Margaret se despertó en una habitación de hospital, desorientada y confundida. Trató de sentarse, pero su cabeza daba vueltas y gimió, recostándose en la cama.
Miró alrededor de la habitación, tratando de recordar lo que había sucedido, pero sus recuerdos eran borrosos e indescifrables.Lo último que recordaba era estar en brazos de Alexander y con Ben en brazos... ¡¿Dónde estaba su bebé?!—¿Disculpe? —Margaret llamó a la enfermera que pasaba por su habitación— ¿Dónde está mi bebé? ¿Puedo verlo?La enfermera no respondió, en cambio, sonrió y salió de la habitación. Margaret frunció el ceño y volvió a intentarlo con otra enfermera que entró para comprobar sus signos vitales.—Por favor… ¿puede decirme dónde está mi bebé? —Margaret preguntó, la desesperación arrastrándose en su voz.—Lo siento, no tengo permitido hablar de eso contigo —dijo antes de salir de la habitación.Margaret estaba empezando a sentir pánico. ¿Por qué no le dijeron dónde estaba su bebé? ¿Estaba bien? Trató de levantarse de la cama para encontrarlo ella misma, pero todavía estaba demasiado débil por el accidente.De repente, escuchó una voz desde la puerta.—¿Margaret?Ella giró la cabeza para ver a un hombre que no reconoció pero que le resultaba jodidamente familiar. De pronto, como relámpago se llevó las manos a las sienes por un momento ¡Pero, si era ese tipo! Ese que en su delirio había confundido con Alexander.Él estaba de pie en la puerta con los brazos cruzados y una postura muy confiada. Era alto, de cabello oscuro como Alexander, pero a diferencia de él, su look era más rebelde.Y aquellos ojos verde olivo, tan parecidos no le transmitían ni una pizca de frialdad, al contrario esta era... ¿cálida? ; ella observó que el la miraba con preocupación.—¿Y tú quién eres? ¿Y por qué sabes mi nombre? —preguntó Margaret, tratando de mantener la voz firme.—Tuvimos que ver tu documento de identificación al traerte aquí. Mi nombre es Richard —dijo el hombre, entrando en la habitación—. Llamé a la ambulancia después de… casi arrollarte con mi auto por accidente. Vengo a disculparme y a ver como sigues. Tuviste mucho dolor y estabas diciendo algo sobre un tal Alexander ¿Es acaso tu esposo?El corazón de Margaret dio un vuelco. Alexander… Repudiaba ese nombre con toda su alma y ojalá nunca se le hubiera ocurrido mencionarlo, pero en ese momento estaba aterrada y a punto de perder la consciencia.Además, si se detenía a analizarlo, aunque le costara reconocerlo, ese Richard tenía todo el porte de él:Cabello morocho y pelirrojo obscuro, complexión alta fornida, vistiendo un elegante frac, de esos que encandilaban a muchas personas, sobre todo a las mujeres. Ojos verdes profundos, con esa mirada seductora que lo caracterizaba…¿Acaso había pensado en la palabra “seductora”? En definitiva, no podía culparse, ese tipo era muy atractivo pero malvado hasta los huesos. Quien tenía en frente podría ser igual que Alexander… o mucho peor.—Eso no te importa —respondió de manera tajante.—Bueno, está bien si no deseas responderle a este idiota que te atropelló, estás en tu derecho. Lo único que me queda decirte es que tu hijo está sano y salvo. Pronto lo traerán para que lo veas.Margaret asintió, agradecida por la amabilidad del desconocido.—Gracias —dijo ella. A pesar de su rudo comportamiento él se mantuvo amable, así que no había por qué seguir con las respuestas tajantes, al menos por el momento.Se quedaron unos segundos en silencio.De repente, una enfermera entró en la habitación y ella suspiró con discreción.—Tienes una visita —dijo ella, su voz alegre —Es tu hijo.El corazón de Margaret saltó de alegría.—Por Dios —repitió, las lágrimas picaban en las comisuras de sus ojos.La enfermera asintió y le entregó un pequeño bulto. Margaret tomó con cuidado al bebé de sus brazos, su corazón rebosante de amor mientras lo miraba.Lo abrazó con fuerza, sintiendo su calor contra su piel, y supo que haría cualquier cosa para protegerlo. Richard se acercó un poco más para verlo.—Ben… —dijo Margaret, con lágrimas corriendo por su rostro—. Ese es su nombre.—Él es hermoso. Se parece mucho a su madre —respondió él.Ella volteó a verlo con desconcierto y Richard le sonrió cálidamente, sintiendo una inesperada oleada de emociones.Cuando sus ojos se encontraron por una fracción de segundo, el corazón del hombre se aceleró involuntariamente, como si algo lo llamara fuertemente a besar los labios de aquella desconocida que de manera evidente lo había dejado impresionado con su belleza.La rubia pudo percibir las intenciones del tipo, quien luchaba por ocultar lo que era ya evidente en su mirada y en ese modo de mantenerse cerca.—Eh… ¿Se le perdió algo? ¿Por qué no deja de verme como si tuviera algo en la cara? —espetó Margaret con molestia, ya que no pudo evitar sentir ese rechazo que se formaba desde su estómago.—Qué pena, es que… Tus ojos me hipnotizaron —contestó Richard y Margaret arqueó una ceja con enfado.Pronto él despabiló y se rascó la cabeza cuando se dio cuenta de que se estaba enredando en sus propias palabras.A tiempo y antes de que las cosas se pusieran más incómodas, el doctor entró en la habitación.—Buenas tardes —dijo el señor de mediana edad, sonriendo con amplitud.Richard se levantó como si se tratara de un resorte y se dirigió hacia el doctor.—Doctor Phillips… ¿Todo bien?—Por supuesto mi estimado Richard —dijo mientras ambos se estrechaban la mano—. Tengo algunas actualizaciones.Margaret rápidamente apartó la mirada y la atención de Richard y sus balbuceos que le causaban escalofríos¿Acaso él fingía bondad e interés porque era un espía encubierto de Alexander? Todo podía ser posible, además, se había dado cuenta de que evidentemente tenía contactos importantes… Era un hombre de influencia.En cuestión de minutos él le agradeció al médico y se retiró de la sala sin decir absolutamente nada; eso le provocó a Margaret un escalofrío… Todo era tan extraño en él.A pesar de que ni ella ni su pequeño Ben habían sufrido golpes graves, no más unos rasguños, debería guardar el reposo necesario si deseaba recuperarse por completo y tomar los medicamentos para el dolor que le recetó.En poco tiempo, Margaret acababa de recibir el alta del hospital con el pequeño Ben en brazos. Sintió una mezcla de emociones: alivio de que su hijo estuviera bien, pero también miedo de lo que podría pasar a continuación.Tenía que llegar a su nuevo lugar para vivir, ver la forma de obtener un trabajo y protegerse a sí misma y a Ben del alcance de Alexander.Mientras se dirigía a la salida del hospital notó que, a sus espaldas él caminaba como queriendo acercársele.Su corazón latió con ansiedad, aún no podía creer lo mucho que le daba la sensación de tener cerca al temible Alexander por el jodido parecido, aunque estaba consciente de que no era exactamente igual a él.—Margaret, espera —dijo Richard mientras trataba de recuperar el aliento— ¿Necesitas ayuda?Ella se dio la vuelta y encaró al hombre. Lo reconoció como el hombre que casi la atropelló hace unos días y que fingía bondad.—No, no necesito tu ayuda. Puedo manejarme sola —respondió Margaret, con un dejo de sospecha en su voz.Margaret estudió el rostro de Richard, buscando cualquier señal de engaño o motivos ocultos. No pudo encontrar ninguno, pero aún no estaba segura de poder confiar en él.—Solo déjame decirte que, lamento lo que pasó. No era mi intención perjudicarte con lo del auto ni poner en riesgo la vida de tu bebé. Me gustaría saber si está todo bien —inquirió Richard.—Aprecio tu disculpa, pero ahora estoy bien. Necesito irme —dijo Margaret, tratando de alejarse.—Espera, por favor. Sé que tienes miedo, pero quiero ayudarte. Déjame llevarte a tu nuevo lugar. Tómalo como un acto de redención —insistió Richard.Margaret vaciló. No quería aceptar la ayuda de un extraño, especialmente uno que podría estar trabajando para Alexander. Pero no podía negar que estaba exhausta y necesitaba un descanso.—E-está bien, está bien. Puedes llevarnos —dijo Margaret a regañadientes.Cuando subieron al auto rojo de Richard, Margaret no pudo evitar sentirse inquieta. Mantuvo una estrecha vigilancia sobre él, asegurándose de que no los llevara a ningún lugar peligroso.—Entonces, ¿hacia dónde te diriges? —preguntó Richard, rompiendo el silencio.—Vamos a un apartamento nuevo que encontré. No está lejos de aquí… De hecho, está muy cerca de donde ocurrió el incidente —respondió Margaret, todavía cautelosa.Mientras conducían, Richard trató de entablar una pequeña charla, pero Margaret mantuvo sus respuestas cortas. Eso solo despertó más la curiosidad de él acerca de ella.La noche comenzaba a hacerse presente en el firmamento. Margaret se acurrucó con su bebé, Ben. Sintió una sensación de consuelo cuando él gorgoteó, contento en sus brazos.Finalmente, llegaron al complejo de apartamentos. Richard ayudó a Margaret a cargar su maleta y los acompañó hasta la puerta. Parecía que aún deseaba decirle algo, sus ojos verdes denotaban cierta añoranza.—¿Pasa algo? —preguntó Margaret para luego observar como él sacaba algo del bolsillo de su elegante pantalón oscuro.—Aquí está mi número. Si necesitas algo, no dudes en llamarme —dijo Richard, entregándole a Margaret un pedazo de papel.Margaret tomó el número, lo miró por un momento. No sabía qué hacer con Richard. Parecía genuino, pero no podía estar segura.—Gracias, supongo. Nos vemos —dijo Margaret, cerrando la puerta detrás de ella.Mientras se instalaba en su nuevo apartamento con Ben, Margaret no pudo dejar de pensar en Richard.Se preguntó si en realidad era solo un amable extraño o si tenía motivos ocultos. Decidió conservar su número por si acaso, pero tendría cuidado de no confiar demasiado en él.Richard, por otro lado, no podía dejar de pensar en Margaret y Ben. Sabía que posiblemente nunca volvería a verla.Mientras tanto, Margaret se acomodó el cabello con una coleta, ya desempacaría después, lo importante era atender a su pequeño, así que sacó el biberón y preparó la mamila con lo que traía en el equipaje para dársela a su bebé y esperar a que terminara.No había pasado mucho tiempo desde que Margaret estaba profundamente dormida en su cama cuando, de repente, escuchó un fuerte golpe en la puerta.Fue un sonido agudo y persistente que resonó a través del pequeño apartamento, despertándola sobresaltada.Se frotó los ojos para aclarar su visión y volteó a ver a su lado con preocupación; por fortuna Ben se encontraba bien. Con una sensación de inquietud creciendo dentro de ella, Margaret se deslizó con cautela fuera de la cama y se dirigió a la puerta.Margaret se acercó a la puerta, su corazón latía con fuerza en su pecho. Trató de calmarse respirando profundamente y se recordó a sí misma que era una mujer adulta y podía manejar lo que sea que estuviera al otro lado de la puerta. —¿Quién es? —musitó con cautela.Los golpes se detuvieron por un momento, y luego una voz profunda y desconocida respondió:—Señora, esta es la policía. Necesitamos hablar con usted.El corazón de Margaret se hundió y sintió que una ola mezclada de alivio e incertidumbre la invadía.«¿La policía? — pensó —. Yo acabo de mudarme literalmente ¿Cómo voy a tener problemas con eso? No… Imposible. Pero por si acaso ocultaré a Ben».Rápidamente colocó a Ben en una frazada y lo ocultó detrás de la maleta que era lo suficientemente alta. Luego de acomodarse el cabello, abrió la puerta, revelando a dos policías parados en su puerta. Ambos vestían uniforme, sus insignias brillaban en la penumbra.El nerviosismo se hacía presente en cuanto los oficiales le pidieron revisar el lugar. No se tardaron demasiado y ni siquiera notaron la presencia de Ben.Al no haber nada sospechoso e incriminatorio para ellos, los oficiales se fueron no sin antes pedirle sus datos y Margaret se los dio con gusto. Cerró la puerta y la echó llave, sus manos temblaban mientras lo hacía. Sacó al bebé de su escondite y agradeció que no hubiese hecho ruido. Regresó a su cama con Ben y tras haber pasado los minutos no pudo volver a dormirse, pero nuevamente tocaron a la puerta. La idea de que alguien,
¿Cómo se iba a imaginar que era él? Si era evidente que iba en otro auto diferente al que usaba hace un par de días, con el que se había accidentado y casi los aplastaba.— Margaret, lamento haberte asustado — dijo Richard mientras salía del auto y se acercaba a ella —. Solo quería asegurarme de que tú y Ben estuvieran bien.— ¿Qué quieres decir con que quieres asegurarte de que estamos bien? Parece que, nos estás acosando — inquirió ella con su voz temblando.Richard la miró con preocupación, cosa que enrareció más a Margaret. Era evidente que desconfiaba, pero podía ver un dejo de sinceridad en los ojos de Richard. — Aprecio tu preocupación, pero no necesito tu ayuda — dijo con firmeza.— Margaret, déjame ayudarte solo por esta vez — suplicó Richard —. Es solo que… aún me siento culpable por lo de la otra noche.Margaret vaciló. Siempre había sido independiente, pero no podía negar que se estaba preparando para esforzarse para llegar a fin de mes y criar a Ben sola. — No lo sé — d
Margaret se despertó al día siguiente con el corazón apesadumbrado. Tenía emociones encontradas después de los eventos del día anterior. Estaba feliz de tener un nuevo trabajo y un lugar al que llamar hogar, pero también estaba asustada por lo que había sucedido con… Ella despabiló, ya debía dejar de pensar tanto en su nuevo jefe, tenía que centrarse en lo que realmente importaba: mantener un perfil muy bajo para ocultarse de Alexander. Mientras se preparaba para el trabajo, trató de alejar pensamientos caóticos de su mente y concentrarse en el día que tenía por delante. Necesitaba ser fuerte por Ben y por ella misma. Cuando llegó al jardín de infantes, la recibió su nueva compañera de trabajo y vecina, Tatiana. Margaret sonrió y trató de actuar como si todo estuviera bien, pero Tatiana podía ver a través de ella. —Hola Margaret, ¿está todo bien? Pareces un poco apagada —preguntó Tatiana con una expresión de preocupación en su rostro. Margaret vaciló por un momento antes de re
El corazón de Margaret estaba acelerado mientras se adentraban más en aquel callejón que cruzaba de una avenida a otra. Ella observó que al otro lado había otra persona también vestida de negro, pero una máscara cubría su rostro. Ben no dejaba de llorar y eso incrementaba los insultos del hombre alto, de quien no pudo ver su rostro. Pronto los llantos del bebé acrecentaron y en cuanto el hombre quiso arrebatárselo de los brazos, una ira inmensa emergió de todo el cuerpo de Margaret y comenzó a forcejear con todas sus fuerzas. Agarró la tapa de un bote de basura cercano y lo usó para desviar sus golpes mientras se abalanzaban sobre ella. Sabía que tenía que seguir moviéndose, seguir luchando, o la atraparían y se la llevarían a Alexander. —¡Aléjese de mí! —ella gritó mientras giraba la tapa hacia uno de los secuaces, conectándose con su cabeza y enviándolo tambaleándose hacia atrás. Margaret dejó a su pequeño detrás del bote de basura y logró que la atención del maleante siguiera
Ahí se encontraban aquellos dos hombres, viéndose de una manera retadora. Margaret se colocó en medio con discreción, miró a James con súplica para que no lo enfrentara, ya que ella le aclararía las cosas en el trayecto a casa.Margaret observó mientras Richard se alejaba, sintiendo una mezcla de alivio y decepción Su corazón todavía estaba acelerado por el casi beso que habían compartido, y no podía quitarse la sensación de que algo andaba mal entre Richard y James. James se acercó a ella con preocupación en sus ojos. —Margaret, ¿estás bien? ¿Qué fue lo que pasó? ¿Ya me puedes explicar quién rayos es ese hombre? Margaret respiró hondo y trató de calmarse: —Estoy bien, James. Su nombre es Richard y es mi jefe. Acaba de encontrarme y quiso encaminarme. Me asusté un poco antes, pero todo está bien ahora. —¿Qué clase de susto? —los ojos de James se entrecerraron. Margaret vaciló por un momento antes de decidir decirle la verdad. —Casi me secuestran unos hombres. Trabajaban para
Los labios de Margaret temblaban, su voz no deseaba salir y sus oídos no querían escuchar la realidad de quien estuviese al otro lado de la línea. Pero respiró profundo para tomar valor y hablar de una vez.—¿Quién habla? —respondió tajante. —A que no adivinas… —dijo aún con esa voz tenebrosa que le ponía los pelos de punta. —No estoy bromeando, ya dígame quien habla —exigió Margaret. Margaret dejó escapar un suspiro de alivio y se apoyó contra la pared, con el teléfono todavía pegado a la oreja. —Señor Richard —dijo ella, su voz temblando ligeramente— Pero, ¿qué hace llamando tan tarde? ¿Y cómo obtuvo mi número? —Digamos que, lo averigüé —rió suavemente—. Lo siento, Margaret respondió con voz gentil—. Solo quería asegurarme de que estabas bien. Después de lo que sucedió hoy, no podía dejar de pensar en ti. Necesitaba escuchar tu voz. El corazón de Margaret dio un vuelco al escuchar las palabras de Richard. No podía negar el hecho de que ella también había estado pensando en él,
Cuando se acercó a una señal de alto, Margaret vio una cara familiar en la acera. Era el Sr. Richard. Sintió que la invadía una ola de alivio y se detuvo a un lado de la carretera. El Sr. Richard caminó hacia su auto y se asomó por la ventana. —¡Oye, Margaret! ¿Está todo bien? —preguntó, la preocupación estaba grabada en su rostro.—No lo sé —dijo Margaret, con voz temblorosa—. Me están siguiendo y no sé qué hacer.El Sr. Richard la miró por un momento antes de enderezarse.—Sígueme —dijo, y caminó de regreso a su auto.Margaret hizo lo que le dijo y siguió el auto del Sr. Richard. Condujeron a través de un laberinto de calles y callejones, y Margaret no tenía idea de hacia dónde se dirigían. Finalmente, se detuvieron frente a un gran almacén. El Sr. Richard salió de su auto y le indicó a Margaret que hiciera lo mismo.—Espera aquí —dijo, y desapareció en el almacén.Margaret se sentó en su auto, preguntándose qué estaba pasando. Observó cómo el Sr. Richard salía del almacén con un
Margaret no podía quitarse de encima la sensación de inquietud mientras sostenía la tarjeta de visita en la mano. Siguió mirándola, preguntándose qué tipo de reunión sería y por qué parecía tan importante. Trató de alejar la idea de peligro de su mente, pero no podía ignorar la persistente sensación de que algo no estaba bien.Mientras estaba allí sentada, perdida en sus pensamientos, sonó su teléfono, interrumpiendo su línea de pensamiento. Ella respondió y, para su sorpresa, era Richard al otro lado de la línea.—Hola, Margaret. ¿Cómo estás? ¿Todo bien de camino a tu casa? —preguntó, su voz suave y amistosa.—Estamos bien, muchas gracias, aunque no debe preocuparse de más —respondió Margaret, con el corazón acelerado por el sonido de su voz.—Es de corazón, es porque me nace. Margaret se detuvo a analizar la situación. Richard había acudido a su rescate cuando más lo necesitaba, y no podía negar la admiración que sentía por él, aunque deseara alejarse y poner una rotunda distanci