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Capítulo 2:  RECUERDOS

   

  Esa noche no dormí, me senté a un lado del colchón, pegando mi espalda a la pared, de pronto la luz de un relámpago alumbró el cuarto, comenzó a llover a cántaros, el agua se filtraba por debajo de la pared de zinc, obligándome a subir mis pies en el colchón, tenía frío y mucho miedo, la lluvia no cesaba, para calmar mis nervios recordé a Marcus.

     —Amor, estoy aquí en este cuarto, pero sé que no estoy sola, tu sonrisa, tu mirada me acompañan, recuerdas cuando me declaraste tu amor, yo no lo podía creer, la muchacha más sencilla de la empresa, la más humilde, pero eso sí, la más enamorada, porque me enamoré desde el primer momento que te vi.

     Esa mañana llegaste con un ramo de rosas y me lo colocaste en mi escritorio, a un lado del ramo había una caja de bombones envuelta con una cinta de color dorado.

     —Hola Camila, espero que te gusten las flores y los chocolates.

     —¿ Este ramo es para mí?

     —Por supuesto y  me harías el hombre más feliz si  me acompañas a almorzar

     Yo no sabía que decir, la voz no me salía, con esfuerzo atiné a decir.

     —¿Hoy?

     —Sí, vengo por ti a la hora de almuerzo, por supuesto si no tienes compromiso para esa hora.

     —No, no lo tengo.

     Cómo lo habías prometido a la hora convenida te tenía frente a mi escritorio.

     —¿Nos vamos?

     —Sí, ya estoy lista.

     Salimos de las oficinas de la empresa, bajo las miradas de todos los envidiosos, sobre todo de las damas.

     Me llevaste a un bello restaurante, a los pocos minutos tomaste mis manos entre las tuyas

     —Camila yo no soy hombre de palabras bonitas, sólo quiero decirte que estoy enamorado de ti

      Yo no cabía en mi asombro, por supuesto que era un sueño de tantas noches que ahora se estaba haciendo realidad.

      No lo podía creer el más asediado por todas las solteras y de algunas casadas también, el hombre guapo, el hijo de uno de los socios mayoritarios de la empresa, en ese momento me estaba confesando que me amaba.

     —Te amé desde el primer momento que entraste a mi oficina llevando unas carpetas en tus manos para que yo las firmara, te amo a pesar de los comentarios de los que quieren descalificarte, veo en ti a la mujer con un corazón grande dispuesta a dar todo por los que ama, veo en ti a la mujer que sabe defender con pasión en todo lo que ella cree.

     En ese momento sentía que mi corazón se detenía, aún a pesar del clima, mis manos sudaban, mis ojos se llenaron de lágrimas, tus manos tomaron mi rostro diciéndome con mucha ternura.

     —Espero que esas lágrimas sean de felicidad, te prometo si tú así lo deseas  te haré la mujer más feliz de la tierra, no permitiré que nadie te haga daño, de ahora y para siempre tu felicidad es mi felicidad, te amo mi niña hermosa y eso no lo va a cambiar nadie.

     Ese día fue maravilloso, después de almorzar regresamos a la empresa, pero a la salida del trabajo allí estabas,  esperándome, para culminar con un gran aplauso lo hermoso de ese día, fuimos al cine y luego me llevaste a mi casa.

     Nunca me imaginé que esa relación que recién comenzaba iba a ser el inicio de nuevas pesadillas para mi vida. 

     Un relámpago interrumpió mis pensamientos, su luz fue tan intensa que iluminó todo, el colchón dónde dormía estaba rodeado de agua.

     —Dios no me abandones, que cese esta lluvia, estoy temblando, tengo mucho frío, tengo fiebre, Señor ayúdame no me puedo enfermar, necesito de todas mis fuerzas para salir de esto. así como estaba, pegada a la pared, acurrucada en un rincón del colchón me quedé dormida.

     A medianoche me desperté, a pesar del frío estaba sudando, me sentía empapada de tanto sudar, gracias a Dios había dejado de llover, me dolía todo el cuerpo, me volví a quedar dormida.

     Me desperté por el ruido de la puerta cuando se abrió.

     —Señorita -era el joven que me llamaba- señorita, le traje el desayuno.

     Mi vestido de novia estaba húmedo y sucio.

     —Por favor me puedes traer algo de ropa para cambiarme, el vestido está mojado.

     —Voy hacer todo lo posible por conseguirle ropa limpia y seca.

     —Gracias, también me puedes traer un medicamento para bajar la fiebre.

     —¿Tiene fiebre?

     —Sí, desde anoche tengo fiebre.

     —No se preocupe, le voy a traer medicinas, ¿necesita algo más?

     —Si puedes tráeme una manta, en las noches hace mucho frío.

     —Está bien señorita, le voy a conseguir la manta.

     —Gracias aprecio lo que haces por mí, lo voy a tener en cuenta para cuando salga de aquí.

     —No lo creo señorita, si usted sale de aquí de seguro y la encierran en otro lugar.

     Las palabras del muchacho me dieron escalofríos.

     —Ya me voy, desayune, tiene que alimentarse, regreso dentro de un rato con las cosas que me pidió.

     Quedé de nuevo sola en ese cuarto miserable, el piso de tierra estaba húmedo por el agua que había entrado, me sentía débil por la fiebre, no tenía ganas de comer, pero lo hice, me comí todo.

     La comida era sencilla, no como los alimentos que se sirven en la casa de Marcus, pero estaba sabrosa. Recordé la primera vez que Marcus me invitó a cenar en su casa.

      Al llegar quedé impresionada por lo grande y majestuoso de la casa, con una elegancia que rebosaba lo normal. Marcus me condujo al salón principal dónde estaba la familia, la mamá, el papá de Marcus (que ya lo conocía), su hermana y su abuela paterna.

     —Buenas noches familia.

     —Buenas noches -Respondieron todos.

     —Familia les presento a Camila, mi novia.

     —Hola Camila, -era el señor Mark, el papá de Marcus- me alegra mucho que estés aquí, como representante de la familia te doy la bienvenida.

     —Gracias señor Mark

     —Buenas noches Camila, -era la mamá de Marcus-

     —Hola hermana, ¿te puedo llamar hermana? por fin alguien atrapó al odioso de mi Hermano.

     Todos se rieron por las palabras de la hermana de Marcus, menos su mamá permanecía sin hablar, sólo mirándome, con un rictus amargo en sus labios.

     Sólo faltaba por saludar a la abuela de Marcus, una anciana con una cara angelical y una mirada bondadosa, me dirigí hacia ella y le tomé una de sus manos.

     —Buenas noches abuela, ¿la puedo llamar así?

     —Por supuesto mi niña, ya eres mi nieta, estoy feliz por eso, esa cara de felicidad de mi nieto cuando te mira  me llena de alegría, gracias por eso, tenía mucho tiempo que no lo veía tan alegre.

     Allí en el salón estuvimos un rato, tomamos unas copas de vino, hasta que el señor Mark señaló:

     —Bueno creo que ya es hora de pasar a la mesa del comedor.

     —Ya va Mark, -intervino la mamá de Marcus- esperemos unos minutos, estoy esperando un invitado.

     —¿Y quién es tu invitado amor?

     —¡Ah! mira ya llegó.

     En ese instante una mujer super elegante entró al salón, con una belleza que exageraba lo normal.

     —Buenas noches a todos.   

     De inmediato se dirigió a la señora Emperatriz la mamá de Marcus, le dio un beso en la mejilla diciéndole:   

     —Gracias por está invitación, te traje un obsequio por agradecimiento.

     —No debiste molestarte, gracias.

     Era un precioso brazalete de oro.

     —Hola señor Mark, que gusto verlo de nuevo.

     —Buenas noches.

     —Hola Marcus, -se acercó y le dio u beso en la mejilla.

     Marcus permanecía callado, su expresión era extraña, de irá, de asombro, pero a la vez de complacencia por lo que estaba mirando. En ese momento me sentí inquieta, ¿celosa? Era como si una señal de alerta se prendió en mi cerebro, me quedé mirando a Marcus y él como si leyó mis pensamientos y me tomó la mano, pero lo hizo con tanta fuerza que eso me alertó más aún.

     La hermana y la abuela de Marcus, no decían nada, sólo miraban a la recién llegada, como extrañadas por la visita.

     —Abuela, que gusto verte de nuevo, ¿cómo estás?

     —Perfectamente.

    —Mamá ya tengo hambre, ¿pasamos a la mesa o esperas a otro invitado sorpresa? 

     —Por supuesto que no, hija ya podemos pasar a cenar.

     —Gracias a Dios que no hay más invitados, -esto lo dijo mirando con rabia a la recién llegada.

     Nos sentamos a comer, Marcus se sentó a mi lado y de su otro lado sentaron a la visita sorpresa.

     Comenzaron a servir, colocaron una gran cantidad de cubiertos y vasos, pero eso no me asustó, había leído bastantes libros de etiquetas en la mesa.

     —Camila disculpa, aún no las he  presentado, ella es Liliana una gran amiga de la casa.

     —Hola Camila, me da mucho gusto conocerte.

     —Hola Liliana, te aseguro que el gusto es mío.

     La cena fue muy inquietante aunque Marcus trató de disimularlo, la presencia de Liliana lo perturbaba, en realidad yo quería que esto terminara rápido, el centro de atención fue Liliana, la mamá de Marcus no dejaba de preguntarle por sus viajes, su trabajo, sueños, esto fue lo que rebosó el vaso.

     —¿Liliana qué hay de tus sueños?, ¿qué quieres hacer? ¿Te viniste para tu país por un tiempo o quieres quedarte por siempre?

     —Vine a recuperar todo lo que perdí, ya no soy la misma de antes, ahora sí sé lo que quiero y estoy dispuesta a todo por eso que un día perdí.

     —Entonces brindemos por eso, —la mamá de Marcus levantó su copa y todos lo hicieron, quizás por educación ante la mesa o porque de verdad querían que ese sueño se realizara.

     Mis piernas en ese momento temblaron, quería levantarme de la mesa y salir corriendo de allí, pero no lo iba hacer, ya no era una niña que corría para huir de los problemas ahora tenía que enfrentarlos, ya no más engaños y mentiras en vida.

     No lo hice, no salí corriendo, como una guerrera, me quedé enfrente de la batalla, reaccioné muy educadamente, aún no sabía las razones de ese comentario, pero mi instinto de mujer enamorada me decía que él sueño de Liliana era recuperar a mi novio.

     La puerta se abrió, el muchacho entró con un paquete en las manos.

     —Espero que le quede bien, allí tiene ropa para que se cambie, y tómese está medicina es para la fiebre.

     —Gracias.

    —Voy a salir un momento para que se cambie y me entregue ese vestido de novia o si prefieren se lo dejo aquí.

     —No, mejor te lo llevas y lo dejas por allí o lo quemas.

     El muchacho salió, con mucho dolor me fuí quitando el vestido, no se trataba de el dolor físico, por el malestar de la fiebre, si no el dolor en el alma, ese dolor que te atraviesa toda y que es muy difícil arrancar ¿Será lo que representa este vestido la causa de mi encierro?

     También estaba mi pasado, esa historia oscura que envolvía mi vida y de la cuál aún no había podido escapar, aún me quedaban secuelas de lo que había hecho,¿ serán estás las consecuencias?

     El muchacho entró de nuevo, llevándose mi vestido de novia, estaba sucio y todo roto, con ese vestido se fueron mis ilusiones, mis ganas de formar una nueva vida junto al hombre que amaba. 

     —Bueno, con el traje se van mis sueños, ¿será qué yo no tengo derecho a ser feliz? , desde niña he sido perseguida, humillada, maltratada, aprendí a defenderme de mis abusadores, aprendí a superar mis miedos, alcancé metas y ahora que estaba a un punto de ser feliz con el hombre que amo me sucede esto.

     ¿Qué hago, Señor? ¿Será que lloro? ¿Será que rio? ¿O me siento a esperar qué se haga tu voluntad?

     

     

     

     

     

     

     

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