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Capitulo 4: EL HOMBRE DE LA MONTAÑA

     Después de la comida, me quedo profundamente dormida, necesitaba este descanso, en esta cama amplia y entre estas sábanas de seda.

      —Señorita Camila despierte, ya el doctor está aquí.

     —¿El doctor?

     —Sí, el que la examinó ayer, vino temprano porque tiene que hacer un viaje y no regresa sino hasta dentro de una semana.

     Abro mis ojos y noto que ya es de día, las cortinas cubren la ventana, pero aún así la claridad del nuevo día se cuela al interior de la habitación.

     —Señora Paola le puede decir que espere unos minutos, quiero asearme antes que me examine.

     —Sí claro, ya le digo, el niño Cristhofer está con él.

     —¿El niño?

     —Lo que pasa es que yo le digo así, yo ayudé a su mamá a cuidarlo, tengo años atendiendo sus gustos, lo quiero como un hijo.

     Mientras me dirijo al baño, no dejo de pensar en "el niño" la verdad es que para mí, no tiene nada de niño.

     —Señorita Camila, Cristhofer salió y le compró ropa, acá se las dejo en la cama, para que se las pruebe.

     —Gracias señora Paola, ya salgo.

     —¡Wow!  Este hombre tiene buen gusto, estas blusas están lindas.

     Me visto y me quedo sentada en la cama esperando al doctor, a los pocos minutos escucho que tocan la puerta.

     —Adelante.

     —Esta paciente es igual a ti de terca, le digo que tiene que descansar y me recibe sentada en la cama,

     —igual a mí no es,  ella es hermosa.

     El doctor se lo queda mirando, como extrañado por su respuesta.

     —Bueno señorita, ahora vamos a examinarla.

    El doctor inicia su exámen colocando el estetoscopio en mi pecho, me hace el examen con la luz en los ojos, luego me quiso voltear para examinar mi espalda, pero hice un movimiento brusco y me lastimé la pierna.

     Cristhofer corre hacia mí.

     —¿Qué pasó, te lastimaste la herida de la  pierna?

     El doctor ve a Cristopher con cara de asombro.

     — ¿De qué herida están hablando?

     —Félix ayer después que te fuiste, Paola se dio cuenta que la señorita tiene una herida en la pierna, se la hizo con el filo de la plancha de zinc cuando se arrastró en el suelo para escapar.

     —Okey, señorita Camila se puede voltear  para ver la herida.

     —El doctor me despega la gasa.

     —¿Paola me imagino que tú la curaste?

     —No, fue el niño.

     —Me olvidaba que había un cirujano en casa.

     —Félix, ¿podemos hablar?

     —Claro déjame terminar con la señorita Camila.

     El doctor terminó de examinarme y sale de la habitación.

     —Dime Cristhofer, aunque yo sé lo que piensas decirme.

     —Claro que sabes, no quiero que Camila sepa que soy doctor.

     —¿Camila?

     —Sí, Camila. ¿No es así como se llama?

     —Así se llama, lo que me extraña es que anoche le decías señorita Camila y ahora es Camila, pero eso me alegra, es hora que te des cuenta que allá afuera hay una vida y hay otras mujeres.

     —Tampoco es para que exageres, yo sólo la llamé por su nombre, 

     —Yo te conozco muchacho y sé que con esa joven hubo cierta conexión, no me llames loco, tampoco que siempre te ando buscando novia, pero no sé con ella es diferente, el problema es que llegó aquí con un rollo de problemas encima, pero para todo hay solución, es ley de vida.

     Ahora déjame darle ciertas indicaciones a Camila y luego me voy nos vemos dentro de una semana, espero encontrarla aquí.

     El doctor me dijo que ya podía levantarme de la cama, que podía caminar, pero poco a poco, la herida de la pierna no era profunda, pero todavía no ha sanado.

     Me quedé casi toda la mañana en la habitación, la señora Paola entra.

     —Hola señorita Camila, no quise molestarla para que descansara, dentro de media hora Cristhofer la espera para almorzar, yo vengo a buscarla.

     —Okey, gracias.

     Al salir de la habitación es cuando puedo apreciar la casa, cuando llegué estaba mareada y no podía abrir mis ojos, ahora sí, es hermosa, con varias habitaciones, la habitación donde estoy es espaciosa, el comedor es como para diez comensales, la casa es bella, pero se siente triste, pesada.

     Al verme llegar se levanta de su asiento.

     —Señorita Camila, bienvenida.

     —Gracias.

     La comida estuvo deliciosa, la distancia que nos separa es grande, de una punta a otra, es mejor asi, me puedo perder en esos ojos verdes y la culpa será toda mía.

     —Acompáñame a la terraza, allí podemos hablar un rato, hay muchas cosas que tienes que decirme. 

     —Sí tienes razón, estás en tu derecho, tú no puedes meter en tu casa a una desconocida.

     Sin darnos cuenta nos estábamos tuteando.

     Él se sirve un vaso de whisky y a mí me sirve una gaseosa.

     —No puedes tomar licor, mientras estés tomando antibióticos.

     Okey, ya estamos aquí, ahora cuéntame lo que te pasó.

     —En realidad todavía no tengo claro, lo que me pasó, pero te voy a relatar lo que vi.

     Le cuento todo desde el momento que salí del hotel donde me hospedaba para vestirme de novia, cuando llegaron los delincuentes pistola en manos, el momento de mi secuestro, cuando desperté en el cuartucho, mi escape con la ayuda de uno de los secuestradores y mi momento con él en la carretera.

     —Vaya esto parece una novela de mafiosos, de odios, de intrigas, de venganza.

     —No, la venganza no es de ellos, la venganza será mía.

     —Y Ahora, ¿qué piensas hacer?, ¿cuál es el siguiente paso?

     —El siguiente paso lo pienso dar sola, te agradezco mucho tu ayuda, pero de ahora en adelante camino sola.

     —Osea que piensas irte, aún con esa herida abierta, no recuerdas lo que dijo Félix, que él te viene a examinar dentro de una semana, así que tienes que esperarlo.

     —No quiero causarle más molestias, prefiero irme.

      —¿Y para dónde te vas?

      —Yo tengo una amiga de la infancia, es muy confiable, la puedo llamar para que me reciba en su casa.

     —¿Y no piensas llamar a tu novio?

     —No, ahorita no confío en nadie, si lo llamo toda su familia se va a enterar y yo no quiero que sepan dónde estoy,  hasta que  descubra quién me hizo esto, por ahora tengo que quedarme en el anonimato, como si no existiera.

     —Pero si llamas a tu amiga, tu secuestrador puede estar vigilandola, es muy lógico suponer  que te vas a comunicar con ella, de esa manera pueden dar con tu paradero, te propongo esto, quédate aquí por lo menos quince días, puede ser un mes, el tiempo que tú necesites, nadie va a saber que estás aquí.

     Después de meditarlo unos minutos le respondo: 

     —Me quedo con una condición, ayudó a la señora Paola en la cocina, yo sé cocinar muy bien, no se va a arrepentir.

     —Que no te escuché Paola, va a pensar que cocina mal, o que ya está vieja y perdió la sazón.

     —Tú quédate tranquilo, la voy a convencer que me deje en la cocina.

     —Tú eres mi invitada no entiendo porque tienes que trabajar.

     —Desde niña aprendí a ganarme el pan que me llevo a la boca y no serás tú quien me quite eso.

     —Bueno está bien, si así lo quieres ayuda a Paola en la cocina, ahora anda a descansar, todavía estás débil por los días de encierro, yo voy a salir 

     Me voy a la habitación y allí me quedo, cuando salgo de allí, ya el sol se está ocultando, me llegó hasta la cocina.

     —Hola señora Paola.

     —Hola señorita Camila, quiere un té.

     —Sí por favor.

     —¿El señor Christopher está en la casa?

     —No, el niño fue a la ciudad.

     —¿A la ciudad y dónde estamos?

     —Estamos en la montaña, esta casa la construyo mi niño con un arquitecto amigo,  a él siempre le ha gustado el aire de las montañas, cuando era pequeño su papá se lo llevaba a acampar y pasaban días en la montaña, bajo las protestas y las peleas de su mamá, pero después lo volvían hacer. 

     —Usted tuvo suerte que él pasará por allí donde la encontró y de noche, porque  muy pocos son los que frecuentan estos lugares.

      —¿Y cuándo regresa de la ciudad?

     —No sé a veces tarda días en regresar y a veces lo hace el mismo día, yo creo que hoy se queda porque se llevó un maletín.

     Cené en la cocina con la señora Paola, conversamos un buen rato y me voy a la habitación.

     Si como dice la señora Paola esta casa está bien escondida, entonces es muy difícil que a mí me encuentren y que tanto hace Cristhofer en la ciudad, será que allá tiene una novia, o una amante, bueno y eso a ti que te importa Camila, tú no vas a estar mucho tiempo en esta casa, así que lo que haga su dueño no es de tu incumbencia, mejor trata de dormír.

     Estoy profundamente dormida cuando siento un relámpago que seguramente cayó muy cerca de la casa, pego un salto en la cama y me siento en ella, de pronto todas las luces de la casa se apagaron.

     —Eso no me gusta, odio la oscuridad, voy a ver si encuentro unas velas en la cocina.

     Todo está muy oscuro, trato de ir lo más rápido que pueda, llegó a la cocina y comienzo a buscar por las gavetas, encuentro unas y luego busco un encendedor, me doy la vuelta y de pronto frente a mí tengo la figura de alguien muy alto, lo que hago es gritar y gritar, cuando lo iba hacer de nuevo siento unos labios sobre los míos, esos labios quisieron cerrar los míos para que no gritaran, yo me callé, pero ellos seguían besándome y besándome, no se detenían.

     —Cristhofer, detente.

     —Si soy yo, pero no puedo ….

     Y seguía besándome, en la oscuridad me levantó como una pluma y me llevó cargada a la habitación, allí me colocó en la cama y siguió besándome.

     Yo estoy como una marioneta en sus manos, no sé que me pasa, pero no lo puedo detener, al contrario quiero que siga, que no se detenga.

     De pronto me ve directo a los ojos y me dice.

     —Discúlpame.

     Y se aleja, cerrando la puerta con un fuerte golpe.

     

    

     

     

     

 

     

     

     

     

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