3 - El dilema de Emily

Mientras el viento soplaba suavemente a su alrededor, Emily pensaba en la delicada situación en la que se había metido. No quería en absoluto que Gaspar se acercara a Gabriela. Pero, ¿cómo podía deshacerse de él? ¿Qué podía hacer para dejar de verle? Volvió al despacho en automático y sólo se dio cuenta de que había llegado cuando Roger le habló:

- ¿Has vuelto?

- Se me ha quitado el hambre... -respondió ella.

- ¿No has comido?

- No, no he comido.

- ¿Te ha pasado algo? - preguntó preocupada.

Emily no contestó de inmediato. No sabía si quería compartir este problema con Roger. Él siempre se había interesado por verla bien y apreciaba su amistad, pero era un asunto muy delicado.

- No, se me ha quitado el hambre. Comeré algo más tarde. Puedes almorzar ahora.

- ¿Está segura?

- Estoy segura. Adelante.

Roger la miró un poco desconfiado, pero se fue a comer. Emily se quedó sola y no podía dejar de pensar en su encuentro con Gaspar. Los recuerdos de todo lo que había pasado entre ellos estaban frescos. Sólo tenía que verlo y todo lo que había vivido volvía a ella. Lo bueno y lo malo. Sobre todo lo malo. Había tantas preguntas. ¿Qué quería con todo lo que decía? ¿Cómo la encontró? ¿Qué sabe de Gabriela? Y sobre todo: ¿qué hará si va a la prueba de ADN y el resultado es positivo?

Incluso le dolía la cabeza. Hoy no podría concentrarse en su trabajo. Tal vez sería mejor irse a casa y aclarar sus ideas.  Coge su bolso y sale de la oficina sin despedirse de sus compañeros. Caminando por las concurridas calles de la ciudad, su mente se agitaba. Mientras volvía a casa, Emily se preguntaba cómo podía librarse de Gaspar. Era una figura misteriosa, llena de secretos, y parecía decidido a involucrarse de nuevo en su vida. Sabía que tenía que actuar, tomar medidas para protegerse a sí misma y a Gabriela.

Al llegar a casa, Emily cerró la puerta con llave y se tiró en el sofá, buscando un momento de paz y reflexión. Sintiéndose agotada, Emily fue a su dormitorio y se cambió de ropa. Se puso algo cómodo y decidió prepararse una taza de té para calmar los nervios. Mientras el agua hervía en la cocina, su mente no dejaba de darle vueltas a Gaspar y a los secretos que él parecía conocer. Sus emociones eran contradictorias. Al mismo tiempo que deseaba deshacerse de Gaspar, se preguntaba si no sería injusto para Gabriela, que siempre había anhelado tener un padre.

Pero Emily no conocía a Gaspar. Un día creyó conocerle y al entregarse a él en una sola noche, se quedó embarazada de Gabriela y cuando fue a verle para contárselo, descubrió que estaba prometido con otra mujer. Las semanas que pasaron hablando antes de conocerse, las cosas que él le decía, eran todas mentiras. Era un hombre comprometido y no se lo dijo.

Las palabras de Gaspar resonaron en sus oídos, recordándole lo convincente que había sido con sus mentiras. Se sentía engañada y traicionada, y una parte de ella no quería volver a tener nada que ver con él.

Sin embargo, había una voz en su interior que le recordaba la sonrisa inocente de Gabriela cada vez que mencionaba la posibilidad de tener un padre. Emily recordaba cómo Gabriela solía preguntarle por su padre y ella siempre respondía que no estaba, pero que había mucho amor y cariño a su alrededor.

La duda se apoderó de Emily mientras sostenía la taza de té caliente entre sus manos temblorosas. Por un lado, sabía que Gaspar había mentido y la había herido profundamente. Por otro lado, tal vez se merecía una segunda oportunidad para redimirse y estar presente en la vida de Gabriela. ¿Era justo privar a su hija del amor de su padre biológico sólo por sus acciones pasadas?

Emily suspiró, sintiendo cómo se intensificaba la tensión en sus hombros. Sabía que tenía que tomar una decisión, pero los sentimientos encontrados la dejaban confusa. Después de todo, Gaspar había vuelto a aparecer en su vida sin previo aviso.

Con su taza de té en la mano, Emily se sentó en el sofá y miró por la ventana, observando las luces de la ciudad que empezaban a encenderse. Se dio cuenta de que no podía aplazar la decisión por mucho tiempo. Era hora de afrontar la situación y hacer lo mejor para Gabriela y para ella misma.

Decidió que era mejor afrontarlo todo de forma armoniosa, al parecer Gaspar no apareció para pelear, sino que intentó hablar las cosas. Tal vez no causaría problemas en los tribunales, por ejemplo. Sólo si ella se negaba a hacerse la prueba de ADN. Por eso decidió que lo mejor era afrontarlo de inmediato. Pero no sabía cómo ponerse en contacto con él. En su nerviosismo, sólo podía pensar en huir y alejarse de él lo antes posible y no intercambiar números de teléfono. Iba a tener que esperar a que él volviera a aparecer, tal y como había hecho cuando vino a buscarla en su hora del almuerzo. Miró el reloj y ya era hora de recoger a Gabriela.

Se cambió rápidamente y salió de casa, en dirección al colegio de su hija. Cuando llegó, había muchos niños en la entrada. Era la hora de dejar a la niña y a veces los niños se alborotaban allí. Emily entró y se dirigió a la zona infantil. Cuando llegó frente a la habitación de Gabriela, se sobresaltó. Gaspar estaba allí, ¡hablando con Gabriela!

Emily se acercó rápidamente y escuchó parte de la conversación.

- Eres una chica muy guapa, Gabriela.

- ¿Tú también eres amiga de mamá?

- Digamos que sí...

- Nunca me habló de ti.

- Imagino que no.

Emily se acercó, cogió a Gabriela por los hombros, se puso a su lado y le dijo:

- ¿Qué crees que estás haciendo? - dijo, furiosa.

Gaspar la miró con una mezcla de sorpresa y aprensión. Sus ojos parecían llevar una mezcla de sentimientos, pero se mantuvo tranquilo y controlado.

- Perdona si te ha cogido por sorpresa, pero quería conocerte mejor -dijo con voz suave-. - Gabriela es una niña encantadora, como tú.

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