CAPÍTULO 26

La observé por algunos segundo. Era un placer para mí tenerla en mi cama a mi disposición.

Nuestros labios se unieron con desespero de nuevo. Al parecer, ninguno de los dos quería terminar con esto. Empecé a bajar las mangas de su vestido y desabroché los primeros botones detrás de su espalda.

Tenía experiencia en esto; sabía cómo darle placer a una mujer. Pero este momento era especial, para ambos.

Antes de seguir con el resto de sus botones, me detuve.

—Eres mía, solo mía. —gemí. Pasé mi lengua por su cuello. Todo su cuerpo temblo. Eso me agradaba, me excitaba. No pensé que se sintiera de esa manera.

Nunca nadie en toda mi larga vida me había dicho algo así. Estuve con docenas de mujeres y no podía negar que mi corazón dio un brinco de emoción y que muy en mi interior sentí aquellas mariposas de las cuales muchos hablaban, aquellas que revoloteaban en tu estómago cuando te sentías… ¿Enamorado?, eran cosas ridículas que los humanos decían, pero eran verdaderas.

En esta ocasión n
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