Elizabeth Collins.
—¡Elizabeth Collins! —una señora de mediana edad llama en voz alta desde el lado opuesto del salón.
Me sobresalto un poco, estoy tan ensimismada ensayando mentalmente las respuestas que debo dar allí adentro que cuando escucho mi nombre mi corazón literalmente salta y se queda atorado en mi garganta.
—Soy yo, Señora —me apresuro a levantarme y alisar mi vestido. —Yo soy Elizabeth Collins.
—Usted es la siguiente entrevistada, ya la están esperando —me señala con la mano el pasillo detrás de ella y la sigo. Parece bastante amable o por lo menos no me mira con indiferencia como las demás que trabajan aquí.
Mi corazón retumba fuerte cuando nos acercamos a una puerta doble de vidrio color ahumado donde se dicta con letras grandes: Departamento General de diseño. Es la primera entrevista laboral de toda mi vida y la ansiedad me mata; siempre he trabajado con mi abuela en el mercado durante el día, y en las noches como ayudante de cocina en un restó para poder sobrellevar los gastos de la casa y culminar mis estudios.
Aunque estuve tentada varias veces de enviar mi hoja de vida en algunas empresas cuando recibí oficialmente mi título y mi abuela enfermaba de gravedad de manera constante, preferí soportar y esperar que se diera la oportunidad aquí, donde desde niña quise trabajar.
Este es el día que había esperado toda mi vida, ser diseñadora es mi sueño más anhelado, y a pesar de las precariedades que pasé en todo el proceso, di todo de mi parte para ser la egresada más destacada de todo el instituto.
—¿Lista? —murmura la Señora cuando me ve aturdida y plantada sin reaccionar.
—Sí, lista —coloco algunos pelos rebeldes detrás de mi oreja y aspiro profundamente.
Abre la puerta y caminamos hacia un grupo de personas, todas de espaldas, observando un vestido color beige en un perchero y hablando entre murmullos. Ninguno de ellos se percata de nuestra llegada.
La Señora me hace un asentimiento con la cabeza y dándose vuelta sobre sus talones, se marcha dejándome sola.
Trago saliva una cantidad de veces, ¿Qué debería hacer ahora? Supongo que saludar y presentarme.
—¡Buenos días! —digo con voz casi 5 veces más alta de mi tono normal, pero chillona y muy aguda captando la atención de todos al momento.
Los presentes se voltean a mirarme extrañados y creo que ya la cagué con la primera impresión.
—Buenos días —a mi espalda una voz ronca y conocida me acelera el ritmo cardiaco. —Disculpen la demora. La calle está hecha un caos con la torrencial lluvia que está cayendo.
—Buenos días, Señor Edwards —saluda una señora mayor, que sale de aquel grupo, vestida elegante y con gestos bastante refinados. —No se preocupe, estamos con las entrevistas todavía, solo faltan unas cuantas candidatas y ya pasamos a la sala de juntas.
La curiosidad me gana y termino volteándome para encontrarme cara a cara con aquella voz que se encuentra solo a un paso de distancia de mi posición.
«¡¿Dante?!» su nombre hace corto circuito en cerebro. No es pregunta, no es respuesta, es una mezcla de ambos, no estoy segura de que sea él realmente o si es solo una mala jugada de mi mente por los nervios que estoy cargando desde que llegué.
Supongo que en mi rostro es demasiado evidente el asombro, porque él también se queda tieso con los labios apretados fuertemente en línea recta y la frente fruncida al reconocerme.
«Si, es él» descarto la posibilidad de que sea una visión cuando su perfume me acaricia las fosas nasales.
Mudos nos quedamos los dos, hasta que la Señora que le había contestado el saludo me saca de mi turbación.
—Señorita, puede pasar a tomar asiento —me indica con la mano un asiento frente a un escritorio. —Ya estoy con usted enseguida.
Asiento, avergonzada, por mi pésima primera vez aquí. Esto me ha tomado por sorpresa y no tengo ni la más mínima idea de cómo debería actuar. Levanto la vista y me encuentro nuevamente con los suyos, aquellos orbes verdes que siempre aparece en mis pesadillas en las noches, atormentándome sin piedad, recordándome mi triste realidad, todo lo que pude haber tenido y no se me dio. No creí que después de 10 años aun tuviera ese efecto tan desfavorable en mí.
Una sensación dolorosa y desagradable me recorre el cuerpo con su presencia. Siento mis miembros inferiores temblar y reflexiono, con la poca cordura que me queda, si debería resistir o simplemente excusarme y salir de este lugar.
Miro la puerta que está a unos cinco pasos y nuevamente a él. Su expresión se suaviza lentamente y sus labios se curvan en una leve sonrisa cuando se da cuenta de mi intención.
—Lissy, ¿Qué haces aquí? —dice en un susurro. Si no supiera que me detesta como me lo dijo aquella noche, creería que está intentando ser amable conmigo.
«Lissy» sonrío tristemente en pensamientos ¿Cómo se atreve a llamarme así después de lo me hizo?
Dudo en contestar, pero no creo que sea una buena idea frente a las personas que esperan saber que está pasando.
—Yo… vine para una entrevista de trabajo —doy gracias a Dios que puedo hilar una oración completa y coherente sin caerme en pedazos frente al hombre que me hizo tanto daño.
Observa detenidamente la carpeta en mis manos donde tengo algunos de mis dibujos y me pide con la mano que se los pase.
Otra vez dudo en acceder, pero ante su insistencia y para no parecer mal educada, lo hago.
—Voy a mirar esto personalmente —me dice con esa mirada intensa que lo caracteriza, luego pasa algunas páginas rápidamente con su dedo antes de pasársela a quien me imagino es su asistente. —Ella es una vieja amiga, Señora Eva —ahora se dirige a la encargada. —Por favor, atiéndela bien.
Camina hacia la salida sin decir nada más y yo observo su espalda alejándose hasta que la puerta se cierra tras su salida. Mi corazón se siente apretado y las heridas se escuecen como si fueran recientes; esas heridas que tanto han marcado mi vida, que me ha costado tanto sobre llevar y que vinieron justamente de él.
¿Cómo es posible que Dante sea parte de esta empresa y yo no me haya dado cuenta antes? Eso es algo que no consigo asimilar.
Lo último que supe es que se había ido a Inglaterra junto a sus abuelos paternos para continuar con sus estudios, pero nunca hubiera imaginado que la empresa más longeva del país y con mayor renombre tanto nacional como internacional sea parte de las innumerables posesiones de su familia, aunque tampoco es algo imposible.
Un suspiro ahogado sale de mi pecho, cierro los ojos con fuerza y me animo mentalmente a reaccionar, a sobrevivir, así como vengo haciendo todos estos años, pero es inevitable no recordar todo lo que me sucedió con él.
«Supongo que hasta aquí llega mi sueño de ser diseñadora exclusiva de Edwards Desing & Fashion» reflexiono tristemente.
Elizabeth Collins.«Le llamaremos si es seleccionada para el puesto» la frase y la sonrisa fingida de la encargada rebotan en mi cabeza de manera dolorosa. Es obvio que lo dijo solamente por cumplir con el protocolo y muy seguramente para no hacerme sentir peor de lo que ya estaba.En la entrevista ni siquiera se dignó a preguntarme cosas esenciales sobre diseño o mis referencias personales o laborales, lo cual hubiese sido lo correcto, al contrario, ignoraba mis respuestas la mayor parte del tiempo y en varias ocasiones sus comentarios acerca de mi aspecto sonaron toscos y denigrantes.Cuando vi que puso mi currículo en un conjunto separado de otras 3 que estaban hacia su derecha, me di cuenta que ya tenían pre seleccionadas para el puesto.Llego a mi habitación hecha un mar de sueños rotos, lanzo en la esquina mis zapatos mojados por el raudal y me tiro de espaldas en la cama con la
Elizabeth Collins.Mi celular vuelve a sonar un par de veces más, pero como está dentro de mi bolso tardo en encontrarlo entre los miles de cosas que cargo conmigo siempre.—Hola —contesto cuando por fin logro tomar la llamada.—Hola, amor, ¿Cómo te fue en la entrevista? —la voz agitada de Víctor se oye desde el otro lado. —Disculpa que no haya llamado antes, es que estaba muy ocupado, apenas ahora puedo hacerlo.—Creo que me fue bien —miento. —Había muchas candidatas, pero no te preocupes, sé que siempre estas ocupado.Se oye un suspiro pesado del otro lado y un ruido raro y estridente que parece ser de un avión despegando.«De seguro está yendo para alguna reunión» pienso con tristeza. Ya no resulta nada sorprendente para mí; toda nuestra relación de algunos años para ac&aac
Dante Edwards.—¡¿Qué significa esto, Dante?! —Luisa entra gritando a mi oficina como siempre. Corto la llamada en la que estoy y me concentro en saber el motivo de su histeria. —¿Cómo es eso que pediste a Eva a revisar personalmente los currículos? ¿Desde cuándo te metes en mi trabajo?Tira varias carpetas en mi escritorio provocando que uno de mis lapiceros caiga al suelo junto con estas creando un gran estruendo que llama la atención de Ariel, mi asistente.Con mis manos unidas encima de mi escritorio observo su berrinche sin decir nada. Hablar con ella como personas adultas resulta ser más difícil que hablar con una roca y esperar que ésta te conteste.—¡Ya no soporto esto! —sus gritos son tan estridentes que estoy seguro que se escuchan hasta el primer piso. —¿No puedes dejarme al menos una vez hacer lo
Elizabeth Collins.—¿Lissy? —escucho a mis espaldas y un escalofrío me recorre la espina dorsal al reconocer la voz de Dante. La caja de fresas que tengo en la mano se me cae y se esparcen por todo el local dejando a sus pasos un desastre de manchas rojas y frutas aplastadas.«¿Cómo me encontró?» pienso con un nudo en el estómago. No creo que sea una simple casualidad, este es el puesto más alejado de la cuidad y no tendría por qué estar por aquí como comprador.—¿Estas bien? ¿Te hiciste daño? —se acerca a mí y pregunta, examinando mis manos por si tengo alguna herida.Me obligo a mí misma a reaccionar de mi letargo. Me zafo de su agarre por puro instinto y doy pasos a mi costado determinada a demostrar mi disgusto por su presencia.—¿Qué haces aquí? —pregunto
Elizabeth Collins.El día estuvo de mierda.Digo “estuvo” porque son pasadas las 1am y me falta mucho para llegar a casa, especialmente porque el último autobús pasó justo antes de mi salida y tengo que caminar por más de 20 calles para llegar.—¿Qué podría ser peor hoy? —resoplo, frustrada. Caminar no se me da mucho y menos tan cansada y deprimida como estoy de un día tan desgastante y agotador.Las calles están oscuras y silenciosas, como es de esperarse a esta hora de la madrugada, y lo peor de todo es que hay amenaza de lluvia. ¡Vaya vida de mierda la mía!Trato de enfocarme en lo positivo y es que esta caminata me hace realmente falta, pero aun así estar solita a esta hora no es nada agradable.Luego de aproximadamente 30 minutos, largos y sombríos, por fin llego hasta el portón de la
Dante Edwards. Me tomo una larga ducha para sacarme de encima toda esta pesadumbre que cargo desde la mañana. Mi día terminó por irse a la m****a con esa cena familiar a la que mi madre nos obligó a asistir a todos los hermanos para hablarnos de la unidad, del apoyo y de los proyectos que debemos lograr juntos como familia, que, claramente fue un discurso de advertencia para mi persona y que se cerró con broche de oro al escuchar por enésima vez la misma historia del abuelo de como consiguieron levantar todo el imperio Edwards renunciando a cosas vanas y pensando solo en la estabilidad económica y el futuro de los herederos del apellido. Estoy plenamente seguro que esto es una obra más de mi hermana y que ya están enterados que Lissy y yo nos encontramos nuevamente, y, como era de esperarse, buscan el modo de hacerme “recapacitar” entre comillas, para alejarme de ella; lo que no tienen en cuenta es que ya no soy ese joven de 18 años al que te
Elizabeth Collins.—Ve el lado positivo, amiga —Alejandra trata de animarme. —Ahora podemos irnos juntas al trabajo y como tu horario será más flexible, a la tarde podemos ir al gimnasio o hacer yoga. Podemos almorzar juntas también.—Pero lo veré todos los días —resoplo. —Tendré que seguir sus órdenes.Acomodo las ultimas cajas para luego limpiarme las manos.—No puede ser tan terrible, ¿o sí? Además, puedes aprender muchas cosas. —me palmea el hombro. —Amiga, vas a trabajar en una de las empresas más reconocidas en la industria de la moda y con un muy buen salario, aprovecha la oportunidad.—No es el puesto que quería, pero lo del salario es cierto —me siento encima de un bulto y tomo mi botella de agua. —Encima, tú más que nadie sabes toda mi historia con &eacut
Elizabeth Collins.—Ya cálmate, amiga —Ale se ríe al notar como estoy literalmente temblando. —Todo va a estar bien, relájate, déjate llevar.—Créeme que lo intento.Sonrío, pero mi sonrisa es de puro nervios.Si digo que dormí anoche al menos un poquito, estaría mintiendo, no pude pegar el ojo y mis ojeras son mucho más notables esta mañana al igual que mi mal humor.—Estás hermosa, ese vestido te queda divino —golpea sus caderas con las mías para hacerse notar. —Ya, solo entra allí y triunfa. Te espero en la cafetería para que almorcemos juntas.—Ok, te aviso mi horario —me guiña un ojo antes de entrar a su lugar de trabajo, que es una librería muy renombrada en el edificio de enfrente de Edwards Desing & Fashion. Ella lleva más de 5 años tra