Capítulo 27.

-¿Lo reviví? – Preguntó la cachorra esperanzada.

-No lo sé. – Dije honestamente. - ¿Tú qué dices, Nico? ¿Estás vivo?

-¿Si estoy vivo puedo comer galletas? – Preguntó el cachorro desde su posición en el suelo.

Habíamos estado aquí por casi tres horas y en las dos primeras conocí la historia de cada uno de los pequeños. Tuvimos una fiesta de autocompasión y abrazos, todos fuimos amigos. Así fue como nos encontró la doctora Paula antes de decidir que debíamos de hacer algo más con nuestras vidas.

Así que aquí estábamos, aprendiendo primeros auxilios de la mano de una muy dura maestra. Yo ya había muerto al menos tres veces en sus manos.

-Muerto. – Dijo Paula pasando por nuestro grupo y los tres nos desanimamos. – No es complicado, solo tienen que presionar con un poco más de fuerza en el pecho. Es como si cantaran y siguieran el ritmo con las manos.

-Mis manos no tienen ritmo. – Dijo Bibian mientras miraba sus extremidades. – No me extraña que Nico esté muerto.

Yo oculté una sonri
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