Capítulo 3: El ESCAPE

—Piensa Camila, piensa, tienes que idear la manera de salir de aquí, según el joven dentro de dos días te vienen a buscar y te llevan a otro lugar, sólo te quedan dos días para salir de aquí.

—Buenos días señorita, le traje su desayuno.

—Gracias, pensaste lo que te dije, me vas ayudar a salir de aquí.

—Señorita a mí me gustaría, pero si me descubren me matan.

—Te prometo que nadie va a saber que fuiste tú quien me ayudó.

—Sí, pero ¿cómo lo hago?

— Escúchame, escucha bien lo que tienes que hacer, tráeme un alicate o algo parecido, me di cuenta que hay una plancha de zinc un poco suelta, yo le voy aflojar los clavos para que se termine de despegar la plancha, por lo menos la parte que pega del piso y por ahí me escapo, ellos no tienen porqué enterarse que tú me ayudaste a escapar.

—Okey, ya le voy a buscar el alicate, está noche cuando venga a traerle la bandeja de comida me lo regresas, no quiero que ellos sospechen de mí.

—Tranquilo, tú vas a estar con tu compañero toda la noche, no te separes de él ni para orinar, sólo dime hacia dónde tengo que dirigirme cuando salga de aquí.

—Está bien y que sea lo que Dios quiera, si sales por este lado -lo dijo señalando la plancha de zinc- le das la vuelta a la casa y tomás el frente, allí vas a empezar a caminar siempre derecho sin desviarte, vas a caminar un buen trecho, ten cuidado que vas de noche y te puedes tropezar y caerte, si sigues sin desviarte, encuentras la carretera, muy poco automóviles pasan por allí y menos de noche, así que vas a tener que caminar hasta que encuentres un poblado.

—Gracias toda la vida voy a estar en deuda contigo.

—Cuando venga a buscar la bandeja le traigo el alicate.

Gracias Dios, ahora sí me voy de aquí, está noche me escapo.

Cuando el muchacho me trajo el alicate, también me trajo unas botas altas que me llegaban a mitad de la pierna.

—Te traje estás botas, para que puedas caminar en la oscuridad y por si acaso te encuentras con una serpiente.

—¿Hay serpientes?

—Tienes que caminar por el monte, y aún en la carretera también se ven, pero no te preocupes con esas botas largas no te van a morder.

Eso me asustó, pero por eso no iba a dejar de intentarlo.

Con el alicate, aflojo la plancha de zinc, más o menos como para pasar debajo de ella, espero que se haga de noche, cuando calculo que están dormidos, levanto la plancha de zinc y me deslizo por allí tratando de no hacer ruido.

Al salir fuera de la casa, una ráfaga de aire me llena los pulmones, todo está sumamente oscuro, la luna se ocultó, hasta ella me dejó sola.

Sin pensarlo mucho comienzo a caminar muy aprisa, siguiendo las instrucciones del muchacho.

Camino y camino sin parar, me siento cansada, pero no me puedo detener, por fin llego a la carretera, recuerdo las instrucciones del muchacho y sigo el rumbo, no sé cuánto tiempo tenía caminando cuando veo las luces de un automóvil, alguien viene, tengo que detener ese auto.

Me coloco en el medio de la carretera con los brazos extendidos, el auto se está acercando, pero no se detiene, siento que las luces me encandilan, lo que hago es cerrar mis ojos, pero permanezco con los brazos abiertos.

No quiero abrir los ojos, siento la claridad de las luces del auto, y luego una voz que me grita.

—¡Hey mujer!, ¿estás loca, quieres que te arrolle con mi auto?

Sólo eso escuché, todo se volvió negro y en silencio.

—Mujer, me escuchas.

Siento unas palmadas en mi rostro, poco a poco voy abriendo mis ojos y veo frente a mí, un rostro cubierto por una barba y unos incandescentes ojos verdes.

—Señor ayúdeme, sáqueme de aquí por favor.

—¿Qué le pasó? ¿La llevó a un médico?

—No, sólo aléjeme de aquí por favor.

El hombre me levanta en sus brazos, me coloca en la parte de atrás del auto y luego acelera, saliendo de ese lugar.

—Hola Félix, voy para mi casa, necesito que vayas para allá, para que examines a una señorita, después te cuento, apúrate.

Yo sentía que el automóvil volaba, a los pocos minutos, llegamos, yo todavía estoy aturdida, no sé dónde estoy, para mí lo más importante es que me escapé.

La puerta del auto se abre, el hombre me vuelve a llevar en sus brazos hasta el interior de la casa.

—Quédese tranquila, llamé a un amigo doctor, ya viene a examinarla.

Mis ojos se volvieron a cerrar, no sé por cuanto tiempo.

—Señorita, puede abrir sus ojos.

Los abro y veo un señor canoso con un estetoscopio guindando de su cuello.

—¿Cómo se siente? Si me puede oír apriete mi mano.

Muy bien, ahora siga está luz por favor, perfecto, todo está bien, ¿puede hablar?

Con voz ronca le dije.

—Sí doctor.

—¿ Usted recuerda por qué está aquí?

—Sí.

—¿Me puede decir qué le pasó?

—Me secuestraron y me escapé.

—¿Qué?, esto es grave, Cristhofer ven acá, tienes que escuchar esto.

El hombre de barba se acerca.

—Cuéntenos señorita, ¿qué le pasó?

—Yo aún no tengo claro lo que me pasó, sólo sé que desperté en un cuartucho miserable, dónde sólo había un colchón sucio para dormír.

—¿Cuántos días pasó en esa habitación?

—No tengo idea, para mí fueron

muchos, por favor si no es mucha molestia me gustaría bañarme para quitarme está suciedad que traigo encima.

—Sí, por supuesto allí al frente tiene el baño, ya le voy a decir a la señora Paola para que le consiga algo de ropa.

—Cristhofer, sería bueno llamar a las autoridades, se trata de un caso de secuestro.

Ya me dirigía hacia el baño cuando escucho al doctor, enseguida reaccioné.

—No, por favor no llamen a nadie, por ahora no quiero que sepan que estoy aquí.

—Cristhofer, ¿Qué dices?

—No llames, voy a esperar, todavía está conmocionada, después veré lo que hago.

—Hijo yo tengo que irme, pero mañana regreso, manda a preparar un caldo para que se alimente, se nota que no ha comido bien.

—Ya lo hice, le dije a Paola que le preparara un caldo de pollo.

—Entonces me voy, si me necesitas no dudes en llamarme.

—Gracias Félix.

Debajo de la ducha sentí la gloria, no sé cuánto tiempo tenía sin bañarme, el agua que salía de mi cuerpo era de color negro de tanta suciedad que emanaba de él.

—Señorita en el baño está una bata, puede salir con ella.

Era la voz del hombre con barba, el hombre que me salvó, menos mal que pasó por allí, si no todavía estuviera caminando o un animal me hubiese mordido o quizás me hubiese perdido en ese monte.

No sé cuánto tiempo estuve en la duche, cuando salgo él está allí.

Ahora sí lo puedo ver con claridad, es alto, yo diría que bastante alto, es muy atractivo, a pesar que tiene casi todo el rostro cubierto por la barba, se nota que es hermoso y esos ojos verdes que bellos son.

—Ahora la voy a dejar con Paola para que la ayude a cambiarse, luego vengo.

—Buenas noches señorita, yo soy Paola.

Paola era una señora mayor, un poco gordita, con una sonrisa de señora amable y cariñosa.

—Buenas noches señora Paola, mi nombre es Camila.

—Muy bien señorita Camila, déjeme ayudarla a cambiarse, usted todavía está débil.

La señora me ayudó y vio que tenía una cortada debajo de mi pierna muy cerca de mis glúteos.

—Señorita, el doctor como si no vio esto, tengo que buscar el maletín de primeros auxilios para curarla, no es profunda, pero se puede infectar.

Llevo mi mano hacia donde está la herida y me dolió, esa cortada me la hice con la plancha de zinc, tuve que arrastrarme para salir por el espacio que había entre las planchas de zinc.

La señora Paola salió y al instante entró Cristhofer, así lo llamó el doctor.

—¿Me dijo Paola que tienes una herida?

—Sí, pero no es de cuidado.

—Déjame ver.

—No se preocupe, ya la señora Paola me va a curar.

En eso entra Paola con el maletín de primeros auxilios.

—Dame Paola yo lo hago, por favor señorita tiéndase en la cama y dese vuelta, Paola por favor tráeme un desinfectante acá en el maletín no está.

—Disculpe, pero tengo que bajarle el pantalón.

Sin esperar mi respuesta me baja el pantalón hasta mis rodillas, que pena por primera vez un hombre me ve y me toca así mis piernas, me sentí muy incómoda, pero no puedo negar que no fue desagradable.

Él muy delicadamente toma un pedazo de gasa y comienza a limpiarme toda el área, luego con el desinfectante que le trajo la señora Paola comenzó a limpiarme la herida.

—Quédese tranquila, sé que duele un poco, pero pronto va a sanar, no es profunda, sólo es una herida superficial, recuerda como se la hizo.

—Sí, fue con una plancha de zinc, para escaparme tuve que despegar varias planchas para hacer un espacio entre ellas, pero cuando estaba saliendo arrastrando mi cuerpo por el suelo, una de ellas me rozó la piernas.

—Voy a tener que ponerle una inyección para prevenir el tétano, esas planchas de zinc por lo general están sucias y oxidadas.

Yo no lo escuchaba, sólo sentía sus manos suaves que acariciaban mi pierna, bueno él sólo me estaba curando, pero yo lo sentí como una caricia.

—Ya está listo, mañana le cambio la cura, ahora tiene que comer.

—Paola por favor le puedes traer su comida a la señorita.

Él me ayuda a levantarme un poco, coloca sus brazos alrededor de mi espalda y me impulsa para sentarme en la cama, su rostro queda muy pegado al mío, así puedo ver lo verde de esos ojos tan hermosos, él también me queda mirando y me dice.

—Eres muy bella.

Sacude su cabellera, retira sus brazos de mi espalda y le dice a Paola que ya ha llegado con la bandeja.

—Paola ayúdala y que se la coma toda y déjala dormir necesita descansar.

Sale de la habitación dejándome desconcertada, pero por primera vez en muchos días me siento en paz.

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