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Capítulo 5: ¿AÚN LO AMAS?

     Ya han pasado dos días, después de la noche de tormenta, de la noche del beso, no he visto a Cristhofer, me dijo la señora Paola que se había ido a la ciudad a resolver unos asuntos.

     Me estoy tomando una taza de café en la cocina cuando la señora Paola me dice:

     —El niño me llamó, me dijo que regresaba hoy, que le hiciera una rica cena.

     —¿Regresa está noche?

     —Sí.

     —Señora Paola, ¿cómo hago para llegar a la ciudad?

     —Tienes que llamar un taxi, pero yo tengo un amigo que siempre me hace ese servicio cuando tengo que ir de compras, si quieres lo puedo llamar para que te lleve.

     —Gracias señora Paola, claro que sí, me gustaría ir hoy mismo.

     —Lo voy a llamar para que te lleve y te pones de acuerdo con él a la hora que tienes que regresar.

     —Pero como le pago, yo no tengo dinero.

     —No te preocupes, de eso me encargo yo, además mi niño antes de irse me dijo que estuviese pendiente de ti para que no te faltara nada, si vas para la ciudad vas a necesitar dinero, toma te voy a dar esto.

     La señora Paola llamó a su amigo y aproximadamente como en hora y media ya estaba en la casa.

     Me recojo el pelo y me coloco una gorra, y unos lentes de sol para tratar de ocultar mi rostro, esto por si me llego a encontrar con alguien conocido.

     El amigo de la señora Paola se llama Frederick, me dejó en el centro de la ciudad y me puse de acuerdo con él a la hora que tenía que venir a buscarme.

     Busco un teléfono público y llamo a mi amiga. 

     —Hola, ¿quién habla?

     —Fabiola, amiga soy yo.

     —Camila, ¿eres tú Camila?

     —Sí, pero no digas mi nombre, te pueden oír.

     —Amiga, ¿dónde estás?

     —Necesito hablar contigo ahora, te acuerdas del lugar donde solíamos ir a comer rosquillas.

     —Sí, claro que me acuerdo.

     —Pues allí te espero, pero ten cuidado asegúrate que nadie te siga, te pueden estar vigilando.

     —No te preocupes amiga, tú sabes que para esconderme de las personas yo soy muy buena, espérame ya voy para allá.

     Al poco rato ya Fabiola está conmigo, nos damos un fuerte abrazo.

     —Camila qué alegría verte, pensé que no te volvería a ver, yo sabía que no era cierto eso que comentaron.

     —¿Qué comentaron?

     —Que minutos antes de la boda, te habías arrepentido, le dejaste una nota a Marcus diciéndole que te diste cuenta que no lo querías y por eso te ibas de la ciudad.

     —¿Tú viste esa nota?

     —No, sólo escuché los comentarios en el lugar donde se iba a realizar la boda, Marcus estaba frente al altar esperando que llegaras, cuando pasó más de media hora llegó un muchacho con una nota y se la entregó a Marcus, él la leyó y dijo, se terminó la fiesta, no hay boda y se alejó de allí, yo quise hablar con él, pero no me lo permitieron.

     —Pobre Marcus, debe estar desolado pensando que yo lo dejé plantado en el día de nuestra boda.

     —Yo también me compadecí, pero ahora no.

     —¿Por qué dices eso? 

     —El muy desgraciado anda muy felíz y muy bien acompañado, perdona amiga, pero tengo que decírtelo, no es posible que un hombre que dice  estar muy enamorado, se conforme con una nota y que rápido se restableció del golpe, ya a la semana andaba con su ex, yo lo vi.

      —¿ Amiga qué viste?

     Exactamente habían pasado siete días desde tú desaparición, cuando lo ví saliendo de una discoteca muy abrazado con la tal Liliana, ellos no me vieron, pero yo sí. 

     Ahora cuéntame todo.

     —Fabiola me secuestraron.

     —¿Qué, dónde y cómo?

     —Estaba saliendo del hotel rumbo al lugar de la ceremonia, cuando el automóvil dónde iba lo interceptaron dos encapuchados, pistola en mano me sacaron del auto, me drogaron y me llevaron a un sitio lejos de aquí, allí estuve muchos días hasta que logré escapar.

     —Yo sabía que te había pasado algo, no me creí lo de la nota, amiga hasta  llegué a pensar que te habían matado 

     —Lo que no entiendo es por qué razón el chófer no dijo lo de mi secuestro.

     —Amiga, piensa, tú eres más inteligente que yo, no lo dijo porque también es cómplice de los que te secuestraron.

     —Tienes razón.

     —Ahora si fue un secuestro porque no pidieron dinero, la familia de Marcus tiene bastante, entonces porque no pidieron rescate.

     —Porque eso no era lo que querían.

     —¿Y qué es lo que querían?

     —Eso es lo que tengo que descubrir.

     —Amiga, aquí estoy como en los viejos tiempos, dime lo que tengo que hacer y yo te ayudo.

     —Lo sé Fabiola, sé que eres la única con quién cuento, pero esta vez tenemos que tener mucho cuidado, está gente quienes dieron la orden de mi secuestro son muy peligrosas, yo creo que no les va a temblar el pulso a la hora de matar, así que debemos actuar con cuidado.

     —Dime lo qué tenemos que hacer.

     —¿Todavía trabajas en la empresa?

     —Sí, después que te fuiste quise renunciar, pero no lo hice, siempre tuve la esperanza que volverías.

      —Fabiola necesito que sigas en la empresa, pero bajo perfíl, no quiero que nadie sepa que me estoy comunicando contigo, necesito que seas mis ojos, mis oídos y mis manos en la empresa, yo me voy a comunicar contigo bajo otro nombre.

     —Ponte el que solíamos usar cuando éramos pequeñas, cuando nos conocimos en el orfanato.

     —Sí ya recuerdo, me llamabas charlotte, me decías que yo parecía una reina, ese nombre  me gusta, digo lo del cambio de nombre  porque tú sueles dejar tu teléfono por cualquier lugar, puede ser que te llame y otro vea la llamada y me descubra.

     —Amiga, te prometo que ahora voy a ser más cuidadosa con mi teléfono, pero dime, ¿dónde te estás quedando?

     —Eso no puedo decírtelo por ahora,  pero estoy bien, es un lugar seguro, me atienden muy bien, yo diría como una princesa y el dueño del lugar es un hombre muy gentil, muy caballeroso, muy amable y muy atractivo.

     —¿Cuántos días tienes allí?

     —Como cinco días.

     —Pero para tener tan pocos días, lo conoces muy bien.

     —Bueno amiga, fue quién me ayudó, me encontró en la carretera y me llevó a su casa, tengo que estar agradecida.

     —Algo me dice que no es sólo agradecimiento, se te iluminan los ojitos cuando hablas de él.

     —Fabiola por Dios, estuve a punto de casarme, no me puedo olvidar tan fácilmente de Marcus.

     —Pero, él parece que si te olvidó, por lo tanto no puedes cerrar tu corazón a otro que quiera entrar y no me estoy refiriendo a la persona que te salvó, estoy hablando de cualquiera, ya cierra la página de Marcus, porque creo que él ya la cerró contigo y perdona que sea tan ruda, pero nosotras nos conocemos y hemos pasado por muchas cosas y sabemos distinguir lo bueno de lo malo.

     —Por lo que tú dices Marcus me supo engañar.

     —No sé amiga, yo a él lo veía tan enamorado y de pronto de la noche a la mañana ese amor se evapora, yo no lo creo, pienso más bien que allí no hubo amor, por lo menos no de parte de él.

     —Quiere decir que él todo este tiempo estuvo mintiéndome, entonces, ¿por qué razón me pidió matrimonio?

      —Eso es lo que tenemos que descubrir.

     —Fabiola ten cuidado, no quiero que nadie sepa que aparecí.

     —Tranquila, voy hacer el papel de espía y no me van a descubrir, ahora vamos a almorzar, verte de nuevo me dio mucho apetito, ven te voy a llevar a un sitio bien bonito y muy discreto.

     Almorzamos, luego nos fuimos a caminar y a comer helados como siempre lo hacíamos, cuando de pronto me doy cuenta que ya está oscureciendo.

     —Fabiola ya es tarde tengo que llamar al señor Frederick para que me lleve de nuevo a la montaña. 

     —¿ Qué estás viviendo en una montaña?

     —Fabiola no quería que te enteraras, pero sí, estoy viviendo en una casa inmensa, majestuosa, pero está construida en la montaña.

     —Amiga, tan sólo a ti, te ocurren estás cosas.

     —Allí voy a estar máximo un mes, mientras más tiempo pase escondida  ellos me van a dar por perdida, eso me dará tiempo para averiguar cosas, tengo que buscar un trabajo para poder mudarme, por ahora no tengo ni un centavo, estoy viviendo de la caridad del hombre que me salvó.

     —Tú sabes que cuentas conmigo, lo que yo tengo es también tuyo y qué pasa con tus cuentas? 

     —Amiga, sé que cuento contigo, pero tú tampoco tienes mucho y mis cuentas por ahora no puedo tocarlas, así que esperemos un mes y luego me ayudas a buscar trabajo.

     —Hecho, así será.

     Al rato me despido de mi amiga, ya Frederick está esperándome para llevarme de regreso.

     Ya es de noche, llego a la cocina para que la señora Paola sepa que ya estoy en la casa.

     —Buenas noches señora Paola.

     —Hola Camila, ¿cómo te fue?

     —Muy bien, pude hablar con mi amiga, el señor Cristhofer está en la casa.

     —Sí está en la biblioteca, me dijo que en cuanto llegaras subas a la biblioteca.

     La biblioteca queda en el segundo nivel  de la casa.

     —Buenas noches Cristhofer.

     —Buenas noches.

     Allí está acostado en un sofá, la habitación está en penumbras, en su mano tiene un vaso de whisky y en el piso de mármol ví la botella.

     —Pensé que te ibas a quedar en la ciudad.

     —No, sólo fui para hablar con mi amiga, ella trabaja en la empresa y necesito su ayuda.

     —¿También le preguntaste por tu novio?

     —No fue necesario preguntarle, eso salió en la conversación.

     —¿Qué te dijo?, que te ama y que anda llorando en los rincones por ti.

     No dije nada, me mordí los labios para no decirle que Marcus ya me olvidó..

     —¿Para que me mandaste a llamar?

     —Te hice una pregunta y no me has respondido, que te dijo tu amiga, que tu novio te ama, que todos estos días te ha buscado, que todo su dinero lo va a poner en manos de investigadores hasta encontrarte, dime ella debe saber todo eso, si él sabe que ella es tu gran amiga, me imagino que la buscó para preguntarle por ti.

     Yo lo escucho, pero no entiendo porque está molesto.

     —¿Y tú lo amas? ¿Quieres volver con él? 

     De pronto se levanta del sofá y llega hasta donde estoy, se acerca y me levanta el rostro con su mano, es tan alto que mi rostro aún levantado queda a la altura de sus hombros o quizás un poco más abajo.

     —Camila responde, ¿aún lo amas?

     No supe qué contestar, porque en realidad no sé qué es lo que está pasando por mi mente, sólo lo miro, esos ojos verdes me paralizan.

     Él con su brazo me sujeta por la cintura y me levanta, llevando su rostro muy cerca al mío.

     —Camila, ¿aún lo amas?

     Siento su aliento a licor que me invade toda, mi respiración está agitada.

     Baja su boca y ya pegada a la mía me murmura.

     —¿Aún lo amas?

     

 

     

     

     

     

     

      

     

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