CAPÍTULO 44

—¡Myriam! ¡Myriam! —grité al mismo tiempo que corría hacia ella.

—¡Cir…Circe!

—Todo estará bien.

De pronto escuché el aullido de un lobo. Edon convertido en su forma animal, saltó sobre nosotros. Olfateaba como si quisiera descubrir al atacante. Hizo un gruñido y se movió entre la aldea para salir al bosque.

—¡Ve… con él! —titubeo Myriam.

—Tengo que ayudarte.

—Yo lo haré. —dijo el médico de la aldea.

Empecé a correr detrás de él. Pero debido a su velocidad era imposible alcanzarlo. De repente una flecha pasó frente a mis ojos y terminó en un árbol. Edon salió de unos arbustos y siguió la dirección de donde provenía la flecha.

—¡Edón, espera!...¡Edón! —grité. Pero ignoraba mis gritos. Lo seguí de nuevo, pero los árboles obstaculizaban mi vista. Además, el sol se ocultaba, no tardaba en caer la noche. —¡Edon!

En un salto el lobo blanco pasó frente a mí. Me enojé en ese instante, pero me di cuenta de que en su hocico llevaba una flecha, la mordió con fuerza y la rompió. Ni siqui
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