Margaret se despertó al día siguiente con el corazón apesadumbrado. Tenía emociones encontradas después de los eventos del día anterior.
Estaba feliz de tener un nuevo trabajo y un lugar al que llamar hogar, pero también estaba asustada por lo que había sucedido con…Ella despabiló, ya debía dejar de pensar tanto en su nuevo jefe, tenía que centrarse en lo que realmente importaba: mantener un perfil muy bajo para ocultarse de Alexander.Mientras se preparaba para el trabajo, trató de alejar pensamientos caóticos de su mente y concentrarse en el día que tenía por delante. Necesitaba ser fuerte por Ben y por ella misma. Cuando llegó al jardín de infantes, la recibió su nueva compañera de trabajo y vecina, Tatiana.Margaret sonrió y trató de actuar como si todo estuviera bien, pero Tatiana podía ver a través de ella.—Hola Margaret, ¿está todo bien? Pareces un poco apagada —preguntó Tatiana con una expresión de preocupación en su rostro. Margaret vaciló por un momento antes de responder:—¡Oh, no es nada! Solo una noche difícil con eso de desempacar y acomodar todo en su lugar, ya sabes cómo es.Tatiana no parecía convencida, pero no insistió en el tema. En cambio, cambió de tema y comenzó a mostrarle a Margaret el jardín de infantes.Mientras caminaban, Tatiana habló sobre los niños y la rutina diaria. Margaret escuchó atentamente, tratando de concentrarse en la tarea que tenía entre manos, pero su mente seguía volviendo a los eventos de la noche anterior.Eventualmente, se dirigieron al salón de clases donde Margaret estaría trabajando. Tatiana la presentó a los otros maestros y le mostró dónde estaba todo.Todos la saludaron con amplias sonrisas y amabilidad; todo pintaba a que le iría bien en cuestión de relaciones sociales.A medida que avanzaba el día, Margaret se sintió más cómoda en su nuevo entorno. Los niños eran adorables y sintió un sentido de propósito mientras los ayudaba a aprender y crecer. Durante el almuerzo, Tatiana llevó a Margaret a un lado para hablar.Ellas junto con el pequeño Ben, se sentaron una frente a la otra en la pequeña mesa del almuerzo, sus bandejas estaban llenas de sándwiches, papas fritas, refrescos y algo de papilla de manzana para el bebé que yacía sentadito en una silla especial para él.Margaret todavía se sentía un poco abrumada por la noticia de que Richard, su jefe y dueño de la escuela, la había estado siguiendo desde su entrevista de trabajo. No pudo evitar sentirse un poco inquieta por todo esto.—Escucha, Margaret, sé que nos acabamos de conocer, pero si hay algo de lo que necesites hablar, estoy aquí para ti. Me doy cuenta de que algo te está molestando.Margaret sintió que podía confiar en ella y se atrevió a hablarle sobre el señor Richard y ambas llegaron a la conclusión de que a veces tenía comportamientos extraños, en especial con la rubia.El resto del almuerzo se llenó de paz y tranquilidad. Ben terminó su papilla.Cuando el descanso llegó a su fin, Tatiana se puso de pie y se estiró. —Bueno, de vuelta al trabajo. Fue un placer conocer más de ti, Margaret.—Igualmente, Tatiana. Tengo la sensación de que nos llevaremos muy bien —Margaret sonrió, agradecida por la nueva amiga que había hecho. Cuando la jornada laboral llegó a su fin en menos de lo que cantaba un gallo. Margaret y Tatiana recogieron sus pertenencias y se prepararon para despedirse. Tatiana desapareció como si tuviese algo demasiado importante que hacer y a ella le dio mucha gracia lo rápida que podía ser.La rubia sintió una sensación de alivio cuando salió del salón con Ben en brazos. Estaba ansiosa por volver a casa y pasar tiempo con su hijo el resto de la tarde, pero antes de llegar al pasillo que conducía la salida, algo vibró en su bolso y se detuvo al darse cuenta de que se trataba de James.“Reunión urgente en el café que está frente al parque. Apresúrate, no tengo mucho tiempo y ve con cuidado”.Margaret salió de la escuela a toda prisa, todavía sintiendo la descarga de adrenalina del encuentro con James. No pudo evitar preguntarse de qué quería hablar con ella y por qué tenía tanta prisa. Mientras caminaba hacia el café, trató de dejar de lado el pensamiento y concentrarse en el presente. Pero cuando llegó a la salida de la escuela, Richard apareció frente a ella con ese porte elegante y a la vez despreocupado.Margaret se detuvo en seco, sintiendo que su corazón se aceleraba. No era el momento para hablar con él, y tampoco le inspiraba total confianza, especialmente después de la forma en que la había seguido el otro día.—Hola, Margaret. ¿Cómo estuvo tu primer día de trabajo?—Richard preguntó, mostrándole una sonrisa encantadora que en cualquier otro contexto le hubiera derretido allí mismo.—Estuvo bien, gracias —respondió Margaret secamente, tratando de pasar junto a él. Richard se paró frente a ella, bloqueando su camino.—Sé que estarás con ganas de llegar rápido a tu casa, pero… ¿Está todo bien? Pareces un poco tensa. Pensé que ya confiabas un poco más en mí.Margaret trató de pasar junto a él, pero la mano de Richard salió disparada y la agarró del brazo. —Hey, Señor Richard ¿qué está haciendo? —ella exigió, tratando de alejarse de él con el corazón casi en la garganta y afianzando más sus brazos a su pequeño Ben. —Nada, nada. Solo quería hablar contigo un momento —dijo Richard, soltándole el brazo—. Quiero decirte que, siento si fui demasiado intenso el otro día. No hubo una mala intención de mi parte.Margaret suspiró, sintiendo que su ira se disipaba. Sabía que Richard tenía buenas intenciones, incluso si sus métodos eran un poco ortodoxos.—Está bien. Entiendo que solo estaba tratando de ayudar, le agradezco, solo me agradaría que no se apareciera como un espectro. Casi me da un infarto.Richard la miró fijamente con esos ojos profundos que parecían arder y quemarla.—Tómalo como una venganza, porque fue lo mismo que yo sentí la primera vez que te ví a los ojos y admiré tu hermosura y sencillez —afirmó mientras guiñaba el ojo y sonreía.Aquellas palabras habían causado una revolución en su estómago que no pudo evitar sentir como su cuerpo se estremecía y quería delatarla.Margaret asintió sin saber qué responder a aquello mientras cada vez parecía que el rostro de él se acercaba más a ella.—Tengo que irme ahora. Tengo una cita —dijo, todavía sintiéndose un poco nerviosa.—Está bien, seguro. ¿Te veré mañana, entonces? —preguntó Richard un tanto ansioso.—Claro… Aquí en el trabajo, supongo… por supuesto —respondió Margaret, ya alejándose de él y casi tropezaba en el proceso, pero con la misma se dio la vuelta y al fin pudo salir del colegio a paso apresurado.Detrás de ella y con el corazón a mil, Richard se pasó la mano por su rebelde flequillo y suspiró con anhelo. De pronto, una figura masculina apareció desde un lado del pasillo, allí donde la oscuridad lo había ocultado muy bien.—Vaya, Richard… Ya vi tu nuevo objetivo —dijo entre dientes y subiendo las cejas con picardía aquel joven alto que parecía ser amigo de Richard—. Pero me sorprende que haya sido del colegio. Eres un casanova. Richard frunció el ceño.—Cállate, Julián, sabes que ya no soy el mismo —espetó mientras ambos salían del establecimiento.—No, no, claro, por supuesto —se aclaró la garganta—. Solo era un comentario nada más.—Pues ahórrate tus comentarios, que ya debo irme. Toda la familia se reúne hoy y deseaba tanto atrasar este momento. Preferiría no llegar —dijo con pesadez. —Oye, pero ánimo compadre. A lo mejor no será una sentencia de muerte —intentó consolarlo palmeando su espalda alta, pero sin éxito.Y así en silencio se despidió de su colega y se dirigió a su auto. Al encenderlo para retirarse, aún pudo ver la figura de Margaret encaminándose a una cita que le parecía muy misteriosa.Mientras caminaba hacia el café y Ben observaba el panorama del atardecer, Margaret no podía evitar la sensación de inquietud que persistía en el fondo de su mente y corazón.No pudo evitar preguntarse si Richard era realmente tan inofensivo como parecía. Pero trató de dejar el pensamiento a un lado y concentrarse en reunirse con James.De repente, el corazón de Margaret se aceleró cuando escuchó el sonido de pasos detrás de ella, cada vez más fuertes y más frenéticos con cada momento que pasaba.Se dio la vuelta y vio una figura de negro, su rostro oscurecido por las sombras de la tarde. A medida que la figura se acercaba, Margaret echó a correr, agarrando a Ben con fuerza en sus brazos.Podía sentir su corazón latir con fuerza en su pecho mientras los pasos se acercaban más y más.Justo cuando pensaba que la figura estaba a punto de agarrarla, alguien más apareció de repente y la agarró del brazo, alejándola del peligro hacia un callejón escondido.«¿Richard?», pensó y su corazón saltó de ilusión al pensar en el atisbo de seguridad que sentía en su presencia.El hombre que la sostenía le dio la vuelta y ella vio sus ojos. Eran oscuros e intensos. Así que era imposible que se tratara de él o de James. La desilusión y el miedo se hicieron presentes. —¿Quién eres? —Margaret jadeó. Ben comenzó a llorar entre sus brazos.—No digas nada. Calla al bebé, vendrás conmigo ahora. Estoy aquí para llevarte con el señor Alexander y más vale que no grites o te irá muy mal— respondió el hombre entre dientes, su voz era baja y amenazante.Margaret se estremeció de miedo pensando lo peor.«¡Me encontró!», fue lo último que pudo pensar antes de verse obligada a caminar por ese oscuro callejón.El corazón de Margaret estaba acelerado mientras se adentraban más en aquel callejón que cruzaba de una avenida a otra. Ella observó que al otro lado había otra persona también vestida de negro, pero una máscara cubría su rostro. Ben no dejaba de llorar y eso incrementaba los insultos del hombre alto, de quien no pudo ver su rostro. Pronto los llantos del bebé acrecentaron y en cuanto el hombre quiso arrebatárselo de los brazos, una ira inmensa emergió de todo el cuerpo de Margaret y comenzó a forcejear con todas sus fuerzas. Agarró la tapa de un bote de basura cercano y lo usó para desviar sus golpes mientras se abalanzaban sobre ella. Sabía que tenía que seguir moviéndose, seguir luchando, o la atraparían y se la llevarían a Alexander. —¡Aléjese de mí! —ella gritó mientras giraba la tapa hacia uno de los secuaces, conectándose con su cabeza y enviándolo tambaleándose hacia atrás. Margaret dejó a su pequeño detrás del bote de basura y logró que la atención del maleante siguiera
Ahí se encontraban aquellos dos hombres, viéndose de una manera retadora. Margaret se colocó en medio con discreción, miró a James con súplica para que no lo enfrentara, ya que ella le aclararía las cosas en el trayecto a casa.Margaret observó mientras Richard se alejaba, sintiendo una mezcla de alivio y decepción Su corazón todavía estaba acelerado por el casi beso que habían compartido, y no podía quitarse la sensación de que algo andaba mal entre Richard y James. James se acercó a ella con preocupación en sus ojos. —Margaret, ¿estás bien? ¿Qué fue lo que pasó? ¿Ya me puedes explicar quién rayos es ese hombre? Margaret respiró hondo y trató de calmarse: —Estoy bien, James. Su nombre es Richard y es mi jefe. Acaba de encontrarme y quiso encaminarme. Me asusté un poco antes, pero todo está bien ahora. —¿Qué clase de susto? —los ojos de James se entrecerraron. Margaret vaciló por un momento antes de decidir decirle la verdad. —Casi me secuestran unos hombres. Trabajaban para
Los labios de Margaret temblaban, su voz no deseaba salir y sus oídos no querían escuchar la realidad de quien estuviese al otro lado de la línea. Pero respiró profundo para tomar valor y hablar de una vez.—¿Quién habla? —respondió tajante. —A que no adivinas… —dijo aún con esa voz tenebrosa que le ponía los pelos de punta. —No estoy bromeando, ya dígame quien habla —exigió Margaret. Margaret dejó escapar un suspiro de alivio y se apoyó contra la pared, con el teléfono todavía pegado a la oreja. —Señor Richard —dijo ella, su voz temblando ligeramente— Pero, ¿qué hace llamando tan tarde? ¿Y cómo obtuvo mi número? —Digamos que, lo averigüé —rió suavemente—. Lo siento, Margaret respondió con voz gentil—. Solo quería asegurarme de que estabas bien. Después de lo que sucedió hoy, no podía dejar de pensar en ti. Necesitaba escuchar tu voz. El corazón de Margaret dio un vuelco al escuchar las palabras de Richard. No podía negar el hecho de que ella también había estado pensando en él,
Cuando se acercó a una señal de alto, Margaret vio una cara familiar en la acera. Era el Sr. Richard. Sintió que la invadía una ola de alivio y se detuvo a un lado de la carretera. El Sr. Richard caminó hacia su auto y se asomó por la ventana. —¡Oye, Margaret! ¿Está todo bien? —preguntó, la preocupación estaba grabada en su rostro.—No lo sé —dijo Margaret, con voz temblorosa—. Me están siguiendo y no sé qué hacer.El Sr. Richard la miró por un momento antes de enderezarse.—Sígueme —dijo, y caminó de regreso a su auto.Margaret hizo lo que le dijo y siguió el auto del Sr. Richard. Condujeron a través de un laberinto de calles y callejones, y Margaret no tenía idea de hacia dónde se dirigían. Finalmente, se detuvieron frente a un gran almacén. El Sr. Richard salió de su auto y le indicó a Margaret que hiciera lo mismo.—Espera aquí —dijo, y desapareció en el almacén.Margaret se sentó en su auto, preguntándose qué estaba pasando. Observó cómo el Sr. Richard salía del almacén con un
Margaret no podía quitarse de encima la sensación de inquietud mientras sostenía la tarjeta de visita en la mano. Siguió mirándola, preguntándose qué tipo de reunión sería y por qué parecía tan importante. Trató de alejar la idea de peligro de su mente, pero no podía ignorar la persistente sensación de que algo no estaba bien.Mientras estaba allí sentada, perdida en sus pensamientos, sonó su teléfono, interrumpiendo su línea de pensamiento. Ella respondió y, para su sorpresa, era Richard al otro lado de la línea.—Hola, Margaret. ¿Cómo estás? ¿Todo bien de camino a tu casa? —preguntó, su voz suave y amistosa.—Estamos bien, muchas gracias, aunque no debe preocuparse de más —respondió Margaret, con el corazón acelerado por el sonido de su voz.—Es de corazón, es porque me nace. Margaret se detuvo a analizar la situación. Richard había acudido a su rescate cuando más lo necesitaba, y no podía negar la admiración que sentía por él, aunque deseara alejarse y poner una rotunda distanci
A la mañana siguiente, Margaret se levantó con una mezcla de entusiasmo y nerviosismo. Nunca había tenido en mente cambiar su look, pero sabía que era algo necesario y que la compañía de Tatiana alivianaría un poco la tensión de aquel cambio importante.Margaret estaba nerviosa cuando entró al salón de belleza con Tatiana y su bebé Ben. Siempre había dudado en cambiar su peinado, pero Tatiana la convenció de que, si deseaba un buen cambio, ese era el momento indicado, además ella misma sugirió el salón.Mientras caminaban hacia el mostrador de recepción, Tatiana susurró:—Confía en mí, esto te va a encantar. Va a cambiarlo todo.Margaret sonrió débilmente, sin saber si estaba lista para un cambio tan drástico. Pero Tatiana era su única amiga en Beaufort y desde que se mudó allí, siempre había estado ahí para ella, así que decidió confiar en lo que dijera.La recepcionista los saludó calurosamente y los acompañó a la silla del estilista, Tatiana se quedó sosteniendo al inquieto Ben qu
Margaret sintió que la invadía una sensación de impotencia mientras trataba de procesar todo lo que estaba sucediendo. Sabía que necesitaba mantenerse fuerte y defenderse, pero no sabía cómo. La nota de advertencia la hizo sentir más sola y vulnerable que nunca.Cuando se sentó en su sofá, Margaret se dio cuenta de que tenía que tomar algunas decisiones difíciles. Tenía que ser inteligente y estratégica en la forma en que manejaba a Alexander y sus hombres. Margaret no podía dejar que ganaran y haría lo que fuera necesario para protegerse a sí misma y a sus seres queridos.La nota era una llamada de atención, un recordatorio de que no podía bajar la guardia ni un segundo. Margaret sabía que tenía que mantenerse concentrada y alerta frente al peligro.Con tanta revolución, Margaret cayó en la cuenta de que había quedado de hablar con James. Se levantó como un resorte y se cambió para dicha cita. Alistó a Ben y salió en el auto, por suerte el lugar no era lejos.Margaret llegó al café
El corazón de Margaret se aceleró cuando escuchó la voz de Alexander al otro lado de la línea. —¿Quién demonios te dio mi número? —cuestionó ella, con su voz temblorosa. —¿Acaso no te da gusto escucharme? —dijo Alexander, con un tono socarrón. —Jamás en la vida me daría gusto escucharte —espetó Margaret. Ben escuchó la voz tensa de su madre y se inquietó. —Escúchame, Margaret, te di la oportunidad de volver a mí y elegiste mantenerte alejada y encima llevarte a Ben. Eso fue un grave error —dijo Alexander, con la voz llena de ira. —¿Qué es lo que deseas? ¿Acaso no te ha bastado el daño que ya has ocasionado? —preguntó Margaret, tratando de sonar confiada, pero su voz temblaba. —Quiero que vuelvas a mí, Margaret. Quiero que vuelvas a ser mía. Deja ese lugar y vuelve a mí. Puedo ofrecerte todo lo que quieras, lo sabes —dijo Alexander entre dientes. —Primero que nada ¡No soy tuya ni de nadie! Y no voy a dejar mi trabajo o mi vida, Alexander. Tienes que detener esto —dijo Marg