No puedo ver nada, todo está a oscuras, me siento mareada, me duele todo el cuerpo, tengo la garganta reseca y este fuerte dolor de cabeza que no me permite abrir bien mis ojos. —¿Qué me pasó? ¿Dónde estoy? Poco a poco trato de ver lo que hay a mi alrededor.. —Qué olor tan horrible, huele a orín. ¿Qué hago aquí? en este lugar tan espantoso, lo único que veo es este colchón mugriento tirado en el suelo. Con la poca luz que entra por las rendijas del techo, puedo observar que en ese cuartucho no hay nada, sólo yo y el colchón. —¿Qué es esto? Tengo puesto mi vestido de novia, pero está roto, mi vestido está sucio y desgarrado por todas partes. En ese momento mi corazón empieza a latir muy aprisa, estoy asustada, mi mente está muy confusa, aún no puedo entender lo que está pasando. En medio de la confusión me llega la imagen de Marcus, mi novio, recuerdo su sonrisa y sus palabras antes de la boda. —Amor, mañana serás mi esposa, te amo y t
Esa noche no dormí, me senté a un lado del colchón, pegando mi espalda a la pared, de pronto la luz de un relámpago alumbró el cuarto, comenzó a llover a cántaros, el agua se filtraba por debajo de la pared de zinc, obligándome a subir mis pies en el colchón, tenía frío y mucho miedo, la lluvia no cesaba, para calmar mis nervios recordé a Marcus. —Amor, estoy aquí en este cuarto, pero sé que no estoy sola, tu sonrisa, tu mirada me acompañan, recuerdas cuando me declaraste tu amor, yo no lo podía creer, la muchacha más sencilla de la empresa, la más humilde, pero eso sí, la más enamorada, porque me enamoré desde el primer momento que te vi. Esa mañana llegaste con un ramo de rosas y me lo colocaste en mi escritorio, a un lado del ramo había una caja de bombones envuelta con una cinta de color dorado. —Hola Camila, espero que te gusten las flores y los chocolates. —¿ Este ramo es para mí? —Por supuesto y me harías el hombre más feliz si me acompañas a alm
—Piensa Camila, piensa, tienes que idear la manera de salir de aquí, según el joven dentro de dos días te vienen a buscar y te llevan a otro lugar, sólo te quedan dos días para salir de aquí. —Buenos días señorita, le traje su desayuno. —Gracias, pensaste lo que te dije, me vas ayudar a salir de aquí. —Señorita a mí me gustaría, pero si me descubren me matan. —Te prometo que nadie va a saber que fuiste tú quien me ayudó. —Sí, pero ¿cómo lo hago? — Escúchame, escucha bien lo que tienes que hacer, tráeme un alicate o algo parecido, me di cuenta que hay una plancha de zinc un poco suelta, yo le voy aflojar los clavos para que se termine de despegar la plancha, por lo menos la parte que pega del piso y por ahí me escapo, ellos no tienen porqué enterarse que tú me ayudaste a escapar. —Okey, ya le voy a buscar el alicate, está noche cuando venga a traerle la bandeja de comida me lo regresas, no quiero que ellos sospechen de mí. —Tranquilo, tú va
Después de la comida, me quedo profundamente dormida, necesitaba este descanso, en esta cama amplia y entre estas sábanas de seda. —Señorita Camila despierte, ya el doctor está aquí. —¿El doctor? —Sí, el que la examinó ayer, vino temprano porque tiene que hacer un viaje y no regresa sino hasta dentro de una semana. Abro mis ojos y noto que ya es de día, las cortinas cubren la ventana, pero aún así la claridad del nuevo día se cuela al interior de la habitación. —Señora Paola le puede decir que espere unos minutos, quiero asearme antes que me examine. —Sí claro, ya le digo, el niño Cristhofer está con él. —¿El niño? —Lo que pasa es que yo le digo así, yo ayudé a su mamá a cuidarlo, tengo años atendiendo sus gustos, lo quiero como un hijo. Mientras me dirijo al baño, no dejo de pensar en "el niño" la verdad es que para mí, no tiene nada de niño. —Señorita Camila, Cristhofer salió y le compró ropa, acá se las dejo en la cama, para q
Ya han pasado dos días, después de la noche de tormenta, de la noche del beso, no he visto a Cristhofer, me dijo la señora Paola que se había ido a la ciudad a resolver unos asuntos. Me estoy tomando una taza de café en la cocina cuando la señora Paola me dice: —El niño me llamó, me dijo que regresaba hoy, que le hiciera una rica cena. —¿Regresa está noche? —Sí. —Señora Paola, ¿cómo hago para llegar a la ciudad? —Tienes que llamar un taxi, pero yo tengo un amigo que siempre me hace ese servicio cuando tengo que ir de compras, si quieres lo puedo llamar para que te lleve. —Gracias señora Paola, claro que sí, me gustaría ir hoy mismo. —Lo voy a llamar para que te lleve y te pones de acuerdo con él a la hora que tienes que regresar. —Pero como le pago, yo no tengo dinero. —No te preocupes, de eso me encargo yo, además mi niño antes de irse me dijo que estuviese pendiente de ti para que no te faltara nada, si vas para la ciudad vas a
Sus labios pegados a los míos me murmuran una y otra vez. —¿Aún lo amas? Estoy paralizada mi cuerpo está muy pegado al de él, su barba se pasea por mis mejillas, sus labios húmedos, humedecen los míos, pero sólo eso, siento que no aguanto más quiero que me bese, yo no me atrevo, espero que él lo haga. Sus labios rozan los míos, es una sensación que jamás había experimentado. Luego suelta mi cintura, mis pies caen al piso, él aleja su rostro del mío y se retira de la biblioteca. —¿Qué pasó? ¿Por qué no me besó? Me quedo allí en medio de una gran biblioteca, haciendo preguntas que no tienen respuestas. Me voy a la habitación, allí me meto entre las sábanas tratando de descifrar lo que siento ¿Por qué este hombre me intimida tanto? —Señorita Camila, señorita Camila. El toque de la puerta me despertó. —Buenos días señorita Camila, yo soy Francys, vengo una vez a la semana a limpiar la casa, disculpe si la desperté, pero el señor Cr
Con tan solo pronunciar esas palabras "No me quiero ir, me quiero quedar contigo", se desencadena una pasión incontrolable en Cristhofer, sus labios no dejan de besarme, sus manos me acarician pero como si con esas caricias quisiera ejercer autoridad sobre mi cuerpo. Las palabras que pronuncia mientras me hace el amor, son las de un hombre que quiere ejercer poderío sobre lo que toca. —Ahora eres mía, nadie puede quitarte de mi lado. —Estos labios son míos, este cuerpo es mío, toda tú eres mía. Su pasión me contagia, pero también me asusta, nunca llegué a imaginar que mi primera vez fuera así, la pasión está bien, eso demuestra que me desea, pero dentro de mi ignorancia con respecto a estar con un hombre siempre creí que la primera relación era diferente, no esto que estoy viviendo. Lo disfruté, si lo hice, pero ese disfrute no vino acompañado de un te amo, que sé yo, de esas palabras bonitas, tiernas, mágicas que te hacen perder la razón. Indudablem
Tengo frente a mí a ese hombre hermoso, esperándome con los brazos abiertos, no me puedo negar a ese abrazo. —Ven. Y yo voy. Me envolvió en esos brazos y luego así abrazados me lleva a la cama. —Pensabas que ibas a dormir sola. —Sí, tienes visita y una de ellas estoy segura que quiere dormír contigo. —Pero yo no, prefiero estar aquí entre estos brazos que ya me tienen preso, tú eres mi cárcel, pero yo quiero esta condena. Quiero pedirte disculpas. —¿Por qué? —Creo que fui muy rudo contigo, nunca me imaginé que era tu primera vez, para serte sincero pensé que eras más experimentada, como te secuestraron con tu traje de novia, no sé por un momento creí que eras la pareja de Marcus. —Y te asusta el hecho que tú seas el primero. —El primero y el último, no en realidad no me asusta, más bien me complace, tengo que agradecerte que me hayas dado el privilegio de encaminarte, yo seré tu instructor, tu modelo, pero ojo, no quiero que