CAPÍTULO 54

Me puse el relicario en el cuello. Miré el desorden a mi alrededor. Cerré mis ojos, levanté mis manos y como si yo fuera Matilda, los libros se pusieron en su lugar. Salí del castillo y me dirigí a la aldea. Más personas seguían enfermas.

—¿En dónde estabas? —preguntó Edon.

—En la biblioteca haciendo algo importante.

—Las cosas están empeorando, más y más aldeanos presentan el mismo síntoma, algo los está contaminando y no sabemos qué. En cuatro horas inicia el eclipse y tengo un mal presentimiento.

Cada vez más personas se enfermaban, y todos con el mismo síntoma, fiebre muy elevaba y debilidad, tal y como Myriam se presentó. Pero había algo extraño en todo esto, las personas que resultaban enfermas eran las mismas a las cuales les coloqué la posición mágica que Epona me regaló.

En ese instante un clic hizo en mi cabeza. ¡Si todo esto había sido una trampa!

—Doctor, hay alguna manera de detener esa infección.

—No, sin una causa no podemos encontrar la cura. Entre tanto, logro
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