Elizabeth Collins.
—Ve el lado positivo, amiga —Alejandra trata de animarme. —Ahora podemos irnos juntas al trabajo y como tu horario será más flexible, a la tarde podemos ir al gimnasio o hacer yoga. Podemos almorzar juntas también.
—Pero lo veré todos los días —resoplo. —Tendré que seguir sus órdenes.
Acomodo las ultimas cajas para luego limpiarme las manos.
—No puede ser tan terrible, ¿o sí? Además, puedes aprender muchas cosas. —me palmea el hombro. —Amiga, vas a trabajar en una de las empresas más reconocidas en la industria de la moda y con un muy buen salario, aprovecha la oportunidad.
—No es el puesto que quería, pero lo del salario es cierto —me siento encima de un bulto y tomo mi botella de agua. —Encima, tú más que nadie sabes toda mi historia con &eacut
Elizabeth Collins.—Ya cálmate, amiga —Ale se ríe al notar como estoy literalmente temblando. —Todo va a estar bien, relájate, déjate llevar.—Créeme que lo intento.Sonrío, pero mi sonrisa es de puro nervios.Si digo que dormí anoche al menos un poquito, estaría mintiendo, no pude pegar el ojo y mis ojeras son mucho más notables esta mañana al igual que mi mal humor.—Estás hermosa, ese vestido te queda divino —golpea sus caderas con las mías para hacerse notar. —Ya, solo entra allí y triunfa. Te espero en la cafetería para que almorcemos juntas.—Ok, te aviso mi horario —me guiña un ojo antes de entrar a su lugar de trabajo, que es una librería muy renombrada en el edificio de enfrente de Edwards Desing & Fashion. Ella lleva más de 5 años tra
Elizabeth Collins—¿Qué estás haciendo, Lissy? —susurro frente al espejo del sanitario. —¿Ya te estás acobardando de nuevo?Llevo aquí exactamente 15 minutos, encerrada bajo llave, sin moverme, sin reaccionar.Aún estoy temblando. Luisa y Dante son la parte dolorosa de mi vida que aborrezco, que deseo olvidar, pero no puedo y yo solita vine a colocarme en la boca del lobo para que me haga pedazos.Sé que con la deuda que tengo con Dante no me queda otro remedio que resistir, pero, ¿Cómo lo consigo?Me mojo la nuca con un poco de agua fría y me doy unas palmaditas en los cachetes para darme valor.—Tu puedes, Lissy —me señalo con el dedo. —¡Puedes! Ya no permitas que te pisoteen.Tomo unas cuantas aspiraciones, me pongo recta y salgo.Camino a paso firme hasta la oficina donde está
Dante Edwards.—Maldito dolor de cabeza —es la segunda pastilla que tomo en la mañana y conste que esto recién empieza. —Anoche no pude dormir nada. Este problema de insomnio me está volviendo loco, van tres días de seguido en esta semana.—¿Quiere que pida cita para usted con el Doctor Norman? —pregunta Ariel. Niego con la mano mientras tomo mi agua.—Estoy bien, solo es el estrés por lo que acaba de ocurrir.—Yo estaría igual —carraspea incómodo. —Su hermana y su esposa no le hacen la vida muy fácil que digamos. Disculpa si soy indiscreto, pero esto que pasó con la Señorita Lissy es solo el principio. Ya su hermana ha demostrado anteriormente que no se rinde cuando quiere algo.—Para nada, Ariel, no eres indiscreto, eres mi asistente hace más de 5 años, más que eso, mi amigo
Elizabeth Collins. Se siente raro estar en casa tan temprano. Dejo mi cartera en la mesada, me quito los zapatos y me siento en la cama para masajear mis pies y aliviar un poco el dolor y el cansancio de usar tacones todo el día. A pesar de todo pronóstico, hoy ha sido un día soleado afuera y bastante tranquilo adentro de la empresa. Ni Luisa ni “la esposa” volvieron a aparecer en la parte administrativa, cosa que agradezco mucho, mientras yo estuve atareada todo el día organizando algunos archivos que Dante me dejó encargados antes de salir para algunas reuniones junto con Ariel. Las horas se me pasaron literalmente volando entre tanto trabajo y tratando de echarle cabeza a cómo organizarlos de manera adecuada para que sea más fácil encontrarlos. Mi teléfono suena dentro de mi cartera y por un momento me siento ansiosa. Lo busco y al ver la pantalla sonrío de forma automática. —Hola, amor —la voz de Víctor cum
Elizabeth Collins. Un viaje corto, pero incómodo. Dante no ha dejado de mirarme ni por un segundo durante todo el camino hasta que llegamos al restaurante. Debo decir que me impresiona lo hermoso que es, nunca había siquiera pasado en frente de un lugar tan elegante y concurrido por la clase alta como este y no puedo dejar de maravillarme ante la vista tan espectacular que se proyecta ante mí. —¿Te gusta? —pregunta cuando una de las anfitrionas nos indica cual es nuestra mesa. —Si —asiento fervientemente. —Es bellísimo. —La comida es exquisita, verás que te vas a enamorar de la sazón, especialmente de la lasaña. No querrás pedir otra comida en la próxima, es simplemente mágica. Vuelvo a asentir, aunque no entiendo mucho que quiere decir con “en la próxima”. ¿Volveremos aquí a menudo? Esa idea me inquieta, bastante, no es un buen plan que estemos tanto tiempo juntos. Eso me traerá problemas innecesarios con su familia y
Elizabeth Collins.No sé si es buena señal que esté tan callado, pero desde que nos subimos a la camioneta no ha dicho una sola palabra, ni siquiera me ha mirado y eso me llena de angustia.—¿Por qué me trajiste aquí? —pregunto una vez que llegamos al estacionamiento del edificio donde tiene su departamento.No contesta, para variar. Estaciona y luego me abre la puerta para bajar.—Quiero ir a casa, Víctor, por favor —pido aun desde el asiento del acompañante. —Mi abuela debe estar preocupada.—No te llevaré hasta que hablemos —su voz seria y sin ningún atisbo de paciencia me produce un nudo en el estómago. —Baja. Adentro le hablas para avisarle que llegarás tarde.Obedezco. Me bajo y subimos hasta su apartamento que queda en el quinto piso. La mayoría de los empleados de este edificio me
Elizabeth Collins —¿Cómo lo permitiste? ¿Cuándo vas a dejar de ser tan tonta, amiga? —Ale no ha hecho otra cosa que recriminarme el que no haya reclamado a Víctor lo de Marcela durante todo el camino hasta la empresa. —Esto es el colmo, ese hombre es un infeliz. Viene en semanas, ¿Y te llama Marcela cuando te hace el amor? —Estaba ebrio, Ale. —¡Ay que bonito! Encima lo justificas —resopla cruzándose de brazos. —No lo estoy justificando, sé que está raro, pero realmente estaba ebrio, pudo haberse confundido de nombre —me rasco la cabeza al ver que hace ademanes con las manos. —Está mal, lo sé, pero no tuve el valor para preguntarle. —¿Y preferiste salir huyendo como una ladrona en plena madrugada? —No salí huyendo, Ale. Él estaba dormido, yo tenía que pasar por casa para cambiarme para venir a la empresa, es todo. Entramos a la cafetería que está cerca para llevarnos nuestro desayuno, ya que venimos retrasadas.
Elizabeth Collins.—¡Lissy! —Ariel me toma por sorpresa en el momento que doy un sorbo a mi café. —¿Qué haces?Le muestro mi descartable y mira su reloj con el ceño fruncido.—Son las tres de la tarde —afirma señalando con el dedo su muñeca. —No te vi salir en la hora del almuerzo. ¿Dante te prohibió salir?—No tuve tiempo, de hecho, este es mi desayuno-almuerzo —digo con una mueca acomodándome en mi asiento. —Dante no tuvo que ver, preferí completar lo del archivo primero así ya lo tengo listo. Desde la mañana no lo he vuelto a ver.—Pues él tampoco almorzó. Después de la junta se encerró en su oficina y no ha salido hasta ahora, ni siquiera quiso recibir a su esposa.La sola mención de ella me produce un nudo en el estómago. No deber&