—Pero ¿qué pasó aquí? —Llegamos a una parte del bosque en donde muchos árboles estaban en el suelo. Como si alguien los hubiera arrancado desde su raíz. —Quién lo hizo tuvo que tener mucha furia. —mencionó Ada. —¿Ada? Tú que haces aquí. De pronto vi a Edon sentado en el suelo y su espalda recostada en un árbol. Corrí hacia él. —¡Edon, Edon! —exclamé. —Mi amor estás bien, ¡Edon! Por favor, responde. Al fin él abrió sus ojos y me miró —. ¿Estás bien? —volví a preguntar. —Si, si, si. —Se levantó del suelo y sacudió su ropa. La cual estaba desastrosa y sucia, no lo había visto así. Siempre estaba limpio y bien peinado, pero ahora casi parecía un vagabundo. —¿Qué fue lo que pasó aquí? —pregunté —Los desterrados, Epona, ella hizo todo esto.Epona, ella no podía. —Ella no pudo, es buena. —¡Circeeee! ¡Circe! —me giré y me encontré a mi amiga con Epona, tenía un cuchillo en su mano, mientras amenazaba el cuello de Ada. —Epona…Epona, no lo hagas por favor, ella es mi amiga. —Pensé q
Estaba en enmudecida, Fray trataba de despertar a su madre. El cuchillo aún estaba en su pecho. Estaba inmóvil, ella había muerto. —¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mamá! —Espetó Edon. —Myriam no puede morir —exclamé. Me puse de pie y me dirigí hacia ellos. —¡Aléjate! Tú eres la culpable —gritó Fray—. Te vi como enterrabas el cuchillo en su pecho. —Eso, no es cierto, no fui yo. —exclamé. Escuchaba a Fray y no podia creer que me acusara de esa manera. —Pues no había nadie más en la habitación cuando ingresé. —respondió. —¡Fray no lo hice! Ahora déjame ayudar a Myriam. —¡Aléjate de nosotros! Sabía que no podía confiar en ti, todo este tiempo este fue tu plan. —No tengo idea de lo que estás hablando. —Nuestros enemigos querían matar a mi madre, tú nos traicionaste, eres parte de los desterrados. —Fray no soy parte de los desterrados. Tú lo sabes bien. —No puedo confiar en la persona que mató mi madre. —Te juro que no fui yo. —Me dirigí hacia Edón quien tenía la mirada perdida— ¿Me crees?— preg
¿A dónde vas? —inquirió Edon. Estaba a punto de salir por la puerta, para ir al bosque. —Necesito algunos elementos naturales, estamos preocupados por las infecciones extrañas que están afectando a los hombres lobo. —No puedes ir por el bosque sola, tienes que estar en el castillo, sabes del peligro al que nos enfrentamos. —Yo puedo protegerme. —¿Y si aparece el encapuchado? —Sé protegerme Edon, iré rápido. —Entonces, yo te acompaño. No tenía opción que aceptar que me acompañara, de lo contrario no iba a dejar irme. —¿Tienes idea en donde puedo encontrar piedras lunares? —¡Fácil! En el fondo de la cascada hay varias de ellas. Para ir más rápido, Edon convirtió en el hermoso lobo blanco, me subí a su lomo y él corrió entre el bosque hasta llegar a la cascada. Me quité la ropa y me metí a nadar. Entre tanto Edon se quedó en la orilla, supuestamente vigilando. Me lancé al agua y nadé hasta el centro de la cascada. Busqué por varios minutos, hasta que vi en una roca algo brill
Me puse el relicario en el cuello. Miré el desorden a mi alrededor. Cerré mis ojos, levanté mis manos y como si yo fuera Matilda, los libros se pusieron en su lugar. Salí del castillo y me dirigí a la aldea. Más personas seguían enfermas. —¿En dónde estabas? —preguntó Edon. —En la biblioteca haciendo algo importante. —Las cosas están empeorando, más y más aldeanos presentan el mismo síntoma, algo los está contaminando y no sabemos qué. En cuatro horas inicia el eclipse y tengo un mal presentimiento. Cada vez más personas se enfermaban, y todos con el mismo síntoma, fiebre muy elevaba y debilidad, tal y como Myriam se presentó. Pero había algo extraño en todo esto, las personas que resultaban enfermas eran las mismas a las cuales les coloqué la posición mágica que Epona me regaló. En ese instante un clic hizo en mi cabeza. ¡Si todo esto había sido una trampa! —Doctor, hay alguna manera de detener esa infección. —No, sin una causa no podemos encontrar la cura. Entre tanto, logro
CAPÍTULO 55EDONHoy era el segundo día más triste de mi vida. Estaba enterrando a mi madre, una de las mujeres que más amaba en este mundo. Cuando enterré a mi padre, le prometí que cuidaría de mi madre, y le fallé, no pude protegerla. Permití que un desconocido ingresara a la casa y la matara sin ninguna consideración. Pero iba a encontrar a su asesino e iba a destrozarlo con mis propias manos. —¿Dónde está tu compañera? —preguntó Fray—No lo sé. —Deberías tenerla más vigilada, después de lo que pasó con nuestra madre. —Ella no es una asesina y no hizo nada en contra de nuestra madre. Ella sería incapaz…—Desconfío de ella. —¿En serio? Hace semanas se notaba que estabas muy enamorado de ella y horas después de terminar apareces en el castillo con una humana, y mejor amiga de Circe. ¿Cuáles son tus planes hermano? —Terminamos porque no confiaba en ella; oculta, secretos. Y lo referente a su amiga, tengo derecho a una segunda oportunidad en el amor. —Es humana. —Puedo converti
CIRCE—No la dejen escapar —balbuceó Fray —deténganla. Ella…ella… —señaló a mi mate— Circe, me atacó. Fray cayó al suelo y todos corrieron a auxiliarlo, incluyéndome. —¡Fray! Hermano, ¿qué fue lo que te pasó? —preguntó Edon. Vi su pierna, tenía una flecha en su pierna. Era una de las que él me había regalado. Algo estaba pasando aquí, esas flechas estaban en la torre, pero yo no los utilicé, nunca lo ataqué. Fray era el traidor. —Edón… yo no lo hice. —¡Llamen al médico! —gritó Edon. —¡Edon! Escúchame. —¡Tú le hiciste esto a Fray! —me acusó Ada. —¿Qué? No, claro que no.—Yo te vi. El médico llegó a los pocos minutos. Tomó la flecha y la saco de la pierna de Fray. —Punta de plata. —indicó. Edon tomo la flecha en sus manos y vio mis iniciales en ellas. —No fui yo. —¿Es tuya? —preguntó. —Sí, pero no fui yo. —afirmé. Edon la presionó con fuerza y la rompió. —¡Aprisiónenla! —ordenó desde el suelo Fray. —¡No, no, no, no!. Dos guerreros me tomaron uno en cada brazo. Lo que e
Pero algo dentro de mí se apoderaba de manera extraña. Una fuerza descomunal corría por cada vena de mi cuerpo. —¡aaaaaaaaah! —grité con fuerza. Los grilletes de mis manos y pies se rompieron. Epona y Fray se quedaron inmóviles al verme libre. Levanté mi rostro y sonreí. Si iba a morir, iba a ser conociendo la verdad. Me lancé hacia Fray hasta lanzarlo al suelo. Tomé el collar que tenía en mi cuello y con fuerza introduje el dije en su corazón, era momento de conocer sus pensamientos. Era como si cayera en un túnel sin profundidad. Iba en una caída en picada. Hasta que choqué al suelo. —¡Auch! Eso sí que dolió. Me encontraba en una habitación oscura, esto era la mente de Fray, así que no me sorprendía encontrarme con esto. Todo era negro como su corazón. Levanté mi mano e iluminé la habitación. Todo era silencioso. Di un par de pasos hasta que escuche una gota, era como aquel sonido cuando estás en la noche y solo la gota del grifo de la cocina es lo único que hace ruido. Seg
Epona miró hacia atrás, suspiró y desvaneció la bola de energía en su mano. Se puso de pie y me miro varias veces. Dio un fuerte suspiro. —No te voy a matar, ni a ti ni a nadie, si hago esto es porque Fray me obliga. —habló —Ese polvo que utilizó contigo, puede usar con cualquier ser fantástico, y de inmediato sus poderes desaparecen por un par de horas, no tengo idea de cómo lo consiguió, pero a pesar de mis poderes no he podido quitárselo. —confesó. Así que se trataba de eso. Sabía que Epona no podía ser tan malvada, porque nunca me demostró sus malas intenciones. —Tenemos que acabar con Fray y si la única solución es matarlo, es lo que debemos hacer. —hablé desde el suelo —con el inicio del eclipse podemos hacerlo. Epona me ayudó y me recostó sobre una de las paredes para que quedara sentada. Tomó mi mano y sentí como la energía regresaba a mi cuerpo. —Es lo suficiente para que puedas caminar o correr, pero no para usar tus poderes —mencionó Epona. —Tú y yo podemos matarlo