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Capítulo 2. La entrevista 2

 Elizabeth Collins.

—¡Elizabeth Collins! —una señora de mediana edad llama en voz alta desde el lado opuesto del salón.

Me sobresalto un poco, estoy tan ensimismada ensayando mentalmente las respuestas que debo dar allí adentro que cuando escucho mi nombre mi corazón literalmente salta y se queda atorado en mi garganta.

—Soy yo, Señora —me apresuro a levantarme y alisar mi vestido. —Yo soy Elizabeth Collins.

—Usted es la siguiente entrevistada, ya la están esperando —me señala con la mano el pasillo detrás de ella y la sigo. Parece bastante amable o por lo menos no me mira con indiferencia como las demás que trabajan aquí.

Mi corazón retumba fuerte cuando nos acercamos a una puerta doble de vidrio color ahumado donde se dicta con letras grandes: Departamento General de diseño. Es la primera entrevista laboral de toda mi vida y la ansiedad me mata; siempre he trabajado con mi abuela en el mercado durante el día, y en las noches como ayudante de cocina en un restó para poder sobrellevar los gastos de la casa y culminar mis estudios.

Aunque estuve tentada varias veces de enviar mi hoja de vida en algunas empresas cuando recibí oficialmente mi título y mi abuela enfermaba de gravedad de manera constante, preferí soportar y esperar que se diera la oportunidad aquí, donde desde niña quise trabajar.

Este es el día que había esperado toda mi vida, ser diseñadora es mi sueño más anhelado, y a pesar de las precariedades que pasé en todo el proceso, di todo de mi parte para ser la egresada más destacada de todo el instituto.

—¿Lista? —murmura la Señora cuando me ve aturdida y plantada sin reaccionar.

—Sí, lista —coloco algunos pelos rebeldes detrás de mi oreja y aspiro profundamente.

Abre la puerta y caminamos hacia un grupo de personas, todas de espaldas, observando un vestido color beige en un perchero y hablando entre murmullos. Ninguno de ellos se percata de nuestra llegada.

La Señora me hace un asentimiento con la cabeza y dándose vuelta sobre sus talones, se marcha dejándome sola.

Trago saliva una cantidad de veces, ¿Qué debería hacer ahora? Supongo que saludar y presentarme.

—¡Buenos días! —digo con voz casi 5 veces más alta de mi tono normal, pero chillona y muy aguda captando la atención de todos al momento.

Los presentes se voltean a mirarme extrañados y creo que ya la cagué con la primera impresión.

—Buenos días —a mi espalda una voz ronca y conocida me acelera el ritmo cardiaco. —Disculpen la demora. La calle está hecha un caos con la torrencial lluvia que está cayendo.

—Buenos días, Señor Edwards —saluda una señora mayor, que sale de aquel grupo, vestida elegante y con gestos bastante refinados. —No se preocupe, estamos con las entrevistas todavía, solo faltan unas cuantas candidatas y ya pasamos a la sala de juntas.

La curiosidad me gana y termino volteándome para encontrarme cara a cara con aquella voz que se encuentra solo a un paso de distancia de mi posición.

«¡¿Dante?!» su nombre hace corto circuito en cerebro. No es pregunta, no es respuesta, es una mezcla de ambos, no estoy segura de que sea él realmente o si es solo una mala jugada de mi mente por los nervios que estoy cargando desde que llegué.

Supongo que en mi rostro es demasiado evidente el asombro, porque él también se queda tieso con los labios apretados fuertemente en línea recta y la frente fruncida al reconocerme.

«Si, es él» descarto la posibilidad de que sea una visión cuando su perfume me acaricia las fosas nasales.

Mudos nos quedamos los dos, hasta que la Señora que le había contestado el saludo me saca de mi turbación.

—Señorita, puede pasar a tomar asiento —me indica con la mano un asiento frente a un escritorio. —Ya estoy con usted enseguida.

Asiento, avergonzada, por mi pésima primera vez aquí. Esto me ha tomado por sorpresa y no tengo ni la más mínima idea de cómo debería actuar. Levanto la vista y me encuentro nuevamente con los suyos, aquellos orbes verdes que siempre aparece en mis pesadillas en las noches, atormentándome sin piedad, recordándome mi triste realidad, todo lo que pude haber tenido y no se me dio. No creí que después de 10 años aun tuviera ese efecto tan desfavorable en mí.

Una sensación dolorosa y desagradable me recorre el cuerpo con su presencia. Siento mis miembros inferiores temblar y reflexiono, con la poca cordura que me queda, si debería resistir o simplemente excusarme y salir de este lugar.

Miro la puerta que está a unos cinco pasos y nuevamente a él. Su expresión se suaviza lentamente y sus labios se curvan en una leve sonrisa cuando se da cuenta de mi intención.

—Lissy, ¿Qué haces aquí? —dice en un susurro. Si no supiera que me detesta como me lo dijo aquella noche, creería que está intentando ser amable conmigo.

«Lissy» sonrío tristemente en pensamientos ¿Cómo se atreve a llamarme así después de lo me hizo?

Dudo en contestar, pero no creo que sea una buena idea frente a las personas que esperan saber que está pasando.

—Yo… vine para una entrevista de trabajo —doy gracias a Dios que puedo hilar una oración completa y coherente sin caerme en pedazos frente al hombre que me hizo tanto daño.

Observa detenidamente la carpeta en mis manos donde tengo algunos de mis dibujos y me pide con la mano que se los pase.

Otra vez dudo en acceder, pero ante su insistencia y para no parecer mal educada, lo hago.

—Voy a mirar esto personalmente —me dice con esa mirada intensa que lo caracteriza, luego pasa algunas páginas rápidamente con su dedo antes de pasársela a quien me imagino es su asistente. —Ella es una vieja amiga, Señora Eva —ahora se dirige a la encargada. —Por favor, atiéndela bien.

Camina hacia la salida sin decir nada más y yo observo su espalda alejándose hasta que la puerta se cierra tras su salida. Mi corazón se siente apretado y las heridas se escuecen como si fueran recientes; esas heridas que tanto han marcado mi vida, que me ha costado tanto sobre llevar y que vinieron justamente de él.

¿Cómo es posible que Dante sea parte de esta empresa y yo no me haya dado cuenta antes? Eso es algo que no consigo asimilar.

Lo último que supe es que se había ido a Inglaterra junto a sus abuelos paternos para continuar con sus estudios, pero nunca hubiera imaginado que la empresa más longeva del país y con mayor renombre tanto nacional como internacional sea parte de las innumerables posesiones de su familia, aunque tampoco es algo imposible.

Un suspiro ahogado sale de mi pecho, cierro los ojos con fuerza y me animo mentalmente a reaccionar, a sobrevivir, así como vengo haciendo todos estos años, pero es inevitable no recordar todo lo que me sucedió con él.

«Supongo que hasta aquí llega mi sueño de ser diseñadora exclusiva de Edwards Desing & Fashion» reflexiono tristemente.  

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