse concentrada y alerta frente al peligro.Con tanta revolución, Margaret cayó en la cuenta de que había quedado de hablar con James. Se levantó como un resorte y se cambió para dicha cita. Alistó a Ben y salió en el auto, por suerte el lugar no era lejos.Margaret llegó al café