Capítulo 2

Solo a mi me puede pasar esto.

Gruñó avergonzada Melissa en su interior.

Cerró los ojos apretando los párpados deseando que todo fuera un sueño pero al volver a abrirlos se encontró con el rostro pétreo de su jefe.

—No quería decir eso —gimió dejando caer sus hombros con unas inmensas ganas de llorar azotándola.

Por primera vez en mucho tiempo se sentía cansada mentalmente y que la viera vulnerable su jefe era lo que menos quería.

—Sube al auto, necesitas un baño y ropa limpia, te llevaré a casa.

La voz varonil de su jefe llamó la atención de Melissa logrando que saliera de sus pensamientos.

Para ella se había vuelto una costumbre alejarse lo más que pudiera de ese hombre del cual pensaba que era una tentación imperiosa.

—No, voy a mojar tu auto y...

—No hay problema Melissa, entra ya o te resfriarás.

Por primera vez en mucho tiempo Melissa alzó los ojos directamente hasta encontrarse con los de su jefe y recordó exactamente el porqué había estado evadiéndolo por tanto tiempo indistintamente de que era un buen jefe. Porque lo era.

Nunca antes había conocido un hombre tan encantador como lo era Leo.

Normalmente mantenía una sonrisa en su rostro.

Es muy caballeroso y dulce.

Pero también tiene ese toque misterioso y sexy que atrae intensamente a cualquier mujer que esté a su alrededor.

Ella incluida.

Cuando Melissa llegó a Black Cat tuvo un enamoramiento rápido y profundo con Leo.

Un hombre jamás la había tratado nunca como él lo había hecho.

Era dulce y considerado pero tan rápido como había surgido ese flechazo alguien le había advertido que ella no era nada especial y que Leo trataba a todas sus empleadas de la misma forma en que la trataba a ella.

Melissa no había querido creerle pero tuvo que verlo con sus propios ojos para darse cuenta.

Había crecido de un círculo tan diferente al que englobaba a Black Cat que por unos instantes Melissa creyó en un mundo de ilusiones que se destrozó de inmediato porque Leo le gustaba a tal punto que ni siquiera le importaba que no fuera ese ejecutivo millonario al que toda la vida su tía Mirla le había dicho que se casaría. Pero no era nadie para él.

Había hecho el ridículo creyendo otra cosa por lo que se centró en lo que era realmente importante y no en las tonterías que su corazón sintiera.

Ella era una mujer fuerte.

Una mujer inquebrantable nacida para los lujos y la riqueza que solo con un hombre rico podría tener, después de todo había abandonado sus estudios y no iba a hacerse millonaria a menos que se casara con uno.

Lo que estaba segura finalmente haría en un par de días.

Inexorablemente Melissa se fijó en todo su cuerpo musculoso hasta llegar al rostro atractivo de Leo.

Definitivamente era el hombre más atractivo que hubiera visto nunca y era debido a eso que debía tomar la mayor distancia posible.

Distancia que él la dejaba ejecutar a la perfección.

—Muy bien —se limitó a susurrar Melissa yendo en dirección al auto el casi intentó detenerla para abrirle la puerta de copiloto pero ella no lo dejó hacerlo.

Mientras más rápido terminara con esto más rápido tomaría distancia.

Escuchó como Leo soltaba una carcajada mientras trotaba para llegar al otro lado del auto.

Cuando entró en este a pesar de ser un auto amplio su presencia achicó todo logrando hacerla sentir mucho más nerviosa de lo que ya estaba porque a pesar de tener una presencia luminosa podía sentir ese lado oscuro de Leo que trataba de mantener oculto y que secretamente la atraía ferozmente.

De repente una tensión sexual hizo mella en su piel erizando cada centímetro de ella de forma inesperada.

Melissa tuvo que cruzar las piernas sintiendo vergonzosamente su centro palpitar sintiéndolo humedecerse.

Pronto sintió los ojos de Leo clavados en su piel haciéndola estremecer.

— ¿Por qué ibas tarde al trabajo? —le preguntó él sacándola de sus pensamientos pervertidos con su sexy jefe que ni siquiera tenía una idea de lo que estaba ocurriendo por su cabeza.

Bien, una conversación.

Relájate Melissa y no te pongas en evidencia.

Se dijo a sí misma de forma mental.

—Lo siento, mi teléfono no sonó para despertarme.

Él asintió mirando el camino.

Melissa trató de pensar en hacerle una pregunta pero no encontraba cual para acabar con ese silencio atroz que los mantenía presos.

— ¿Y las niñas están en la escuela? —preguntó evitando mirarlo.

—Sí.

Acababa de llevar a Sienna cuando vi lo que te pasó con el camión. Lo siento.

Ella iba a responderle pero se quedó sin palabras al ver que Leo se detenía justo al frente de una casa muy bonita la cual no era la suya.

¿Cómo se había entretenido tanto para no darse cuenta que al lugar que la llevaba no era su casa?

Sencillo.

Había estado más al pendiente de lo que le pasaba entre las piernas que todo a su alrededor.

En específico, a la dirección donde se dirigían.

Un sonrojo se apoderó de su rostro avergonzada porque ni siquiera sabía qué hacer a continuación.

¿Era esta la casa de Leo?

¿Su jefe la había traído a su casa?

Se giró a preguntárselo pero él ya había salido del auto para ir a abrirle su propia puerta como un caballero.

Su mano tomó la de ella delicada y automáticamente sus ojos se encontraron en una guerra de miradas en la que ninguno de los dos resultó vencedor.

Leo carraspeó y ambos se giraron incómodos hasta la casa.

—Te traje aquí para que te cambies, ven.

Melissa soltó la mano de Leo para comenzar a seguirlo de inmediato sintiendo el nerviosismo en cada parte de su cuerpo sobretodo en las piernas que temblaban ligeramente sin que pudiera evitarlo.

—Esta es la habitación de Sienna, busca en su closet, seguramente encontrarás algo que te guste. El baño es ese, te prepararé un poco de café para que entres en calor —le dijo él a Melissa con la voz enronquecida ligeramente una vez que estuvieron dentro de la casa y en la habitación de su sobrina de dieciséis años.

Melissa se giró para vez porqué su tono de voz había cambiado de la manera en que lo había hecho de repente y un calor dentro de ella comenzó a fluir al momento que sus ojos lo miraron. Los dd Leo no estaban precisamente en su rostro sino en su cuerpo.

Ella misma hizo un escaneo corporal dándose cuenta de que al estar toda mojada su ropa se pegara como una segunda piel a su cuerpo.

El cosquilleo en su entrepierna fue inesperado y la llenó de un sonrojo evidente.

Leo se dio cuenta que había sido pillado en el acto y endureció sus facciones luciendo avergonzado además de un poco molesto.

Melissa vio como apretó su mandíbula clavando una vez más sus ojos con los suyos.

—Si me necesitas estaré en la cocina —señaló él antes de salir de la habitación dejándola sola logrando que una sonrisa curveara en la boca de Melissa.

Pero pronto la conciencia volvió a ella y se regañó por sentirse de la manera en que se estaba sintiendo respecto a su jefe porque Leo no era para ella así como ella nunca sería para él.

Debía volver a su trabajo y alejarse cuanto más pudiera de Leo, solo así recuperaría la cordura.

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